domingo, 11 de diciembre de 2016

R.P. Leonardo Castellani: Testimonio de Juan a los Enviados de la Sinagoga






En aquel tiempo: Los judíos enviaron a Juan, desde Jerusalén, sacerdotes y levitas para preguntarle: “¿Quién eres tú?”. Él confesó y no negó; y confesó: “Yo no soy el Cristo”. Le preguntaron: “¿Entonces qué?¿Eres tú Elías?” Dijo: “No lo soy”. “¿Eres el Profeta?” Respondió: “No”. Le dijeron entonces: “¿Quién eres tú? para que demos una respuesta a los que nos han enviado. ¿Qué dices de ti mismo?” Él dijo: “Yo soy la voz de uno que dama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías”. Había también enviados de entre los fariseos. Ellos le preguntaron: “¿Por qué, pues, bautizas, si no eres ni el Cristo, ni Elías, ni el Profeta?” Juan les respondió: “Yo, por mi parte, bautizo con agua; pero en medio de vosotros está uno que vosotros no conocéis, que viene después de mí, y al cual yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia”. Esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.
Juan I, 19-28



Domingueras Prédicas I
R.P. Leonardo Castellani


Domínica tercera de Adviento 
Testimonio de Juan a los Enviados de la Sinagoga (1966)

El testimonio de Juan en mitad de su predicación, ante las autoridades clericales de Jerusalén y ante sus propios discípulos. Por la implicación que hay en él tiene gran importancia: es la ligazón divina del último tramo de la religión verdadera con el tramo anterior, el de los Profetas.

Me llevó un amigo a ver un filme o felm (como dicen ahora) llamado "El Evangelio de San Mateo", que según varias personas "yo debía ver": lo dudo. Es un fracaso como obra de arte y un fracaso como obra de religión; y como además no divierte, porque es aburrido, es simplemente nulo. Pero no estoy aquí para hacer crítica cinematográfica; la haremos si acaso en mi revista "JAUJA". Lo que interesa es que el Passolini ése ignora todas las implicaciones (es un perfecto ignorante en religión) de las "estampas bíblicas" que crea -si eso es crear; y sobre todo la implicación de la figura y prédica de Juan el Bautizador: no hay ninguna relación entre el Precursor y el Mesías, salvo el que el primero lo bautiza (de una manera rara y ridícula, que no es la que usaba Juan) y se oye una voz que dice: "Éste es mi hijo muy amado", que más parece de un italiano borracho que del Padre Eterno. Del importante acto que allí tuvo lugar no hay ni sospecha. Como dije, el marxista ése es ignorantísimo del Evangelio que está manoseando.

San Agustín dice que la religión verdadera revelada ha existido siempre en el mundo (y así es) dividida en varios tramos, unidos entre sí por una intervención de Dios -que es el único que puede autorizar una religión. Los tramos son: de Adán a Noé, la Primera Alianza; de Noé a Abraharn, la Promesa; de Abraharn a Moisés, la Ley; de Moisés a Juan Bautista, el tramo de los Profetas; y el último tramo, después del cual no hay otro: el Hijo de Dios, la plenitud de los tiempos.

San Juan y Cristo no pidieron permiso para ponerse a predicar: eran Profetas. El régimen hebreo constaba del Rey o Caudillo, el Sacerdote y el Profeta; coordinados entre sí. Moisés reunió las tres calificaciones; pero después él mismo las dividió. El Profeta, cuya vocación venía directamente de Dios, estaba por encima (aunque no separado) de las otras dos instancias; por lo cual vernos a los Profetas reprendiendo a Reyes y Sacerdotes (corno el mismo Juan Bautista) y a veces odiados y aún perseguidos por ellos, no solamente por los Reyes, sino por los mismos Sacerdotes -por algunos dellos. Por eso los sacerdotes de Jerusalén tenían derecho de interrogar a aquel "salvaje magnético" (que dice Papini) que había suscitado en poco tiempo gran expectación y un fuerte movimiento religioso; tanto que algunos se dejaban decir que era el Mesías.

El diálogo es sumamente típico, vivamente reseñado por uno de los oyentes, Juan el Evangelista, discípulo entonces de Juan el Bautista; cuyo paso a la escuela de Cristo nota también él, inmediatamente después.

-¿Tú quién eres?
-Y o no soy el Mesías.
-¿Quién eres? ¿Eres Elías?
-No soy.
-¿Eres el Profeta?
-No- secamente.
-¿Quién eres entonces?, para que llevemos informe a los que nos mandan. ¿Qué dices de ti mismo?
-Soy la voz del que grita en el desierto: "Enderezad el camino del Señor", como dijo Isaías Profeta.
-¿Por qué pues bautizas, si no eres ni el Mesías, ni E lías, ni el Profeta?
-Yo bautizo en agua; en medio de vosotros está el que no conocéis, que viene después de mí y existía antes que yo (97), del cual no soy digno de desatar siquiera las correas de las sandalias -(lo que hacían los esclavos con el amo).

Esto bastó. "Este es uno destos locos que andan prediciendo la próxima venida del Mesías" -dijeron probablemente; y se fueron.

Al día siguiente Juan vio venir a Cristo y amplió su testimonio de ayer: "Este es el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo" -recordando que en la Pascua se inmolaba un cordero, y que Isaías llamó al Mesías "el Cordero Inmolado". Juan lo sabía porque el Espíritu Santo se lo reveló, bajando sobre Cristo cuando su bautismo, en forma como de paloma- cosa que omite el Passolini o Pavolini ese. Y al fin la palabra definitiva: "Yo doy testimonio de que es el Hijo de Dios".

Al día siguiente otra vez vio pasar a Jesús y repitió a dos de sus discípulos: "Ahí va el Cordero de Dios". Los discípulos eran Andrés, hermano de Simón, y el que relata el episodio, Juan Evangelista. Siguieron a Cristo e, invitados por él, quedaron en su tienda un día. Después trajeron a otros dos, Simón y Felipe, diciéndoles: "Hemos encontrado al Mesías": el cual miró fijamente a Simón y le dijo: "Eres Simón, hijo de Juan (Bar-lona); tú te llamarás Kefa; o sea "piedra". Kefa es masculino en arameo; de modo que rectamente lo llamaron Petrus los Romanos. Pero él entonces ni entendió el cambio de nombre, ni soñó con que iba a levantar roncha en Roma, e iba a ser para la historia "Petrus Romanus".

Desde su primer acto, Cristo está pensando en su Iglesia, en la Peña o el Peñasco sobre la cual la va a fundar; y los impíos de hoy pretenden que Cristo no quiso fundar ninguna iglesia (Nietzsche por ejemplo). Hay que pasar una esponja con borratinta sobre los cuatro Evangelios -o bien tener los ojos sellados, como el marxista Pavolini para poder ignorar eso.

El otro episodio que confirma esto, a saber: que Juan había autorizado legalmente a Cristo como "Profeta y más que Profeta" está al fin de la vida Pública, cuando los Magnates Jerosolimitanos llenos de ira después de la Segunda Limpieza del Templo le increparon:


-¿Con qué autoridad haces estas cosas?
-Primero contestadme otra pregunta: ¿El bautismo de Juan era de Dios o de los hombres?
-No lo sabemos.
-Entonces, yo tampoco os contestaré.


Pero en realidad les había contestado. Como si dijera: -Si Juan Bautista fue un Profeta, un Enviado de Dios, yo estoy ungido por Dios. Si no sabéis si lo fue o no, es porque no queréis. De cualquier modo, tenéis obligación de saberlo.

Cristo y San Juan se portaron admirablemente en este asunto delicado: no se rebelaron, no desobedecieron, no comenzaron a reprender e improperar hasta que los otros no declararon la guerra. ¿La guerra a quién? No a las dos personas, sino a la misión que ellos traían. Esa misión era de Dios, así que había que mantenerla aun a costa de la vida. Les costó la vida y ellos lo sabían: el máximo esfuerzo.

Así Dios nos ha dado a cada uno una pequeña misión en la vida. Puede ser pequeña, prosaica, pava incluso; y lo es, mirada desde aquí; pero es siempre importante mirada desde allá, desde donde viene. Siempre exigirá esfuerzo, siempre tendrá algo de martirio, a semejanza de la de San Juan y Cristo; y unida a la dellos, siempre llevará fruto, "aeternum gloriae pondus operatur in no bis": nos prepara un peso eterno de gloria incalculable (98). "Yo os puse para que vayáis y germinéis y llevéis fruto; y vuestro fruto permanezca" (99).


Notas

96. N. del E.: Castellani leyó el texto del Evangelio en la homilía.
97. La afirmación de que Cristo existía antes que Juan pertenece al segundo testimonio del Bautista.
98. II Cor. 4,17.
99. Jn. 15,16.





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