En aquel tiempo: Entró Jesús un sábado a comer en casa de uno de los príncipales fariseos, ellos le estaban acechando. Había allí, delante de él, un hombre hidrópico. Entonces preguntó Jesús a los legistas y a los fariseos: «¿Es lícito curar en sábado, o no?» Pero ellos se callaron. Entonces le tomó, le curó, y le despidió. Y a ellos les dijo: «¿A quién de vosotros se le cae un hijo o un buey a un pozo en día de sábado y no lo saca al momento?» Y no pudieron replicar a esto. Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos, les dijo una parábola: «Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: “Deja el sitio a éste”, y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto. Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba.” Y esto será un honor para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»
Lc. XIV, 1-14
"Domingueras Prédicas II"
R.P. Leonardo Castellani
Dominica XVI después de Pentecostés
El Último Lugar (1967)
Este Evangelio contiene la sanación del Hidrópico y la Parábola del Último Lugar. Están en el curso de un banquete muy importante, en casa de un "príncipe de los fariseos" ante un auditorio dividido entre simpatizantes y enemigos de Jesús. El Capítulo XIV contiene, además, el consejo de invitar a comer no "a los vecinos ricos" ("vicinos divites"), sino "a los pobres" ("vaca pauperes"), y además añade Cristo, "a los débiles, tullidos y ciegos"; y también la Parábola de los Convidados a las Bodas, dicha aquí en forma atenuada y suave, no en la forma violenta con que fue dicha al pueblo encabezado por los fariseos en talante hostil; pero en el fondo anuncia veladamente lo mismo: los judíos van a ser desplazados de su primogenitura religiosa, de su monopolio como pueblo de Dios¡ y no solamente desplazados, sino arrojados fuera.
Dejando la sanación del Hidrópico con la sempiterna cuestión del Sábado, veamos una vez más la graciosa observación de Cristo acerca de los banquetes y su consejo sorprendente de ponerse de entrada en el último lugar¡ directamente contrario a lo que hacían los Fariseos y seguro habían hecho allí también¡ como les dijo Cristo en otra ocasión: "Buscan los primeros puestos en la Sinagoga y los Convites." (2) Cristo observó agudamente que lo que podía pasar al que se sentó en el último lugar, era que lo hiciesen subir, honrándolo; y al otro, que de entrada se sentó en los primeros, que le dijesen: "Amigo, por favor, deja ese lugar al Sr. Intendente, o al Sr. Ministro, o a mi amigo Ignacio Anzoátegui", por ejemplo.
La conclusión desa observación humorística, Cristo mismo la sacó, diciendo: "Porque todo el que se humilla será exaltado y el que se exalta será humillado." Eso estaba en el libro de los Proverbios (y lo dijo también María Santísima en su Cántico (3):
"No te hagas el glorioso delante el Rey,
Ni te pongas en el lugar de los grandes.
Mejor es que te digan: 'Sube acá',
Que no que seas abochornado ante el Príncipe." (4)
Cristo manda redondamente la humildad: "Todo el que se humilla será elevado": no dice "puede ser que", como la Parábola, sino "TODOS". La humildad, ignorada por los paganos y apenas mencionada en el Antiguo Testamento, es el fundamento de las virtudes cristianas; más que una virtud particular es el terreno de todas las virtudes, estrechamente vinculada como está con la religiosidad y con la adoración. Los grandes poetas católicos actuales han celebrado las grandes virtudes cristianas: Paul Claudel, la caridad y el sacrificio; Charles Peguy, la esperanza; Bernanos y Lean Bloy, la fe; pero al gordo Chesterton le ha tocado elevar himnos y cánticos a la humildad interminablemente. No se cansa de alabarla de todas las maneras: bien sabía que en el principio de todo pecado está la soberbia, que la soberbia fue el pecado de Adán y Eva, el pecado de Lucifer, y el pecado del mundo actual, sobre todo, el pecado del mundo protestante (5).
La gran alabanza dada por Chesterton es que ella es fuente de alegría, aunque parezca lo contrario. Chesterton y sus amigos, Belloc, Bentley y el judío converso Baring, gran escritor como los otros y finísimo "gentleman", se entregaban en público a una alegría continua y estruendosa, que hasta parece demasiada, porque hacían locuras de chicos, bromas de conscriptos y locuras de payasos.
Esto estaba en el carácter de Chesterton, de suyo regocijado, y también de Bentley; pero era además como una táctica, una actitud educativa y digamos apologética en la tiesa Inglaterra, que cuando era católica era la "merry England", la alegre Inglaterra. Contrastaba con la actitud tiesa, pomposa y estreñida de los grandes escritores ateos, Wells, Henry James, Aldous Huxley y el mismo Bernard Shaw; que en lo que escribe es gracioso, por lo menos en sus comedias (más bien satírico que gracioso, me dirán), pero en su vida era ceñudamente puritano. Y la alegría y el ditirambo de la humildad de estos conocidísimos católicos contrastaba también con la moralina, el Moralismo, el Puritanismo (o sea, la herejía jansenista y la herejía calvinista) de la alta sociedad inglesa (6).
El moralismo consiste en dejar a un lado los dogmas y la fe, esperanza y caridad, y concentrar toda la Religión en la Moral; la cual, hallándose sin contrapesos, se hipertrofia y se anquilosa, volviéndose tiránica, exigente, cerrada, gruñona, insoportable. Mucho podría decir acerca del moralismo, porque contagia también a los católicos: es "la Teología Moral de Satanás", como dijo enérgicamente un joven escritor argentino, porque hace odiosa la Religión y aparta della a muchas almas sensibles. Todos los que hemos pasado por Colegios Católicos nos acordamos todavía de aquello: "¡Saque las manos de los bolsillos!" -"¡Cuidado con las amistades particulares!" -"¡Juego de manos, juego de villanos!" -''¡No lea novelas!" -"¡No mire dese modo a las mujeres!", etc. Todos conocemos a sacerdotes que andan obsesionados con los vestidos de las mujeres o exigen que las chicas de Primera Comunión ¡anden todas vestidas igual! Cosas chicas, si se quiere, comparando con los jansenistas, que prohibían la comunión a los casados y a los comerciantes; pero el mismo espíritu (7).
Dejando a un lado el Puritanismo, el Moralismo y la moralina, hay que preguntarse para acabar si eso de ponerse en el último lugar vale solamente para Dios o también para el prójimo; o sea, si es recomendable como una conducta social. Y parecería que no, porque dice el refrán: "Haceos miel y os comerán las moscas." Ya he explicado que, bien entendida, esa actitud de humildad y extrema modestia explica muchas acciones de los Santos y de la Iglesia. "Los Santos son la Iglesia, los curas no somos la Iglesia", le dije ayer a un obrero húngaro que vino a suscribirse a JAUJA y me dijo: "Los curas son locos."
Aquí en la Argentina no es difícil ponerse en el último lugar porque de todas maneras te van a poner si sirves a Cristo; y es más alegre hacer de grado lo que de todos modos tendrás que hacer por fuerza; porque aquí (y por todo hoy día) hay dos o tres cábulas o camarillas o logias que administran a su placer los honores, el renombre y la fama (los primeros lugares), habiéndose apoderado fraudulentamente de las 100 trompetas de la fama. Hacen mal al país, a mí no me hacen nada.
Notas
l. Mateo 22, 1-10.
2. Mateo 23, 6.
3. Lucas 1, 51-52.
4. Proverbios 25, 6-7.
5. Chesterton plasmó un símbolo de la humildad cristiana en el Padre Brown. "Chesterton no ha perdido su inveterada afición al símbolo. El Padre Brown es el Católico tal como lo ven los ojos protestantes y tal como es en realidad, el católico visto por fuera y por dentro. El curita petizo, cara de luna, simple, distraído, insignificante, extraño y vago ('Oh, you líttle celibate simpleton!', solteroncito zonzo, le dice Flambeau en el momento en que creyendo haberlo vencido está en realidad en sus manos), es un ser soportable y bueno, pero que se deja a un lado hasta que se llega a un atolladero. Pero cuando se llega a un atolladero (y todo mortal llega por lo menos a un Atolladero), entonces el curita tonto se crece como un campanario, dice una palabra extraña, una palabra misteriosa que es una explosión de magnesio que ilumina todo: porque ve las cosas como son, y los otros sólo las apariencias" (Castellani, "Crítica Literaria", II, Gilberto K. Chesterton - La Apologética, D!CTIO, Bs. As., 1974, p. 142).
6. "El gordo Chesterton con sus risas y sus bromas, que eran naturales en él, pero también uno de los elementos conscientes de su filosofía y su apologética, se pasó la vida luchando contra la desesperación pagana del Neopaganismo, que es peor que el antiguo; contra el Maniqueísmo moderno (Sobre el Maniqueísmo moderno, ver la Homilía de la Inmaculada Concepción pág. 349, peor que el antiguo. Sus adversarios, por ejemplo, Wells, Huxley y Nichols, lo llamaron bufón pueril, lo equipararon a Bernard Shaw y despreciaron su alegría. Huxley dice que Chesterton es un gordinflón que cree que es un caballero cruzado; y es un nene en una calesita con una espada de madera. Pero hay que leer su poema 'Wild Knight' ('El Caballero Chúcaro') para ver cómo en su primera juventud, Chesterton se dio cuenta clarísima de su misión -y si es lícito hablar así, de su 'martirio'- que no fue otro sino convertir su angustia en esperanza, y después representar su esperanza en alegría. Una angustia religiosa profunda está expresada en ese poema raro -que sabe a Shakespeare y a Roberto Browning- junto con la decisión heroica de asumir su angustia, de vencerla, y de convertirla en caballería, en cruzada" (Castellani, "San Agustín .tf Nosotros", Capít. VII - "El Prejuicio Idealista y el Principio de la Sabiduría". Inédito).
7. En una copia de la carta dirigida por Castellani a Mons. Enrique Rau, Obispo Auxiliar de La Plata ("Las Canciones de Militis" - "Seis Ensayos .11 Tres Cartas", DICTIO, Bs. As., 1973, págs. 325-333) encontramos esta nota inédita, sobre la diferencia entre la Religión de la fe sobrenatural y el Moralismo que tiende a multiplicar los preceptos:
"Religión es 'religación' o unión amorosa con Dios, no espantamiedos contra un destino' inexistente, que los idólatras de todos los tiempos han creído inexorable, por ignorar y menospreciar de hecho la maravillosa intervención de la Divina Providencia. La tranquilidad ante el mañana incierto, el hombre verdaderamente religioso la obtiene 'por añadidura' (Mateo 6, 33). Además toda violencia, miedo y tristeza no suele ser de Dios. La misma vida devota no es un conjunto de prácticas y reglas fastidiosas, que fraccionan la vida, pero son ineludibles; una lucha contra los deseos permitidos que es necesario trabar para vencerse; en fin, la ejecución de lo más molesto para salir victorioso de sí mismo. (Y, sin confesarlo, ¡se saborea la victoria!)"
"Pues bien, ¡no, no y no! Todo esto es estar en el abecé de la vida espiritual; es no haber comprendido el esplendor de Dios y del hombre. La verdadera piedad, el amor verdadero, es una vida: una vida transformada, una vida apacible, llena de confianza en Dios; una vida gozosa, porque es libre, una vida amante, porque se ha dado, una vida de maravillosa dilatación del alma ... ¡una novedad de vida! Una de las cosas más sorprendentes del Cristianismo, para el que lo mirase como una mera regla moral, sin espiritualidad, es ver cuántas veces los reprobados por Dios son precisamente los que quieren multiplicar los preceptos, como los fariseos de austera y honorable apariencia; mientras en el Epístola a los Gálatas, San Pablo lucha por quitar preceptos en vez de ponerlos, con gran escándalo del beatería de su época."
"Es esto un ejemplo notable para comprender que lo esencial, para el Evangelio, está en nuestrq espiritualidad; es decir, en la disposición de nuestro corazón para con Dios. Lo que El. quiere, como todo padre, es vernos en un estado de espíritu amistoso y filial para con El, y de ese estado de confianza y de amor hace depender, como lo dice Jesús, nuestra capacidad (que sólo de El viene) para cumplir la parte preceptiva de nuestra conducta."
"Desde el Antiguo Testamento, que aún ocultaba bajo el velo de las figuras los insondables misterios del amor que el Padre había de revelarnos en Cristo, descubrimos ya, a cada paso, a ese Dios paternal y espiritual, cuya contemplación nos llena de gozo, y que conquista nuestro corazón con la única fuerza que es capaz de hacernos despreciar al mundo: ¡El Amor! (Charles, Bloy, Straubinger)." (La cita está abreviada).
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