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domingo, 7 de mayo de 2017

R.P. Leonardo Castellani: Sermón Tristeza y Gozo de los Discípulos






En aquél tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: “Un poco de tiempo y ya no me veréis: y de nuevo un poco, y me volveréis a ver, porque me voy al Padre”. Entonces algunos de sus discípulos se dijeron unos a otros: “¿Qué es esto que nos dice: «Un poco, y ya no me veréis; y de nuevo un poco, y me volveréis a ver» y: «Me voy al Padre?»”. Y decían: “¿Qué es este «poco» de que habla? No sabemos lo que quiere decir”. Mas Jesús conoció que tenían deseo de interrogarlo, y les dijo: “Os preguntáis entre vosotros que significa lo que acabo de decir: «Un poco, y ya no me veréis, y de nuevo un poco, y me volveréis a ver». En verdad, en verdad, os digo, vosotros vais a llorar y gemir, mientras que el mundo se va a regocijar. Estaréis contristados, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer, en el momento de dar a luz, tiene tristeza, porque su hora ha llegado; pero, cuando su hijo ha nacido, no se acuerda más de su dolor, por el gozo de que ha nacido un hombre al mundo. Así también vosotros, tenéis ahora tristeza, pero Yo volveré a veros, y entonces vuestro corazón se alegrará y nadie os podrá quitar vuestro gozo. 

Juan XVI, 16-22



Domingueras Prédicas II
R.P. Leonardo Castellani


Domínica tercera después de Pascua
Tristeza y Gozo de los Discípulos (1965)


En los tres Domingos después de Pascua que quedan, la Iglesia lee fragmentos de la larga despedida de Cristo en la Última Cena; en realidad lee -sin orden- el Capítulo XVI de San Juan

Los tres están antes de la llamada "Oración Sacerdotal", o sea, al final del "Sermón Despedida" (1) y la palabra final es: "En el mundo tendréis apretura; pero ¡confiad!: Yo he vencido al mundo." (2)

Este fragmento, que está en el medio, comienza con un proverbio o cantilena infantil que dice:

"Un poquito y ya no me veréis,
y otro poquito y me veréis",

añadiendo incongruentemente (al parecer):

"Porque me voy al Padre." (3)

"¿Qué diablos quiere decir con esto?", susurraban los Apóstoles; y Cristo repite el proverbio y añade la Parábola de la Mujer que da a luz; explicando lo que quiso decir:

"Lloraréis y tendréis tristeza;
y después vuestra tristeza se convertirá en gozo";

y al final añade Cristo:

"Y ese gozo será definitivo."

Esta palabra significa a la vez la Pasión y Resurrección de Cristo y también la ausencia de Cristo del mundo y su Segunda Venida. Si fuese solamente una palabra de consuelo a la tristeza actual de los Once, hay dos o tres incisos que no pegan. Y para más certidumbre, Cristo aduce la metáfora de la Mujer Parturienta, que en otro lugar(4) Cristo emplea para designar su Parusía: "oodínoon ", dolores de parto; y después San Juan (5), San Pedro (6) y San Pablo (7) emplean la misma metáfora con la misma significación. Es decir, la Parusía (o el fin del mundo) será un dolor para bien y no para mal; será un dolor seguido de un gozo definitivo -no como el gozo por la Resurrección, que al fin duró 40 días y se apagó. O sea, Cristo habló para los Apóstoles y para nosotros; habló para la Iglesia ("la Iglesia estará de parto hasta el fin del mundo", dice San Agustín); para la Iglesia que estaba allí presente EN los Apóstoles; no digo que estaba representada por -sino que estaba presente en- los Apóstoles.

La Parusía está bastante olvidada hoy día. El Evangelio se abre y se cierra con una alusión a este dogma de nuestra fe; y está todo permeado por este dogma (hay que usar esa palabra latina, de donde viene el castellano "impermeable"), está como traspasado o impregnado por doce alusiones a la Segunda Venida, sin contar el discurso directo y entero que hace Cristo sobre ella en el Capítulo XXIV de San Mateo. En la Anunciación le dice a María el Ángel Gabriel: "Y le dará el trono de David su padre" (8) ¡ y el trono de David no es el cielo, ése es el trono de Dios; "el trono de David, la casa de David y el Reino de David" tiene que estar en la tierra. Primero; y al final, en la Ascensión del Señor, un Ángel les dice a los discípulos: "Varones Galileos, ¿qué estáis aquí mirando al cielo? Ese Jesús, que habéis visto subir al cielo, parejamente un día bajará del cielo."(9) El misterio de la Encamación de Dios se abre y se cierra con la Parusía.

Dice la Escritura:

"Acuérdate de las cosas últimas,
y nunca pecarás."(10)

Las cosas últimas o esjatológicas o postrimerías o novísimos son la Muerte, Juicio, Infierno y Gloria; y eso no sólo de cada particular sino de toda la Humanidad. Pero hoy día hay gran resistencia a pensar en la muerte:

"¡Oh muerte, cuán duro es tu recuerdo
para el hombre que tiene su, corazón en las riquezas!" (11)

Se muere Alfredo Palacios y hacen un gran batifondo con Alfredo Palacios, que no le sirve de nada ni a él ni a los que lo hacen. Cuando vivía todos sabían que tenía que morirse; entonces era el tiempo de preocuparse de su muerte, cuando "era un perro vivo, no ahora que es un perro muerto", dice un proverbio chino; "a burro muerto, cebada al rabo", dice un proverbio español. Dios lo tenga, parece que recibió los Sacramentos. Mientras uno vive hay que pensar en la muerte; después todo se acabó, no queda más que un vago recuerdo, que los politiqueros ansían convertir en un fetiche, porque ése es su negocio. Y así lo mismo la muerte del mundo: hay que predicarla antes que venga, no después. Y se predica poco o nada. ¿Por qué?

Se da el caso incluso de que se prohibe que se predique. Se da el caso, se ha dado, además, que libros que interpretan el Apokalypsis literalmente, como se debe interpretar, como una profecía, han sido no prohibidos, que eso sería normal o leal, sino "saboteados"; es decir, se ha tratado, por medio de maniobras ocultas y poco honradas, que ese autor no pueda publicar ya ningún otro libro; por medio de órdenes secretas a librerías o editoriales. No han llamado al autor y le han dicho lealmente: "Mire, ahí en su libro hay tres errores -pongamos-; corríjalos, porque si no lo pondremos en el Índice de Libros Prohibidos." Eso sería honrado y eso está mandado: no se puede condenar a nadie sin oírlo. No: de repente y sin saber de dónde viene el golpe, el escritor religioso se halla en el vacío, no le quieren editar sus libros. Por mí, pueden hacerlo diez mil veces: no tengo ninguna necesidad de publicar libros.

Eso pasa, como dije: y conviene saberlo. Y callo otra cosa peor todavía: las aprobaciones eclesiásticas a libros que destruyen el Apokalypsis, lo vacían de su contenido profético y lo dejan como chupa de dómine, convertido en un libro de poesía -de muy mala poesía: como, por ejemplo, los libros del P. Allo y del P. Bonsirven. ¿Para qué nos sirve a nosotros entonces? Para nada. Que lo barran de los Libros Sagrados del Cristianismo; que lo supriman, como Lutero suprimió la Epístola de Santiago.

Pero el Apokalypsis de San Juan es necesario al edificio de la fe; es justamente la última piedra y la primera piedra, lo mismo que la Parusía en el Evangelio: no se puede conocer a Cristo si se borra su Segunda Venida. Así como según San Pablo, si Cristo no resucitó, nuestra fe es vana; así, si Cristo no ha de volver, Cristo fue un fracasado; y a nosotros nos quitan el lastre para bandear las tormentas desta vida, y para entender las tormentas de la Historia, e incluso la tormenta desta nuestra feliz época "atómica", como la llaman. Porque el Apokalypsis es el libro de la Esperanza: la Esperanza consiste en sentir firmemente que todo acabará bien; que habrá un "happy end", final feliz, como en las películas yanquis. Y eso no lo podemos saber sino por la Revelación. ¿Revelación dije? Este librito, el último de la Biblia, en griego es Apokalypsis, que en castellano significa "la Revelación".

Alberto Camus (que en francés significa "ñata"), un escritor desesperado (o que se las quería dar de desesperado, mientras se daba la gran vida en su lujoso chalet del Sur de Francia), ha escrito:

"El único problema filosófico que existe es el problema del Suicidio; el problema de si la vida vale la pena o no vale la pena de vivirse. Discutir si los conceptos se ordenan en las nueve categorías de Aristóteles o las doce categorías de Kant, eso es cháchara, macaneo, juego inútil. Lo único que interesa es el valor o no valor desta vida."

Aunque puesto en una forma brutal, es verdad en el fondo. El valor de la vida es el problema más importante y urgente del hombre; pero no podemos saber el valor de la vida si no sabemos el fin, o sea, las cosas últimas, porque "hasta el fin nadie es dichoso", dice el refrán, ni tampoco desdichado. El que está embarcado y no sabe dónde va el barco, no puede estar muy tranquilo. Y el que no sabe el fin de las cosas, y de su vida, por más que se aturda con agitaciones, diversiones y placeres, es un desesperado. Y el fin de nuestra vida, y de todas las vidas, y deste grande y misterioso Universo, solamente lo sabe Él que lo hizo; y nosotros solamente si Él nos lo dice -o "revela".

De modo que "un poquito no me veréis" - Yo estaré ausente y escondido, "y después de un poco, otra vez me veréis", y vuestro mal de ausencia, tristeza, lucha y nostalgia, se convertirá en gozo; en gozo definitivo, "gozo que nadie os podrá quitar".


Notas

l. Juan 13, 31 - 16, 33.
2. Juan 16, 33.
3. Juan 16, 10.
4. Mateo 24, 8.
5. Apokalypsís 12, 2.
6. II Pedro 3, 10: "El Día del Señor llegará como un ladrón".
7. Romanos 8, 22; I Tesalonicenses 5, 3.
8. Lucas 1, 32.
9. Hechos 1, 10-11.
10. Eclesiástico 7, 36 (40).
11. Eclesiástico 41, l.





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