CUATRO SERMONES SOBRE EL ANTICRISTO
POR
JOHN HENRY CARDENAL NEWMAN
SERMÓN CUARTO
LA PERSECUCIÓN DEL ANTICRISTO
Estamos tan acostumbrados a escuchar acerca de las persecuciones de la Iglesia, tanto por el Nuevo Testamento como por la historia de la Cristiandad, que no podemos evitar el considerar sus descripciones como simples palabras, o hablar de ellas sin comprensión de lo que estamos diciendo, y no recibir ningún beneficio práctico de sus narraciones. Y mucho menos de considerarlas como lo que realmente son: una señal característica de la Iglesia de Cristo. No son ciertamente un atributo necesario de la Iglesia, pero se trata al menos de una de sus insignias características, de tal modo que si uno echa un vistazo al curso completo de su historia, reconocerá a las persecuciones como una de las peculiaridades que permiten reconocerla. Y Nuestro Señor parece dar a entender cuán apropiada, cuán natural es la persecución de la Iglesia, al incluirla entre sus Bienaventuranzas: “Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el Reino de los Cielos”(1). El Señor da entonces a la persecución el mismo elevado y noble rango en el conjunto de las gracias evangélicas que el Sábbath tiene entre preceptos del Decálogo; quiero decir, como una especie de signo y señal de Sus seguidores, colocado como tal en el código moral, aunque sea en sí mismo externo a él.
Él parece mostrarnos esto también de otro modo, insinuándonos que la Iglesia comienza y termina en la persecución. Él la dejó en la persecución y la hallará en la persecución. La Iglesia que Él reconoce como suya, la que Él ha edificado y reivindicará, es una Iglesia perseguida, qué porta Su Cruz. Y está tremenda reliquia que Él le ha entregado, y que ella poseerá hasta el fin, no puede perderse en el camino.
El profeta Daniel, que tantos vaticinios nos ha dejado acerca de los últimos tiempos, nos habla acerca de la gran persecución por venir. “Habrá un tiempo de tribulación tal, cual nunca lo hubo hasta entonces, desde que existen las naciones y en aquel tiempo se salvará tu pueblo, todo aquel que haya sido hallado en el libro”(2), Nuestro Señor parece referirse a estas palabras en su solemne profecía antes de Su pasión, en la cual Él abarca dos series de eventos: aquellos que acompañaron a su primera venida, y los que lo harán con la segunda; ambas persecuciones de Su Iglesia, la primera y la postrera. Escuchemos sus palabras: “Entonces habrá una gran tribulación, cual no la hubo desde el inicio del mundo hasta entonces ni la habrá, y a menos que dichos días sean acortados, ninguna carne será salva; mas por razón de los elegidos, aquellos días serán acortados”(3).
Concluye con lo que tengo que decir acerca de la venida del Anticristo hablando de la persecución que la acompañara. Al hacerlo no hago más que expresar el juicio de la Iglesia primitiva, como he tratado de hacerlo todo a lo largo de estos sermones, y cómo me propongo realizarlo en lo que sigue.
1
En primer lugar, citaré algunos de los principales textos que parecen referirse a esta persecución final.
“Se levantará otro luego de ellos y (…) proferirá palabras contra el Altísimo, y hostigará a los santos del Altísimo e intentará cambiar los tiempos y la ley; y los santos serán entregados en sus manos durante un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo”(4) esto es, tres años y medio.
“Profanarán el santuario-ciudadela y abolirán el Sacrificio Perpetuo y pondrán allí la abominación de la desolación, y corromperán con halagos a los violadores de la Alianza, pero el pueblo que conoce a su Dios se mantendrá fuerte y hará proezas. Y los sabios de entre el pueblo enseñarán a muchos, aunque caerán bajo la espada, la llama, la cautividad y la expoliación, durante algún tiempo”(5).
“Muchos serán purificados, y blanqueados y probados, más los inicuos seguirán obrando mal (…) y desde el tiempo en que el Sacrificio Perpetuo sea retirado y sea eregida la abominación de la desolación, transcurrirán mil doscientos noventa días”(6).
Habrá una gran tribulación, como no la hubo desde el comienzo del mundo”(7), y así siguiendo, como he dicho más arriba.
“Y se le dio una boca que profería grandes cosas y blasfemaba; y se le dio poder para obrar durante cuarenta y dos meses. Y abrió su boca para blasfemar contra Dios, para blasfemar contra Su nombre, contra Su tabernáculo y contra los que moran en el cielo. Y le fue concedido hacer la guerra contra los santos y vencerlos (...) Y todos los que viven en la tierra y adorarán, aquellos cuyo nombre no está escrito en el libro de la vida del Cordero inmolado desde la fundación del mundo”(8).
“Vi un Ángel que descendía del cielo portando la llave del abismo y una gran cadena en su mano, y se sujetó al dragón, a la serpiente antigua que es el demonio y Satanás, y lo encadenó por mil años (...) y luego de esto deberá ser liberado por poco tiempo (...) y saldrá y engañará a las naciones de los cuatro rincones del orbe, a Gog y Magog, a reunirlos para la guerra, numerosos como las arenas del mar. Y subieron por todo el ancho de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada”(9).
Los primeros cristianos interpretaron estos pasajes como relativos a la Persecución que se desencadenaría en los últimos tiempos, y todo conduce a creer que efectivamente a ella se refieren. Ciertamente, palabras de Nuestro Señor acerca de la gran tribulación por venir, parecen referirse en primera instancia a las persecuciones iniciales, a las cuales los primeros Cristianos se vieron expuestos, y sin duda que así es; sin embargo, por violentas que estas persecuciones hayan sido, no fueron consideradas por los mismos hombres que las padecieron como el verdadero cumplimiento de la profecía; y esto es ciertamente una fuerte razón para pensar que no lo fueron. Esto se ve confirmado por pasajes paralelos, comos las palabras de Daniel que hemos citado, quién ciertamente habla de una persecución todavía futura; si Nuestro Señor utilizó las mismas palabras, y estaba hablando de lo mismo que Daniel, entonces cualquiera que haya sido el cumplimiento parcial de Su profecía haya tenido en la historia de la primitiva Iglesia, Él ciertamente se refiere a la última persecución, si tomamos Sus palabras en toda su amplitud. Él dice: “Habrá una gran tribulación, como no la hubo desde el comienzo del mundo hasta este tiempo ni la habrá, y a menos que dichos fuesen acortados, ninguna carne sería salva; mas en atención a los elegidos, dichos días serán abreviados”(10). E inmediatamente después: “Se levantarán falsos Cristos y falsos profetas que harán grandes signos y portentos, capaces de engañar, si fuese posible, a los mismos elegidos”(11). En consonancia con este lenguaje, Daniel dice: “Habrá un tiempo de tribulación, tal cual nunca lo hubo hasta entonces, desde que existen las naciones; y en aquel tiempo se salvará tu pueblo, todo aquel que haya sido hallado en un libro”(12). Uno de los pasajes del Apocalipsis que he citado dice lo mismo, e incluso con más fuerza: “Le consedido hacer la guerra contra los altos y vencerlos (…) Y todos lo que viven en la tierra le adorarán, aquellos cuyo nombre no está escrito en el libro de la vida”(13).
2
Tratemos ahora de comprender y profundizar en esta idea que acabamos de presentar a nuestra consideración: aunque la Iglesia ha sido preservada de la persecusión durante mil quinientos años, sin embargo una persecución la aguarda antes del fin, más feroz y peligrosa que cualquiera que haya sufrido desde su comienzo.
Más aún, esta persecución estará acompañada por la cesación de todo culto religioso: “Abolirán el Sacrificio Perpetuo”(14). Los Padres de la Iglesia interpretaron estas palabras en el sentido de que el Anticristo suprimirá durante tres años y medio todo culto religioso. San Agustín se pregunta, incluso, si el bautismo será administrado a los niños en dicho periodo.