domingo, 26 de marzo de 2017

R.P. Leonardo Castellani: La Primera Multiplicación de los Panes






En aquél tiempo, pasó Jesús al otro lado del mar de Galilea, o de Tiberíades. Y le seguía un gran gentío, porque veían los milagros que hacía con los enfermos. Entonces Jesús subió a la montaña y se sentó con sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús, pues, levantando los ojos y viendo que venía hacia Él una gran multitud, dijo a Felipe: “¿Dónde compraremos pan para que éstos tengan qué comer?”. Decía esto para ponerlo a prueba, pues Él, por su parte, bien sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió: “Doscientos denarios de pan no les bastarían para que cada uno tuviera un poco”. Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Pedro, le dijo: “Hay aquí un muchachito que tiene cinco panes de cebada y dos peces. Pero ¿qué es esto para tanta gente?” Mas Jesús dijo: “Haced que los hombres se sienten”. Había mucha hierba en aquel lugar. Se acomodaron, pues, los varones, en número como de cinco mil. Tomó, entonces, Jesús los panes, y habiendo dado gracias, los repartió a los que estaban recostados, y también del pescado, cuanto querían. Cuando se hubieron hartado dijo a sus discípulos: “Recoged los trozos que sobraron, para que nada se pierda”. Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes, que sobraron a los que habían comido. Entonces aquellos hombres, a la vista del milagro que acababa de hacer, dijeron: “Éste es verdaderamente el profeta, el que ha de venir al mundo”. Jesús sabiendo, pues, que vendrían a apoderarse de Él para hacerlo rey, se alejó de nuevo a la montaña, Él solo.
Juan VI, 1-15



"Domingueras Prédicas II"
R.P. Leonardo Castellani


Domínica cuarta de Cuaresma
La Primera Multiplicación de los Panes (1963)


El Evangelio de la Domínica IV de Cuaresma trae la primera multiplicación de los panes y peces; pues repitió este milagro otra vez sin ninguna duda más tarde, en otro lugar y con otras circunstancias (1). Es un relato histórico de testigo presencial, que recuerda hasta cuántas canoas había en la ribera ese día, y el número del inmenso auditorio de Cristo, cuyos pormenores conocen ya Uds. y no tienen necesidad de explicación, sino dos puntos: uno, la simbólica del milagro, que es la Eucaristía; y otro, el carácter de los milagros de Jesucristo, que es la modestia.

Cristo hizo de la multiplicación de los panes un símbolo de la Eucaristía, como explicó Él mismo al día siguiente en la Sinagoga de Cafarnaum, donde llegó huyendo, y lo siguió la multitud (2). La multitud dijo al ver la multipanificación: "Realmente éste es el Gran Profeta que está escrito había de venir" -y esta conclusión era la que interesaba a Cristo al hacer el milagro; pero a las turbas venidas de todas partes les interesaba más el milagro; y querían hacerlo Rey, ansiando otros mayores milagros. Se los dijo Cristo: "Venís persiguiéndome por el pan de la tierra: buscad el pan del cielo." "Sabemos que Moisés dio a nuestros padres el Pan del Cielo." "Yo soy el Pan del Cielo; vuestros Padres comieron el pan del cielo de Moisés y murieron."

Cristo hacía sus milagros solamente para sostener sus promesas acerca la otra vida, la vida eterna. Platón y Aristóteles la han enseñado ya que la salvación del hombre está en el más allá; aunque puede haber comienzo de felicidad en esta vida, que ellos ponían en la "contemplación": no me pidan explique ese término difíci (3). Pero los judíos querían el Reino en esta vida.

Cristo entonces hace un largo recitado acerca del Pan del Cielo, que es Él; primero acera de Él conocido por la fe, luego acerca de El recibido en el Sacramento; las dos juntas, pero al comienzo poniendo el acento más bien en la fe; al final poniendo el acento en el Sacramento que promete. Esta promesa unida a las palabras de la Última Cena no dejan ninguna duda acerca de la natura de la Eucaristía, por increíble que ella sea; pues es un milagro mucho mayor que la Multipanificación. Se escandalizaron los judíos al oír que para vivir eternamente habían de comer su cuerpo; murmuraron, protestaron y muchos lo abandonaron. Y entonces Jesucristo les advirtió claramente que no comerían su carne carnalmente sino espiritualmente, en lo que llaman "estado sacramental".

Es un milagro mayor que el otro. Yo doy aquí una laminita de pan sin sal consagrado a una persona, y después a otra persona que está al lado; y reciben el Cuerpo de Cristo. ¿Están allí dos Cuerpos de Cristo? No. ¿Se hace el Cuerpo de Cristo grande como toda esta Iglesia? Tampoco (4).No se puede concebir -No ciertamente: nuestra imaginación no lo puede concebir: está aprisionada por la categoría de la extensión, del espacio, de las dimensiones y no puede salirse de allí: pero los espíritus no tienen extensión y el Cuerpo de Cristo ya resucitado tiene cualidades de espíritu (5), como las tendrán todos los cuerpos resucitados (6). Eso no es debido al cuerpo humano: lo hará Dios por milagro: lo hizo ya.

Los estudiantes de la Edad Media inventaron un problema chusco (muchos problemas chuscos inventaron) para ayudarse en su estudio de la Filosofía:

"¿Pueden mil ángeles caber
en la punta de un alfiler?"

Y respondían: "Sí, pueden, porque los ángeles no tienen extensión." Pero estaba mal la respuesta. Es un falso problema, un problema mal planteado, porque la palabra "caber" no tiene nada que hacer con un ángel en ninguna forma, porque el ángel no tiene extensión (7). Los científicos modernos dicen que no existe la extensión, que el átomo no tiene extensión, que TODO ES ENERGÍA, no hay masa: es falso también, pero muestra que es posible concebir (en nuestro intelecto, no en nuestra imaginación) esas dos cosas separadas, la sustancia y la extensión. La extensión es una propiedad de la materia, y hay sustancias que no tienen materia, sustancias espirituales. Extensión y sustancia no se implican mutuamente corno pensó Descartes: y así en la Hostia está la sustancia del Cuerpo de Cristo sin su extensión (8); y está la extensión del pan sin la sustancia del pan, cosa que podernos concebir, aunque nunca imaginar.

A pesar de ser la Multiplicación el más grande de los milagros de Cristo (o el más ruidoso, porque el más grande fue su Resurrección), es un milagro modesto,._somo todos sus milagros. Les dio de comer un día a todos esos hombres, mujeres y niños, pero eso no resolvió ninguno de sus problemas: al día si uiente tendrían hambre de nuevo . er a es que Cristo también dio la salud, curó ciegos y resucitó muertos. Pero ¿cuántos? Curó un ciego entre 100 ciegos, dio la vida a un muerto entre 100.000 muertos. O sea, los milagros de Cristo no eran para esta vida, sino para la otra. Cristo no vino a cambiar el destino de los hombres: vino a COMPARTIR el destino de los hombres. En la Conquista del Perú por Pizarro, cuenta Don Pedro Calderón que los españoles convencían de la religión a los quichuas diciéndoles: ¿El Sol murió por vosotros?" "No." "¿Y el Sol os pide que muráis por Él?" "Sí." "No hay derecho." (Los Incas hacían al dios Sol sacrificios humanos: había sacerdotisas vírgenes en el Templo del Sol, de las cuales tornaban una de vez en cuando y le cortaban el pescuezo para agradar al Sol; diciéndoles que era una suma felicidad porque con eso quedaban hechas esposas del Sol; lo cual no impedía que las callas se dispararan siempre que podían). Los españoles, pues, decían: "Nuestro Dios nos pide que muramos por Él, pero Él murió primero por nosotros." Y parece que eso convencía a los indios.

Jesucristo vino a participar de los males de los hombres.. remitiendo el remedio total dellos a la otra vida; y para eso eran milagros, para probar había otra vida. Los judíos le decían: "¿Por qué no haces un milagro como Josué, vamos a ver, que hizo pararse al Sol? ¿O como Moisés, que dio de comer a nuestros padres 40 años en el desierto? ¿O corno Elías, que hizo bajar fuego del Cielo?" Si hubiese hecho eso, le hubieran pedido des ués hiciese aparecer toneladas de monedas de oro en a calle. Jesucristo se entristecía o se irritaba; hasta que al fin les dijo: "Esta cría mala y adulterína pide milagros; y no se le dará más milagro que el milagro de fonás Profeta: pues así como Jonás estuvo tres días sepultado en el vientre de un cetáceo, así el Hijo del Hombre será dado a muerte y sepultado, y saldrá de la sepultura al tercer día." (9) Un milagro para la otra vida y para la fe; no para esta vida.

El gran milagro es que Dios haya querido participar de nuestros dolores y hacernos participantes de su misma vida, que Él haya muerto y nosotros ha amos resucitado con Él. Corre una blasfelmia hoy día, inventada por el francés ten a, el cual viendo los muchos dolores desta vida, dijo: "Es una suerte que Dios no exista; porque si existiera, habría que fusilarlo." La respuesta es muy sencilla: "Bien: bajó a la tierra y lo fusilaron. ¿Qué más quieren Uds.?" Estos querrían que Dios suprimiese de golpe y porrazo todo los dolores, curase todos los enfermos y resucitase a todos los muertos ... Paciencia, ya lo hará con el tiempo. Hará eso con todos los que han comido el Pan del Cielo; pero no ciertamente con los gue han proferido gansadas como ésa, que no las dijeron ni los mismo indios quichuas.



Notas

1.- Mateo 15, 32-38. Ver Homilía del Domingo Sexto después de Pentecostés.
2. Juan 6, 22-59.
3. Sobre la contemplación, ver Domingueras Prédicas, Homilías del Domingo Primero después de Epifanía y Domingo de Pasión, y Psicología Humana, 2a Edición, 1997, Excursus XIII (págs. 273-276) y Excursus XVI (págs. 334-336).
4. Cuando el sacerdote consagra el pan y el vino, se produce una conversión de substancia a substancia: del pan, en el cuerpo de Cristo¡ del vino, en su sangre. Así, el Señor está en la Eucaristía al modo de la substancia, que es una realidad total e incapaz de división. Esto explica que el fraccionamiento de la hostia consagrada no produzca la división de Cristo; ni la consagración de nuevas hostias, su multiplicación.
5. La Eucaristía contiene al mismo Cristo que ahora está glorificado en el cielo, pero el Señor se encuentra en el Sacramento del altar bajo un modo diferente: con una presencia sacramental que no podernos concebir porque es milagrosa. Bajo las especies del pan y del vino, Cristo está presente en estado sacramental, no ocupa lugar (no está circunscrito).
6. La Eucaristía contiene a Cristo crucificado y glorificado. El influjo transforrnante de Dios da al cuerpo glorificado la incorrupción, gloria y fortaleza (I Corintios 15, 43).
7. Una creatura espiritual está accidentalmente localizada cuando actúa sobre un cuerpo localizado.
8. El cuerpo humano es inseparable de sus dimensiones, pero como la transubstanciación es una conversión de substancia a substancia, las dimensiones del cuerpo de Cristo están aquí al modo de la sustancia y por tanto no se produce la extensión de las partes con respecto al lugar. El lugar es ocupado por las dimensiones del pan y del vino; el cuerpo del Señor está localizado en el cielo.
9. Mateo 12, 38-40.




Sea todo a la mayor gloria de Dios.


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