En aquel tiempo cuando Jesús estuvo cerca de Jerusalén, viendo la ciudad, lloró sobre ella, y dijo: “¡Ah si en este día conocieras también tú lo que sería para la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos. Porque vendrán días sobré ti, y tus enemigos te circunvalarán con un vallado, y te cercarán en derredor y te estrecharán de todas partes; derribarán por tierra a ti, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no conociste el tiempo en que has sido visitada”. Entró en el Templo y se puso a echar a los vendedores, y les dijo: “Está escrito: «Mi casa será una casa de oración», y vosotros la habéis hecho una cueva de ladrones”. Y día tras día enseñaba en el Templo. Mas los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando perderle, y también los jefes del pueblo
Lucas XIX, 41-47
"El Evangelio de Jesucristo"
R.P. Leonardo Castellani
Dominica noveno después de Pentecostés
La Lamentación sobre Jerusalén
El evangelio que se lee hoy (Lc XIX, 41) contiene juntamente la profecía de la Ruina de Jerusalén y la segunda “limpieza” del Templo.
Se puede decir pues que contiene la relación de Cristo con su Patria y con su Religión.
Acerca de su patria lloró sobre ella. Acerca de su religión, la llamó espectacularmente “Caverna de ladrones”. Eso se lee hoy día de San Ignacio (79). Vaya un sermón. Parece comunismo.
Lucas pone este episodio como una especie de bisagra o gozne de la última estadía de Cristo en Jerusalén en la misma semana de su muerte, el Domingo de Ramos. Antes de él, está el ingreso triunfal en Jerusalén; después de él, la violenta controversia con los judíos acerca de su autoridad; su repetida afirmación de que Él es el Mesías; la trampa para hacerlo aparecer como rebelde al César o bien como mal patriota; la condenación clara y definitiva de la Sinagoga con la parábola de los Vinateros Homicidas y la Higuera Estéril; la decisión definitiva de darle la muerte y el pacto de la Sinagoga con Judas; y finalmente la profecía parusíaca acerca de la Ruina y Cautiverio de Salen: apokalypsis sinóptico, que está In-extenso en Mateo XXIV. Toda estas perícopas están ahiladas por una clara lógica interna: Cristo terminaba su misión con una decisión terminante y una energía rayana en la violencia; del otro lado ya no hay más preocupación que la del modo de darle muerte. San Jerónimo dice que este arreo de los mercantes del Templo (volteo de cátedras y sillas, arreo de bueyes y ovejas, desparramo de monedas, retiro de tórtolas y palomas, y el airado debate que siguió), esta segunda “limpieza” del Templo, como la llaman los Santos Padres, fue el milagro más grande que hizo Cristo... Opinión andaluza de mi patrono personal y patrono de Santa Fe, que me gusta bastante: ciertamente fue el milagro que más le costó y pagó más caro. Y este último gesto activo de Jesús –después viene la Pasión– resume toda su misión y su empresa como profeta, que fue luchar contra el fariseísmo; por eso justamente este gesto se repite casi igual al principio y al fin de su vida pública: apenas llegó a Jerusalén después del bautismo de Juan y el Milagro de Caná; y tres años después, al cerrar su vida pública con la última Pascua, se fue derechito al Templo, se hizo un látigo de cuerdas, e hizo desalojar el atrio a todos los mercachifles, sacerdotes o no sacerdotes. Dice el judío Flavio Josefo que los sacerdotes no tenían la culpa, ellos se limitaban a “alquilar” el atrio a los usureros. No está mal la excusa; Flavio Josefo es de gran actualidad.
El párroco hace un sermón el 25 de mayo donde dice que el patriotismo es una virtud; yo no voy a contradecir al párroco.
El párroco funda su dicho en que Cristo lloró sobre Jerusalén, lo cual prueba que amaba a su patria. ¿La amaba todavía? ¿O la compadecía solamente? Difícil amar esa gran porquería en que se había convertido el Estado Israelita bajo la dirección del hipócrita Caifás, el payaso Herodes y el poder efectivo de una potencia extranjera. No se puede amar sino lo hermoso; y eso no era hermoso. Era una porquería que provocaba en Cristo una indignación parecida al vómito; y un horror como el que se tiene al verdugo. Todo eso era hermoso, frondoso y pomposo solamente por afuera, como la higuera estéril. Todo eso había acabado su función en el mundo y debía secarse irremisiblemente, maldecido por Dios.
El párroco no dice que “todo patriotismo es una virtud”... Por suerte, porque si lo dijera, habría que contradecirlo. El patriotismo puede ser una virtud y puede también no serlo. El chovinismo o patrioterismo es un vicio. Y hay casos en que el patriotismo se vuelve imposible, y se reduce a la “compasión”. Un hijo no puede amar a su madre degradada, si no es compadeciéndola.
Se puede calcular que hoy día más de la mitad de la población total del globo no ama a su patria o la ama en falso; abriendo bien los ojos se ve claramente eso; o pelándose los ojos, como dice el inglés. Por ejemplo, en Italia, el país que tiene más clero en el mundo y es tenido por el más católico, hay 7. millones de adultos inscriptos al Partido Comunista; el cual profesa que el patriotismo es un “prejuicio burgués”; 7 millones de “inscriptos” que hay que multiplicar por 4 para colegir el número aproximado de los que no tienen tal “prejuicio burgués”, inscriptos y no inscriptos.
El patriotismo tal como hoy lo entendemos (adhesión apasionada a un Estado nacional llevada a un límite casi religioso) es una vivencia relativamente reciente; se puede decir que Juana de Arco en el siglo XIII lo formuló, en el siglo XVI se hizo común; y después de la Revolución Francesa, universal y oficialmente “obligatorio”. Pero ese afecto no es unívoco, y puede darse en cinco estados muy diferentes; a saber:
1. Patriotismo instintivo.
2. Patriotismo vicioso.
3. Patriotismo anulado.
4. Patriotismo virtuoso primero.
5. Patriotismo virtuoso segundo.
El patriotismo instintivo, que es el núcleo o raíz de todos los otros, es el apego a las imágenes que nos son familiares y que han tejido desde la infancia nuestra vida afectiva; el cual en los animales se llama querencia, engendra la añoranza y es natural en el hombre, si algotro no lo impide: es natural, no es ni bueno ni malo en sí mismo. Lo instintivo en el hombre es indeterminado y puede volverse moralmente bueno o malo, según se ordene o no se ordene por la razón. Los instintos son premorales.
No ordenado por la razón, este apego natural se vuelve vicioso; deviene esa infatuación un poco ridícula por la cual el patriotero exalta a su país en forma vana por encima de todo, para despreciar a los demás países, y tenerse él mismo por una gran cosa por el mérito de haber nacido casualmente en tal lugar de la tierra y no en otro; y otras macanas por el estilo que pueden degenerar en la idolatría del ultra-nacionalismo. Hoy día hay varios filósofos morales que se desatan contra el nacionalismo pintándolo como un crimen; el principal de todos, Aldous Huxley, se refieren en realidad a este patriotismo vicioso de que hablo, que los franceses llaman chauvinismo, los ingleses jingoísmo y los alemanes chauvinisieren, uebertriebene Patriotismus y Vaterlandprablerei, o sea patriotismo exagerado; el cual en su forma extrema, no tiene nombre todavía, aunque ya existe. “Nacionalismo” lo llama Huxley, con mal nombre; y con gran alegría de los liberales argentinos, que nos anatematizan así a los pobres nacionalistas católicos argentinos.
Así como puede ser exagerado, el patriotismo instintivo puede ser cohibido o inhibido por una pasión contraria; que es lo que pasa con estos comunistas y socialistas. “soy ciudadano del mundo”, dice Álvaro Yunque, y otros muchos. Si los embarcaran a todos en un carguero y los descargaran en la isla de Sumatra –la cual pertenece al mundo– al poco tiempo la mayoría tendría una añoranza o morriña mortal de los cafés de la calle Corrientes, el castellano les parecería la lengua más hermosa del mundo, y se pondrían a llorar si vieran un “trapo” azul y blanco.
El patriotismo es virtud cuando ese apego natural a lo propio entra en los ámbitos de la razón; y es una virtud moral perteneciente al cuarto mandamiento, cuando se ama a la patria por ser patria o paterna; y es una virtud teológica que ingresa en el primer mandamiento cuando ademas se ama a la patria por ser una cosa de Dios; y así tenemos el patriotismo común y el patriotismo heroico, que poquísimos poseen hoy día. Así siempre se puede amar a la patria, por fea, sucia y enferma que ande; y así amó Cristo a su nación, que era “una cosa de Dios a literalmente, y por propia culpa estaba por dejar de serlo; de modo que su amor era compasión; y así la obra de ese amor fue conminación y consejo, antes que fuera demasiado tarde: no le dijo requiebros sino amenazas, desde el bordo abrupto que domina por el Norte la ciudad de Jerusalén. Y lloró sobre ella.
Hoy día el régimen capitalista y el Estado totalitario (la tiranía, digamos su antiguo nombre) han vuelto muy difícil si no imposible el amor a la patria. Hemos dicho que solamente se pueden amar las cosas lindas; y si yo soy proletario –como de hecho lo soy– sé perfectamente que todas las cosas lindas que tiene este país o cualquier otro no son para mí de ninguna manera, ni siquiera remota. Entonces, por más cosas lindas que vea, no producirán admiración o atracción en mí sino más y más resentimiento, a no ser que un gran amor a Dios me sobreponga a estos afectos naturales. Si religiosidad no hay, entonces es natural que se produzca el Himno del Proletario, que dice así, si mal no recuerdo:
Vosotros lo tenéis todo
Nosotros no tenemos nada
Por causa de vuestra ruindad.
¡Afuera el falso buen modo
Y la caricia interesada!
¡No busquéis nuestra amistad!
“La injusticia multiplicada destruirá la convivencia”, dijo Jesucristo; y la convivenciaes el grado más bajo y el fundamento de la amistad social; el grado que constituye esencialmente las patrias. Si los sujetos que viven en un mismo campo de concentración geográfica se odian cordialmente unos a otros, no se puede decir que allí exista patria; porque “si no amas a tu prójimo, al que ves ¿cómo amarás a la patria a la cual no ves?”. En amor al prójimo se resuelve prácticamente el amor a la patria; y si no es amor al prójimo, nada es.
Esto más o menos dijo el párroco el 25 de Mayo; y yo, viendo que no había absolutamente nada más que decir, no dije nada; y por otra razón además no dije nada,
porque me pasé todo el tiempo del sermón durmiendo, que Dios me perdone.
“¡Jerusalén, Jerusalén, que persigues a los profetas y trucidas a los que te son enviados! Yo he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a los pollitos bajo sus alas, y tú lo has impedido. ¡Si conocieses por lo menos ahora, en este día tuyo, el último para ti, dónde está la paz tuya! Porque vendrán otros días contra ti, y te cercarán tus enemigos con cerco, y te acorralarán, y te apretarán por todas partes; y postrarán por tierra a ti y a tus hijos y a todos cuantos están en ti; y no dejarán en ti piedra sobre piedra; a causa de que no supiste conocer el día de tu visitación.”
Notas
78. No hablo de este libro, que de hecho se ha publicado, porque no cumple que yo diga que
está bien escrito. Pero si ustedes prefieren la opinión del P. Furlong a la mía, digamos que “no
hay regla sin excepción”.
79. El año 1955 la Domínica Nona cayó el 31 de julio.
Sea todo a la Mayor Gloria de Dios
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