domingo, 12 de marzo de 2017

R.P. Leonardo Castellani: La Transfiguración






En aquél tiempo: tomó Jesús a Pedro, Santiago y Juan su hermano, y los llevó aparte, sobre un alto monte. Y se transfiguró delante de ellos: resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he ahí que se les aparecieron Moisés y Elías, que hablaban con Él. Entonces, Pedro habló y dijo a Jesús: “Señor, bueno es que nos quedemos aquí. Si quieres, levantaré aquí tres tiendas, una para Ti, una para Moisés, y otra para Elías”. No había terminado de hablar cuando una nube luminosa vino a cubrirlos, y una voz se hizo oír desde la nube que dijo: “Este es mi Hijo, el Amado, en quien me complazco; escuchadlo a Él”. Y los discípulos, al oírla, se prosternaron, rostro en tierra, poseídos de temor grande. Mas Jesús se aproximó a ellos, los tocó y les dijo: “Levantaos; no tengáis miedo”. Y ellos, alzando los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Y cuando bajaban de la montaña, les mandó Jesús diciendo: “No habléis a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos”. 
Mateo XVII, 1-9




Domingueras Prédicas I
R.P. Leonardo Castellani


Domínica segunda de Cuaresma
La Transfiguración (1966)

La Transfiguración del Señor: es la contraparte de las Tentaciones en el desierto. Allá estaba el Diablo cabe Él; aquí están dos Santos; allá estaba hambriento y humillado, aquí glorificado; allá mostró que era hombre y aquí mostró que era Dios. Allá no toleró una injuria a Dios: "¡Fuera de aquí, Satán!", pero toleró las injurias que el Diablo hizo a Él, como hombre.

Las injurias a Dios, las objeciones contra Dios, no nacen de la duda, como se cree; sino de un ánimo rebelde, del espíritu de desobediencia. Es inútil responder con razones, hay que decir: "¡Fuera de aquí!" -o en todo caso predicar la ética: 'Tú debes creer, tú debes temer a Dios". (El error de Franceschi estuvo en responder con razones a De la Torre; Steffens Soler en cambio le dijo: "¡Fuera de aquí, ignorante!"). Uno me dijo: "¿Por qué Dios castiga desa manera al Chaco y a Formosa; y eso por medio de un elemento tan bueno, tan puro, tan inocente, como es el agua?" Y o guardé silencio. Podía haber razonado: "Los elementos no los maneja Dios directamente sino los ángeles: buenos y MALOS. Y Dios permite al Diablo haga desastres para que luchemos contra el Diablo con la inteligencia: Dios nos manda tribulaciones para hacernos más inteligentes. Por ejemplo, si se hicieran terraplenes altos con plantaciones de ceibos y sauces a lo largo del Paraná y de trecho en trecho grandes lagos artificiales rodeados de parques espléndidos, se evitarían por lo menos la mayoría de las inundaciones. -No se puede hacer. -Los yanquis lo han hecho con el Río Missouri. -Nosotros no somos los yanquis. -Los indios de la Provincia de Buenos Aires lo habían hecho, habían hecho canales con picos de piedras y con canastas. -No hay plata para una obra así. -Si se podara la tercera parte del actual presupuesto argentino, un solo mal resultaría deso -me dijo un economista- y es que los politiqueros no se enriquecerían tanto; ningún otro mal. En dos o tres años se podría hacer el encauce del Paraná; en dos o tres años sin politiqueros.

¿Y eso qué tiene que ver con la Transfiguración de Cristo? Dios ha puesto al hombre en el mundo para que lo transfigure con su inteligencia; y también para que espere en Esperanza su propia gloriosa Transfiguración.

Cristo se transfiguró para dar a los Apóstoles -y a nosotros- un atisbo de la gloria del cielo; por eso no querían ya irse de allí, aunque al principio cayeron al suelo de miedo; lo cual es propio de las "visiones imaginarias", dice Santa Teresa, que "al comenzar causan grandísimo temor, y en seguida se resuelven en paz y gozo". Cristo glorioso le mostró una sola mano suya, y ella cayó al suelo; y después poco a poco se le fue apareciendo hasta mostrarse todo; que si lo hiciera así la primera vez, ella no lo hubiera aguantado. Dice que uno pasaría toda la vida (como querían los tres Apóstoles) contemplando esa mano: que es cosa de morir de gozo.

Nosotros no podemos imaginarnos el cielo; por eso a algunos místicos Dios les dio en visiones un atisbo del cielo, para provecho nuestro. Las visiones pueden ser corporales o imaginarias (que no quiere decir falsas) o intelectuales. Esta fue visión imaginaria; y la mayoría de las visiones lo son. Los santos que han tenido visiones intelectuales (la Séptima Morada de Santa Teresa, la Muerte Mística de Santa Catalina) se pueden contar con los dedos y sobran dedos; quiero decir, aquellos de quienes nos consta. Las visiones intelectuales no hacen daño al cuerpo, ni son perceptibles de afuera, ni las puede imitar el Diablo; pues son causadas directamente por Dios, el cual está dentro y no fuera de nuestra natura; los ángeles, que están fuera de nuestra natura y le son superiores, producen las visiones imaginarias; y ellas, aunque hacen feliz mientras duran, conmueven al cuerpo y lo gastan, como se chamusca y arruga una hoja de árbol cerca de un gran fuego.

A todas esas niñas videntes de Lourdes, La Salette y Fátima la Virgen les avisa que van a sufrir mucho en esta vida. "No te haré dichosa en esta vida sino en la otra", dijo a Santa Bernardita. En efecto, todas ellas vivieron enfermas y murieron pronto; es el roce de un espíritu puro con el alma humana. Pero fueron felices de haber tenido esas visiones, e incluso fueron felices de sufrir por Dios. No fueron dichosas; pero fueron felices.

Las grandes obras de arte nos dan el llamado deleite estético que puede llegar a una especie de éxtasis; entonces nos da un atisbo o una nostalgia de la otra vida, nos dice Baudelaire, el más grande poeta francés. Pero poco deso hay aquí, porque la educación pública que nos dan no cría en nosotros la facultad de percibir la belleza artística, al contrario más bien, la destruye; y por eso somos el país del tango. Días pasados oí "Juana de Arco en la Hoguera" de Honegger; es el único artista que conozco que

se propuso directamente dar un atisbo del cielo; y creo lo consiguió. Es un embeleso percibir ese diluvio de dulcísimas notas (por supuesto, hay que saber también el argumento) que uno no sabe ni cómo ha podido ser hecho. Pero ¿estarías tú oyendo a Honegger toda tu vida? ¿Estarías tan siquiera un día? No, a los tres cuartos de hora sobreviene el aburrimiento. Ni siquiera es capaz de vencer un buen dolor de muelas; ni esta partitura ni todas las partituras del mundo juntas.

El cielo de las almas separadas -o sea la visión unitiva con Dios (que corresponde a la visión intelectual de los místicos) no la podemos imaginar ni comprender; y comprendemos bien al chico que le dijo a la madre: "Mami, y si en el cielo nos portamos bien toda la semana, los Domingos ¿podremos ir al infierno a divertirnos un rato?" Eso de que "seremos como Dios cuando lo veamos como Él es" no nos dice nada.

Lo que nos dice algo es la Resurrección de la Carne -transfigurada; que resucitará con dotes angélicas: impasibilidad, ligereza, sutileza y resplandor- como el cuerpo resucitado de Cristo. O sea, el cuerpo no podrá ya sufrir, impasible: "borraré de sus ojos toda lágrima y no habrá más dolor ni gemido" (eso es para mí); podrá trasladarse de aquí para allá con más velocidad que un avión supersónico (esto para los turistas); podrá entrar en un aposento cerrado con las puertas trancadas, como Cristo entró en el Cenáculo el día de la Resurrección (esto para los visiteros y curiosos); y el "resplandor", o sea la hermosura corporal (esto principalmente para las mujeres), que será mayor deleite que cualquier espectáculo artístico (esto para los cinemáfilos) pues si una sola mano de un cuerpo glorioso abismó en gozo a Santa Teresa, y ella no tiene palabras para describirlo ...

Pero esto es un cuento de hadas. Sí; y la Transfiguración de Cristo es también un cuento de hadas; un cuento de hadas que es de fe que sucedió; como es de fe que el nuestro, por gracia de Dios, sucederá. Un gran estadista inglés, Lord Gladstone, dijo que aquel que no puede escribir un cuento de hadas, no es hombre completo; o por lo menos, creer un cuento de hadas. Hay cuentos de hadas que se pueden y se DEBEN creer.





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