domingo, 15 de mayo de 2016

R.P. Leonardo Castellani: Sermón Domínica de Pentecostés





En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y en él haremos morada. El que, no me ama no guardará mis palabras; y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió”. “Os he dicho estas cosas durante mi permanencia con vosotros. Pero el intercesor, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, Él os lo enseñará todo, y os recordará todo lo que Yo os he dicho. Os dejo la paz, os doy la paz mía; no os doy Yo como da el mundo. No se turbe vuestro corazón, ni se amedrente. Acabáis de oírme decir: «Me voy y volveré a vosotros». Si me amaseis, os alegraríais de que voy al Padre, porque el Padre es más grande que Yo. Os lo he dicho, pues, antes que acontezca, para que cuando esto se verifique, creáis. Ya no hablaré mucho con vosotros, porque viene el príncipe del mundo. No es que tenga derecho contra Mí, pero es para que el mundo conozca que Yo amo al Padre, y que obro según el mandato que me dio el Padre. Levantaos, vamos de aquí”.
Juan XIV, 23-31


"Domingueras Prédicas II"
R.P. Leonardo Castellani


Domínica de Pentecostés (1966)

Hemos escuchado el milagro de Pentecostés en la Epístola y la última promesa del Espíritu Santo en el Evangelio (1) al levantarse Cristo para ir a padecer: "Para que vea el mundo que amo al Padre, levantaos, vámonos de aquí."

El Espíritu es la gracia: a Él se le atribuye su permanencia en las almas fieles y la producción de la gracia y la oración. Son las tres Divinas Personas las que moran en el alma en gracia; y en realidad, todas las obras de Dios "ad extra" las hacen las tres Personas de la Trinidad; pero la Iglesia atribuye al Padre la Creación, al Hijo la Redención y al Espíritu la Santificación.

Las funciones que Cristo el primero atribuye al Espíritu Santo son funciones maternales: de hecho, cuando Cristo decía "el Espíritu Santo" decía "la Espírita Santa", pues "espíritu" es femenino en arameo. En la primitiva Iglesia era usual comparar la Trinidad Divina con la Trinidad humana, Padre, Madre e Hijo. Surgió una herejía grosera que ponía cuerpo, y por ende, sexo en Dios, y la Iglesia prohibió esa comparación popular por peligrosa; y más tarde San Agustín inventó la comparación refinada que usamos ahora, a saber: en el alma humana hay tres cosas que son una, Intelecto, Voluntad y Autoconciencia: "Yo entiendo, yo quiero, yo siento que soy un Yo." Por supuesto, todas las comparaciones cojean, sean populares o refinadas. Como quiera que sea, Santo Tomás se pregunta: "El Amor en Dios ¿es el Espíritu Santo?" y responde: "Sí", en el "Compendio de Teología" (2); el Hijo es la Sabiduría y el Padre es el Poder.

El Espíritu Santo es la gracia. ¿Qué es la gracia? Es una realidad sobrenatural que informa nuestra alma, una realidad accidental, no substancial, proveniente de la presencia o el contacto de Dios en nosotros; que nos habilita a hacer todos nuestros actos buenos, todos absolutamente ("Sin mí nada podéis", dijo Cristo (3), hasta el"initium fidei", el comienzo de la fe, hasta el primer movimiento en busca de Dios -contra lo que enseñaron los semipelagianos; a saber, enseñaban que nuestra voluntad empieza el bien y después Dios nos ayuda, "a quien se ayuda, Dios lo ayuda." San Agustín, que había refutado victoriosamente a Pelagio, refutó luego a Casiano y Cesáreo de Arlés, los semipelagianos o "marselleses" (4); estableciendo que en realidad la gracia previene la voluntad en todos absolutamente los actos buenos, todos ellos los hacen a la vez Dios y nuestro albedrío; Dios, el primero (en la importancia, no en el tiempo), y merecemos el Cielo por nuestra cooperación a la gracia (5). Dios corona en nosotros sus propios dones -aceptados; como esos padres que dan al chico el regalo que el chico les tiene que dar el día del papá; y después le dan las gracias al chico.

El pelagianismo negaba de un modo u otro la gracia; y es importante por ser el padre del Naturalismo o Modernismo actual. Pelagio, que era un espléndido inglés residente en Roma, una especie de Maritain de aquel tiempo (siglo IV), enseñó primero que la gracia de Dios, de que tanto habla San Pablo, era simplemente la naturaleza que Dios dio al hombre; y más tarde añadió que sí había una ayuda de Dios, pero no era necesaria sino solamente facilitan te, "adju van te", ayuda; no para poder salvarnos sino para poderlo más fácil. Negando la gracia, negaba el Pecado Original y, lógicamente, también la Redención de Cristo, que se volvía superflua; aunque él nunca lo dijo así (6).

El Naturalismo actual es Pelagianismo radical y es la gran herejía moderna; y la última herejía (según creo), que será el nido del Anticristo; pues no se puede ir más allá en línea de herejía; pero toda ella deriva de la negación de la gracia; por tanto, la negación de lo sobrenatural; por tanto, el vaciamiento de todos los dogmas cristianos, que se convierten en simpáticos MITOS (7), que naturalmente comienzan a rellenarse de la adoración nefanda del Hombre; que dijo San Pablo sería el pecado del Anticristo (8), ''la abominación de la desolación " (9).

Esto, que en muchos es más bien una actitud mental que un dogma explícito (por ejemplo, en los idólatras de la técnica), permea hoy día todo el ambiente en forma contagiosa y tiene en su apoyo la mayor parte de la literatura del mundo entero; y por ende, de los diarios, la radio, el cine y la Tele. "El hombre puede hacer muchas cosas sin Dios" -predicó hace poco el hermanito Paoli; es diametralmente opuesto a lo que dijo Cristo: "Sin mí no podéis hacer NADA." (10)

Anteayer me habló por teléfono un redactor de la revista "Panorama" diciendo que tenía que hacerme una "interviú" o entrevista acerca de "La búsqueda de Dios en la Argentina". Éste decía que la entrevista era urgente y que ya 20 católicos (entre ellos Atilio Dell'Oro Maini) le habían respondido. Yo le dije: "No se moleste en venir, por teléfono no más se la voy a dar. Escriba: la búsqueda de Dios es el movimiento de la gracia; la búsqueda de Dios en la Argentina, yo no la sé y ninguno la sabe, porque la gracia es invisible. Creo en la gracia porque no la veo. Punto final". El redactor cortó con una pequeña zafaduría.

De poco valdría refutar ahora a Macedonio, que negó la divinidad del Espíritu Santo (o la Espírita Santa) cuando ahora niegan la divinidad de todo, excepto el Hombre con mayúscula; y de hecho las tilingas hoy día llaman divino a Carlitas Gardel y a Clark Gable.

"¡Hay que desacralizar al mundo!", predicaba el hermanito Pauli; en muy mal castellano por cierto, pues en castellano lo contrario de "consagrar" es "desecrar". "Hay que desecrar el mundo, porque el hombre puede hacer muchas cosas sin necesidad de Dios." Dios nos libre. Al contrario, hay que consagrar a Rusia y al mundo al Inmaculado Corazón de María -dijo ella misma en Fátima- para evitar la Tercera Granguerra. María es el Tabernáculo del Espíritu Santo; y ella lo atrajo cuando estaba en el Cenáculo con los Apóstoles en Pentecostés.

"Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la Comunión de los Santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida perdurable. Amén." Éstos son los oficios del Espíritu Santo, que, como dije, son oficios maternales: el Espíritu Santo es el alma de la Santa Madre Iglesia. No vayan a creer que la Iglesia es solamente Mons. Caggiano y Mons. Copello; principalmente ella es la unión invisible producida por la gracia y que hace della el Cuerpo Místico de Cristo, y que efectúa una especie de solidaridad en méritos y en faltas entre todos los cristianos: por esa gracia se efectuará la resurrección de la carne y la vida hiperdurable, superdurable, por encima del tiempo y la duración. Amén.



Notas

1. Juan 14, 25-31.
2. Capítulo 46.

3. Juan 15, 5.

4. La doctrina agustiniana de la gracia era resistida por monjes del Monasterio de San Víctor, de Marsella -donde Casiano era Abad-, y también por monjes de Lérins.

5. "La justificación del pecador es un movimiento por el cual el alma humana es conducida por Dios del estado de pecado al estado de justicia." ("Suma Teológica", I-II, Q. 113, a. 5, c.) Esa moción se hace bajo el influjo de la gracia y con la cooperación de la yoluntad: corno Dios mueve a cada creatura en conformidad con la naturaleza que Elle ha dado, la infusión de la gracia coincide con el movimiento del libre albedrío que se entrega a Dios por la fe y la caridad y se aparta del pecado por la contrición. La gracia nada quita a la libertad humana, que no es forzada a aceptar el don de Dios.
6. Los errores de Pelagio reaparecen en Maritain.

Fray Alberto García Vieyra escribe al respecto: "El Humanismo Cristiano, que tiene sus orígenes en el Humanismo Integral de Jacques Mat·itain (muestra) aversión a lo sobrenatural: no tolera más que una fe subjetivista, en el fuero interno, y (tiene) una concepción naturalista de las instituciones sociales y políticas. Tal concepción humanista o pluralista ha paralizado y corrompido todas las fuerzas reales del apostolado católico, llevándole a la pendiente de las concesiones, de la tolerancia, de los silencios cómplices."

"Las notas distintivas de este Humanismo son las siguientes: 1) Silencio frente al error y frente a la herejía. 2) Complejo anticlerical. 3) Actúa en política, pero todo su interés está en prescindir de la fe, y reducirse al plano de lo temporal. 4) Personalismo. Persona humana por activa y por pasiva: es la suprema razón de ser de todas las cosas; el Reino de Jesucristo en el mundo, con sus legítimas exigencias para el hombre, queda corno una verdad poco menos que archivada, o por lo menos impracticable."

"El Humanismo incurre así en Pelagianismo, o por lo menos, no torna en cuenta la necesidad de la gracia para sanar la naturaleza humana y superar sus problemas. La persona humana se considera únicamente como sujeto de derechos y libertades absolutas, callando las exigencias de la fe y del orden sobrenatural." ("El Pecado Colectivo de los Católicos", en revista "Docencia", noviembre de 1958, págs. 29-30. Abreviado).
7. "Una de las cosas más extrañas de la vida moderna es que el interior de ella puede cambiar aun cuando el exterior permanezca inalterado. Es como si un hombre continuase realizando la misma antigua tarea por una razón completamente nueva y diferente. Esto puede verse, por supuesto, en la religión, y especialmente en la reforma sugerida de la religión. Los teólogos modernos suelen decir que los viejos credos deben ser reformulados; pero aunque lo dicen, no es esto lo que piensan. Ellos piensan exactamente lo opuesto. Ellos no quieren decir que deberíamos encontrar nuevos términos para expresar el significado exacto de las viejas doctrinas. Su pensamiento es que deberíamos decir las palabras antiguas, pero convenir que significan algo completamente diferente." (G. K. Chesterton, "The Evolution of Words and Meanings", en "The I/lustrated London News", 3-VII-1920). 
8. JI Tesalonicenses 2, 4.
9. Mateo 24, 15; Daniel 9, 27.
10. El mundo moderno se ha propuesto elaborar una nueva religión que excluye la gracia porque reclama para nuestra naturaleza la capacidad de llegar a ser por sí misma sobrenaturaleza. Este intento recibe su inspiración de la Masonería, empeñada en imponer una falsa Iglesia, "cuyo misterio es no tener misterios". 

Así el jesuita Karl Rahner piensa que el tiempo ha dado la razón a Pelagio y no a San Agustín. Dios y la gracia de Cristo están en todo, como en la esencia de cualquier realidad. El Padre del Modernismo, Hegel, había afirmado que si la esencia divina no fuese la esencia del hombre y de la naturaleza, entonces sería una esencia vacía, nada. Dios no es trascendente al mundo sino que es el fondo cósmico, del que todo procede y en el que todo se resuelve, y la evolución es el proceso al que Dios debe someterse para tomar conciencia de sí en nuestro espíritu.

En su gran novela "Señor del Mundo" (Libro III, Capít. Ill), Robert H. Benson muestra cuál será el crimen de los fieles a los ojos del mundo en tiempo del Anticristo: "La misma esencia de la Religión Católica era la traición a la natura del hombre. Los cristianos rendían homenaje a un supuesto Ser Sobrenatural. Los cristianos pues -dejando aparte la fábula de la Encarnación, con la cual se podía tener paciencia hasta que muriese sola- se cortaban deliberadamente del Cuerpo del cual por la humana generación habían sido hecho miembros. Eran como miembros muertos, acogedores de la dominación de una fuerza externa diferente de la que constituía su propia vida, y por este mismo acto ponían en peligro todo el Cuerpo. Esta demencia era lo único que todavía merecía el nombre de 'crimen'. El homicidio, el robo, el rapto, la anarquía misma eran como faltas veniales en parangón con este monstruoso pecado, porque los otros, aunque herían el Cuerpo, no tocaban el corazón: células individuales sufrían, por lo cual estos criminales menores debían ser sancionados¡ pero la misma Vida no era tocada. Pero en el Cristianismo existía un veneno efectivamente mortal. Toda célula infectada por él quedaba infectada en el enlace mismo con la fuente de la Vida. Este y sólo éste era el supremo crimen de alta traición contra el Hombre -y nada fuera de la pena de muerte podía ser adecuado remedio" (Itinerarium, Bs. As., 1958, págs. 232-233, abreviado. Traducción de Castellani).





Sea todo a la Mayor Gloria de Dios


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