domingo, 5 de junio de 2016

R.P. Leonardo Castellani: Sermón Las Parábolas de la Misericordia




En aquel tiempo: Los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírlo. Mas los fariseos y los escribas murmuraban y decían: “Este recibe a los pecadores y come con ellos”. Entonces les dirigió esta parábola: “¿Qué hombre entre vosotros, teniendo cien ovejas, si llega a perder una de ellas, no deja las otras noventa y nueve en el desierto, para ir tras la oveja perdida, hasta que la halle? Y cuando la hallare, la pone sobre sus hombros, muy gozoso, y vuelto a casa, convoca a amigos y vecinos, y les dice: “Alegraos conmigo, porque hallé mi oveja, la que andaba perdida”. Así, os digo, habrá gozo en el cielo, más por un solo pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse”. “¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si llega a perder una sola dracma, no enciende un candil y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la halla? Y cuando la ha encontrado, convoca a las amigas y las vecinas, y les dice: “Alegraos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido”. Os digo que la misma alegría reina en presencia de los ángeles de Dios, por un solo pecador que se arrepiente”.
Lucas XV, 1-10



"Domingueras Prédicas II"
R.P. Leonardo Castellani



Dominica III después de Pentecostés - Dentro de la Octava del Sagrado Corazón
Parábolas de la Misericordia (1966)

Las dos pequeñas Parábolas de hoy pertenecen a las Parábolas llamadas "de la Misericordia" y están seguidas por la más importante dellas, la del Hijo Pródigo. Cristo se pintó a Sí Mismo y también al Padre Celeste como revestidos de misericordia, y por cierto de una extremada misericordia, superior a la de los hombres; a tal punto que los exégetas modernos dicen que el Padre del hijo pródigo es inverosímil y que es inverosímil que un pastor deje 99 ovejas en despoblado para ir a buscar una; y que una mujercita llame a sus vecinas para decirles encontró un denario que había perdido.

Cristo sabía mejor que los sabiazos modernos cómo pasaban las cosas en su nativa Nazareth; pero en cualquier caso, eso probaría que Dios tiene más solicitud por los pecadores que los hombres por sus bienes más preciados. Y así es. No menos de veintitrés Parábolas de Cristo indican esta solicitud de Dios, casi siempre con la comparación de una oveja y un pastor; las cuales culminan en la gran Parábola definitoria de Cristo, el Buen Pastor.(1)

"Oh, Dio mio della benignita!", dicen los italianos, y es buena manera de nombrar a Cristo. El Padre nuestro de los cielos lo introdujo Cristo en la religión, no está en el Antiguo Testamento, un padre que se ocupa de cada uno de los hombres, y menos de los pecadores; que mientras son pecadores, son enemigos de Dios, acreedores de la divina justicia. Hay expresiones muy tiernas en el Antiguo Testamento, pero se refieren a Israel total como esposa de Dios; y esposa adúltera muchas veces, como por ejemplo Ezequiel 16, Oseas 2, 4-25; pero la idea de un padre que se preocupa de todos y cada uno de sus hijos -y de los más desdichados, más- eso es invención o creación de Cristo o revelación de Cristo, digamos exactamente: "No os llamaré ya siervos, porque el siervo ignora las cosas de su Señor; a vosotros os llamaré amigos ... ".(2) Y "ve y dile a mis hermanos que los espero en Galilea", dijo a la Magdalena.(3)

Esta extrema benignidad del Señor no suprime la justicia, por supuesto, como tampoco la verdadera benignidad en los hombres es flojera o bonachonería. Si hay veintitrés Parábolas en el Evangelio que aluden a la benignidad de Dios, hay lo menos otras veintitrés que hablan de su justicia; algunas veces, en la misma Parábola. La justicia y la misericordia son en Dios la misma cosa, en Dios no hay virtudes diversas o contrarias como en nosotros, el Ser de Dios es simple y compacto como un bloque de acero, o siquiera de cera. Pero con respecto a nosotros, Dios se inclina más a la misericordia que a la justicia, dice Santo Tomás; y la razón es que somos débiles, somos una raza deteriorada sin culpa nuestra; de modo que el inclinarse más a la misericordia que a la justicia es justo, pertenece también a la justicia.

Dios ama a los pecadores arrepentidos e incluso procura que se arrepientan, que eso es el buscar la oveja de la Parábola, como vemos en el caso de la Magdalena. Si al final no se arrepienten, es absolutamente imposible para Dios amarlos.

Borges escribió en un libro llamado "Discusión" la siguiente enormidad: "Todo aquél que cree en el Infierno no tiene ni pizca de religiosidad." El que no tiene religiosidad es Borges, aunque a veces parecería que tiene una pizca. Pero Jesucristo tiene una religiosidad más grande que el universo.

Predicar la benignidad es necesario incluso a los argentinos, que algunos dicen tienen demasiada benignidad, porque el mundo está lleno de crueldad, quizá más hoy que en otras épocas. Belloc dice en uno de sus libros que lo que más teme en la época que venía no es la lujuria sino la crueldad: escribió esto hace 35 ó 40 años. Había presenciado la guerra del 14, una de las guerras más atroces de la Historia, "guerra de caníbales", como la llamaba José Luis Torres, o mejor todavía, guerra de neopaganos, que es peor aún, en cierto modo: porque los caníbales no son hipócritas.

Se paganiza el mundo, se vuelven más crueles las gentes. Baja la religiosidad y sube la dureza de corazón como en un sube y baja. Esto notó Donoso Cortés en un conocido discurso sobre los dos termómetros: la represión interna y la represión externa, que dice él; lo cual habían considerado antes el Vizconde de Bonald y otros. La Religión puede reprimir la tendencia ínsita en el hombre a la ira, a la venganza, a la crueldad, al sadismo; y ninguna otra cosa muestra la Historia que pueda conseguirlo; y la misma Religión nunca lo ha conseguido del todo.


Notas

1. Juan lO, 11-18.
2. Juan 15, 15.
3. Mateo 28, 10.




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