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viernes, 14 de abril de 2017

Para meditar en este Viernes Santo




El Varón de Dolores
(Isaías LIII)

¿Quién ha creído nuestro anuncio,
y a quién ha sido revelado el brazo del Señor?

Pues creció delante de Él como un retoño,
cual raíz en tierra árida;
no tiene apariencia ni belleza para atraer nuestras miradas,
ni aspecto para que nos agrade.

Es un (hombre) despreciado, el desecho de los hombres,
varón de dolores y que sabe lo que es padecer;
como alguien de quien uno aparta su rostro,
le deshonramos y le desestimamos.

Él, en verdad, ha tomado sobre sí nuestras dolencias,
ha cargado con nuestros dolores,
y nosotros le reputamos como castigado,
como herido por Dios y humillado.

Fue traspasado por nuestros pecados,
quebrantado por nuestras culpas;
el castigo, causa de nuestra paz, cayó sobre él,
y a través de sus llagas hemos sido curados.

Éramos todos como ovejas errantes,
seguimos cada cual nuestro propio camino;
y el Señor cargó sobre él
la iniquidad de todos nosotros.

Fue maltratado, y se humilló, sin decir palabra
como cordero que es llevado al matadero;
como oveja que calla ante sus esquiladores,
así él no abre la boca.

Fue arrebatado por un juicio injusto,
sin que nadie pensara en su generación.
Fue cortado de la tierra de los vivientes
y herido por el crimen de mi pueblo.

Se le asignó sepultura entre los impíos,
y en su muerte está con el rico,
aunque no cometió injusticia,
ni hubo engaño en su boca.

El Señor quiso quebrantarle con sufrimientos;
mas luego de ofrecer su vida en sacrificio por el pecado,
verá descendencia y vivirá largos días,
y la voluntad del Señor será cumplida por sus manos.

Verá (el fruto) de los tormentos de su alma,
y quedara satisfecho.
Mi siervo, el Justo, justificará a muchos por su doctrina,
y cargará con las iniquidades de ellos.

Por esto le daré en herencia una gran muchedumbre,
y repartirá los despojos con los fuertes,
por cuanto entregó su vida a la muerte,
y fue contado entre los facinerosos.

Porque tomó sobre sí los pecados de muchos
e intercedió por los transgresores.

                                                                     

Para meditar en este Viernes Santo



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Elí, Elí, “lemá sabactani?
(Salmo XXI)


Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?
Los gritos de mis pecados
alejan de mí el socorro.
Dios mío, clamo de día, y no respondes;
de noche también, y no te cuidas de mí.
Y Tú, sin embargo,
estás en tu santa morada,
¡oh gloria de Israel!
En Ti esperaron nuestros padres;
esperaron, y los libraste.
A Ti clamaron, y fueron salvados;
en Ti confiaron,
y no quedaron confundidos.

Pero es que yo soy gusano,
y no hombre,
oprobio de los hombres
y desecho de la plebe.
Cuantos me ven se mofan de mí,
tuercen los labios y menean la cabeza:
“Confió en Yahvé: que Él lo salve;
líbrelo, ya que en Él se complace.”

Sí, Tú eres mi sostén
desde el seno materno,
mi refugio desde los pechos de mi madre.

A Ti fui entregado
desde mi nacimiento;
desde el vientre de mi madre
Tú eres mi Dios.
No estés lejos de mí,
porque la tribulación está cerca,
porque no hay quien socorra.
Me veo rodeado de muchos toros;
los fuertes de Basan me cercan;
abren contra mí sus bocas,
cual león rapaz y rugiente.

Soy como agua derramada,
todos mis huesos se han descoyuntado;
mi corazón, como cera,
se diluye en mis entrañas.
Mi garganta se ha secado como una teja;
mi lengua se pega a mi paladar,
me has reducido al polvo de la muerte.

Porque me han rodeado muchos perros:
una caterva de malvados me encierra;
han perforado mis manos y mis pies;
puedo contar todos mis huesos.
Entretanto, ellos miran,
y al verme se alegran.
Se reparten mis vestidos,
y sobre mi túnica echan suertes.

Mas Tú, Yahvé, no estés lejos de mí;
sostén mío, apresúrate a socorrerme.
Libra mi alma de la espada,
mi vida del poder del perro.
Sálvame de la boca del león;
de entre las astas de los bisontes escúchame.

Anunciaré tu Nombre a mis hermanos,
y proclamaré tu alabanza
en medio de la asamblea.
Los que teméis a Yahvé alabadle,
glorificadle, vosotros todos, linaje de Israel.
Pues no despreció ni desatendió
la miseria del miserable;
no escondió de él su rostro,
y cuando imploró su auxilio, le escuchó.
Para Ti será mi alabanza en la gran asamblea,
cumpliré mis votos 
en presencia de los que te temen.






Sea todo a la Mayor Gloria de Dios


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