martes, 10 de octubre de 2017

Sedevacantismo: ¿Dónde está la Iglesia? La Resistencia y la Indefectibilidad






LA RESISTENCIA Y LA INDEFECTIBILIDAD
 (1991) 

Por Monseñor Donald J. Sanborn 


La raíz de todas las disputas: ¿Dónde está la Iglesia? 

Lo que más se ha lamentado, entre aquellos que han resistido los cambios del Vaticano II, es que ellos mismos no pueden concordar unos con otros. Aunque estén de acuerdo en lo fundamental, esto es en la necesidad de resistir las reformas del Vaticano II, no obstante se las arreglan para separarse unos de otros sobre otras cuestiones. De hecho, los "tradicionalistas" emplean la mayor parte de sus energías en combatirse unos a otros, y no a los modernistas. Este estado de cosas ciertamente debe Ser una delicia para el diablo, ya que esta lucha interna debilida inconmensurablemente la resistencia al modernismo. 

En la raíz de casi todas las disputas está la cuestión de la Iglesia. ¿Dónde está la Iglesia? ¿Debe la fe católica ser identificada con la religión del Novus Ordo? Esta pregunta es espinosa, ya que si Usted responde afirmativamente, es decir, que la religión Novus Ordo es La fe católica, entonces la resistencia a ella se convierte en cismática y posiblemente herética. Por otro lado, si la respuesta es negativa, Entonces surge el problema de la Iglesia Católica sin una jerarquía visible. 

Así, la gran línea divisoria entre los diversos grupos "Tradicionalistas" es el tema de la Iglesia. Y porque el Papa es la cabeza visible de la Iglesia, esta controversia se expresa naturalmente en los términos del "papado" de Juan Pablo II. La razón por la que tantos "tradicionalistas" lo ven como papa, de hecho insisten en que él es el Papa, no es porque estén enamorados de su teología sino más bien porque ven como una necesidad teológica la identificación de la religión del Novus Ordo y la Iglesia Católica Romana. Lo ven así como una necesidad debido a la indefectibilidad de la Iglesia, es decir, que debe durar hasta el final de Tiempo con una jerarquía visible. De esto concluyen que, aquí sea o no hereje, Juan Pablo II y el colegio de obispos del Novus Ordo son la jerarquía de la Iglesia Católica, puesto que han sido debidamente elegidos y nombrados, y han tenido sucedido en las sedes a sus predecesores católicos. Niegue esto, dicen, y niega a la Iglesia. Repudien esta jerarquía, dicen, y ustedes son cismáticos, ya que se están cortando a sí mismos de la jerarquía católica. 

En el otro campo, sin embargo, la indefectibilidad dicta la Conclusión opuesta. El Vaticano II es herético. Juan Pablo II es un hereje. Los obispos son herejes. Los nuevos sacramentos no son católicos y, en la mayoría de los casos, son dudosamente válidos o absolutamente inválidoa. Por lo tanto, en nombre de la indefectibilidad, estos "tradicionalistas" declaran que es una necesidad teológica que la religión del Novus Ordo no es la fe católica, y en consecuencia la jerarquía del Novus Ordo no es la jerarquía católica. 

Este amargo desacuerdo, que surge irónicamente del mismo principio de indefectibilidad, es el resultado del hecho de que aquellos papas y obispos, que han sucedido, por los medios normales de sucesión, a los papas y obispos católicos preconciliares, han producido, a través del Vaticano II y su reformas posteriores, una religión que no es identificable con la Fe Católica de dos mil años. Por lo tanto la pregunta es: ¿Dónde radica la indefectibilidad? ¿Está en la fe? ¿O se encuentra en la sucesión visible de papas y obispos desde el tiempo de los apóstoles?

La respuesta es que la indefectibilidad de la Iglesia Católica descansa en ambas, y negar una o la otra sería un “grave y pernicioso error ", para usar las palabras del Papa León XIII:


"Si miramos en ella el fin último que se propone y las causas inmediatas por las que produce la santidad en las almas, seguramente la Iglesia es espiritual; pero si consideramos los miembros de que se compone y los medios por los que los dones espirituales llegan hasta nosotros, la Iglesia es exterior y necesariamente visible...
4. Por todas estas razones, la Iglesia es con frecuencia llamada en las sagradas letras un cuerpo, y también el cuerpo de Cristo. «Sois el cuerpo de Cristo»( (I Cor 12:27). Porque la Iglesia es un cuerpo visible a los ojos; porque es el cuerpo de Cristo, es un cuerpo vivo, activo, lleno de savia, sostenido y animado como está por Jesucristo, que lo penetra con su virtud, como, aproximadamente, el tronco de la viña alimenta y hace fértiles a las ramas que le están unidas. En los seres animados, el principio vital es invisible y oculto en lo más profundo del ser, pero se denuncia y manifiesta por el movimiento y la acción de los miembros; así, el principio de vida sobrenatural que anima a la Iglesia se manifiesta a todos los ojos por los actos que produce.
De aquí se sigue que están en un pernicioso error los que, haciéndose una Iglesia a medida de sus deseos, se la imaginan como oculta y en manera alguna visible, y aquellos otros que la miran como una institución humana, provista de una organización, de una disciplina y ritos exteriores, pero sin ninguna comunicación permanente de los dones de la gracia divina, sin nada que demuestre por una manifestación diaria y evidente la vida sobrenatural que recibe de Dios.
Lo mismo una que otra concepción son igualmente incompatibles con la Iglesia de Jesucristo, como el cuerpo o el alma son por sí solos incapaces de constituir el hombre. El conjunto y la unión de estos dos elementos es indispensable a la verdadera Iglesia, como la íntima unión del alma y del cuerpo es indispensable a la naturaleza."(Papa León XIII, encíclica Satis Cognitum 29 de junio de 1896)


I. La Indefectibilidad de la Iglesia 

La noción fundamental de indefectibilidad, consiste en que la Iglesia debe durar hasta el final de los tiempos con la naturaleza esencial y las cualidades con las que Cristo la dotó al fundarla. En otras palabras, es imposible que la Iglesia católica cambie sustancialmente. Puede, y de hecho debe someterse a muchos cambios accidentales especialmente en sus leyes en orden a reaccionar prudentemente a circunstancias diferentes en diversas épocas sin embargo estos cambios accidentales no deben afectar a la subtancia de lo fundado por Cristo. Esta indefectibilidad es un signo cierto del origen y carácter sobrenatural Iglesia, pues ninguna organización humana podría perdurar dos mil años y siguen siendo esencialmente la misma. Su indefectibilidad es cada vez más un signo de su origen divino y de su ayuda cuando se considera cuántas veces y con qué fuerza ls enemigos de la Iglesia han tratado de hacerla cambiar esencialmente. 


¿Cuál es esta naturaleza esencial? ¿Cuáles son estas cualidades esenciales? 

La indefectibilidad primaria de la Iglesia Católica está en su doctrina. La fe objetivamente considerada, es decir, el depósito de la doctrina sagrada revelada, es el fundamento de toda la estructura de la Iglesia Católica. Del mismo modo, la fe subjetivamente considerada, es decir, la Virtud de la fe, es la base de toda la vida sobrenatural de la alma. De ahí que la manera más importante en que la Iglesia Católica no puede defeccionar es en la enseñanza de la verdadera doctrina. Puesto que Dios es Inmutable, la doctrina de la Iglesia es por lo tanto para siempre Inmutable, y es un testimonio de la asistencia de Cristo a la Iglesia, el que su enseñanza haya permanecido la misma y coherente a lo largo de los dos mil años de su existencia. Una sola contradicción o incoherencia del magisterio en su carácter ordinario o extraordinario sería suficiente para demostrar que la asistencia de Dios no estaba con ella. 

Pero su indefectibilidad no se limita a la doctrina, sino que se extiende a todas las cosas que de las que ha sido dotada por el Divino Fundador. 

Sabemos que Cristo dotó a la Iglesia con una estructura y un poder. Él estableció la Iglesia como un Monarquía, poniendo todo el poder en manos de San Pedro. Él también Instituyó a los obispos que, en unión y sujetos a San Pedro, gobernarían la Iglesia en diversos lugares. A esta estructura Él la dotó del poder de enseñar, de gobernar y de santificar a toda la raza humana. Este poder deriva de su misión apostólica, es decir, el hecho de ser enviado por Cristo con el propósito de salvar almas. Por lo tanto esta estructura y esta misión para con las almas del género humano, debe perdurar inalterable a través de todas las épocas, Más aún la Iglesia está dotada del poder del órdenes, por el cual los seres humanos se convierten en instrumentos sobrenaturales del poder divino para realizar la santificación sobrenatural de los hombres a través de los sacramentos, y en particular el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. 

Por lo tanto, la Iglesia fallaría si: 

(A) Si alguna vez cambia su doctrina; 
(B) Si alguna vez altera o abandona su estructura monárquica y jerárquica; 
(C) Si alguna vez pierde, cambia sustancialmente o abandona la Misión apostólica de enseñar, dirigir y santificar las almas; 
(D) Si alguna vez pierde, cambia sustancialmente o abandona el poder de las órdenes. 

La enseñanza acerca de la indefectibilidad es confirmada por documentos eclesiásticos. El primero es el Bula Auctorem Fidei del Papa Pío VI (28 de agosto de 1794), que condena como herético la siguiente propuesta del Concilio de Pistoia:


La proposición que afirma: que en estos últimos siglos se ha esparcido un general oscurecimiento sobre las verdades de más grave importancia, que miran a la religión y que son base de la ley de la doctrina moral de Jesucristo, es herética. (Dez, 1501). 

El segundo es del Papa León XIII en su encíclica Satis Cognitum. Habiendo explicado primero qué en Iglesia es espiritual y que, en ella, es visible, y enfatizando el hecho de que estos dos cosas son absolutamente necesarias para la verdadera Iglesia, análoga a la necesidad de unión del cuerpo y del alma para el ser humano, éleEntonces dice: 


Mas como la Iglesia es así por voluntad y orden de Dios, así debe permanecer sin ninguna interrupción hasta el fin de los siglos

Además, el Concilio Vaticano I de 1870, en la Constitución Dogmática Pastor Aeternus afirma: 
"El Pastor eterno y guardián de nuestras almas [l Petr. 2, 25], para convertir en perenne la obra saludable de la redención...," (Denz. 1821).

Hay, además, muchos textos de los Padres de la Iglesia que apoyan la Indefectibilidad, y es la enseñanza universal de los teólogos.


II. El Problema: El Estado de la Iglesia 

¿Cómo reconciliar el estado actual de la Iglesia Católica con la indefectibilidad? Este problema, con su diversidad de respuestas, está en la raíz de la mayor parte de la controversia entre los que han permanecido fieles a la tradición. Esta cuestión se plantea con mayor claridad de esta manera: ¿Dónde está la Iglesia? Porque nadie puede errar siguiendo a la Iglesia Católica, al menos en sus roles esenciales de enseñar la doctrina, de conducir las almas al cielo a través de sus leyes generales, y de santificar a las almas por medio de sacramentos válidos. En orden a salvar nuestra alma, por lo tanto, basta con saber donde está la Iglesia. Podemos y debemos en conciencia, seguir las enseñanzas y prescripciones de la Iglesia para salvar nuestra alma, y ​​ponerse en contra de éstas, es ser herético, cismático, o al menos gravemente desobediente. En cualquier caso, no podríamos salvar nuestra alma. 

Esta cuestión en particular es sumamente problemática por el hecho de que no importa cómo responda usted acerca de la religión del Novus Ordo, es decir, diga sí o no, acerca de si es la Fe Católica, usted terminará con profundas dificultades acerca de la indefectibilidad. Si responde que el Novus Ordo es católico, entonces estará inmenso en el problema de la defección de la enseñanza, de la legislación de la Iglesia y de los sacramentos. También reduce al absurdo - por no mencionar el pecado de desobediencia y el de cisma - a la resistencia sistemática al Novus Ordo que han mantenido los "tradicionalistas". Si, por otro lado usted responde que el Novus Ordo no es católico, tiene entonces el problema de encontrar a la Iglesia visible, ya que pareciera que toda la jerarquía católica ha desertado en esta nueva secta no católica. Así, la respuesta "sí" conduce a la defección de las cualidades espirituales esenciales de la Iglesia, mientras que la respuesta "no" parece conducir a la deserción de las cualidades materiales de la Iglesia. Dicho de otro modo, el "sí" parece conducir a la deserción de la misión de la Iglesia, mientras que la respuesta "no" parece conducir a una defección de la estructura de la Iglesia. Sin embargo, sabemos por el Papa León XIII, que ambas son absolutamente necesarias para la Iglesia, como el cuerpo y el alma para la naturaleza humana, y que ambas deben perdurar hasta el final de los tiempos y que la Iglesia vivirá indefectible. 

Fácilmente vemos las causas de la amarga controversia, ya que cada facción se percibe como la verdadera salvadora de la Iglesia, por un lado, los que dicen sí a la catolicidad del Novus Ordo, se ven a sí mismos como mantenedores de la estructura visible de la Iglesia contra quienes la abandonan, mientras que al otro lado, los que dicen "no", se ven a sí mismos como los preservadores de la puresa espiritual y doctrinal de la Iglesia contra aquellos que la ensucian por su asociación con el Novus Ordo. Y porque es una batalla por la Iglesia misma, los "tradicionalistas" luchan con mucha más amargura entre ellos que contra el Novus Ordo. 


III. Las Tres Soluciones 

Hay esencialmente tres soluciones propuestas para tratar con esta pregunta: (a) la solución Ecclesia Dei, (b) la solución lefebvrista, y (c) la solución sedevacantista. Uno podría pensar que, porque sólo hay dos principios en juego aquí, la integridad el material de la Iglesia, por un lado, y el espiritual en el otro, por lo que sólo habría dos soluciones. Pero como nosotros veremos, más adelante, la solución de los Lefebvristas es un híbrido de ambos, combinando en una ensalada, prácticamente todos los elementos de los otros dos sistemas. 

Examinemos cada uno de estos sistemas en detalle. 


A. La Solución Ecclesia Dei

El 5 de mayo de 1988, el Arzobispo Lefebvre firmó el tan comentado Protocolo, en la que entró en un acuerdo preliminar con la jerarquía Novus Ordo. Este acuerdo solicitó el reconocimiento de la Sociedad de San Pío X como un instituto de Derecho pontificio a cambio de ciertas garantías de la Sociedad, entre ellos que aceptarían el Concilio Vaticano II, el nuevo Código de Derecho Canónico, la validez de todos los nuevos ritos sacramentales y la legitimidad de Juan Pablo II. Este acuerdo fue posteriormente (al día siguiente) roto por el arzobispo Lefebvre por razones que no gustaban los designados a la "comisión tradicionalista", y porque no le agradaba la fecha de la consagración establecida por Juan Pablo II. Así el arzobispo Lefebvre  consagró a cuatro obispos sin el mandato de Juan Pablo II, y fue inmediatamente excomulgado en un documento emitido por "Pontífice" titulado, de todos los nombres posibles, "Ecclesia Dei". A raíz de esto, un número significativo de sacerdotes y seminaristas del grupo Lefebvrista se separó y aceptó los términos del Vaticano contenidos en el Protocolo. La Fraternidad Sacerdotal de San Pedro fue así establecida, y la Comisión Ecclesia Dei se creó para supervisar, de donde deriva el nombre de esta solución. 

Los que adhieren a esta solución aceptan a la jerarquía del Novus Ordo Jerarquía como a la de la Iglesia Católica, y aceptan el Vaticano II y las reformas oficiales realizadas como consecuencia del Vaticano II. Ellos han recibido el derecho de los modernistas de conservar el Misal de Juan XXIII, y para operar un seminario y un instituto de acuerdo con más o menos al modo anterior al Concilio Vaticano II. Su solución, entonces, es la adhesión a la tradición bajo los auspicios de y en obediencia a la jerarquía del Novus Ordo. Por lo tanto, su adhesión a la tradición no es una Defensa de la fe contra los modernistas, sino más bien como algo parecido a la Alta Iglesia (High Church) en la comunión anglicana. No debería sorprender, pues, que inviten a los potentados del Novus Ordo (como Vaticano II "cuello y corbata" Ratzinger) para decir misa para ellos. 


B. La solución Lefebvrista 

La solución lefebvrista, explicada simplemente, es la siguiente: reconocer la Autoridad de Juan Pablo II, pero no seguirle en sus errores. A pesar de que es muy difícil ubicar a los lefebvristas en una posición permanente y de algún modo coherente declaración acerca de su posición, de su actividad y de sus declaraciones, tomadas colectivamente llevan a lo descrito más arriba. El Arzobispo Lefebvre insistió en que todos dentro de la Sociedad de San Pío X consideraran a Juan Pablo II como el Papa, y purgó a la Fraternidad de todos aquellos que sostuvieron públicamente que no lo era. Él siempre trató con los modernistas romanos como si tuviesen autoridad, buscando de ellos la aprobación de su Fraternidad. Vio como la solución para la crisis modernista un movimiento tradicionalistas popular que en todas las diócesis del mundo clamaría por sacerdotes tradicionales, y rechazarían a aquellos que fueran modernistas. El conjeturaba que la solución sedevacantista destrozaría a ese movimiento popular, ya que, pensaba, decir que Juan Pablo II no era el Papa era demasiado para ser soportado para la persona promedio. 

Al obvio problema de obediencia que planteaba su posición, el Arzobispo Lefebvre respondió que ninguna autoridad, incluida la del Papa, tiene el derecho de decirnos que hagamos algo mal. Sin embargo el Novus Ordo está equivocado. Por lo tanto, el Papa no puede obligarnos a aceptarlo. Este razonamiento llevó a la necesidad de tamizar al Novus Ordo a través del catolicismo. Al igual que el hombre que busca los granos de oro escondidos en el barro, así los católicos han tenido que tamizar el magisterio y los decretos de Pablo VI y el de Juan Pablo II para buscar en ellos los granos del verdadera fe. Todo lo que apareciera como tradicional sería aceptado, y lo que fuera modernista, rechazado. Y puesto que el Arzobispo Lefebvre fue el más prominente de aquellos que adhirieron a la tradición, su palabra se convirtió en la norma próxima de creencia y obediencia para cientos de sacerdotes y decenas de miles de católicos. Así, la supuesta autoridad de Juan Pablo II no era suficiente para mover las mentes y las voluntades de los católicos fieles a la tradición, sino que tenías que ser reforzada por la aprobación del Arzobispo Lefebvre. Este papel de tamiz que fraternidad adquirió fue celosamente custodiado, y todo aquél que se atreviera a ignorarla sería considerado un subversivo y en última instancia expulsado. 

A la candente cuestión de si acaso el Novus Ordo es Católico, el arzobispo Lefebvre y sus seguidores han dado respuestas que en favor ambos lados. Es muy difícil saber lo que pensaban. Durante el "verano caliente" de 1976, el Arzobispo Lefebvre se refirió a la Nueva Misa como una "misa bastarda", el Concilio Vaticano II como un concilio cismático y la Iglesia Conciliar como Iglesia cismática. Por otro lado, han sido muy cuidadosos, en decir que la Nueva Misa no es intrínsecamente mala, y que con certeza todos los nuevos sacramentos son válidos. Esta línea de razonamiento denota que ellos veían la necesidad de que el Novus Ordo sea considerado intrínsecamente bueno y válido, puesto que ellos entienden que es imposible que la Iglesia Católica produzca ritos malos o inválidosEsta insistencia en que los nuevos ritos sean buenos y válidos demuestra que realmente veían a la religión Novus Ordo como la fe católica. A pesar de esto, hacen declaraciones que son completamente incompatibles con la posición de que la religión Novus Ordo es la fe católica. Por ejemplo, con ocasión de las consagraciones de 1988, emitieron la siguiente declaración, firmada por el P. Schmidberger y muchos superiores de su grupo: “Nunca hemos querido pertenecer a este sistema que se llama a sí mismo Iglesia Conciliar, y se identifica con el Novus Ordo Missae... Los fieles, tienen el derecho estricto de saber que los sacerdotes que los sirven no están en la comunión con una falsa iglesia...” ¿Pero no es acaso Juan Pablo II, la cabeza de esta fasa "iglesia" que se identifica con el Novus Ordo Missae¿Debemos concluir que no están en comunión con Juan Pablo II? Si no lo es, entonces ¿por qué insisten que él es el papa? ¿Cómo se puede no estar en comunión con la Papa? 

Ellos sienten que salvan la indefectibilidad al reconocer a la jerarquía del Novus Ordo como a la jerarquía católica, y al reconocer al Concilio Vaticano II y a sus reformas como sólo extrínsecamente malas, es decir, sujeto a malas interpretaciones o bien de alguna manera engañosas. Uno de ellos les dijo recientemente en una carta a los benefactores: “Por eso insistimos acercas del reconocimiento del Papado y de la jerarquía a pesar de que en absoluto no nos sintamos uno con ellos"Esta frase es sumanente descriptiba de su posición, que combina dos cosas que son intrínsecamente incompatibles, esto es, reconocer a Juan Pablo II como Papa, pero no ser uno con él en la misma iglesia. El lector debe comprender que los hechos y dichos de los lefebvristas a través de los años no han seguido, por decir lo menos, una línea coherente, y que, por lo tanto, es difícil determinar exactamente lo que pensaban. Aplicando una cierta hermenéutica, sin embargo, creo que es justo decir que ellos consideran que Juan Pablo II encabezaba dos iglesias, una es la Iglesia Católica, la otra es la iglesia conciliar. Como cabeza de la Iglesia Católica, le son leales; como jefe de la Iglesia Conciliar se le oponen. En última instancia, fue el arzobispo Lefebvre quién decidió lo que era católico en los decretos de Juan Pablo II, y lo que era conciliar, y por lo tanto, que debía ser aceptado, y que iba a ser rechazado. Ahora que ya ha fallecido, no parece haber una figura clara que pueda aprovechar las lealtades de sus seguidores en la forma en que el arzobispo lo hizo, una lealtad que es esencial para su unidad.


C. La solución Sedevacantista

El principio fundamental de esta solución es que es imposible identificar al Novus Ordo con la Iglesia CatólicaEs imposible, dicen, a causa de la indefectibilidad de la Iglesia en materia de fe, moral, culto y disciplina. Si uno admite que los cambios del Novus Ordo en estas materias, proceden de la Iglesia Católica, entonces hay que admitir que ésta ha defeccionado, pues estos cambios contradicen sustancialmente la fe, Moral, culto y disciplina que ella enseña. Sin embargo es imposible que la Iglesia Católica defeccione. Por lo tanto, es imposible que estos cambios procedan de la Iglesia Católica y que quienes han efectuado estos cambios (a saber, Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II) disfruten de la jurisdiccióde la Iglesia Católica, y de la misión de Cristo para gobernar a los fielesSi disfrutaban de esta jurisdicción, ellos habrían disfrutado de la infalibilidad en estos asuntos, ya que es imposible para la autoridad para enseñar algo falso o prescribir algo pecaminoso para la Iglesia. Por lo tanto, el sedevacantismo insiste en que no se puede considerar a la jerarquía modernista como a la jerarquía católica, pues de lo contrario se estaría asociando la herejía, sacrilegio, sacramentos inválidos, errores y leyes pecaminosas con la Inmaculada Esposa de Cristo, haciendo absurdas las palabras de Cristo, "Quien a vosotros escucha, a Mí me escucha"(Lc X, 16). En una palabra, la posición sedevacantista sostiene que la jerarquía modernista no puede poseer la Autoridad Católica que ellos dicen poseer, porque la autoridad católica es preservada por la asistencia del Espíritu Santo, de hacer lo que estos modernistas han hecho.

La objeción obvia a esta posición es que la masiva defección de la jerarquía crea un estado de vacancia universal de la sedes y en consecuencia destruye la visibilidad de la Iglesia. Los sedevacantistas responden que la vacancia de la sede papal o episcopal es no incompatible con la visibilidad de la Iglesia, pues la iglesia permanece visible durante las vacancias que se han producido a la muerte de todos los titulares. Si bien la longitud de la vacancia ciertamente sume a la Iglesia en un estado de agitación, no hay nada intrínsecamente contrario a la naturaleza de la Iglesia en la vacancia de la sede. Él respondería que para identificar a los modernistas con la jerarquía católica no aporta nada a la visibilidad de la Iglesia Católica, y en cambio simplemente mantiene la visibilidad de una Iglesia herética. En otras palabras, la indefectibilidad no es salvada por una teoría que identifica a la jerarquía modernista con la Iglesia Católicasino que más bien se destruye por una teoría de este tipo. Puesto que la fe, argumentan, es mucho más importante que la visibilidad de la estructura de la Iglesia, es decir, hay una dependencia de la visibilidad respecto de la fe de la Iglesia y, por lo tanto, no es suficiente para la visibilidad de la Iglesia que ésta se limite a una estructura visible cualquiera, sino más bien a una estructura que profese la Fe Católica. Tener alguna organización visible que no profesa la Fe Católica puede ser visible, pero no es la Iglesia Católica. 

Muy pocos sédévacantistas sostienen la teoría materialiter/formaliter (leer "El Papado Material" del mismo autor - Nota de Cristo Vuelve) - una teoría ampliamente incomprendida - la cual afirma simplemente que si bien, la jerarquía modernista no goza de jurisdicción, esto es del aspecto formal de la autoridad, ellos continúan la sucesión material de la sede romana y de las episcopales. Los sostenedores de esta teoría dirían por lo tanto que, a pesar de que Juan Pablo II no es el Papa, ha sido válidamente elegido lo cual lo pone en posición para convertirse en Pontífice, si él eliminara los obstáculos para su recepción del autoridad. El obstáculo para la aceptación de la autoridad papal consiste en su la adhesión al Concilio Vaticano II, que, de ser aceptado, supondría un trastorno esencial para la Iglesia Católica, ya que el Vaticano II contradice su enseñanza. Él está también, añadirían, en una posición para que ser despojado de su elección por algún acto de autoridad, por ejemplo, de un cónclave de Cardenales Católicos, o incluso,  à la rigueur, de un concilio integrado por algunos obispos con jurisdicción, no importando lo pequeño que éste sea (sugerimos leer "La Elección del Papa" del R.P. Francesco Ricossa - Nota de Cristo Vuelve). Tal acto es obviamente improbable en el futuro previsible, pero también era poco probable que el Vaticano II. Esta Teoría, dicen, salva tanto la indefectibilidad de la Iglesia en cuestiones de fe, moral, adoración y disciplina, como a la permanencia de la jerarquía de la Iglesia, en la medida en que permite su continuidad material a través de la crisis. 

El otro tipo de sedevacantismo es el absoluto, que declara que debido a la profesión pública de herejía, manifestada tanto de palabra como de obra, Juan Pablo II y en general la jerarquía del Novus Ordo han desertado públicamente de la Fe de la Iglesia, y por lo tanto han renunciado tácitamente a sus cargos, de acuerdo a lo menos en el espíritu con el Canon 188, no. 4, (CIC de 1917). Otros invocan la Bula del Papa Pablo IV Cum Ex Apostolatus, la que indica que incluso si un hereje fuera elegido al papado por el consentimiento unánime de los cardenales, e incluso si hubiera accedido aparentemente al papado aún así no sería el Papa. 


IV. Crítica de los diversos sistemas 

A. Principios fundamentales. 

1. El Novus Ordo es o no es católico, pero no puede ser ambos. 

La fe católica no admite grados. Es por naturaleza integral, puesto que procede de la autoridad de Dios y es creída por la autoridad de Dios. Por lo tanto, no puede admitir de excepciones. Si hay la más leve mancha de herejía en una doctrina, en la enseñanza moral, en el culto, o en la disciplina, entonces no es Católica. 


Tal ha sido constantemente la costumbre de la Iglesia, apoyada por el juicio unánime de los Santos Padres, que siempre han mirado como excluido de la comunión católica y fuera de la Iglesia a cualquiera que se separe en lo más mínimo de la doctrina enseñada por el magisterio auténtico. 
 (Papa Leo XIII, Satis Cognitum).

De alguna manera la afirmación de que el Novus Ordo es al mismo tiempo católico y no católico, sería una contradicción absurda, por no decir una blasfemia. Y debe entenderse que por el término “Novus Ordo”, quiero decir aquél conjunto - porque es un ordo, un orden - de doctrinas, enseñanzas morales, adoración y disciplina que son el producto del Concilio Vaticano II y de las reformas posteriores a éste. 

2. Si el Novus Ordo es católico, debe ser aceptado; pero si no lo es, debe ser rechazado; No hay un punto medio. 

El Novus Ordo ha sido promulgado con el autoridad de lo que aparentemente es la Iglesia Católica. Ningún católico podría por lo tanto, pretender ignorar estas enseñanzas acerca del culto y la disciplina. Más aún no hay razón para resistirse a los cambios del Vaticano II si éstos son católicos. Si sus enseñanzas, culto y disciplina son católicas, entonces el creerlas y observarlas contribuyen a la salvación de nuestras almas. Pero si se puede salvar el alma en el Novus Ordo, ¿por qué tomarse la molestia en aferrarse a lo tradicional? La adhesión a la tradición en este caso estaría motivada por la nostalgia o la preferencia, y no sería en modo alguno justificada si va en contra de la voluntad de la jerarquía. Al contrario si el Novus Ordo constituye un cambio sustancial en las doctrinas de la Iglesia, el culto y la disciplina, es obvio que los católicos deberían luchar, como lo habrían hecho en contra del Arrianismo o del Protestantismo, prefiriendo la muerte al compromiso. 

3. Es imposible reconocer la autoridad del Papa sin reconocer al mismo tiempo las prerrogativas de su autoridad. 

La autoridad del Papa es infalible en la enseñanza de la fe y la moral, incluso en el ejercicio del magisterio ordinario y universal, y es infalible en materia de culto y disciplina, en la medida en que no puede prescribir algo pecaminoso, herético, o perjudicial para las almas en estas materias. El reconocimiento de la autoridad papal en Pablo VI o Juan Pablo II supone automáticamente el reconocimiento de que el Vaticano II está libre de error doctrinal, y que la liturgia, los sacramentos y el Código de Derecho Canónico de 1983, no contienen errores doctrinales ni nada que sea pecaminoso o perjudicial para las almas. Lo peor que se podría decir sobre estas cosas, si se admite que proceden de la verdadera autoridad papal, es que podrían es inoportunos, tal vez menos estética, o de algún modo extrínsecamente repugnante. Ellos deben ser admitidos como intrínsecamente católicos, perfectos y conducentes a la salvación eterna. El Papa Pío VI ha declarado que "es falsa, temeraria, escandalosa, pernicioa, ofensiva a los oídos piadosos, injuriosa a la Iglesia y al Espíritu de Dios por el que ella se rige, y por lo menos errónea, la proposición de que la Iglesia podría prescribir alguna disciplina falsa o dañina (Denz., 1578). El Papa Pío IX censuró a quienes reconocían por una parte su autoridad y por otra ignoraban su disciplina: 


¿De qué sirve proclamar en voz alta el dogma de la supremacía de San Pedro y sus sucesores? ¿De qué sirve repetir una y otra vez las profesiones de fe en la Iglesia Católica y de obediencia a la Sede Apostólica cuando las acciones desmienten estas buenas palabras. Por otra parte, ¿no es más la rebelión más Inexcusable por el hecho de que la obediencia es considerada como un deber?
Sin embargo, ¿no se extiende acaso la autoridad de la Santa Sede, como sanción, a las medidas que Nos nos hemos visto obligados a tomar, o es suficiente para estar en comunión de fe con esta Sede sin añadir la sumisión a la obediencia, - una cosa que no puede ser sostenida sin dañar la Fe Católica? De hecho, Venerables Hermanos e Hijos amados, es una cuestión de reconocer el poder (de esta Sede), incluso sobre sus iglesias, no Meramente en lo que concierne a la fe, sino también en lo concerniente a la disciplina. Quien niega esto es un hereje; el que lo reconoce y obstinadamente se niega a obedecer es digno de anatema. (Papa Pio IX, Quae en Patriarchatu, 1 de septiembre de 1876, Al Clero y fieles de rito caldeo) 

Con los principios ya expuestos, pasemos a la crítica de estos sistemas. 


B. Aplicación de los principios a los sistemas 

1. La Solución Ecclesia Dei. A partir de los principios El lector determinará fácilmente que esto no es una solución en absoluto. Ya que han aceptado el Novus Ordo como católico, su adhesión a la tradición es un "viaje nostalgico". Ellos se han convertido en una "Alta Iglesia" dentro de una Iglesia extremadamente amplia, una que incluso admite el culto de las serpientes, de Shiva, de Buda y el elogio de heresiarcas, como Martín Lutero, por no hablar de las lectores femeninas inmodestas. De hecho, el nombre que se le debería dar a esta idea es la de solución "Ecclesia Diáboli". Pero una cosa hay que decir a favor de quienes la siguen y es que por lo menos son coherentes y lógicos en su pensamiento, ya que ven que no se puede aceptar a Juan Pablo II como Papa y al mismo tiempo ignorar su doctrina y autoridad disciplinaria. Pero es absolutamente deplorable que estas personas puedan permitirse ser tan ciegos a fin de estar en communión, es decir, en la misma iglesia, al gusto de aquellos modernistas, de quien San Pío X dijo que “deben ser golpeados con los puños”. 

2. La solución lefebvrista. Si aceptamos como básicamente precisa la descripción dada más arriba acerca de su posición, a saber: ver a Juan Pablo II como cabeza de dos iglesias, una católica y la otra Conciliar, entonces es inmediatamente evidente que su posición implica contradicciones laberínticas desde el punto de vista de la eclesiología católica. 

En primer lugar, de alguna manera ven al Novus Ordo simultáneamente como católico y no católico, y por esta razón "filtran" sus enseñanzas y normas disciplinarias con el fin de recoger, de la masa podrida, lo que pase pueda ser católico en ella. Ellos, por lo tanto, asocian el Novus Ordo con la Iglesia Católica. Consideran que la jerarquía Novus Ordo es la jerarquía católica que detenta la autoridad de Cristo para enseñar, gobernar y santificar a los fieles. Sin embargo, al mismo tiempo están excomulgados por esa misma autoridad, ya que actúan como si no existiese, llegando tan lejos como para consagrar obispos en desafío de una orden “papal” directa. 

Para ilustrar esta confusión, quisiera citar una edición (agosto 1991) de El Ángelus, su órgano oficial, en la que leemos estas alarmantes palabras:


La Iglesia abandonó la protección de la tradición de Cristo. La Iglesia abandonó la misa, los sacramentos, la enseñanza de la sana doctrina en las escuelas, incluso la oración a San Miguel para protegernos de “la maldad y las trampas del diablo.” (Énfasis añadido)

Mientras que el autor pudo haber simplemente expresado sus pensamientos de manera incorrecta, sin embargo, tal y como está, esta frase de manera explícita declara la defección de la Iglesia Católica. 

En la misma  edición, podemos leer con la misma alarma, en la página editorial estas palabras:

Que el Santo Padre les rehúse (a los obispos consagrados por el arzobispo Lefebvre) jurisdicción y en consecuencia la autoridad para gobernar a una porción del rebaño es ciertamente lamentable. Pero es poco más que accidental respecto a su función fundamental en la preservación de la fe y los sacramentos en el Iglesia, sobre todo cuando la falsa noción de colegialidad ha eficazme paralizado o destruido el ejercicio de la autoridad y la jerarquía en la Iglesia.

Tal declaración reduce la misión apostólica de la Iglesia, confiado a San Pedro, a algo “poco más que accidental". Pero es esta misma autoridad, y su legitima poseción y transmisión, la que hace que la Iglesia Católica sea CatólicaEs la forma de la Iglesia Católica, es decir, aquello que la hacer ser lo que es. Nada podría ser más sustancial a la Católica Iglesia que esta autoridad. Cabe señalar, además, que ejercer el poder de las ordenes sin la aprobación de la jerarquía de la Iglesia Católica es un pecado mortal muy grave, y huele a cisma cuando se hace de manera sistemática y permanente. Se podría reivindicar el principio de Ecclesia Suplet cuando hay dudas acerca de si uno tiene o no jurisdicción; utilizar utilizar este principio en contra de la misma autoridad que posee esta jurisdicción hace un caos de toda la Iglesia católica. Es hundirse en el protestantismo, donde cada ministro obtiene su poder “directamente de Dios”. ¿Por qué tener una jerarquía, por qué tener jurisdicción, si todo el mundo puede decidir que tiene el derecho a ejercer las ordenes asumiendo por si mismo, que la Iglesia le suple directamente a él? En tal caso, la jerarquía sería puramente accidental, efectivamente lo que los ministros protestantes son para las creencias protestantes, el culto y los sacramentos. 

La posición lefebvrista es completamente inconsistente, y pulveriza la indefectibilidad de la Iglesia Católica, ya que identifica a la Iglesia Católica con la doctrina y la defección de la disciplina del Concilio Vaticano II y sus reformas posteriores. En efecto, si ésta no es una defección, entonces ¿por qué las están resistiendo? Si esto no es una defección, entonces ¿que podría justificar la consagración de cuatro obispos en desafío a la orden de esa persona que dicen es el representante de Cristo en la tierra? Lo único que justifica la posición de los “tradicionalistas”, en su rechazo sistemático del Concilio Vaticano II y sus reformas, es el hecho de que estas reformas no son católicas, y que conducen a la destrucción de las almas. Pero si no son católicas, entonces los que las han promulgado no pueden ser portadores de autoridad Católica, ya que, si lo fueran, habrían sido incapaces de la promulgar de tales cosas para la Iglesia Católica. Por lo tanto, el grupo Lefebvrista está en la posición imposible de resistir a la autoridad de la Iglesia Católica en materia de la doctrina, la disciplina, y el culto, que son los efectos de los tres funciones esenciales de la jerarquía católica, es decir, la función de enseñar, gobernar y santificar, y que son la base de la triple uniformidad de la Iglesia Católica, la unidad de la fe, del gobierno, y del culto. Resistir a la Iglesia Católica en estas materias es un suicidio espiritual, ya que la adhesión a la Iglesia Católica es necesaria para la salvación. Si es permisible resistir a la Iglesia en la doctrina, la disciplina y el culto, luego, ¿en que debe ser la Iglesia obedecida? ¿Cuál es la autoridad de San Pedro, si puede ser ignorado en estas materias? 

Esta “solución”, por lo tanto viola los tres principios que hemos enunciado más arriba, sostiene que (1) el Novus Ordo es una mezcla de católico y no católico; (2) aunque el Novus Ordo es intrínsecamente Católico, uno puede sin embargo resistirlo y rechazarlo, y (3) que reconocen la autoridad de Juan Pablo II, pero al mismo tiempo rechazan las prerrogativas de su autoridad. 

En esta última cuestión se asemeja por desgracia a los Galicanos, jansenistas, y otras sectas de rito oriental que hicieron exactamente la misma cosa, es decir, que “filtraron” las doctrinas y decretos de los Romanos Pontífices de acuerdo a su gusto. Por lo tanto, si bien yo creo que los que están involucrados en el grupo Lefebvrista, lo hacen de buena voluntad y que desean de todo corazón el bien de la Iglesia, sin embargo, están obrando bajo algunos errores especulativos y prácticos graves. También están implicados en profundas inconsistencias, y no es de extrañar que haya, según se ha informado, muchos cripto-sédévacantistas entre ellos, así como simplatizantes de Ecclesia Dei.

3. La solución Sedevacantista. El Padre Hugon OP dijo acerca de la famosa polémica entre el "Tomismo y el Molinismo", “Cada sistema es sujeto a las dificultades; de hecho, la exclusión de misterio en esta materia sería una señal de error”. A continuación, señala que la obscuridad del tomismo no surge de sus principios, sino de la la debilidad de la inteligencia humana para entender cómo su seguro principios son reconciliados en Dios. El Molinismo, por el contrario, sufre de una excepción hecha a los más universales y ciertos principios teológicos de la causalidad divina, y concluye colocando la pasividad en Dios. Así, la oscuridad de molinismo surgede la incapacidad de reconciliar a Dios con la pasividad, que son dos nociones absolutamente contradictorias, mientras que la oscuridad de Tomismo surge de la reconciliación en Dios de principios que son absolutamente ciertos. El Tomismo, por tanto, le deja con un misterio abierto, pero el Molinismo le deja con contradicción.

Del mismo modo la posición sedevacantista sostiene todos los principios aplicables, pero permanece obscuro, porque no podemos ver como finalmente se reconcilian entre ellos. En otras palabras, mientras que sedevacantismo mantiene todos los elementos esenciales de la indefectibilidad de la Iglesia, esta sin embargo desconcertado acerca de cómo explicar el misterio de iniquidad del Novus Ordo, esto es, en que forma la prolongada vacancia de la Sede Apostólica servirá en última instancia la gloria de Dios, y cómo la Iglesia algún día superará este terrible problema. Sin embargo, al afirmar que la Sede Apostólica está vacante, el sedevacantismo no intentará hacer valer principios contradictorios: a saber (1) que la religión Novus Ordo y la Fe Católica son la misma cosa, (la contradicción de los seguidores de Ecclesia Dei), o bien (2) que la Iglesia Católica ha promulgado enseñanzas, ritos y normas disciplinarias que son contrarias a la fe y dañinas para las almas. 

El punto de partida para el sedevacantista es el principio de que existe una diferencia sustancial entre el Novus Ordo y la Fe Católica. Esta contradicción es más evidente casi palabra por palabra entre Dignitatis Humanae y Quanta Cura, pero también es evidente para todos en la Nueva Misa, los sacramentos, el código de Derecho Canónico de 1983, las nuevas disciplinas, los nuevos catecismos, y el nuevo magisterio ordinario universal. Estas dos religiones son incompatibles y no pueden coexistir en la misma Iglesia. Pero si el Novus Ordo es sustancialmente diferente de la La fe católica, razonan, entonces no puede ser católica. Pero si no es Católica, continúan razonando, entonces es imposible que tales cosas puedan ser promulgadas por la autoridad de la Iglesia, ya que el autoridad de la Iglesia no puede errar en asuntos tales como la doctrina, el culto y la disciplina. Por lo tanto, concluyen, es imposible que aquellos que promulgaron el Novus Ordo tuvieran la autoridad de la Iglesia Católica. Por lo tanto, es imposible que Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II hayan sido Papas. 

Estos principios, que han conducido a esta conclusión, están absolutamente blindados. Ellos se apoyan en la filosofía y la enseñanza de la Iglesia. Son inexpugnables, y permiten lógicamente llegar a su conclusión. La indefectibilidad de la Iglesia está, pues, resguardada en este sistema, ya que se niega a asociar con la Inmacula Esposa de Cristo, a esta abominación modernista, que es la obra del demonio. 

¿Dónde está la Iglesia visible? Se expresa en aquellos que se adhieren públicamente a la fe católica, y que al mismo tiempo esperan la elección de un Romano Pontifice. ¿Qué pasa con los obispos? Este sistema no necesariamente despoja a cada obispo de autoridad, sino sólo a aquellos que adhieren públicamente a la nueva religión. Pero incluso si despojara a cada uno de ellos de su autoridad, el sedevacantismo no altera la naturaleza intrínseca de la Iglesia Católica, y deja a la Providencia de Dios la restauración del orden. 

Aquellos sistemas, por otro lado, que tienen miedo de separarse de la jerarquía modernista por su incapacidad para ver una solución sin ella, en realidad combinan a la Iglesia Católica con la defección modernista, cosas absolutamente incompatibles, como Dios y el demonio. Aquellos sistemas no pueden ser correctos pues reconocen el papado de “Papas” conciliares. El sedevacantismo puede conducir al misterio, pero no da lugar a contradicciones.

Los que se adhieren a la tesis sedevacantista material/formal (Casissiacum) dirían que la jerarquía visible sigue existiendo materialmente, lo que quiere decir que, por un lado las elecciones de los papas y el nombramiento de los obispos siguen siendo válidas, pero, por otro lado, debido a que han promulgado doctrinas falsas, no tienen el poder de jurisdicción. Por lo tanto son falsos papas y falsa obispos, pero son verdaderos papas y obispos electos.



Conclusión 

Como dije anteriormente, la noción fundamental acerca de la indefectibilidad de la Iglesia Católica, consiste en que ella tiene que perdurar hasta el final de los tiempos, con la naturaleza escencial y las cualidades con las que Cristo la dotó al fundarla. La cualidad más importante y escencial de la Iglesia es su fe, y es por ésta que la estructura visible existeSi el Novus Ordo es católico, entonces no existe el problema de la defección, y no tiene sentido continuar con el movimiento tradicionalista. Por el contrario si el Novus Ordo no es católico, ello supondría una defección, y sería blasfemo confundir, en modo alguno, a la Iglesia Católica con el Novus Ordo. No es posible una tercera posición, ya que no puede haber una alteración sustancial, un aumento o disminución del depósito de la revelación. El Novus Ordo es o no es católico. Sostengo firmemente que no lo es, y por lo tanto afirmo que cualquier sistema que declare que el Novus Ordo ha sido dado a nosotros por la autoridad de Cristo es objetivamente blasfemo y pernicioso para la indefectibilidad de la Iglesia.


(Sacerdotium 1, Otoño 1991)

Fuente: Traditional Mass

Traducción. Cristo Vuelve





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