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viernes, 12 de agosto de 2016

La Religión Demostrada II: Refutación del Ateísmo








LA RELIGIÓN DEMOSTRADA


LOS FUNDAMENTOS DE LA FE CATÓLICA
ANTE LA RAZÓN Y LA CIENCIA



P. A. HILLAIRE


Ex profesor del Seminario Mayor de Mende
Superior de los Misioneros del S.C.





DECLARACIÓN DEL AUTOR

Si alguna frase o proporción se hubiere deslizado en la presente obra La Religión Demostrada, no del todo conforme a la fe católica, la reprobamos, sometiéndonos totalmente al supremo magisterio del PAPA INFALIBLE, jefe venerado de la Iglesia Universal.


A. Hillaire.




PRIMERA VERDAD
DIOS EXISTE

Existe un Dios supremo y eterno, creador y conservador del universo




II. REFUTACIÓN DEL ATEÍSMO


MATERIALISMO – PANTEÍSMO – POSITIVISMO – EVOLUCIONISMO



15. P. ¿Puede explicarse, prescindiendo de Dios, el origen del mundo y de los seres que lo componen?

R. No; es imposible. Todos los sistemas inventados para explicar el origen de los seres, el movimiento y el orden que reinan en el mundo, la vida de las plantas y de los animales, la vida intelectual del hombre, son absurdos, imposibles. Es necesario recurrir a Dios todopoderoso, creador del mundo y de todo lo existente. Hemos de decir con la Iglesia: “Creo en Dios, Creador del cielo y de la tierra”.

Es fácil afirmar: Dios no existe; basta ser un necio: Dixit insipiens. Pero no termina todo en este aserto: hay que explicar el mundo, el mundo existe... Cabe deslumbrar con palabras rimbombantes de inmanencia, períodos atómicos, gases en combustión, cantidades puras, etc., pero estas sonoras palabras nada explican.

Las pruebas de la existencia de Dios refutan el ateísmo, quédanos por demostrar lo absurdo de los sistemas imaginados para explicar: 1°, la existencia de la materia; 2°, la organización del mundo; 3°, el origen de los seres vivientes. Estos sistemas pueden reducirse a cuatro: 1°, materialismo; 2°, el panteísmo; 3°, el positivismo, y 4°, el evolucionismo o darwinismo.


MATERIALISMO

16. P. ¿Qué es el materialismo?

R. El materialismo es el grosero error que no admite más que una cosa: la materia, cuyos átomos, primitivamente separados, se han reunido y han formado el mundo. Según este sistema, la materia es eterna, y existe por sí sola, con sus fuerzas y sus leyes. Semejante sistema es imposible; y es baldón de nuestra época haber renovado estos errores paganos.

Los incrédulos modernos, al negar a Dios, no pueden librarse de admitir las perfecciones que este Nombre augusto representa. Las atribuyen a la materia, cuya existencia única proclaman, haciendo de ella un ídolo. Dicen que es necesaria, eterna, increada y creadora del orden y de la vida.

Pues nada más falso, ni más imposible.

1° El Ser necesario no puede menos de existir; y es evidentísimo que la materia podría no existir. ¿Cuál es el ser, tomado individualmente, que sea necesario en el mundo? ¿Qué importan una piedra, un árbol, una montaña más o menos? Lo que es verdadero hablando de las diversas partes, es necesariamente verdadero hablando del todo; luego la materia no es el Ser necesario.

2° El Ser necesario es infinito. ¿Puede decirse, por ventura, que la materia es infinita? Toda materia ¿no es limitada? La materia no posee ni vida ni inteligencia; no es pues, infinitamente perfecta; luego no es el Ser necesario.

3° El Ser necesario es inmutable; y al contrario, la materia está sometida a toda clase de mudanzas: las combinaciones físicas y químicas modifican diariamente su forma y manera de ser. Luego, una vez más, la materia no puede ser necesaria.

El ateo es en realidad digno de lástima por los absurdos que está obligado a admitir. Así: 1° Admite una materia, por naturaleza propia soberanamente imperfecta, y que, sin embargo, tendría una perfección infinita, la eternidad.

2° Admite una materia absolutamente inerte, que se daría a sí misma un  movimiento que no tiene.

3° Admite una materia desprovista de inteligencia, y que produce obras maestras de inteligencia, como lo es la organización del universo, ese reloj inmenso y complicado que no se rompe, que no se detiene, que no se gasta, que no se descompone nunca.

4° Admite una materia que no tiene vida y que produce seres vivientes como la planta, el animal, el hombre.

5° Admite una materia que no piensa, que no raciocina, que no es libre, y que produce seres capaces de pensar, de raciocinar, de querer libremente, como el hombre.

Los impíos modernos, capitaneados por Renán, han renovado el sistema de Epicuro. Suponen un número infinito de átomos que se mueven en el vacío. Un día, estos átomos se encontraron por casualidad, se unieron y formaron masas de las que resultaron tierra, sol, luna, estrellas, es decir, el universo.

Su sistema es pueril y absurdo. Suponen átomos innumerables, mas no dicen de donde salen. Los suponen en movimiento, pero se olvidan de decir quién los mueve. Suponen que su encuentro fortuito ha producido el mundo, pero no dicen quién es el autor del orden admirable que reina en el mundo.

Estos incrédulos fundan su sistema sobre tres imposibles:

1° Es imposible que existan átomos sin un creador;

2° Es imposible que los átomos se mueven sin un motor;

3° Es imposible que el encuentro de los átomos haya producido el orden sin un ordenador inteligente.

Se necesita un Dios para crear estos famosos átomos, un Dios para ponerlos en movimiento, un Dios para formar esos globos admirables que ruedan sobre nuestras cabezas con orden y armonía sublimes.

Lo que se dice de los átomos puede aplicarse igualmente a las substancias gaseosas o líquidas, a la materia primera que ha servido para construir el mundo.


PANTEÍSMO

17. P. ¿Qué es el panteísmo?

R. El panteísmo es un error monstruoso que no admite un Dios personal distinto del mundo; Dios sería el conjunto de todos los seres del universo. Este sistema no es más que un ateísmo hipócrita; repugna y es desastroso en sus consecuencias.

El segundo sistema inventado para explicar el mundo, prescindiendo de Dios, se llama panteísmo. Esta palabra significa que todo es Dios. Se presenta bajo formas muy diversas, pero su dogma constitutivo consiste en admitir una sola substancia, de la cual los seres visibles no son sino modificaciones o evoluciones. Es el Dios-naturaleza, el Dios-fuerza, el Dios-energía, el Grande-Todo; es la identidad de Dios y del universo. Se puede decir del panteísmo lo que decía Bossuet del paganismo: Todo es Dios, excepto Dios mismo.

“Según este ridículo sistema, usted es dios y yo soy dios. Un macho cabrío y un toro que rumia son nuestros hermanos en divinidad. Pero, ¿qué digo? Una berza, un nabo, una cebolla, son dioses como nosotros. El hongo que usted recoge por la mañana es un dios que brotó durante la noche. Cuando una zorra atrapa una gallina, es un dios que atrapa a otro dios. Cuando un lobo devora un cordero, es un dios que se devora a sí mismo. El cardo y el asno que lo como son el mismo dios. Si yo corto a un hombre el cuello, ejecuto una acción divina... Ya ve usted cuán razonable es todo esto y, sobre todo, cuán moral. Con este sistema no hay más crímenes. El robo, el asesinato, el parricidio son caprichos de un dios... ¿Puede imaginarse nada más absurdo?... ¡Parece cosa de sueño ver a hombres que se dicen filósofos escribir y enseñar semejantes estupideces!” (MAUNOURY, Veladas de otoño).

1° El panteísmo destruye la idea de Dios; porque Dios es inmutable, infinito, perfecto y necesario, y no puede, por tanto, ser variable, finito, limitado, imperfecto como la materia. Es un ateísmo hipócrita.

2° Admite efectos sin causa; porque si Dios no es un ser personal, distinto del mundo, no hay seres necesarios, puesto que el Ser necesario es único, y entonces, ¿dónde está la causa que ha producido el universo?...

3° Es contrario al sentido íntimo. Yo siento, sin que haya lugar a dudas, que yo soy yo, y no otro.

4° Contradice los enunciados de la razón, que destruye en Dios, y en el mundo atributos contradictorios.

5° El panteísmo es una verdadera locura, pero una locura criminal, porque abre la puerta a los vicios y aniquila la virtud, porque destruye toda la idea de legislador, de ley, de conciencia, de deber, de castigo y de recompensa.

N. B. – Hay dos formas principales de panteísmo: el naturalista, que es un materialismo disfrazado, y el panteísmo idealista del judío holandés Espinosa y de Hegel, popularizados en Francia por Renán, Tiene y Wacherot.




POSITIVISMO

18. P. ¿Qué es el positivismo?

R. El positivismo es un sistema que no admite nada real y positivo si no es materia; no reconoce sino lo que se puede comprobar con la experiencia, y considera como hipotético todo lo que cae bajo el dominio de los sentidos: Dios, alma, vida futura. Este sistema degradante no es sino un materialismo hipócrita.

El positivismo es el último progreso de la razón humana, el último término de las evoluciones científicas. Los positivistas reconocen por jefe a Comte y por maestros a Littré, Renán, Robinet... no quieren buscar la causa primera de los seres, declarándola desconocida, y pretenden que no hay que tratar de ella... Según ellos, “nada hay real y positivo más que la materia, las fuerzas que le son propias y las leyes que de ellas dimanan. Todo lo que no se halla en los hechos es inaccesible a la razón; los hechos, y sólo los hechos analizados y coordinados; lo demás es quimera. Lo infinito no es más que un ideal, y, por consiguiente, no hay Dios; Dios es una ficción, o, a lo sumo, una hipótesis, hoy completamente inútil. No hay alma espiritual: la idea, el pensamiento no son sino productos, secreciones del cerebro. En una palabra: una sola cosa existe, y ésta es la materia”.

Tal es el resumen de la doctrina positivista: la negación de Dios y del alma espiritual; la moral independiente o la moral sin Dios, que no tiene más principio ni más regla de conducta que el sentimiento del honor. Este sistema abyecto se reduce a una forma disfrazada del ateísmo: es un materialismo hipócrita.

La refutación de este grosero error se halla en las diversas pruebas que hemos presentado de la existencia de Dios. Estos pretendidos sabios se limitan a negar, sin probar nada. Pero se necesita algo más que una simple negación para destruir nuestras pruebas. Negar a Dios no es suprimir su existencia. Después de miles de años, el mundo cree en Dios, y tiene derecho a reírse de esas negaciones gratuitas. Por más que el ciego niegue la existencia del sol, el sol no dejará de iluminar.

Los positivistas rechazan la ley del sentido común y de la razón, que obliga a admitir una causa productora de los fenómenos que nosotros vemos. Más allá de esta bóveda estrellada, dice Pasteur, ¿qué hay? – Otros cielos estrellados. – Sea, ¿Y más allá?... El espíritu humano, impulsado por una fuerza invencible, no cesará de preguntarse: ¿Qué hay más allá?

Hay que llegar a lo infinito, y solo Dios es infinito. Hay que llegar hasta el Ser necesario, pues, conforme hemos visto, no todos los seres pueden ser producidos; y no hay más que un solo Ser necesario, y este Ser necesario, y este Ser necesario es el mismo Dios.



GENERACIONES ESPONTÁNEAS – TRANSFORMISMO O DARWINISMO

19. P. ¿Cuáles son las hipótesis imaginadas por los incrédulos para explicar con exclusión de Dios, el origen de los seres vivientes?

R. Han ideado la hipótesis de la generación espontánea y la del evolucionismo o darwinismo. Estos dos sistemas, que adquirieron gran celebridad, son contrarios a las experiencias científicas; llegan a suponer efectos sin causa y, por lo mismo, la ciencia y el sentido común los condenan y rechazan.

1° Algunos naturalistas, para prescindir de Dios, atribuyen el origen de los seres vivientes a las generaciones espontáneas. Así se llama el nacimiento de un ser vivo sin un germen anterior, por el solo juego de las fuerzas inherentes a la materia.

2° Se llama evolucionismo el sistema según el cual los seres vivientes más perfectos derivan de otros menos perfectos, por una serie indefinida, desde el ser más rudimentario hasta el hombre. De acuerdo con este sistema, los impíos pretenden que el hombre desciende del mono. El inglés Darwin, particularmente, se ha dedicado a explicar estas transformaciones sucesivas mediante dos agentes que llama selección natural y lucha por la existencia. Darwin ha dado al evolucionismo su nombre, y así se llama también darwinismo.

Estos dos sistemas, la generación espontánea y el evolucionismo, dejan siempre sin solución la cuestión de saber quién ha creado los primeros seres y  quién les ha dado su energía vital...

Después de los experimentos de Pasteur y otros sabios, el sistema de las generaciones espontáneas ha quedado definitivamente refutado. El aire y el agua están llenos de gérmenes, para cuyo desarrollo sólo se requiere un medio propicio. Destruidos estos gérmenes, no hay producción alguna. Todos los animales están sometidos a la misma ley: no existen, si no son producidos por otros seres vivos de la misma especie.

El darwinismo tiene por base fundamental la evolución de las especies. Pues bien, si hay algo bien comprobado es que las especies son fijas, y no se transforman. Es posible perfeccionar las razas, pero las especies no se mudan; son y quedan eternamente distintas. Producir una especie nueva, decía Leibnitz, es un salto que jamás da la naturaleza; lo mismo afirman los sabios naturalistas. Luego tal sistema está en flagrante contradicción con las leyes de la naturaleza.

Estos enunciados, resultados de la experiencia y de la ciencia, están confirmados también por la historia y por la geología. Cuando se examinan las especies animales y vegetales recogidas de las tumbas egipcias y en los yacimientos fósiles, se las encuentran absolutamente iguales a las que viven en nuestros días. Las semillas encontradas en esas mismas tumbas no han dejado de producir vegetales idénticos a los nuestros.

Este sistema es contrario a la razón; admite efectos sin causa, ¡y qué efectos! Todo el mundo viviente. La razón por la cual una causa puede producir su efecto es porque lo contiene de alguna manera. ¿Cómo dar lo que no se tiene? Es imposible.

Pero una cosa se puede contener en otra, de tres maneras: 1° Formalmente con todo su ser; así, un trozo de mármol está contenido en la cantera. 2° Eminentemente, es decir, de una manera superior; así, la autoridad soberana contiene la de un prefecto, de un gobernador de provincia. 3° Virtualmente, en germen, y es la manera como todos los seres vivientes están contenidos en el germen que los produce.

Pues bien, estos seres vivientes no están contenidos de ningún modo en la materia bruta; por lo tanto, existirían sin causa.

Además, ninguna causa puede producir un efecto o un ser de especie superior a ella, porque este grado superior de ser no tendría, como tal, una causa positiva. Ahora bien, los seres vivientes son de naturaleza superior a la materia bruta;luego estos seres vivientes no pueden proceder de ella, porque serían efectos sin causa.

Por las mismas razones, los seres vivientes superiores no pueden proceder de los inferiores. Así, el hombre no puede proceder del mono: sería un efecto sin causa. “Ningún ser – dice Santo Tomás – puede obrar más allá de su especie, teniendo en cuenta que la causa debe ser más poderosa que el efecto y que el efecto no puede ser más noble que la causa”.

En resumen, el sentido común nos dice: No se puede dar lo que no se tiene; si ni se tiene dinero, no se puede dar dinero. Ahora bien, la materia no tiene movimiento, no tiene vida, no tiene inteligencia: luego no puede dar ni movimiento, ni vida, ni inteligencia. Pero en el universo hay movimiento, hay seres vivos, hay seres inteligentes; luego existe fuera del mundo un ser superior que ha dado al mundo el movimiento, la vida, la inteligencia. Este ser es Dios.

CONCLUSIÓN: Para explicar el origen del mundo, se ha de admitir el dogma de la creación. Crear es sacar de la nada; crear es producir seres por un simple acto de voluntad. Dios, por un simple acto de voluntad omnipotente, ha creado el mundo.

La creación no repugna por lo que respecta a la criatura, la cual es posible sin ser necesaria; puede, pues, empezar a existir; y en efecto, nosotros vemos muchísimas cosas que nacen y empiezan...

La creación no repugna por lo que respecta a Dios, porque su poder es infinito; puede, pues, producir todo efecto que no repugne. La creación, por el contrario, es digna de Dios. Crear es obrar con toda independencia; es no depender de su acción de ninguna materia ni de ningún instrumento. Luego la creación es posible.

El dogma de la creación se impone. No queda fuera de ella otro medio para explicar el origen de los seres que forman el universo. El mundo es finito, limitado, sujeto a mudanzas, y, por lo tanto, no puede ser el ente necesario. Luego ha sido producido por otro. No puede ser una emanación de la substancia divina, porque el Ente divino es absolutamente simple, indivisible, inmutable. No queda otro recurso para explicar su existencia que decir que ha sido creado por la omnipotencia de Dios. Aquí, la razón, como la fe, se ven obligadas a exclamar: ¡Creo en Dios, Creador del cielo y de la tierra!



CONSECUENCIAS FUNESTAS DEL ATEÍSMO

20. P. ¿Cuáles son las funestas consecuencias del ateísmo?

R. El ateísmo conduce a las más funestas consecuencias:
1° Quita al hombre todo consuelo en las miserias de la vida.
2° Destruye la moral y entrega al hombre a sus perversas pasiones.
3° Hace imposible la sociedad.

El ateísmo quita al hombre todo consuelo. El corazón del hombre necesita de Dios cuando el dolor le hiere. Junto a un féretro, al borde de una tumba, hay un solo consuelo eficaz. Suprime a Dios, ¿y qué consuelo le ofrecerás al hombre que llora la pérdida de una madre, de una esposa, de hijos tiernamente amados? Para ser ateo es menester no tener corazón.

¿Qué serían, sin Dios, los pobres, los enfermos, los débiles, los desheredados de la vida? Dios es el amigo de los que no tienen amigos, el refugio de los perseguidos, el vengador de los calumniados, el tesoro de los inteligentes. Sin Dios, el mundo sería un infierno para las tres cuartas partes de la humanidad.

Si Dios no existe, ¿de qué sirve nacer para trabajar, penar, sufrir durante cincuenta o ochenta años, languidecer algunos meses, en una cama de hospital y después morir y convertirse en pasto de gusanos? ¿Qué nos dan los crueles sofistas que dicen que Dios no existe? La embriaguez y la crápula: esto es lo que nos proponen en lugar del cielo. ¡Miserables!...

¿No es mejor mirar al cielo y decir a Dios: Padre, no te olvides de tus hijos que trabajan, que sufren y esperan tu reino?...

El ateísmo destruye la moral. Si no hay Dios, ninguna autoridad soberana importe el deber, ninguna justicia infinita recompensa a los buenos y castiga a los malos como conviene; el hombre sin deberes, libre del temor del castigo y sin esperanza de recompensa, no tiene por qué no dar rienda suelta a sus pasiones. Se destruye toda moral.

Una moral es esencialmente una regla de vida que obliga a un ser libre, prescribiéndole ciertos actos y prohibiéndole otros. Esta regla, obligatoria como toda ley, supone un legislador que la dicte, un juez que la aplique, un remunerador que recompense a los que la observan y castigue a los que la violan. Si falta Dios, no hay legislador, ni juez, ni remunerador de la virtud, ni castigador del vicio; el hombre queda entregado a sí mismo y a sus torcidas inclinaciones. La ley moral sin sanción carece de autoridad y será despreciada siempre que demande esfuerzos penosos y sacrificios.

– Se nos dirá: ¿Y la conciencia?...

– Si la conciencia que manda y prohíbe, no es el eco de la voz de Dios, ahogaremos sus gritos y no la obedeceremos. La conciencia nada significa si no habla en nombre de un superior. Si Dios no existe, yo desafío a todo el mundo a que se me muestre una ley que me obligue en conciencia. ¿Quién me impide satisfacer todas mis pasiones? ¿Con qué derecho viene un hombre a imponerme su voluntad?... Dios es el principio de donde dimanan todos los derechos y todos los deberes. Sin Dios, un niño será, con el tiempo, un mal hijo, un mal padre, un mal esposo, un mal ciudadano, el primero de los impíos, el último de los hombres. Será un joven sin buenas costumbres, un hombre maduro sin conciencia, un viejo sin remordimientos, un moribundo sin esperanza.

Si no hay Dios, la sociedad es imposible. Una sociedad no puede subsistir si no existen la autoridad que impone las leyes, la obediencia que las cumple, y las virtudes sociales.

Ahora bien, faltando la creencia en Dios, los gobernantes de los pueblos no tienen espíritu de justicia, se convierten en tiranos, y en el poder no buscan más que el modo de satisfacer sus pasiones. Los súbditos pierden el respeto a la autoridad, el espíritu de sumisión a las leyes, y no tienen más aspiración que el placer, ni más freno que el temor, ni más regla de conducta que la utilidad o el capricho. Una sociedad de ateos sería ingobernable.

Si no admitimos a Dios, no se conciben, virtudes sociales, ni justicia, ni caridad, ni espíritu de sacrificio, ni patriotismo.

Si la justicia no es impuesta por Dios, nadie la practicará. – Dos comerciantes ajustan una cuenta: – ¿Quiere usted un recibo? – Entre gente honrada no es menester: Dios nos ve, y esto basta. – ¿Usted cree en Dios? – Yo sí, ¿y usted? – Yo no. – Entonces, deme usted pronto un recibo...

Para vivir en sociedad hay que consagrarse al bien general, a veces hasta el sacrificio de la propia vida. Soldado oscuro, colocado como centinela en los puestos avanzados, y sorprendido por el enemigo, si doy la señal de alarma, caeré hecho pedazos; la conciencia me intima que dé la señal y muera. Si Dios ha de recompensar mi abnegación, yo acepto la muerte. Pero si Dios no existe, ¿puedo yo sacrificar mi vida, único bien que poseo, sin tener ninguna recompensa?... Hay que morir por la patria, se dice; pero, ¿qué me importa la patria, si Dios no existe?...

Donde no existe la creencia en Dios, no solamente no hay virtudes sociales, sino que, por el contrario, se multiplican todos los crímenes, y los hombres no son más que animales salvajes que se devoran unos a otros. – Pero objetarás: ¿Y la cárcel, y la policía?... – No siempre todos los asesinatos son descubiertos, muchos crímenes quedan ocultos e impunes. Si no hay un Dios a quien rendir cuentas, basta evitar la policía, o comprarla. Tal sociedad sería bien pronto un matadero.

Todas las sociedades, desde el origen del mundo hasta ahora, han reposado sobre tres verdades fundamentales: la existencia de Dios, la del alma y la de la vida futura. Remueve estas tres bases morales, y arrojarás las sociedades al abismo de las revoluciones y las condenarás a muerte.

Los horrores y las matanzas de la Revolución del 93 y de la Comuna de París en 1871, no eran más que el ateísmo puesto en práctica. El socialismo, que quiere destruir la sociedad hasta en sus cimientos, es fruto natural del ateísmo: los mismos positivistas lo declaran en sus libros y revistas. Por consiguiente, se necesita para fundamento, y fundamento estable, de las sociedades humanas un Dios todopoderoso, bueno, justo, creador de todas las cosas y gobernador del mundo material por medio de leyes físicas, y de los hombres por medio de leyes morales. Todo descansa sobre esta base.


21. P. ¿Hay realmente ateos?

R. Se dicen ateos aquellos que niegan la existencia de Dios. Se clasifican en tres categorías. Los ateos prácticos, que se portan como si Dios no existiera. Los ateos de corazón, que querrían que Dios no existiera, a fin de poder entregarse libremente a sus pasiones. Los ateos de espíritu, aquellos que, engañados por sofismas, creen que no hay Dios.

Hay por desgracia, un número demasiado crecido de ateos prácticos que viven sin Dios, y no le rinden homenaje alguno.

Hay también, para vergüenza del género humano, ateos de corazón, que desean que no haya Dios, que así se atreven a decirlo y a escribirlo en sus libros y en los periódicos, porque temen a un Dios que castiga el mal.

Pero no existen verdaderos ateos que nieguen a sangre fría y con convicción la existencia de Dios. Solamente el corazón del insensato es el que desea que Dios no exista: Dijo el necio en su corazón, no en su inteligencia: ¡Dios no existe!

Las principales causas productoras del ateísmo son: 1°, el orgullo, que obscurece la razón; 2°, la corrupción del corazón, al que molesta y espanta la existencia de Dios. Un día le dijeron a un hombre de ingenio: - ¿Cuál es la causa de que haya ateos? – La cosa en muy fácil de explicar, contestó; para hacer un civet (1) , toma una liebre, dice la cocinera perfecta; para hacer un individuo que niegue la existencia de Dios, toma una conciencia y mánchala con tantos crímenes que no pueda ya contemplarse a sí misma sin exclamar: “¡Ay de mi, si Dios existe!” Ahí tienes el secreto del ateísmo.

Los que creen o aparentan no creer en Dios son, por regla general pobres ignorantes que no han estudiado nunca la religión; o gente malvada, orgullosos, ladrones, libertinos, interesados en que Dios no exista para que no los castigue según lo merecen. Dios es una pesadilla de los malhechores, mucho más odiosa que la policía, y su existencia se niega para andar con mayor libertad... “Yo quisiera ver, dice La Bruyere, a un hombre sobrio, moderado, casto y justo, negando la existencia de Dios; ese hombre, por lo menos hablaría sin interés; pero un individuo así no se encuentra”. – Tened a vuestras almas en estado de desear que Dios exista, y no dudaréis nunca de Él. – J. J. ROUSSEAU.


OBJECIONES DEL ATEÍSMO

Todos los argumentos que presentan los falsarios sabios para librarse de creer en Dios, y particularmente para no hacer lo que Él manda, se reducen a los dos siguientes: 1° A Dios no se le ve. 2° No se le comprende.

1° Yo no creo sino lo que veo. Pero a Dios yo no le he visto. Luego Dios no existe.

Respuesta. – Se les podría preguntar: ¿Han visto ustedes el Asia, el África, la Oceanía? ¿Han visto ustedes a Napoleón o a Carlos V? – ¿Han visto al relojero que construyó el reloj que usan? – ¿Ven el aire que respiran y que los hace vivir? ¿El fluido eléctrico que pasa rápido como el relámpago por el hilo telegráfico para transmitir el pensamiento hasta los últimos rincones del mundo? ¿Ven la fuerza que en la pólvora o en la dinamita hace pedazos las rocas más grandes? ¡Cuántas cosas admiten ustedes sin verlas, solo porque ven sus efectos!

Pues bien, nosotros, por nuestra parte, creemos en Dios porque vemos en el mundo los efectos de un poder y de una sabiduría infinitos. Es cierto que a Dios no se le puede ver con los ojos del cuerpo, porque es un puro espíritu que no se puede ver, ni tocar, ni percibir con los sentidos. Pero, ¿acaso no tiene el hombre diferentes medios para conocer lo que existe?

¿No existe la inteligencia, que ve la verdad con evidencia, sea que se manifieste al espíritu como la luz se manifiesta al ojo, sea que resulte de una demostración o raciocinio? Los que solo quieren creer lo que ven, rebajan la dignidad del hombre y se colocan en un plano inferior a los brutos. ¿Te atreverías a negar la luz porque no la puedes percibir mediante el oído? ¿Puede un ciego negar la existencia del sol porque no lo ve? Pues de la misma manera, si no se ve a Dios con los ojos del cuerpo, se le ve con la razón, se le conoce por sus obras.

Un misionero preguntaba a un árabe del desierto: – “¿Por qué creen en Dios? – Cuando yo percibo, respondió él, huellas de pasos en la arena, me digo: alguien ha pasado por aquí. De la misma manera, cuando veo las maravillas de la naturaleza, me digo: una gran inteligencia ha pasado por aquí, y esta inteligencia infinita es Dios”.

Uno de los más célebres naturalistas, Linneo, decía: “En medio de las maravillas del mundo he visto la sombra de un Dios eterno, inmenso, todopoderoso, soberanamente‖inteligente, y me he prosternado para adorarle”.

NARRACIÓN. – Poco tiempo hace que vivía un viejo que no tenía menos de cien años; y este anciano, que había estudiado durante toda su vida, era uno de los hombres más sabios de Francia y del mundo entero. Se llamaba Chevreul.

Un día que había hecho oración en público, un joven atolondrado de veinte años le dijo: – “¿Usted, pues, cree en Dios? ¿Le ha visto usted? – Claro que sí, joven, yo he visto a Dios, no en sí mismo, porque es un espíritu puro, pero sí en sus obras.

”Sí; yo he visto su omnipotencia en la magnitud de los astros y en su rápido movimiento”.

2° Los incrédulos dicen también: Yo no puedo creer lo que no comprendo; y como no comprendo a Dios, no existe.

“¿Crees tú en la tortilla?, decía, en 1846, el P. Lacordaire a un burgués incrédulo. – Seguramente. – ¿Y comprende usted cómo el mismo fuego que hace fundir la mantequilla endurece los huevos?” – El burgués no supo qué responder. ¡Cuántas cosas hay que admitir sin comprenderlas! ¿Cómo la misma tierra, sin color ni sabor, produce flores y frutos de matices y sabores tan variados? ¿Cómo el grano de trigo se transforma en tallo, y luego en espiga de 30, 40, 50 granos? ¿Cómo el pan se convierte en carne y en nuestra sangre? ¿Qué es la luz, el vapor, la electricidad?... ¿Qué es el cuerpo? ¿Qué es el alma? ¿Qué es la vida? ¡Misterio! Todo es misterio en torno nuestro, y a cada instante debemos inclinar nuestra pobre razón ante muchas cosas que nos vemos forzados a admitir.

Es indudable que nosotros no podemos comprender a Dios, porque comprender en contener, y nuestro espíritu es demasiado pequeño, demasiado limitado para contener a Dios, que no tiene límites. Para comprender lo infinito es menester una inteligencia infinita; si el hombre pudiera comprender a Dios, Dios no sería Dios, porque no sería infinito. Pero nosotros podemos concebir a Dios, es decir, tener un conocimiento suficiente de su ser, de sus atributos y especialmente de su existencia.

Dios es, aquí abajo, lo que hay de más caro y más obscuro al mismo tiempo; de más claro en su existencia, de más obscuro su naturaleza. Es visible en sus obras, que son a manera de otros espejos donde se reflejan sus perfecciones adorables, y está oculto a causa de las sombras que envuelven su grandeza infinita: es el sol oculto detrás de una nube. Pero se rasgará el velo que nos oculta la divinidad, y, semejante al crepúsculo que anuncia el sol, el tiempo presente no es más que la aurora del día eterno.

NARRACIÓN . – El célebre orador Combalot predicaba un día en Lyon. Acababa de exponer a su encantado auditorio las pruebas de la existencia de Dios; y, en una conclusión enérgica, había atacado al audaz sacrilegio de aquellos desgraciados que padecen la locura de rebelarse contra su Creador.

El padre, agitado, sudando a mares, baja del púlpito. Al llegar a los últimos escalones, se detiene, se golpea la frente y vuelve a subir como si fuera a empezar un nuevo sermón. No fue muy largo.

– Lioneses, dijo: desde vuestra ciudad se distingue el monte Blanco. Pues bien, ¡Las ratas no se lo comerán!...

El público quedó maravillado y convencido. En efecto, sería cosa eminentemente ridícula una conspiración de ratas que juraran arrasar el monte Blanco. Pero no lo será nunca tanto como ese puñado de ateos que atacan a Dios y que se han prometido destruirlo. ¡Podres ratas, que quieren arrasar una montaña, millones de veces más grande que el monte Blanco de los Alpes!...

Todo en un Dios anuncia la eternal existencia:
A Dios no se le puede comprender ni ignorar.
La voz del universo prueba su omnipotencia,
La voz de nuestras almas nos le manda adorar.



III. DIOS ES EL CREADOR , CONSERVADOR Y SEÑOR DE TODAS LAS COSAS
ÉL LO GOBIERNA TODO CON SU PROVIDENCIA

La vista del universo nos ha mostrado la existencia de una causa primera, de un Dios, Ser necesario, eterno, infinito, dotado de todas las perfecciones posibles. Este mismo espectáculo nos muestra también lo que es Dios con relación a nosotros. Dios es el Creador de todas las cosas y su soberano Señor. Él lo conserva y gobierna todo con su Providencia.



22. P. ¿Por qué se llama a Dios Creador del cielo y de la tierra?

R. Llamamos a Dios Creador porque ha sacado de la nada el cielo, la tierra, los ángeles, los hombres y todo cuanto existe.Crear es hacer algo de la nada por el solo acto de la voluntad. Sólo Dios es creador: la creación exige una potencia infinita, porque de la nada al ser hay una distancia infinita que solo Dios puede salvar. Aunque los hombres reunieran todos sus esfuerzos, no serían capaces de crear un grano de arena.


23. P. ¿Por qué ha creado Dios el mundo?

R. Dios ha creado al mundo para su propia gloria, único fin verdaderamente digno de sus actos: Y también para satisfacer su bondad comunicando a los seres creados la vida y la felicidad de que Él es principio.

Dios no podía crear sino para su gloria: Él debe ser el único fin de todas las cosas, por la razón de ser su único principio. Dios no podía trabajar para otro, porque Él existía solo desde toda la eternidad. Aparte de esto, ningún obrero trabaja sino para su propia utilidad. Si trabaja para otro, es porque espera ser remunerado. Dios, comunicando el ser, cuya fuente y plenitud posee, no podía proponerse otra cosa que grabar en sus criaturas la imagen de sus perfecciones, manifestarse a ellas, ser reconocido, adorado, glorificado por ellas como un padre es bendecido, amado, alabado por sus hijos.


24. P. ¿Cómo procuran la gloria de Dios las criaturas inanimadas o sin inteligencia?

R. Manifestando a los hombres, el poder, la sabiduría y la bondad de su Creador. Estas criaturas existen para el hombre y el hombre para Dios. Contemplando la magnificencia del universo, el hombre aprende a conocer las perfecciones divinas que brillan en todas partes, y se siente obligado a rendir pleito homenaje al Autor de todas las cosas, no sólo en su propio nombre, sino en nombre también de todos los seres inanimados o privados de razón, de los cuales él se ve hecho rey, y cuyo intérprete y mediador debe ser necesariamente. Así, las criaturas materiales bendicen y adoran a su Creador, no por sí mismas, sino mediante el hombre, que como pontífice de la naturaleza entera, ofrece un homenaje a la divinidad.


25. P. ¿Dios es el Dueño o Señor de todas las cosas?

R. Sí; Dios es el Dueño de todas las cosas, porque Él las ha creado y las conserva.

Si el artista es dueño de su obra, con mayor razón Dios es el Señor del universo, porque Él lo ha hecho, no solamente dándole la forma como el artista a su obra, sino comunicándole el ser a su materia, a su substancia. Y no es todo, sinoque Dios lo conserva; de suerte que si por un solo instante dejara de sostenerlo, inmediatamente el mundo volvería a la nada.

El dominio de Dios es universal, porque todo lo que existe le debe el ser y la conservación. Es absoluto, y nadie puede resistir a su poder soberano. Es necesario, es decir, que Dios no puede abdicar de él, porque nada es independiente de Dios. Por consiguiente, si el hombre es libre, no es independiente. Puede negar a Dios su obediencia, pero a pesar de su rebeldía, queda sujeto a este deber.


26. P. ¿El mundo necesita de Dios para seguir existiendo?

R. Sí; el mundo, que vino de la nada por la voluntad de Dios, no existe sino por la misma voluntad. Es necesario que Dios conserve los seres de una manera directa y positiva por una especie de creación continuada.

Fue necesario que Dios sacara de la nada el mundo para que existiera. También es necesario que lo conserve para que no vuelva a la nada.

Para que un ser contingente o producido sea conservado en todos los momentos de su existencia, necesita del mismo poder y de la misma acción que se necesitó para que fuera producido, porque no contiene en sí mismo el poder de existir. Si la acción de Dios se detiene, el ente cae en la nada.

Dios, que conserva sus criaturas, concurre también a la acción de éstas de una manera positiva e inmediata. Y no es que Él obre en lugar de ellas, sino que les da la facultad de obrar y las ayuda a ejercer esa facultad. Es lo que se llama concurso divino: las causas segundas obran siempre sometidas a la influencia de la causa primera.


27. P. ¿Gobierna Dios el mundo?

R. Sí; Dios gobierna el mundo con una sabiduría y poder infinitos. Gobierna el mundo material y el mundo espiritual; la actual sociedad civil y la sociedad religiosa; las naciones, la familia, los individuos; Él dirige todos los acontecimientos, y nada sucede sin su orden o permiso. Este gobierno que Dios ejerce sobre el mundo se llama Providencia.

Dios, después de haber creado el mundo, no lo deja entregado a sí mismo: no solamente lo conserva, sino que lo gobierna con su Providencia. Dios gobierna todas las cosas, es decir, las dirige a su fin propio, y no sucede nada en este mundo sin su orden o sin su permiso.

El fin de las criaturas es el objeto para el cual Dios las ha criado; es la función a la cual el Criador las destina. Dios provee a todos los seres de los medios necesarios para alcanzar este fin, para desempeñar sus funciones.Nada sucede sin orden o sin permiso de Dios, porque hay cosas que Dios quiere y ordena positivamente, y otras que sólo permite. Dios quiere todo aquello que resulta de las leyes establecidas por Él; pero el pecado sólo lo permite; Él no lo autoriza, pero lo tolera por respeto a la libertad de que ha dotado al hombre.


28. P. ¿Qué es la Providencia divina?

R. En su acepción más amplia, la Providencia es el cuidado que Dios tiene de todas sus criaturas.

En sentido estricto, la Providencia es la acción llena de sabiduría y de bondad por la cual Dios quía a cada criatura al fin particular que le ha señalado, y a todas a un fin general, que es su propia glorificación.

La palabra Providencia significa prever y proveer; es una operación divina por la cual Dios prevé el fin de todas sus criaturas y las provee de los medios necesarios para alcanzarlo. Dios dirige así todas las cosas a la realización de sus eternos designios.


29. P. ¿Cómo se prueba la existencia de la divina Providencia?

R. Dios no sería infinitamente sabio, poderoso, bueno y justo, si no velara por todas sus criaturas, particularmente por el hombre.

La historia enseña que todos los hombres, en todos los tiempos y en todos los lugares, han creído en la Providencia; es pues, su existencia una verdad de sentido común.

Fuera de eso, la negación de la Providencia implica las mismas funestas consecuencias del ateísmo.

La idea de Dios, bien comprendida, demuestra la absoluta necesidad de la Providencia. Dios es infinitamente sabio, luego ha debido, al llamar a cada cosa a la existencia, señalarle un fin especial y proporcionarle todos los medios para alcanzarlo; infinitamente inteligente, conoce todas las necesidades de sus criaturas; infinitamente poderoso, tiene todos los medios para auxiliarlas; infinitamente bueno, las ama como a hijos, y es imposible que no se cuide de su perfección y de su felicidad; infinitamente justo, debe premiarlas y castigarlas según sus propios méritos.

Negar estos atributos es negar a Dios.

El orden y la armonía que reinan en el universo son una prueba de la divina Providencia; si Dios no gobernara el mundo, reinarían en él, de mucho tiempo atrás, la confusión y el caos. El orden que brilla en él proclama que el Ordenador no abandona su obra; así como la marcha segura del tren nos advierte que el maquinista está siempre en su puesto.

Todos los pueblos de la tierra han admitido la Providencia: los sacrificios y las oraciones son una prueba concluyente. Estos actos de recurrir a Dios en las calamidades no tendrían razón de ser, si no se creyera en la intervención divina en las cosas humanas.

La sabiduría popular ha concretado en dos proverbios su fe en la Providencia: El hombre se agita y Dios le lleva. – El hombre propone y Dios dispone.

Esa es la verdad. Hablar de casualidad es una necedad. Nada marcha solo, porque nada se ha hecho solo. Nada sucede casualmente, porque nada sucede sin la voluntad de Aquél que lo ha hecho todo.

Atribuirlo todo al azar o a las leyes de la naturaleza, pretender que Dios no se cuida de nosotros, es lo mismo que negar la existencia del verdadero Dios. Las consecuencias de esta negación serían tan demoledoras de toda la sociedad humana como las del ateísmo.


30. P. ¿Cómo gobierna Dios el mundo con su Providencia?

R. Dios ordinariamente no obra sino tras el velo de las causas segundas, es decir, de leyes por Él establecidas. Él rige los seres privados de razón por medio de las leyes físicas e inflexibles que jamás deroga sin especiales razones, aunque deban resultar algunos desórdenes parciales. Dios dirige a los hombres, seres racionales y libres, por medio de leyes morales; les impone la obligación o el deber de observarlas, pero no los fuerza a ello, por respeto a su voluntad libre.

Los seres privados de razón alcanzan su fin particular, necesariamente, y por eso mismo su fin general, que es la glorificación de Dios. De acuerdo con las leyes que Dios ha establecido y que Él dirige, cada día el sol nos alumbra, la tierra nos sostiene, el fuego nos calienta, el agua nos refresca; toda criatura, todo elemento se mantiene y obra según reglas constantes, cuyo autor y guardián es Dios mismo.

Él ha dictado a los hombres leyes morales, cuya observancia debe llevarlos a su fin particular, que es la salvación, y al fin general de la creación, que es la glorificación de Dios. El hombre, haga lo que haga, procura siempre la gloria de Dios, pero no siempre consigue su salvación; porque Dios le deja en libertad, lo mismo para el bien que para el mal. Dios da a todos los hombres los medios necesarios para alcanzar su fin; y ellos tienen la culpa si no lo consiguen. Dios subordina las cosas del tiempo a las de la eternidad; por ejemplo, si el justo no es recompensado en este mundo, lo será en el otro.


31. P. ¿No es indigno de Dios cuidar de todos los seres, aun los más ínfimos?

R. No; si Dios ha creído ser digno de Él crearlos, ¿por qué ha de ser indigno de Él velar por ellos? Precisamente porque el sol es muy grande y está muy alto, sus rayos llevan a todas partes la luz y la vida. Porque Dios es infinitamente grande, no hay chico ni grande en su presencia. Hay criaturas que Él ha hecho por un acto de bondad de su corazón, y que Él conserva, sostiene y alimenta, como un padre y como una madre.

Él a los pajarillos alimenta, y su bondad la creación sustenta.


32. P. Si Dios cuidara de nosotros. ¿Habría diferencia de condiciones? ¿Por qué hay ricos y pobres?

R. La desigualdad de condiciones proviene necesariamente de la desigualdad de aptitudes, de las cualidades físicas, intelectuales y morales de los hombres. Dios no debe a cada uno de nosotros más que los medios necesarios para conseguir nuestro fin, y no está obligado a dar a todos los mismos dones de fuerza, de inteligencia, etc.

Fuera de eso, esta desigualdad concurre a la armonía del universo y se convierte en fuente de las más hermosas virtudes y en lazo de unión entre los hombres.

1° La desigualdad de condiciones es debida frecuentemente al hombre, más que a Dios mismo. Es el resultado de la actividad de unos y de la negligencia de los otros.

2° Esta desigualdad entra también en el plan divino, porque es necesaria a la sociedad humana. Si todos los hombres fueran ricos, nadie querría trabajar la tierra; si todos fueran pobres, nadie podría dedicarse a las artes, a las ciencias, a la industria, etc.; luego es necesario que haya ricos y pobres.

3° La desigualdad de condiciones manifiesta las más hermosas cualidades del hombre. Es hermoso ver al rico despojarse de sus bienes para socorrer al pobre; como lo es ver al pobre soportar las privaciones con paciencia y resignación a la voluntad de Dios He aquí por qué esta desigualdad concurre a la armonía del universo; ella aproxima el rico al pobre, el débil al poderoso y, por las hermosas virtudes de la caridad, bondad y gratitud, establece entre ellos los dulces lazos de la verdadera fraternidad.

4° Por último, es la otra vida la que restablecerá el equilibrio: los últimos, es decir, los pobres, serán los primeros, porque con sus penas y sufrimientos habrán adquirido mayores méritos.


33. P. Si Dios cuidara de nosotros, ¿habría padecimientos en este mundo?

R. Los sufrimientos provienen, frecuentemente, de nuestras propias faltas: tendríamos menos que padecer, si fuéramos más moderados en nuestros deseos, más razonables en nuestros proyectos, más sobrios y templados en nuestra vida.

Dios permite el dolor, ya para hacernos expiar nuestros pecados, ya para probar nuestra fidelidad, así en la desgracia como en la dicha; ya finalmente, para desasirnos de este mundo de destierro y obligarnos a considerar el cielo como nuestra verdadera patria.

1° Los males del cuerpo son, generalmente debidos a las culpas del hombre. ¡Cuántas enfermedades son el resultado de la sensualidad y de la intemperancia! Son una expiación que la naturaleza impone a los que infringen sus leyes.

2° Hay otros males que son consecuencia de leyes generales establecidas por Dios para el gobierno del mundo: un hombre cae en el fuego, se quema. ¿Está Dios obligado a hacer un milagro para impedir este accidente?..

3° Por último los males físicos pueden venirnos también directamente de Dios, sea como castigos por faltas cometidas; sea como pruebas para hacernos adquirir méritos; sea como medios de que Dios se sirve para convertirnos y desapegarnos de los bienes terrenos.

¡Cuántos hombres se perderían, embriagados por los placeres! Dios los detiene por la prueba, por la ruina, por las desgracias. El sufrimiento es para ellos lo que los azotes para el niño. Con el dolor se convierten. Nada aproxima tanto el hombre a Dios como el sufrimiento.


34. P. Si Dios cuidara de nosotros, ¿podría existir el mal moral o el pecado?

R. Sí; porque Dios no es la causa. Al contrario, lo detesta y castiga; pero lo permite para dejar al hombre el uso de su libre albedrío y para sacar bien del mal.

Dios no es la causa del mal moral: Dios nos dio la libertad, lo cual es un bien; el pecado es el abuso de nuestra libertad, y en eso consiste el mal. La libertad viene de Dios; el abuso, del hombre. El mal es la consecuencia de la libertad otorgada al hombre.

Dios llama a todos los hombres a la virtud para coronarlos a todos en el cielo; pero a su servicio no quiere sino voluntarios; por eso deja la posibilidad del mal.

Indudablemente Dios tendría un medio radical para impedir el mal, y sería quitarnos la libertad; pero entonces ya no habría mérito. Ahora bien, hay más gloria para Dios en tener criaturas que le sirvan voluntariamente, que en tener máquinas dirigidas por una fuerza irresistible. “Para impedir que el hombre sea un malvado, ¿será preciso reducirlo al instinto y convertirlo en bestia?” No; Dios lo ha hecho libre, a fin de que fuera bueno y feliz.

Además, Dios permite el mal para sacar un bien mayor; así ha permitido el pecado original, para repararlo con la Encarnación; ha permitido la malicia de los judíos contra nuestro Señor Jesucristo, para salvar el mundo; permite las persecuciones para hacer brillar el heroísmo de los mártires El mundo se vería privado de grandes bienes, si el mal no existiera.


¿En qué consiste el bien que Dios saca del pecado? Consiste 1° en que lo hace servir a la ejecución de los designios de su Providencia; 2° en que hace brillar su bondad, atrayéndose nuevamente al pecador, o su misericordia, perdonándolo cuando se arrepiente, o su justicia castigando los crímenes; 3° en que el pecador, cuando se convierte, repara los ultrajes hechos a Dios con su penitencia y humillación voluntarias, y a veces, haciéndose más virtuoso y afirmándose más en el bien.


35. P. La prosperidad de los malos y las pruebas de los justos, ¿no deponen contra la providencia?

R. No; porque no es cierto que todos los malos prosperen y todos los justos sufran tribulaciones; los bienes y los males de este mundo son, en general, comunes a todos los hombres.

Además, no hay en el mundo hombre tan malo que no haga alguna obra buena durante su vida; y Dios se la recompensa dándole la prosperidad aquí abajo, reservándose castigar sus pecados en el infierno. Del mismo modo, no hay hombre tan justo que no cometa algunas faltas. Dios se las hace expiar en la tierra, reservándose premiar sus virtudes en el cielo.

Hay pecadores que viven en prosperidad, porque Dios quiere atraérselos por la gratitud, o premiarles aquí en la tierra el poco bien que han hecho, si deben ser condenados eternamente. A veces, sin embargo, Dios castiga aún aquí, y de manera ejemplar, a los escandalosos y a los perseguidores de la Iglesia.

También hay justos en la prosperidad, según los hechos atestiguan; pero no se ven libres de sufrimientos, porque los sufrimientos y las pruebas de esta vida están destinados:

1° A desapegar a los justos de todos los falsos bienes de la tierra;

2° A hacerlos entrar en sí mismos, para mejorarlos y perfeccionarlos;

3° A hacerles granjear más méritos y, por consiguiente, mayor felicidad
eterna;

4° A hacerlos más semejantes a Jesucristo, modelo de los escogidos;

5° A hacerlos expiar sus pecados en este mundo, donde las deudas con la justicia divina se pagan de una manera mucho menos penosa que en el purgatorio.

Fuera de eso, el justo es, a pesar de todo, más feliz que el malvado, porque goza de la paz de alma, mientras que el malvado es presa de sus remordimientos y de sus pasiones tiránicas.

Se dice muchas veces: ¿Por qué Dios no castiga inmediatamente a los malos? Dios es paciente, porque es eterno; porque quiere dar lugar al arrepentimiento; porque si castigara siempre el vicio aquí en este mundo, y aquí también recompensara la virtud, el hombre no practicaría el bien sino por interés. Finalmente nosotros no conocemos el plan divino, y debemos creer que Dios tiene buenas razones para proceder como procede.


36. P. ¿Cuáles son nuestros deberes para con la divina Providencia?

R. 1° Adorar con humildad, en todo, las disposiciones de la divina Providencia.

2° Dar gracias a Dios por los bienes concedidos y valernos de ellos para nuestra salvación.

3° Recibir con alegría, o por lo menos con paciencia, los males que nos envía, convencidos de que, viniendo de tan buen Padre, debe ser para nuestro bien.

4° Ponernos en sus manos con confianza y entrega absoluta de nosotros mismos, según esta regla de los santos: cada cual debe obrar y trabajar como si todo tuviera que esperarlo de sí mismo: y cuando haya hecho todo lo que estaba de su parte, no esperar nada de su trabajo, sino esperarlo todo de Dios.



Notas

1. Salsa hecha con carne de liebre






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