SANTA ISABEL DE PORTUGAL,
Reina y Viuda
n. 1271 en Aragón, España;
† 4 de julio de 1336 en Estremoz, Portugal
Patrona de las sociedades de caridad; novias; personas falsamente acusadas; reinas; paz; víctimas de adulterio e infidelidad; víctimas de celos; viudas; terciarios. Invocada en tiempos de guerra; contra los celos; en matrimonios con problemas.
A los ricos de este mundo mándales que no sean altivos
ni pongan su confianza en la riquezas caducas, sino en Dios vivo.
(1 Tim. 6, 17)
- Santa Isabel, Viuda, Reina de Portugal, que el día 4 de este mes pasó al reino celestial.
- En el Asia Menor, los santos Áquila y Priscila, su mujer, de quienes se hace mención en los Hechos de los Apóstoles.
- En Wurzburgo de Alemania, san Quiliano, Obispo, el cual, enviado por el Romano Pontífice a predicar el Evangelio, después de haber traído muchos a Cristo, con sus compañeros Colomano, Presbítero, y Tonano, Diácono, fue cruelmente asesinado.
- En el Puerto Romano, cincuenta santos soldados Mártires, los cuales, abrazando la fe en el martirio de santa Donosa, y bautizados por san Félix I, Papa, fueron muertos en la persecución de Aureliano.
- En Cesarea de Palestina, san Procopio, Mártir, que en tiempo del Emperador Diocleciano, conducido de Escitópolis a Cesarea y oída su primera franca confesión de la fe, por orden del Juez Fabián fue decapitado.
- En Constantinopla, el triunfo de los santos Monjes Abrahamitas, los cuales, por el culto de las sagradas Imágenes, resistiendo al Emperador Teófilo, consumaron el martirio.
- En Spilimberti de Emilia, san Adriano III, Papa, insigne por el empeño en conciliar las Iglesias orientales con la Romana, y esclarecido en milagros; cuyo cuerpo fue llevado al monasterio de Nonántola, y sepultado honoríficamente en la Iglesia de san Silvestre.
- En Tréveris, san Auspicio, Obispo y Confesor.
- En Roma, san Eugenio III, Papa, el cual, después de haber regido con gran fama de santidad y prudencia el monasterio de los santos Vicente y Anastasio de Aquas-Salvias, elevado al Sumo Pontificado, gobernó santísimamente la Iglesia universal. El Sumo Pontífice Pío IX aprobó y confirmó el culto que desde tiempo inmemorial se le tributaba.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.
SANTA ISABEL
DE PORTUGAL,
Reina y Viuda
Ser pobre en medio de las riquezas, mortificado en medio de las delicias de la corte, humilde sobre un trono, es una virtud que no pertenece sino a las grandes almas, como Santa Isabel, reina de Portugal. Ayunaba a pan y agua tres cuaresmas durante el año, las vigilias de las fiestas de Nuestra Señora y de los Apóstoles y todos los viernes. Por su intervención, logró detener la guerra entre Castilla y Portugal. A la muerte del rey, su marido, vistió el hábito de la Tercera Orden franciscana, con el cual murió en 1336.
MEDITACIÓN
DEBE PONERSE LA CONFIANZA EN DIOS
Y NO EN LAS RIQUEZAS
I. No pongas tu confianza en las riquezas; no pueden ni siquiera hacerte feliz en este mundo. Difícil es adquirirlas y difícil conservarlas; el temor de perderlas y el deseo de aumentarlas no le dejan al alma descanso alguno. ¿Pueden, acaso, disipar tu tristeza y tu ignorancia, curarte de tus enfermedades o prolongar tu vida siquiera un momento? Son, sin embargo, de alguna utilidad: cuando uno las abandona por amor de Jesucristo o las distribuye entre los pobres.
II. No te fíes en la amistad de los hombres: nada es más inconstante. El mejor de tus amigos puede llegar a ser el más encarnizado enemigo. No te apoyes en tu reputación, la calumnia te la puede arrebatar; no cuentes con tu salud ni con tu espíritu, una enfermedad puede quitártelos. Oh Señor mío, por fin reconozco que, si Vos me abandonáis, ni todas las creaturas juntas podrían socorrerme; y aun cuando los hombres pudiesen valerme durante mi vida, ¿podrían ellos, acaso, demorar aunque sea un momento la hora de mi muerte y defenderme ante el tribunal de Dios?
III. En Vos es, pues, Dios mío, en quien se debe esperar y no en las riquezas frágiles e inciertas. En vano se dice que el dinero es todopoderoso; él no nos puede procurar la salud y la felicidad, sino en la medida en que lo despreciemos y lo arrojemos lejos de nosotros. Las creaturas son obstáculo a nuestra esperanza; si no poseemos los bienes de la tierra, todos nuestros suspiros serán por los bienes celestiales. Las riquezas son las trabas de nuestra esperanza; arrojemos, pues, los bienes de la tierra, si deseamos los del cielo (Tertuliano).
La limosna.
Orad por los pobres.
ORACIÓN
Dios soberanamente bueno, que, entre otras eminentes virtudes, habéis acordado a la reina Santa Isabel la prerrogativa de apaciguar los furores de las guerras, haced, por su intercesión, que después de la paz de esta vida mortal, que os imploramos humildemente, lleguemos a la felicidad eterna. Por J. C. N. S.
Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J., Tomo III; Patron Saints Index.
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