martes, 18 de julio de 2017

Liturgia: La Misa Tradicional vs la misa "Nueva"






LA MISA TRADICIONAL LATINA
R.P. Anthony cekada

Una palabra de bienvenida

Si Ud. ha recogido este folletín, probablemente tenga algunas preguntas acerca de la misa tradicional y la razón por la que ciertos católicos asisten a ella. Quizás Ud. sólo acudió a la misa tradicional por primera vez. Quizás Ud. habló de la situación imperante en la iglesia con un amigo católico que asiste a la “misa latina”. O quizás Ud. simplemente entró a una iglesia donde se celebra la misa tradicional.

Para los recién llegados a la misa tradicional, su lenguaje —el latín— es su característica más notable. También quedan impresionados por la belleza de las ceremonias, y por el modo como los ritos evocan imágenes de épocas pasadas.


Más allá de la nostalgia

Pero las ceremonias latinas hermosas y la nostalgia por “los tiempos de antaño” no son las razones principales por las que hemos retenido la misa tradicional. Nuestro propósito, más bien, es preservar la integridad de la doctrina católica y ofrecerle a Dios un culto puro y reverente. La misa tradicional latina logra este fin —creemos— y la misa moderna o “nueva” no.

Esperamos que por lo que Ud. lea aquí, llegue a comprender más acerca de los católicos que asisten a la misa tradicional latina. Y rezamos para que, por la gracia de Dios y la intercesión de la Santísima Virgen María, Ud. se convierta en uno de ellos, y “esté firme y mantenga las tradiciones que ha aprendido…” (2 Tes 2, 14)


Dos imágenes contrastantes

Una imagen vale mil palabras. Pregúntese cuál de las dos fotos acompañantes represente mejor el significado real de la misa católica.

Si Ud. está de acuerdo en que la segunda imagen representa mejor el significado del misa, Ud. tiene mucho en común con los católicos “tradicionales”. Las imágenes muestran los cambios radicales que han tenido lugar desde los primeros años de la década de 1960. Una imagen muestra la misa como una “celebración” centrada en el hombre. La otra la muestra como un acto de adoración dirigido hacia Dios.

Hay muchas otras diferencias entre la misa moderna y la misa tradicional que son fácilmente aparentes aún para el observador más casual.


Una misa moderna típica

En una diócesis moderna típica, en domingo el servicio entero se lleva a cabo en español. El sacerdote se sienta o se para enfrentando a la gente todo el tiempo, y a menudo les hace comentarios espontáneos durante el servicio. Los laicos que están en el santuario suman comentarios o proclaman las lecturas de la Sagrada Escritura. Parte del servicio se lleva a cabo en una mesa. El sagrario nunca está en la mesa, sino a espaldas del sacerdote o completamente apartado en un rincón. La señal de la paz sirve de ocasión para apretones de manos, emotividad o socialización. El sacerdote da la comunión en la mano a la mayor parte de las personas, y es ayudado por laicos y laicas. El sacerdote hace pocas genuflexiones, si es que hace alguna.

Es raro que dos celebraciones de la misa nueva se parezcan exactamente. Se diferencian de sacerdote a sacerdote y de diócesis a diócesis. En muchos lugares se han incorporado a la misa cosas extrañas: hay “misas de payasos”, “misas de títeres”, “misas de globos”, y misas que presentan películas, proyecciones de diapositivas, obras teatrales satíricas, y música pop.


La misa tradicional

Contraste esto con la misa tradicional latina. Se celebra en el lenguaje antiguo y venerable de la Iglesia Católica. El sacerdote da la cara a Nuestro Señor en el sagrario todo el tiempo. Él no hace comentarios espontáneos por sí mismo, mas recita exactamente las mismas oraciones que los sacerdotes han usado por siglos. Sólo el sacerdote toca la Hostia Sagrada con sus manos. La gente se arrodilla para la sagrada comunión delante de su Señor y Salvador, y lo recibe solamente en la lengua. No hay apretón de manos ni socialización delante del Santísimo Sacramento. La gente sigue la misa silenciosa y respetuosamente con misales que traducen las palabras del sacerdote. Los gestos del sacerdote son reverentes y refrenados, e incluyen numerosas genuflexiones por reverencia para con el Santísimo Sacramento.

Los textos y ritos de la misa tradicional latina son los mismos en todas partes y no varían de sacerdote a sacerdote o de iglesia a iglesia. Todo está gobernado por reglas uniformes y muy específicas.


La liturgia expresa doctrina

Hasta el observador casual concluiría que la misa moderna y la misa tradicional parecen enviar “señales” radicalmente diferentes acerca de lo que la misa es, lo que hace, y lo que creen los presentes. El nuevo rito deja la impresión de que la misa es una comida común o un servicio instructivo; el viejo rito, la de que es una acción primordialmente dirigida a adorar a un Dios todo santo.

Esto nos trae a un principio que es clave para entender por qué algunos católicos adhieren a la misa tradicional: la liturgia por naturaleza expresa doctrina. El papa Pío XII habló de esto en su encíclica sobre la liturgia:

“El culto que ésta [la Iglesia] rinde a Dios es una continua profesión de Fe católica …. En la Sagrada Liturgia hacemos explícita profesión de fe”.

La liturgia no sólo expresa doctrina común; también influye en lo que las personas creen. Por ejemplo, las oraciones y los gestos rituales que expresan la adoración de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, refuerzan y reafirman nuestra fe común en esa doctrina. Quitados del culto público los rezos y gestos que se refieren a una verdad particular como ésta, se puede estar bastante seguro de que con el tiempo los creyentes dejarán de creer en ella.


La misa y doctrina tradicionales

Porque la liturgia a la vez expresa doctrina e influye en lo que las personas creen, la Iglesia a lo largo de los siglos ha protegido cuidadosamente el texto del misal, para asegurar que él reflejase exactamente  sus creencias y excluyese cualquier cosa que los comprometiese.

La Iglesia Católica siempre se refirió a la misa  ante todo como a un “sacrificio”. Es enseñanza infalible que Cristo dejó un sacrificio visible a Su Iglesia “en el que se hiciera presente aquel sacrificio cruento otrora ofrecido en la Cruz”. (Concilio de Trento)

La doctrina de que la misa es primordialmente un sacrificio ofrecido a Dios está estupenda y precisamente expresada en la misa tradicional latina. Así también lo están las enseñanzas católicas sobre incontables otros puntos, como la presencia real, la naturaleza del sacerdocio, el purgatorio, la identidad de la Iglesia verdadera de Cristo, y la intercesión de los santos.


Haciendo de los católicos protestantes

Los protestantes también entendieron cuán claramente la misa expresaba la doctrina de la Iglesia. Cuando quisieron esparcir sus enseñanzas nuevas y falsas, cambiaron la liturgia. En el siglo XVI Lutero convirtió a los católicos en protestantes haciendo que los católicos rindieran culto a Dios como protestantes. En una biografía de Lutero leemos: Después vino la reforma de la liturgia, que tocó al hombre promedio más íntimamente porque alteró sus devociones diarias. Él estaba siendo invitado a beber el vino [sic] en el Sacramento, a tomar los elementos en sus propias manos, a comulgar sin confesión previa, a oír las palabras de la institución [consagración] en su propia lengua y a participar extensamente en el canto sagrado. Lutero colocó las bases teóricas para los cambios más significativos. Su principio era que la misa no es un sacrificio.

(Roland Bainton, Here I Stand, Mentor ed., p. 156)

Los cambios litúrgicos se convirtieron así en un medio para subvertir la fe católica y propagar una revolución doctrinaria. A primera vista las prácticas litúrgicas que Lutero introdujo en el siglo XVI para destruir la creencia de que la misa es un sacrificio, se parecen en grado notable a los cambios hechos en la misa desde los primeros años de la década de 1960. ¿Cómo se explica esto? Y dado que el culto y la creencia van de la mano, ¿qué principios o creencias estaban detrás de los cambios hechos en el culto en la década de 1960? Para contestar estas preguntas, tenemos que hablar del Concilio Vaticano Segundo.


El Vaticano II y sus reformas

El Concilio Vaticano Segundo (11 de octubre de 1962 a 8 de diciembre de 1965) fue convocado por el papa Juan XXIII. Él dijo que quería “abrir las ventanas” de la Iglesia al mundo moderno. Dijo que esperaba “actualizar” la Iglesia, hacerla más pertinente a los tiempos presentes y así atraer a más personas a ella. Convocó a los obispos católicos a fin de que pudieran discutir cambios radicales en el culto, la disciplina y la doctrina católicos. Después de la muerte de Juan XXIII, el trabajo de este concilio continuó bajo Pablo VI y dio como resultado muchos cambios radicales. Los católicos pronto se hallaron enfrentados a “reformas” aplicadas a cada fase de su vida religiosa. Millones de palabras se han escrito acerca de estas “reformas”. A los católicos les reiteraron que “los elementos esenciales de la fe no han variado” y que el Vaticano II ocasionó una verdadera “renovación” en la Iglesia.


Los frutos del Vaticano II

Sin embargo, Nuestro Señor dijo que podemos evaluar un árbol por sus frutos —que un árbol bueno da frutos buenos y malos un árbol malo.

¿Cuáles han sido los frutos de Vaticano II? Decenas de miles de sacerdotes y monjas abandonaron su vocación sagrada, las vocaciones sacerdotales se truncaron (en EE.UU. de 1965 a 2002 las ordenaciones disminuyeron en el 72% y el número de seminaristas en el 90%), los conventos se vaciaron (en el mismo período el número de monjas educadoras disminuyó en el 93%), la asistencia a misa descendió dramáticamente (del 74% de los católicos estadounidenses en 1958 al 17% en 2002), y las doctrinas y las enseñanzas morales de la Iglesia son negadas abiertamente o ignoradas meticulosamente por el clero y laicado por igual (en 1997 el 85% de los católicos estadounidenses negaban que la anticoncepción artificial fuera moralmente mala; en 2000 el 65% creían que los católicos se pueden divorciar y volver a casar).

Obviamente, estos frutos son malos. Esto lleva en línea recta a la conclusión de que también fue malo el árbol que los produjo —el Vaticano II—


Los principios detrás del Vaticano II

La “renovación” del Vaticano II produjo semejantes efectos desastrosos porque se fundamentaba en dos principios peligrosos: el ecumenismo y el modernismo.

1. Ecumenismo. El ecumenismo trata de fusionar el catolicismo con religiones acatólicas. Así, pues, hay que eliminar, minimizar o volver ambiguas las doctrinas o las prácticas rituales que los protestantes u otros acatólicos hallan objetables.

2. Modernismo. El modernismo enseña que la verdad cambia de época en época, y que por consiguiente la Iglesia debe cambiar también, para ser “pertinente” al mundo secular moderno. El clero modernista recortó el culto, la doctrina y la moral católicos tradicionales filtrándolos a través de la filosofía relativista moderna y los diversos “dogmas” y “valores” seculares. Los modernistas despojan la fe de las enseñanzas y prácticas que el mundo moderno juzga intransigentes, exclusivistas, difíciles, ignorantes, fanáticas o bochornosas. Como consecuencia desaparece la noción de verdad religiosa objetiva, la religión se reduce a poco más que emociones y símbolos, y los principios de moralidad (si es que los hay) se vuelven borrosos.

Fue el programa de ecumenismo y modernismo del Vaticano II lo que llevó a la creación de la misa nueva.


La creación de la misa nueva

Como quiera que los conceptos y prácticas despreciados por los acatólicos y por la sociedad moderna secular abundaban en la misa tradicional, los innovadores de la iglesia posconciliar decidieron echar por la borda el viejo rito y crear una misa nueva para reemplazarlo. Estaría diseñada para complacer a dos cuerpos de electores:

  • Para satisfacer a los protestantes, el nuevo rito necesitó eliminar o minimizar la enseñanza católica de que la misa es un sacrificio propiciatorio (que satisface por el pecado), ofrecido por un sacerdote ordenado, en el cual Cristo se hace presente bajo las apariencias de pan y vino a través de la transubstanciación.
  • Para aplacar al hombre moderno, necesitó abolir o aguar ideas como el infierno, la penitencia, el castigo del pecado, los milagros, el alma, y la separación del mundo. El trabajo de formular un tal rito fue confiado a una comisión vaticana llamada “Consilium”.


Entre los participantes había seis protestantes: Ronald Jasper, Massey Shepherd, Raymond George, Friedrich Kinneth, Eugenio Brand y Max Thurian, que representaban a los anglicanos, al Consejo Mundial de Iglesias, a los luteranos y a la comunidad ecuménica de Taizé. Sobre su papel dijo el obispo (futuro cardenal) William Baum:

“Ellos no [estuvieron] simplemente allí como observadores, sino también como asesores, y participaron plenamente en las discusiones sobre la renovación litúrgica católica. No significaría gran cosa si sólo hubieran escuchado: también contribuyeron”. (Detroit News, 27 de junio de 1967.)

El resultado final fue la promulgación de la misa nueva en abril de 1969.


Un documento revelador

En la Instrucción General de 1969 que originalmente introdujo el texto oficial de la misa nueva, sus escritores presentaron los principios doctrinarios que había detrás del rito que crearon. Es un documento muy revelador. He aquí algunos puntos principales:


Definición de misa.

La Instrucción General se refiere a la misa como “la Cena del Señor” —término favorecido por los protestantes— y la define como “La sagrada asamblea o congregación del pueblo de Dios reunido, con un sacerdote que preside, para celebrar el memorial del Señor”. Lutero mismo pudo haber escrito esta definición.

El padre Luca Brandolini, quien participó en la creación de la misa nueva, dijo del pasaje: “La define [a la misa nueva] exactamente, comenzando con la asamblea”.

Comida comunitaria. La Instrucción presenta la misa primordialmente como comida comunitaria o conmemoración, en vez de sacrificio.

Presencia de Cristo. La Instrucción no hizo mención alguna de la Presencia Real de Cristo y de la transubstanciación. En lugar de eso, enseña que Cristo está presente en la asamblea, en las lecturas de la Sagrada Escritura, y en el sacerdote, y que se hace presente la “Última Cena”.

Papel del sacerdote. La feligresía “ofrece” la misa, y el sacerdote meramente “preside”. Su papel es ser ahora “el presidente de la asamblea”.

Consagración. Lo que en el viejo rito se llamaba consagración es llamado en el nuevo rito “Narrativa de la Institución”. Este término lo usan los protestantes para significar que la Eucaristía, en lugar de ser un sacrificio, es meramente un acto de “volver a contar la historia” de la Última Cena. Pero cuando un sacerdote recita las palabras de la consagración como mera narrativa, se considera que su intención es defectuosa y su misa inválida —o sea, Cristo no se hace verdaderamente presente y el sacrificio no ocurre.

Cuando los católicos fieles dieron la alarma ante el modo como el nuevo rito promovía estas ideas peligrosas, los creadores de la misa nueva intentaron cubrir sus huellas. En 1970 emitieron una segunda edición de la Instrucción General, que retenía gran parte del lenguaje objetable pero también introducía algunos términos tradicionales. El Vaticano también revisó este documento en 1975 y otra vez en 2001. Los conservadores aclamaron cada nueva versión como un “regreso a la reverencia” o un “martillazo de Roma”, pero las revisiones no fueron más efectivas que una curita en un cáncer, toda vez que permaneció inalterado lo esencial del rito mismo de 1969 —ecumenista y modernista.

Este nuevo rito es el que ahora se usa en las iglesias de todo el mundo.


Un rito ecumenista y modernista

A quien coteje las oraciones y ceremonias de la misa tradicional latina con las de la misa nueva, le es fácil ver cómo fueron puestos en práctica los principios antedichos, y cuánto de la doctrina tradicional de la iglesia fue suprimido para aplacar a los protestantes y al hombre moderno.


He aquí algunos ejemplos:

1. Rito penitencial común. Al comienzo de la misa tradicional el sacerdote recita oraciones personales de reparación a Dios llamadas “Oraciones al pie del altar”. La misa nueva, en cambio, comienza con un “rito penitencial” que el sacerdote y el pueblo recitan juntos. ¿Quiénes fueron los primeros en introducir un rito penitencial común? Los protestantes del siglo XVI, que quisieron promover su enseñanza de que un sacerdote no difiere de un laico.

2. El ofertorio. Las oraciones del ofertorio de la misa tradicional contienen alusiones específicas a varias enseñanzas católicas: que la misa es ofrecida a Dios para satisfacer por el pecado, que los santos deben ser honrados, etc. Los protestantes desecharon estas enseñanzas y abolieron las oraciones del ofertorio. Decía Lutero: “¡Esa abominación llamada ofertorio, punto desde el cual casi todo hiede a oblación!”

En la misa nueva el ofertorio ha desaparecido —ha sido reemplazado por una ceremonia llamada “Preparación de los dones”. También han sido eliminadas las oraciones ofensivas a los protestantes. En su lugar está la oración imprecisa “Bendito eres tú, Señor Dios del universo”, basada en una oración judía antes de las comidas.

3. La oración eucarística. La misa tradicional tiene sólo una “oración eucarística”: el canon romano. Esta oración antigua y venerable fue un blanco favorito de las diatribas protestantes. En lugar de un solo canon, la misa nueva tiene once oraciones eucarísticas —todas recién compuestas menos la primera, incluyendo tres para niños escritas en jerga teológica infantil. Todas las oraciones eucarísticas ahora incorporan algunas prácticas protestantes típicas: son recitadas en voz alta en lugar de silenciosamente y tienen a una “narrativa de la institución” en lugar de una consagración. Las señales diversas de respeto hacia nuestro Señor presente en el Santísimo Sacramento (genuflexiones, señales de la cruz, campanadas, incienso, etc.) han sido reducidas, hechas optativas o eliminadas.

4. Comunión en la mano. El protestante del siglo XVI Martín Bucer condenó la práctica de la Iglesia de colocar la hostia en la lengua del comulgante como: “algo introducido por una superstición doble; primero, el honor falso que desean mostrar por este sacramento, y en segundo lugar, la arrogancia taimada de los sacerdotes que se atribuyen mayor santidad que el pueblo de Cristo en virtud del óleo de la consagración”.

Así, pues, la base para la práctica de los protestantes de la comunión en la mano es un rechazo de la presencia real de Cristo y de la noción de un sacerdocio que sacrifique.

Introducir la práctica en la misa nueva —un rito en que Cristo está “presente” en la asamblea y el sacerdote es meramente “presidente”— denota un rechazo similar de doctrinas católicas. Pero los hombres que crearon la misa nueva fueron más allá de los protestantes: un miembro del laicado no sólo tiene permiso de recibir la comunión en la mano, sino también de distribuirla —y bien puede ser una mujer en pantalones cortos o minifalda.

El simbolismo de la comunión en la mano también atrae al hombre contemporáneo. A él le gusta creer ser “autónomo, adulto”, y no subyugado a nadie —nociones completamente opuestas al simbolismo de la práctica tradicional.

5. La veneración de los santos. Las oraciones de la misa tradicional frecuentemente invocan a los santos por su nombre e imploran su intercesión. La veneración de los santos por la iglesia en su culto ha sido otra práctica que los protestantes descartaron como “superstición”. El Orden de la Misa descartó la mayoría de las invocaciones de los santos por su nombre, o las hizo optativas. En el nuevo misal, además, las oraciones de día entre semana para fiestas de santos (la mayor parte de las cuales también son optativas) han sido reescritas para beneficio de los protestantes —han desaparecido las alusiones a nociones como los méritos de los santos, el triunfo de la Fe católica, la Iglesia Católica como la Iglesia verdadera, las maldades de la herejía y la conversión de los acatólicos.

6. Los fieles difuntos. El católico sabe que le toca rezar por el descanso del alma de un difunto. Esta creencia católica se refleja en las Oraciones por los Muertos de la misa tradicional —“Sé clemente, oh Dios, para con el alma de NN”, etc. Los protestantes desechan la enseñanza de que podamos rezar para el alma de un difunto, y los modernistas rechazan las doctrinas tradicionales sobre el purgatorio y el alma.

La misa nueva provee 114 Oraciones por los Muertos. En todas menos dos de ellas se ha omitido la palabra ‘alma’. ¿Un descuido? El Padre Henry Ashworth, quien ayudó a componer la misa nueva, manifestó en 1970 que las omisiones fueron intencionales.

7. Teología “negativa”. El hombre moderno se incomoda con el lado “duro” de la religión católica, y los teólogos posconciliares se han esmerado en desecharlo. Por eso los creadores de la misa nueva suprimieron sistemáticamente de las oraciones de la misa nueva conceptos como el infierno, el juicio divino, la ira de Dios, el castigo por el pecado, la maldad de pecado como la maldad máxima, y la maldad del mundo. (Pregúntese cuándo fue la última vez que Ud. oyera mencionar estas nociones en la misa moderna.)

8. Las palabras de Nuestro Señor. Cuando Nuestro Señor instituyó la Eucaristía en la Última Cena, dijo que su Sangre sería derramada “por vosotros y por muchos”. Esto es exactamente lo que dicen en latín las palabras de la consagración en la misa tradicional.

Empero, en las traducciones aprobadas por el Vaticano de la misa nueva para las principales lenguas occidentales, la palabra ‘muchos’ desapareció por casi cuarenta años. En inglés, alemán, italiano, portugués y español, por ejemplo, fue reemplazada por “todos” —una traducción de las palabras de la consagración que nunca antes había aparecido en ningún rito eucarístico en la historia de Cristiandad.

La justificación teórica dada para el cambio resultan haber sido los escritos de Joachim Jeremías —un modernista y protestante alemán. El objetivo real de la traducción fraudulenta, sin embargo, fue el de pintar a Nuestro Salvador como el primer ecumenista que salvará “a todos”, crean lo que creyeren.

En 2006 El Vaticano ordenó a las conferencias episcopales nacionales restituir la frase “por muchos”. Pero sigue siendo la misma la naturaleza modernista y ecumenista del rito entero que lo rodea.


Irreverencia y sacrilegio

Además de promover doctrina falsa, la misa nueva es un sacrilegio. Un sacrilegio es un acto o una omisión que rebaja el carácter sagrado de algo santo. Considere cómo insultan y humillan el carácter sagrado de la Eucaristía las prácticas de la misa nueva. Han sido falsificadas las propias palabras de Cristo para la consagración de la Preciosísima Sangre. Está oficialmente aprobada la comunión en la mano, por la cual se colocan hostias en manos no consagradas. Hombres y mujeres no ordenados distribuyen la comunión. Se usan panes de comunión que se desmenuzan, y caen partículas al piso. La gente echa informalmente la hostia en su boca como si fuera un canapé. Cuando caen hostias, nadie se molesta en purificar el piso de partículas. Se da una sesión de apretón de manos cuando las personas deberían estar preparándose recogidamente para la comunión. Los sacerdotes ya no purifican sus dedos después de manipular la hostia. El arrodillarse para la comunión está abolido casi en todas partes. Todo el mundo ahora va a la comunión, pero casi nadie ahora se confiesa.

Además está la atmósfera general de irreverencia de la mayoría de iglesias donde se celebra la misa nueva, todo lo cual transmite la idea de que lo que está ocurriendo en realidad no es particularmente santo o sagrado. Las personas mantienen conversaciones en la iglesia antes y después de la misa. La forma de hablar del sacerdote es intencionalmente popular e informal. A veces el sacerdote se comporta como un comicastro que tiene el papel principal de una representación aficionada. El laicado se viste informalmente, como lo harían para ir de compras o de recreación, o incluso inmodestamente con ropa apretada o reveladora. La música, a menudo acompañada por guitarras, piano y percusión, tiene un tono secular o popular. Por dentro las iglesias están despojadas de estatuas y símbolos sagrados, y se quedan dando un aspecto no más “sagrado” que una terminal aeroportuaria.

Todo esto transmite una idea: la misa y la presencia real de Cristo “no son gran cosa”. Como tal, la misa nueva degrada el acto más sacrosanto que existe en esta tierra —la renovación incruenta del sacrificio de la Cruz— e insulta el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Aquel que ganó nuestra redención.

La misa nueva es por consiguiente gravemente sacrílega. El hecho de que incontables católicos de buena voluntad hayan sido inducidos a aceptarla sin cuestionamientos, da testimonio de la ingeniosidad diabólica de sus creadores, que emprendieron una revolución doctrinal bajo una bandera falsa de obediencia.


Las frutos: la pérdida de la fe

La liturgia por su naturaleza, como hemos notado, afecta las creencias de los que participan de ella. Las frutos de la misa nueva, entonces, no deberían sorprender. Los católicos han dejado de creer en el artículo de fe central de la enseñanza católica sobre la misa —que el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo por la transubstanciación.

En una encuesta del New York Times y la CBS News (abril de 1994) se preguntó a católicos estadounidenses si en misa el pan y el vino:

(a) “se cambiaban en el Cuerpo y la Sangre de Cristo” (la doctrina tradicional), o

(b) “eran recordatorios simbólicos de Cristo” —la posición protestante clásica.

En el grupo de edades de 18 a 44 años, el 70% de los católicos dijeron que el pan y el vino eran sólo recordatorios simbólicos de Cristo. En el grupo de 45 a 64 años, el 58% también dijo “recordatorios simbólicos”, mientras que sólo el 38% optó por la doctrina tradicional. Aún en el grupo de 65 años para arriba, el 45% tomó la opción de “recordatorios simbólicos”, y una mayoría levísima (51%) optó por la doctrina tradicional.

En épocas pasadas, mártires católicos eligieron morir en vez de decir que la presencia de Cristo en la Eucaristía no fuera nada más que un recordatorio simbólico. Ahora las creencias del católico común acerca de la Eucaristía son indistinguibles de las de un luterano, un presbiteriano o un metodista.

La causa principal de esta corrupción de las creencias del asistente a la iglesia en la Eucaristía es la misa nueva. Él ha estado expuesto a sus errores doctrinales y prácticas sacrílegas cada semana por decenios. Él ha recibido el mensaje de la misa nueva —y ha perdido la fe.


Consecuencias prácticas

A la luz de lo antedicho, debería ser fácil de comprender por qué ciertos católicos no quieren tener absolutamente nada que ver con la misa nueva y quieren asistir exclusivamente a la misa tradicional latina.

La misa tradicional es fiel a las doctrinas que la Iglesia constantemente ha mantenido y proclamado —mientras que la misa nueva aguachenta u oblitera estas doctrinas para complacer a los acatólicos. La misa tradicional trata el Santísimo Sacramento con la máxima reverencia posible —mientras que la misa nueva trata a la hostia como pan común. La misa tradicional es católica y está arraigada en la tradición apostólica —mientras que la misa nueva es protestante, es modernista y corrompe la fe.

La actitud práctica que el católico debe tomar con respecto a la misa nueva puede resumirse en dos palabras: mantenerse alejado.

Si esto suena sorprendente o radical, cabe considerar esto: el propósito primario de la misa es honrar y adorar a Dios. Un rito que compromete las doctrinas de su Iglesia, hace pasar engaños como verdades, falsifica las palabras de su Hijo, maltrata el Cuerpo de su Hijo, corrompe la fe y está imbuido con protestantismo y modernismo, no puede honrar a Dios. Todo lo que puede hacer es deshonrarlo.

Obviamente ningún católico quiere deshonrar a Dios. Por esta razón, los católicos que desechan los errores de la misa nueva y del Vaticano II prefieren no ir a la iglesia en absoluto el domingo si no les está disponible ninguna misa tradicional. En vez de ofender a Dios participando en un servicio que lo deshonra, ellos (como los católicos de la Inglaterra del siglo XVI cuando fueron introducidos los cambios litúrgicos protestantes) prefieren quedarse en casa, leer sus misales y unirse espiritualmente con las misas verdaderas que en ese momento están diciéndose en todo el mundo.


Las misas tradicionales “aprobadas”

De 1969 en adelante, los católicos que desecharon los errores del Vaticano II y la misa nueva han estado manteniendo viva la misa tradicional. Desde 1988, sin embargo, la jerarquía modernista ha estado intentando convencer a estos católicos para la causa de la religión del Vaticano II permitiendo misas tradicionales “aprobadas” (popularmente llamadas “misas del “indulto”) y autorizando a organizaciones como la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro (FSSP) a celebrar estas misas.

A causa de las misas del indulto y de grupos como la FSSP, más católicos han presenciado la misa tradicional, muchos quizá por primera vez en sus vidas. Esto ciertamente tiene un lado positivo.

Pero este fenómeno también presenta problemas serios. En una misa del indulto, en la comunión pueden ser distribuidas desde el sagrario hostias dudosamente consagradas antes en una misa nueva. El sacerdote de la FSSP o de la diócesis local que celebra la misa del indulto suele estar dudosamente ordenado —porque ya sea él o el obispo que lo ordenó recibió órdenes sacerdotales según los dudosos ritos vaticanos posconciliares. Las hostias consagradas en una misa del indulto pueden ser colocadas en el sagrario y más tarde distribuidas sacrílegamente en la mano en una celebración de misa nueva.

Las misas del indulto y los grupos como la FSSP neutralizan y comprometen la resistencia al Vaticano II y a la misa nueva. Es precisamente por esto que reciben aprobación oficial. El conjunto de directrices vaticanas emitidas en 1991 requiere a los sacerdotes que celebran misas del indulto que prediquen y enseñen la adherencia a los cambios del Vaticano II, así como también que enfaticen “su reconocimiento del valor doctrinal y jurídico de la liturgia revisada después del Concilio Vaticano Segundo”. Un documento vaticano de 1999  exhorta a los sacerdotes de la FSSP a concelebrar la misa nueva con obispos diocesanos “para facilitar esta comunión eclesial”.

Así las cosas, el indulto y los sacerdotes de la FSSP son por definición hombres vendidos. La aprobación de la jerarquía modernista compra su silencio acerca de los errores del Vaticano II y la maldad de la misa nueva, y ellos se convierten (quizá inadvertidamente) en una mera ala de derecha ritualista en la superiglesia ecumenista de un solo mundo. Esto sirve bien a los propósitos de los modernistas. La resistencia a la misa nueva y el apego a la misa tradicional pueden entonces ser representados como pura nostalgia, estética, tendencia a lo antiguo, preferencia o sentimientos cálidos, como se evidencia de una entrevista de 2004  con el cardenal Castrillón Hoyos, cabeza de la comisión vaticana que regula las misas del indulto. Estas misas —dijo— son parte de “una gran variedad de dones” de la iglesia, en los que la misa tradicional y la misa nueva “proclaman la misma fe católica, con énfasis y expresiones diferentes que son ambos legítimos, en pleno y recíproco respeto fraternal”.

En consecuencia, junto con la misa nueva, las liturgias de chiquillos, las monaguillas y la comunión en la mano, la “misa latina” termina siendo meramente una opción más de la mesa del bufet posconciliar, donde se supone que todos los platos sean tratados como igualmente buenos, y donde la elección personal es una mera cuestión de gusto.


Cumplimiento de la obligación dominical

El clero moderno a veces pretende que la asistencia a una misa tradicional latina en una iglesia no aprobada por la diócesis, no cumple con la obligación dominical o es pecado.

En tal declaración está implícita la noción de que un católico en cierta manera tiene la obligación de ir a la misa nueva. Esto es un error garrafal. La primera obligación del católico es honrar a Dios y salvar su alma. Nadie puede obligarlo legítimamente a acudir a una misa que deshonra a Dios por su irreverencia y pone en peligro la salvación de las almas por subvertir la fe católica.

Con respecto al pecado, quienquiera que haya ido a la misa nueva por un tiempo ha caído en la cuenta de que el clero moderno simplemente se las ha arreglado para deshacerse de la idea del pecado. Si ir a la misa tradicional es pecado, probablemente sea el único en que todavía crea el clero posconciliar.

Irónicamente, los pronunciamientos del clero moderno sobre la obligación dominical están contradichos por su propio Código de Derecho Canónico liberalizado. El código de 1983 dice que la obligación dominical “está satisfecha por la asistencia a una misa que se celebre en cualquier parte en un rito católico” (Canon 1248.1). Obviamente a nadie le costaría mucho calificar como rito católico una misa que la Iglesia celebró por siglos.

Nuestra situación de hoy es semejante a la de los católicos de la Inglaterra del siglo XVI. En aquellos tiempos casi todos los obispos y sacerdotes habían adoptado doctrinas nuevas —protestantismo— e intentaron imponer a los fieles una misa nueva cismática. Los católicos ignoraron las leyes y pronunciamientos de los innovadores que les ordenaran cumplir con su obligación dominical en lo que de hecho era un servicio acatólico. En cambio, los buenos católicos buscaron sacerdotes fieles que les proveyeran de una misa católica verdadera y de doctrina católica sólida.

Así ocurre también en nuestros propios días. Nuestras iglesias y catedrales están ocupadas por un clero que promueve una doctrina falsa y una forma acatólica de culto. Como los católicos de la Inglaterra  del siglo XVI, no tienen obligación de seguir las órdenes de un clero que ha desertado públicamente de la fe. Sin embargo, como quiera que bajo la ley divina tenemos el derecho y la obligación a la doctrina sólida y el culto puro, podemos y debemos buscar sacerdotes católicos fieles que nos provean de lo que necesitamos para salvar nuestras almas.


Una invitación

Desde el Vaticano II se han agrupado católicos de todo este país para preservar los sacramentos y la misa tradicional. En ciertas áreas los católicos tradicionales han adquirido y provisto iglesias espléndidas para darle una casa a su Dueño y Señor. En otras áreas se ofrece el Santo Sacrificio de la Misa en cuartos alquilados, tal como la primera misa —la Última Cena— fue ofrecida en un cuarto alquilado. En uno u otro caso es la misa lo que importa, y se trata de la misa sobre la cual —como dijo san Leonardo—el sol sale y se pone.

Si lo que hemos dicho aquí lo ha llenado del deseo de acudir a la misa tradicional latina, lo invitamos a unirse a nosotros la próxima vez que se celebre misa.

Es forzoso que lo dicho aquí no pase de una exposición breve de la posición de los católicos “que están firmes y mantienen las tradiciones”. Por esta razón, lo invitamos a investigar más el tema mediante la lectura y el estudio. Hay una gran cantidad de publicaciones y libros tradicionales que ofrecen una explicación y una defensa de nuestra posición.

Finalmente, lo invitamos a rezar y a buscar la intercesión de la Santísima Virgen María y los santos. Que a usted se le conceda la gracia de ser fiel a la única Fe verdadera hasta la muerte.


Otros artículos del R.P. Anthony Cekada 




Suplemento

Comparación de misa tradicional y moderna


La misa tradicional latina

Atmósfera de culto reverente: Atmósfera pacífica, de otro mundo. Énfasis “la elevación del corazón y la mente a Dios” por parte del individuo. Los feligreses dirigen la atención a Dios, no uno a otro.

Reverencia profunda para con la presencia real: Dieciséis genuflexiones. Sólo las manos del sacerdote tocan la hostia consagrada. La comunión es dada sólo en la lengua.

Fidelidad a la doctrina católica: En el curso de un año presenta todas las facetas de la doctrina católica.

Antigüedad: El grueso de las oraciones dominicales y su disposición se retrotrae por lo menos a los siglos IV y V después de Cristo. El canon es esencialmente igual desde San Ambrosio († 397).

Estabilidad: Todo está regulado por leyes precisas para proteger la pureza de culto y doctrina.

El sacerdote es sacrificador: El sacerdote mira hacia el sagrario, la cruz y el altar (simbólicamente hacia Dios). El sacerdote realiza todas las acciones y recita todas las oraciones de la misa.


La misa moderna en la parroquia promedio

Atmósfera de confianza, de aula, de entretenimiento: Constantes cambios de postura, ruido amplificado, atmósfera semejante a la de una reunión pública. Énfasis en la “instrucción”. Socialización en la iglesia antes y después del servicio, y apretón de manos durante el mismo.

Indiferencia o irreverencia para con la presencia real: Sólo tres genuflexiones son requeridas. Laicos y laicas distribuyen la comunión. Comunión dada en la mano, práctica que los protestantes introdujeron para negar Cristo es Presencia Real.

Omisión sistemática de doctrinas católicas: Las nuevas oraciones omiten sistemáticamente  las referencias al infierno, juicio, castigo del pecado, méritos de los santos, única Iglesia verdadera, almas de difuntos y milagros.

Novedad: Viejas oraciones dominicales han sido omitidas o despojadas de doctrinas y cambiadas de lugar en la década de 1960. Sólo queda un 17% de las oraciones viejas. Trozos del canon antiguo son ahora “optativos”. Las palabras de la consagración, las propias palabras de Cristo, “por vosotros y por muchos” están cambiadas. Tres substituyen “cánones” sustitutos fueron inventados e introducidos en la década de 1960, y aun más fueron inventados más tarde.

Cambio constante: Opciones, opciones y más opciones. Sacerdotes individuales y comités litúrgicos parroquiales consiguen escoger, eliminar o inventar que los textos para inculcar lo que piensan que la gente debería creer.

El sacerdote es “presidente” y actor: El sacerdote enfrenta simbólicamente a la gente en lugar de Dios. El sacerdote se sienta a un lado. Sus funciones son delegadas en laicos y laicas.


Fuente: Symbolum

Traducción. Patricio Shaw





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