Nuevamente el Papa Francisco Jorge Bergoglio NO nos sorprende al predicar una herejía, que se suma al, ya largo, listado del "magisterio" de este campeón de modernismo.
El 30 de junio, mientras celebrada la "misa", en casa Santa Marta, dijo en su "homilia"
«A esta gente Jesús, porque conocía en sí mismo las tentaciones» del «sistema cerrado», la reprende por recorrer «medio mundo para obtener un prosélito» y para «hacerlo esclavo». Y así «este pueblo tan organizado, esta Iglesia así organizada, hace esclavos». De tal modo que «se entiende cómo reacciona Pablo, cuando habla de la esclavitud de la ley y de la libertad que te da la gracia». Porque «un pueblo es libre, una Iglesia es libre cuando tiene memoria, cuando deja el lugar a los profetas, cuando no pierde la esperanza».(Homilía Casa Santa Marta lunes 30 de mayo)
¿Por donde empezar? Dejemos que Santo Tomás de Aquino responda:
¿Hubo pecado en Cristo?
Objeciones por las que parece que en Cristo hubo pecado:
1. En Sal 21,2 se dice: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado'? Los gritos de mis pecados están lejos de mi salvación. Pero estas palabras están pronunciadas en nombre de Cristo, como resulta claro al recitarlas él en la cruz (Mt 27,46). Luego parece que en Cristo hubo pecados.
2. El Apóstol dice en Rom 5,12 que todos pecaron en Adán, es a saber, porque todos estuvieron originariamente en él. Pero también Cristo estuvo en Adán por su origen. Luego pecó en él.
3. Dice el Apóstol en Heb 2,18 que Cristo, por haber padecido y por haber sido tentado, es capaz de ayudar a los que son tentados. Pero nuestra suprema necesidad de su auxilio se cifraba en la lucha contra el pecado. Luego da la impresión de que en él hubo pecado.
4. En 2 Cor 5,21 se lee que Dios, a quien no conoció el pecado, es a saber, a Cristo, le hizo pecado por nosotros. Pero lo que Dios ha hecho existe verdaderamente. Luego en Cristo hubo pecado de verdad.
5. Como escribe Agustín en el libro De agone christiano: El Hijo de Dios se nos ofreció como ejemplo en Cristo hombre. Ahora bien, el hombre está necesitado de ejemplo no sólo para vivir rectamente, sino también para arrepentirse de los pecados. Luego parece que en Cristo debió darse el pecado para que, arrepintiéndose de ellos, nos diese ejemplo de penitencia.
Contra esto: está lo que el propio Cristo dice en Jn 8,46: ¡Quién de vosotros me argüirá de pecado?
Respondo: Como antes hemos expuesto (q.14 a.1), Cristo asumió nuestros defectos para satisfacer por nosotros; para demostrar la verdad de su naturaleza humana y para hacerse ejemplo de virtud entre nosotros. Es claro que por ninguno de estos tres motivos debió asumir el defecto del pecado. En primer lugar, porque el pecado en nada contribuye a la satisfacción; antes bien impide esa virtud, porque, como se dice en Eclo 34,23, no se complace el Altísimo en las ofrendas de los impíos. Luego también, porque el pecado no demuestra la verdad de la naturaleza humana, al no ser constitutivo de la misma, siendo Dios causa de ella; más bien es algo contra la naturaleza, introducido por una siembra del diablo, como dice el Damasceno. Finalmente, pecando no hubiera podido dar ejemplos de virtudes, puesto que el pecado es contrario a la virtud. Y, por tanto, Cristo no asumió de ninguna manera el defecto del pecado, ni original ni actual, de acuerdo con lo que se dice en 1 Pe 2,22: El, que no cometió pecado, ni en cuya boca se halló engaño.
A las objeciones:
1. Como enseña el Damasceno en el libro III, una cosa puede afirmarse de Cristo de dos maneras: primero, de acuerdo con su condición natural e hipostática, por ejemplo cuando decimos que se hizo hombre y que padeció por nosotros. Segundo, en conformidad con su condición personal y representativa, es a saber, en cuanto se predican de él, en representación nuestra, cosas que no le pertenecen en modo alguno si se le considera en sí mismo. Por eso también, entre las siete reglas de Ticonio, recogidas por Agustín en el libro III De Doct. Chríst., la primera se ocupa del Señor y de su cuerpo, en el sentido de considerar a Cristo y a la Iglesia como una sola persona. Y en este aspecto es como Cristo, representando a sus miembros, habla de los gritos de mis pecados; pero no porque en él, que es la cabeza, existiesen pecados.
2. Como escribe Agustín en el libro X De Genesi ad Litt., Cristo no estuvo en Adán y en los otros patriarcas de un modo enteramente igual al modo en que estuvimos nosotros. Pues nosotros estuvimos contenidos en él en cuanto al origen seminal y en cuanto a la sustancia corporal, porque, efectivamente, como dice él mismo en ese lugar, por haber en el semen una corporeidad visible y un principio invisible, ambos proceden de Adán. Pero Cristo tomó la sustancia visible de su carne del cuerpo de la Virgen; pero el principio de su concepción no proviene del semen viril, sino de otro principio muy diferente, y del cielo. Por tanto no estuvo en Adán en cuanto al origen seminal, sino sólo en cuanto a la sustancia corporal. Y por eso Cristo no recibió la naturaleza humana de Adán como de principio activo, sino solamente como de principio material, siendo su principio activo el Espíritu Santo; como aconteció con Adán, que, materialmente, tomó cuerpo de la tierra, siendo su principio activo el propio Dios (Gen 2,7). Y, por este motivo, Cristo no pecó en Adán, en el que estuvo sólo de modo material.
3. Cristo, mediante la tentación y el sufrimiento personales, nos proporcionó su auxilio satisfaciendo por nosotros. Ahora bien, el pecado no contribuye a la satisfacción, sino que más bien la impide, como hemos dicho (en la sol.). Por eso convino que no tuviera pecado personal, sino que estuviese enteramente exento del mismo; de otra manera, la pena que sufrió hubiera sido una deuda contraída por su propio pecado.
4. Dios hizo a Cristo pecado, no en el sentido de que él tuviese pecado, sino porque le convirtió en víctima por el pecado; como se dice en Os 4,8 que los sacerdotes se alimentan de los pecados de mi pueblo porque, según la ley, comían las víctimas ofrecidas por el pecado (Lev 6,26). Y en este mismo sentido se lee en Is 53,6 que el Señor cargó sobre él las iniquidades de todos nosotros, es a saber, porque le entregó como víctima por los pecados de todos los hombres.
O también puede entenderse que le hizo pecado en el sentido de que Dios permitió que tuviese una carne semejante a la del pecado, como se lee en Rom 8,3.
5. El penitente puede dar un ejemplo laudable, no por haber pecado, sino porque sufre voluntariamente la pena por su pecado. Por eso Cristo ofreció un ejemplo supremo a todos los penitentes cuando quiso sufrir la pena, no por sus propios pecados, sino por los pecados de los demás.
(Suma Teológica - Parte IIIa - Cuestión 15)
¿Que es la Tentación?
78. --- "... Debemos saber que tentar no es sino sujetar a experimento o poner a prueba: así es que tentar a un hombre es probar su virtud.
Se sujeta a experimento o se pone a prueba la virtud de un hombre de dos maneras, por cuanto dos cosas exige la virtud del hombre. Una consiste en que el bien que se ha de hacer se ejecute de manera excelente; la otra en que se guarde uno del mal. Salmo 33, 15: "Apártate del mal y obra el bien".
Por lo tanto la virtud del hombre se pone a prueba ora en cuanto a que obre excelentemente, ora en cuanto a que se aleje del mal.
79. --- En cuanto a lo primero se pone a prueba el hombre para saber si es pronto en el bien obrar, por ejemplo para ayunar o algo semejante. En efecto, grande es tu virtud si se te halla pronto para hacer el bien. Y de este modo Dios prueba a veces al hombre: no es que se le oculte la virtud del hombre, sino para que todos la conozcan y se les dé a todos un ejemplo. Así tentó Dios a Abraham, Gen 22, y a Job. Y por eso Dios envía a menudo tribulaciones a los justos, para que si pacientemente las soportan se manifieste su virtud y en ella progresen. Deut 13, 3: "El Señor vuestro Dios os tienta para que se haga patente si lo amáis o no". Así es que de esta manera tienta Dios al hombre, excitándolo al bien.
80. --- En cuanto a lo segundo, se pone a prueba la virtud del hombre induciéndolo al mal. Y si él resiste en verdad, y no consiente, entonces es grande su virtud; mas si el hombre sucumbe a la tentación, entonces no existe tal virtud.
Mas de este modo nadie es tentado por Dios; porque, como dice Santiago 1, 13: "Dios no tienta a nadie para el mal", El hombre es tentado por su propia carne, por el Diablo y por el mundo.
81.—a) Por la carne de dos modos. Primeramente porque la carne instiga al mal: en efecto, la carne siempre busca sus deleites, a saber, los carnales, en los que frecuentemente hay pecado. Y quien se detiene en las delectaciones carnales descuida lo espiritual. Santiago 1, 14: "Cada uno es tentado por su propia concupiscencia".
En segundo lugar, la carne nos tienta apartándonos del bien. Porque el espíritu, en cuanto está de su parte, siempre se deleita en los bienes espirituales; pero endureciendo al espíritu la carne lo entorpece. Sab 9, 15: "El cuerpo corruptible entorpece al alma". Rom 7, 22: "Me complazco en la Ley de Dios según el hombre interior; mas yo veo en mis miembros otra ley que resiste a la ley de mi razón y que me tiene cautivo bajo la ley del pecado que está en mis miembros".
Y esta tentación, a saber, la de la carne, es muy fuerte, porque nuestro enemigo, o sea la carne, nos está íntimamente unida. Y como dice Boecio, ninguna peste es más eficaz para hacer daño que un enemigo de casa. Por lo cual debemos estar vigilantes contra ella. Mt 26, 41:
"Vigilad y orad para que no caigáis en tentación".
82. --- b) El diablo tienta de muy fuerte manera. Porque después de vencida la carne se presenta otro [enemigo], esto es, el Diablo, contra el cual nos toca una gran pelea cuerpo a cuerpo. San Pablo, Ef 6, 12: "No es nuestra pelea solamente contra la carne y la sangre, sino contra los Principados y las Potestades, contra los adalides de estas tinieblas del mundo". Por lo cual [al diablo] característicamente se le llama el tentador. 1 Tes 3, 5: "No fuera a ser que el tentador os hubiera tentado".
Pero en sus tentaciones procede con suma astucia.
En efecto, tal como un hábil general que asedia una fortaleza, considera los puntos débiles de aquel a quien quiere atacar, y lo tienta por la parte en que el hombres es más débil. Y por eso lo tienta en aquellos vicios a los que, vencida ya la carne, más inclinados están los hombres, como son la ira, la soberbia y otros vicios espirituales. I Pedro 5, 8: "Vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, anda rondando buscando a quién devorar".
83. --- Cuando tienta, el diablo hace dos cosas: porque de inmediato no le propone al que tienta un mal manifiesto sino algo que tenga apariencia de bien, para al menos de esa manera al principio mismo apartarlo un poco de su principal propósito, pues luego más fácilmente lo inducirá a pecar, por poco que lo haya apartado. San Pablo en 2 Cor 11, 14: "El mismo Satanás se transforma en ángel de luz".
Después de haber llevado al hombre a pecar, lo sujeta de tal manera que no le permite levantarse del pecado. Job 40, 12: "Los nervios de sus testículos son entrelazados". Así es que el demonio hace dos cosas: porque engaña, y al engañado lo retiene en el pecado.
84. --- También el mundo tienta de dos maneras. Primeramente por el demasiado e inmoderado afán de las cosas temporales. Dice el Apóstol en 1 Tim 6, 10: "Una raíz de todos los males es el amor del dinero".
En segundo lugar amedrentándonos por medio de los perseguidores y tiranos. Job 37, 19: "En cuanto a nosotros, estamos envueltos en tinieblas". 2 Tim 3,12: "Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, padecerán persecución". Mt 10, 28: "No temáis a los que matan el cuerpo".
85. --- De esta manera, pues, es claro qué es la tentación, y cómo es tentado el hombre y por quién.
(El Padre Nuestro Comentado)
¿Convino que Cristo fuese tentado?
Objeciones por las que parece que no convenía que Cristo fuera tentado.
1. Tentar equivale a someter a prueba. Esto no se hace más que acerca de algo desconocido. Ahora bien, la virtud de Cristo era conocida incluso por los demonios, pues en Lc 4,41 se lee que no dejaba hablar a los demonios, porque sabían que él era el Cristo. Luego parece que no convino que Cristo fuese tentado.
2. Cristo había venido para destruir las obras del diablo, como está escrito en 1 Jn 3,8: Para esto se manifestó el Hijo de Dios: para destruir las obras del diablo. Pero no es propio del mismo sujeto destruir las obras de alguien y a la vez ser víctima de las mismas. Y, por este motivo, parece haber sido un despropósito el que Cristo tolerase ser tentado por el diablo.
3. Hay una triple tentación, a saber: la de la carne, la del mundo, y la del diablo. Pero Cristo no fue tentado por la carne ni por el mundo. Luego tampoco debió serlo por el diablo.
Contra esto: está lo que se narra en Mt 4,1: Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo.
Respondo: Cristo quiso ser tentado:
Primero, para proporcionarnos auxilio contra las tentaciones. Por esto dice Gregorio en una Homilía: No era indigno de nuestro Redentor querer ser tentado, él que había venido para ser muerto; para que así venciese nuestras tentaciones con las suyas, lo mismo que aniquiló nuestra muerte con la propia.
Segundo, para nuestra precaución, a fin de que nadie, por santo que sea, se tenga por seguro e inmune a la tentación. Por lo que también él quiso ser tentado después del bautismo, porque, como dice Hilario, Super Matth., las tentaciones del diablo se ceban especialísimamente en los santos, porque no hay victoria que más apetezca que la lograda sobre los mismos. De ahí que también en Eclo 2,1 se diga: Hijo, si vienes a servir al Señor, mantente firme en la justicia y el temor, y prepara tu alma para la tentación.
Tercero, para ejemplo; esto es, para enseñarnos el modo de vencer las tentaciones del diablo. Por esto escribe Agustín, en IV De Trin., que Cristo se ofreció al diablo para ser tentado, a fin de ser el mediador para superar sus tentaciones, no sólo con la ayuda, sino también con el ejemplo.
Cuarto, para infundir en nosotros la confianza en su misericordia. Por esto se dice en Heb 4,15: No tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, pues fue tentado en todo, a semejanza nuestra, menos en el pecado.
A las objeciones:
1. Como escribe Agustín, en IX De Civ. Dei, Cristo se dio a conocer a los demonios tanto cuanto El quiso; no en cuanto es la vida eterna, sino por ciertos efectos temporales de su virtud, por los cuales podían lograr alguna conjetura de que Cristo era el Hijo de Dios. Pero como, por otra parte, veían en él ciertas señales de flaqueza humana, no conocían con certeza que era el Hijo de Dios. Y por este motivo quiso (el diablo) tentarlo. Esto es lo que se da a entender en Mt 4,2-3, donde se dice que, después que tuvo hambre, se le acercó el tentador, porque, como comenta Hilario, el diablo no se hubiera atrevido a tentar a Cristo de no haber descubierto en él, mediante la flaqueza del hambre, la condición humana. Y esto mismo es manifestado por el modo de tentarle, cuando le dijo: Si eres Hijo de Dios. Gregorio comenta esta frase diciendo: ¿Qué significa este exordio de la conversadón sino que conocía que el Hijo de Dios había de venir, pero que no pensaba que hubiera venido por medio de la debilidad del cuerpo?
2. Cristo vino a destruir las obras del diablo, no usando de su poder, sino más bien padeciendo de él y de sus miembros, para, de este modo, vencer al diablo con la justicia, no con el imperio, como explica Agustín en XIII De Trin.: El diablo hubo de ser vencido, no por el poder de Dios, sino por la justicia. De ahí que en las tentaciones de Cristo debe considerarse lo que hizo él por su propia voluntad y lo que padeció del diablo. Y el ofrecerse al tentador fue obra de su propia voluntad. Por esto se dice en Mt 4,1: Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para que fuese tentado por el diablo. Lo cual, dice Gregorio, debe entenderse del Espíritu Santo, es a saber: para que su Espíritu lo condujese allí donde le encontraría el espíritu maligno para tentarle. Pero toleró al diablo que lo tomara, (y lo llevara) ya sobre el alero del templo, ya a un monte muy alto. Y no es de admirar, como añade el mismo Gregorio, que permitiese ser llevado por el diablo a un monte el que consintió ser crucificado por los miembros de aquél. Pero el ser llevado por el diablo no debe entenderse como algo ineludible, sino porque, como escribe Orígenes, In Lúe., le seguía a la tentación como el atleta que avanza libremente.
3. Como escribe el Apóstol (Heb 4,15), Cristo quiso ser tentado en todo menos en el pecado. Ahora bien, la tentación que proviene del enemigo puede carecer de pecado, porque se realiza sólo por sugestión exterior. En cambio, la tentación que procede de la carne no puede darse sin pecado, porque tal tentación se realiza por medio del deleite y la concupiscencia; y como dice Agustín, algún pecado hay cuando la carne desea contra el espíritu. Y, por este motivo, Cristo quiso ser tentado por el enemigo, pero no por la carne.
(Suma Teológica - Parte IIIa - Cuestión 41)
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San Gregorio Magno, comentando las tentaciones del Señor, en el desierto, relatadas por San Mateo en el capítulo IV de su evangelio, explica:
"Pero sépase que la tentación se hace de tres maneras: por sugestiones, por delectaciones y por consentimiento. Cuando nosotros somos tentados, empezamos por la sugestión, cayendo después en la delectación y en el consentimiento, pues obramos según las tendencias del pecado, propagado con la naturaleza, y por ello sufrimos las tentaciones. Pero Dios que se había encarnado en las entrañas de una Virgen, había venido al mundo sin pecado; por ello, ninguna lucha debía sentir en sí. Pudo ser tentado por sugestión, pero la delectación no pudo ofender su inteligencia y por ello, aquella tentación del diablo fue exterior y no afectó al interior." (Homiliae in Evangelia, 16,1)
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Teología básica... pero no para él.
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Naturalmente que, las usuales explicaciones, acerca del "verdadero sentido" de lo dicho, serán repetidas y creídas por los ciegos de siempre, sobre eso no hay duda y de seguro las leeremos, en los días venideros.
Decíamos, al iniciar esta entrada, que No nos sorprendía esta nueva declaración del supuesto "Papa", y ello por una razón muy obvia: los dichos y hechos de Bergoglio son una expresión impúdica de los principios e ideas que animan a la herejía modernista, que fue entronizada por el "Concilio Vaticano II" e impuesta de manera continua por los usurpadores, que se hicieron llamar Papas, por más 50 años. No hay que confundirse; esta incontinencia verbal sigue un esquema, "un plan", una estrategia comunicacional que requiere de continuos gestos, y palabras que susciten la atención del mundo y en especial su aplauso, sobre este heresiarca blasfemo. Nada hay, respecto de él, que sea casual.
Parece indudable que el Pontificado de Bergoglio, tiene como meta fundamental la destrucción del Papado, tal como lo estableció nuestro Señor, mediante la burla, el desprecio y el escarnio de la autoridad Petrina. Con tristeza observamos que está siendo tremendamente exitoso tanto en el modernismo que le aplaude, como en la llamada "resistencia" o "movimiento tradicionalista", encarnado principalmente en la FSSPX, la cual con su falsa posición teológica conocida como "reconocer-resistir" enseña a los fieles a ignorar la autoridad del Pontífice, sosteniendo que son los fieles quienes deben confirmar en la Fe a Pedro, contradiciendo así, el mandato de nuestro Salvador. La ironía, en todo esto, consiste en que Bergloglio lleva adelante su labor ejerciendo tiránicamente el poder, basándose en la autoridad inherente a la Sede de Pedro. En este sentido al igual que la gran ramera de Babilonia que blasfema, borracha de la sangre de los mártires (Apocalipsis XVII, 6), el heresiarca se sirve de la autoridad de Pedro y de sus legítimos sucesores, para abolir el Pontificado, transformando al Papa en una suerte de "primus inter pares" sin poder real, al modo del "Patriarca" de Constantinopla, respecto de la secta, mal llamada "Iglesia Ortodoxa".
En numerosos sitios de la web se ha hecho notar que el nombre de Bergoglio se encuentra, asociado, por ejemplo en las búsquedas de Google, Youtube, Etc., con conceptos como "anticristo", "falso profeta" y "apocalipsis". El mero ejercicio de comprobarlo, pone en evidencia que, numerosos católicos e incluso no católicos, de diversas partes del mundo, están pensando hoy, en el fin de los tiempos, debido a la intuición de que nos encontramos ante hechos nunca antes vistos, en la larga historia de la Iglesia, que presagian que la aparición del Anómos se aproxima. Sigamos la recomendación evangélica: velemos y estudiemos los signos de los tiempos. Guardemos lo que tenemos, hasta que Cristo venga.
Cristo Vuelve
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