En aquel tiempo: Había en Cafarnaúm un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo. Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir. Entonces Jesús le dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creéis.» Le dice el funcionario: «Señor, baja antes que se muera mi hijo.» Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive.» Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. Él les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: «Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre.» El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y toda su familia.
Juan IV, 46-52
"Dominguera Prédicas I"
R.P. Leonardo Castellani
Domingo Vigésimo después de Pentecostés
Un milagro de Cristo, el segundo. La Iglesia nos hace saltar
atrás del último año de vida pública al primero -los Evangelios
no guardan orden cronológico ni orden alguno.
NOTANDA: los Galileos lo habían recibido con entusiasmo o
almenas con expectación. "Nadie es profeta en su tierra" parece
indicar que cuando joven a Cristo lo despreciaban. Ahora había
hecho un milagro conocido (80) y había hecho un escándalo en
Jerusalén (81). Los Galileos tenían inquina a Jerusalén, a los judíos,
quienes los despreciaban: "¿De Galilea puede salir algo bueno?"
Los Galileos eran como los correntinos. Eso explica las palabras
de Cristo: "Si no veis milagros y portentos, no creéis".
El peticionante era un "basilikós", o sea un palatino, un
oficial del Rey Herodes o un cortesano: probablemente el
funcionario Cuzá, marido de Johanna, nombrado por San Lucas,
en el capítulo 8, "procurador de Herodes"; cuya mujer Juana
seguía a Cristo desde el principio ministrándole, con las otras
llamadas "santas mujeres"; puesto que San Juan dice que después
del milagro, "creyó en Cristo él con toda su familia".
El milagro fue cumplido con una sola palabra, a distancia,
como el del siervo del Centurión. El padre, que llama a su hijo
mi chiquito" (en el texto griego) y dice que estaba moribundo,
pasó sin duda la noche en Caná (son siete horas de camino a
Cafarnaum, y andaba a pie: no sabía andar a caballo, los judíos
no andaban a caballo) y al día siguiente encontró a los criados
que habían salido para anunciarle la curación; y el Evangelista
nota que preguntó la hora, y fue la hora séptima (cerca de las 2
de la tarde), la misma hora en que Jesús le había dicho: "Vuélvete,
tu hijo está sano".
Hoy día hay muchos libros, como el de Ludwig y el de
Sholem Asch, que exponen a Cristo como una ¡¡gran curandero",
un hipnotizador quizás. Por grande que sea un curandero no
puede curar a 28 kilómetros de distancia con una sola palabra.
Estos dicen: "Bueno, es que ahí el Evangelista inventó, no fue
así". -Entonces, si inventó allí puede haber inventado en todo el
resto, y DEBE haber inventado, porque el Evangelio está cosido de
milagros, y éstos rechazan el milagro. Y entonces, si los Evangelios
son libros tan extraordinariamente mentirosos ¿de dónde sacan
Uds. la historia de Cristo? No hay ningún otro documento
acerca de la vida de Cristo fuera de los Evangelios. Si los Evangelios
no son veraces, Uds. no pueden saber ni siquiera si existió Cristo.
Entonces, cállense: no inventen a contramano.
Sacan la vida de Cristo de sus cabezas. Dicen: "Tomaremos
del Evangelio lo que nos parezca bien". Pero como lo que parece
bien a uno parece mal a otro, resulta que hay como diez sistemas
diversos de interpretar, o sea, de mutilar el Evangelio; o sea, hay
la Torre de Babel, en lo que llaman la "alta crítica" (y esto lo dice
Loisy, uno dellos), que ni es crítica ni es alta, sino simplemente
impiedad. Una cosa dice Strauss, otra dice Paulus, otra dice
Heitmüller -porque todo este lío empezó en Alemania, en el
clima del "Libre Examen" protestante- otra cosa dice Renan,
otra Loisy, otra Turmel y otra Schweitzer Alberto, ese médico a
quien hacen tanto bombo los diarios y revistas calificándolo de
santo porque se fue al África a curar negros: muy contentos los
ateos de tener por fin un santo. Es tan santo como yo, o mucho
menos quizás, porque es un mentiroso desatado y un blasfemo.
Bueno, dejando en paz a Alberto Schweitzer y su disparatado
libro sobre Cristo, la verdad es que no hay cosa menos científica
y más inhonesta que esta llamada "alta crítica" de nuestros días.
Es simplemente un brote de impiedad, el más virulento y total
que ha existido nunca. Ha servido para que los doctores católicos,
y también los protestantes creyentes, hayan investigado a fondo
las fuentes de los Evangelios, su veracidad y su autencía.
La historia de Cristo o hay que aceptarla entera o bien
rechazarla entera, en buena lógica. Mas si uno la rechaza entera,
se encuentra con el fenómeno del Cristianismo y la Cristiandad,
que ha durado 2.000 años y es enteramente único en la historia, y
no es un fenómeno remoto del pasado sino un fenómeno que
tenemos delante, más aun, dentro del cual estamos metidos. Y es
una especie de milagro más grande que la curación de un enfermo.
Ha habido miles y miles de hombres inteligentes durante
1.900 años que han aceptado los Evangelios simplemente y no han
tenido dificultades invencibles en creerlos: porque tenían la
preparación necesaria, que es la religiosidad, o simplemente la
buena voluntad. Destos "hipercríticos" modernos algunos son
inteligentes, o por lo menos/ eruditos; pero no tienen la
preparación necesaria/ tienen los ánimos mal dispuestos, han
rechazado en su interior a Dios. "Si no veis milagros no creeís".
Estos van más allá que los galileos y los judíos: aunque veamos
milagros no creeremos.
El primer milagro de Cristo fue a favor de un matrimonio de
la clase media; el segundo a favor de un oficial del Rey; el tercero
a favor de San Pedro, o en contra de San Pedro, porque le curó la
suegra; y después destos tres un montón de milagros entre la
gente pobre ... "¡Hay que ir a los obreros!" -dicen ahora muchos.
Cristo fue a todos indistintamente, ni siquiera veía las diferencias
de clases, como dicen hoy; -como pretende Sholem Asch.
Si lo seguían muchos más pobres que ricos, eso puede ser
porque en el mundo hay muchos más pobres que ricos. Además
los ricos no tienen tiempo para oír sermones, como decía el
millonario Rothschild, y los pobres tienen tiempo para trabajar
para Rothschild y oír sermones.
Notas
80. La conversión del agua en vino en las bodas de Caná (Jn. 2,1)
81. La primera expulsión de los mercaderes del Templo (Jn. 2,13).
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