En aquel tiempo: Juan, al oír en su prisión las obras de Cristo, le envió a preguntar por medio de sus discípulos: "¿Eres Tú "El que viene", o debemos esperar a otro?" Jesús les respondió y dijo: "Id y anunciad a Juan lo que oís y veis: Ciegos ven, cojos andan, leprosos son curados, sordos oyen, muertos resucitan, y pobres son evangelizados; ¡y dichoso el que no se escandalizare de Mí!". Y cuando ellos se retiraron, Jesús se puso a decir a las multitudes a propósito de Juan: "¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Acaso una caña sacudida por el viento? Y si no, ¿qué fuisteis a ver? ¿Un hombre ataviado con vestidos lujosos? Pero los que llevan vestidos lujosos están en las casas de los reyes. Entonces ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Éste es de quien está escrito: "He ahí que Yo envío a mi mensajero que te preceda, el cual preparará tu camino delante de ti".
Mateo XI, 2-10
Domingueras Prédicas I
R.P. Leonardo Castellani
R.P. Leonardo Castellani
Domínica segunda de Adviento
Tercer Testimonio del Bautista Acerca de Cristo (1964)
En este mes antes de Navidad, la Iglesia predica primero el Evangelio del fin del siglo, o de la Segunda Llegada ("Adviento" significa llegada) y después tres Evangelios sobre San Juan Bautista, el Anunciador (o "ángel") de la Primera Llegada. El Evangelio de hoy trae el tercer testimonio (indirecto) de San Juan y el testimonio de Cristo acerca de Juan el Bautista: los dos se canonizaron recíprocamente. Estos Evangelios no están en orden: éste narra el último testimonio del Bautista (preso ya y próximo al martirio); el siguiente, el segundo testimonio ante las autoridades religiosas, y el último trae el primer testimonio: o mejor, simplemente marca San Lucas cuidadosamente el tiempo de la predicación de Juan y el tema della.
Este Evangelio contiene simplemente la afirmación de la Mesianidad de Cristo, hecha por él mismo a pedido de San Juan, en la Segunda Misión en Galilea; y la prueba desa Mesianidad tomada de los milagros y las profecías: Jesús hizo milagros delante de los dos enviados de Juan y después les citó tres capítulos del Profeta Isaías (26, 35 y 61); algunos dicen cinco capítulos: "Andad a decir a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los tullidos andan, los leprosos son limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados ... ". Este último milagro moral de que "revelaste esto a los pequeños y lo escondiste a los potentes" -que está en el cántico Magnificat de la Virgen- es añadido por Cristo, en Isaías no está literalmente, aunque sí implícitamente. Era un milagro entonces que se enseñara la religión a los pobres, "a esa maldita ple,be que no conoce la Ley" -decían los fariseos. No la conocían porque ELLOS no se la enseñaban.
San Juan no tenía duda de la Mesianidad de Cristo, la había atestiguado tres veces. ¿Por qué manda dos discípulos a preguntarle a Cristo: "¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro?".
No por él propio sino por el grupo de sus propios discípulos que tercamente se adherían a él e iban a verlo a la fortaleza de Maqueronte, donde Herodes permitía todavía a Juan cierta libertad: "conviene que Él crezca y que yo disminuya" -decía Juan a sus discípulos, que incluso creían Él era el Mesías; podemos decir que los mandó para sacárselos de encima: los Profetas habían predicho que el Mesías haría milagros: el Bautista no hizo un solo milagro, y Cristo hacía milagros.
Cuando se fueron los dos Johannidas, Cristo hizo el panegírico o canonización de su Precursor, delante de la turba Galilea. -¿Qué habéis ido a buscar al desierto? No a los charlatanes o a los figurones de la ciudad; sino a un Profeta; y por cierto el mayor de los Profetas. O sea, la Verdad no estaba en la ciudad, sino en el desierto de Bet-Shedá; en un hombre malvestido y que hablaba poco y decía pocas cosas y cosas duras y amenazadoras. No decía como los Saduceos, sabios, filósofos y hombres cultos: "Esta nación anda muy bien y estamos por fin en plena democracia", sino: "Un gran castigo se cierne sobre esta nación: el hacha está ya puesta en la raíz ... ". Y como predicar males no tiene ningún provecho si no se sabe el remedio, añadía: "Este hombre que pasa allí, ése es la Salvación; pero es también el que tiene en la mano el hacha". "Ha llegado ya el Labrador, en la mano tiene el bieldo, para aventar la paja y recoger el trigo".
La Verdad estaba entonces en el desierto: Juan dijo de sí mismo: "Yo soy la voz que clama en el desierto". De suyo a la Verdad no le gusta estar en el desierto, pero la obligan a veces, la corren de la ciudad. ¿Quién la corre? La mentira entronizada. A la Verdad le gusta estar en las plazas y comunicarse con todos: "a mí me gusta andar entre los hijos de los hombres", dice la Sabiduría en el Libro de los Proverbios 95, y eso hizo o trató de hacer Cristo -después; entonces la Verdad estaba acorralada. Cuando la Verdad está acorralada en el desierto, entonces se pone brava. No es su lugar, está desplazada; y los que desplazan a la Verdad son criminales.
Un peronista me dijo el otro día que yo estoy descontento del régimen liberal, y cuando vino un régimen antiliberal, el de Perón, también estuve descontento; parecería que soy descontento por temperamento. Me consuela que Juan Bautista estaba descontento de Herodes, de Pilatos, de Anás y Caifás, de los fariseos y de los saduceos; y Jesucristo después, lo mismo. Los dos tenían que refugiarse en el desierto, y si salían del desierto sabían que los iban a matar. Son situaciones en el mundo en que la Verdad está combatida y arrollada y la quieren matar; pero cuando matan al que la dice, la Verdad explota como una tonelada de dinamita y la nación que arrojó de sí la Verdad se mató a sí misma.
Ustedes vienen a buscar la verdad a la Iglesia y hacen bien: en la plaza no está, a pesar del Congreso Eucarístico de 1934; no corre ahora las calles: no está en la Radio, la Vídeo, el cine, los diarios, las revistas, las cátedras de la Universidad, ni los discursos de Balbín y Perette; dejar todo eso es ir a buscar la Verdad al desierto; las Iglesias mismas pueden llamarse el desierto: un 5% de la población de Buenos Aires oye misa y un 3% oye sermones; por lo cual es posible que el hacha esté en la raíz del árbol: pues la Verdad es dinamita. Si la Argentina está atrasada, como lo está, no es por causa de la raza, la religión o el clima (como dicen) ni por falta de inteligencia en los argentinos, sino porque la Verdad está desplazada y acorralada; desde la Independencia, el país está tragando una enorme cantidad de mentiras; las cuales hoy parecen ocupar todas las posiciones.
Esto lo digo porque soy descontento por temperamento, según XX. Muy bien. Les voy a poner un ejemplo de cómo anda aquí la Verdad: en una revista que no es de las peores, "Leoplán ", un médico uruguayo que sí es de los peores, Florencia Escardó, publicó un artículo llamado "Sexo y Sociedad" donde afirma que Santo Tomás de Aquino (y por tanto la Iglesia Católica) enseñan que el acto conyugal es pecado mortal. Un sacerdote vio ese artículo en pruebas y escribió al dueño de la revista (Sopena) que eso era una mentira y una calumnia; y era una calumnia deliberada. Se reunió el directorio de la revista y decidió que había que publicarlo porque convenía a la empresa pecuniariamente. Ese señor pues -un extranjero amigo de la plata puede predicar una calumnia sacrílega a cientos de miles de argentinos con un dispositivo de difusión que no tiene ningún amigo de la Verdad en el país -ese señor es un logrero que dispone de la Verdad patas arriba para sacar dinero.
A estos logreros que atropellan la Verdad y aun la Religión por sus dineros, no hay más remedio que el castigo; y no las multas sino el castigo físico: cárcel y una patiadura si a mano viene. Pero ¡Dios mío! un gobierno liberal no puede hacer eso: "libertad para todo y para todos, principalmente para el mal y los malhechores grandes, menos para los que aman la verdad ... ". Esto es un poco exagerado con respecto a la Libertad del Liberalismo; pero ciertamente no se practica la Libertad del Catolicismo: "Libertad para todo y para todos, menos para el mal y los malhechores".
Dirán que yo hago mal en quejarme porque publiqué un libro sobre los Evangelios y se vendió toda la edición antes de 5 meses. Yo no me quejo por mí sino más bien por los otros: muchos colegas míos, escritores católicos, han sido arrollados, desanimados y enmudecidos por la correntada en contra. Y si de mi libro hubiesen hablado los diarios 1 las revistas y las radios, como hacen con libros fútiles, casquivanos y aún dañinos, se hubiesen vendido 15.000 en vez de 3.000. Si trataran a todos los argentinos por igual, por ser argentinos (lo cual sería su deber) por lo menos entonces la Verdad tendría los mismos derechos que el Error: lo cual no es mucho, pero es más de lo que hay ahora.
Bien, nos vamos al desierto para conocer al Salvador; el cual no es Perón ni Marcelo Sánchez Sorondo, no sé quién es¡ pero a lo mejor está en el desierto, ayunando como Cristo.
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