Hay dos grandes líneas de argumentos utilizadas por las personas que son rabiosamente anti-sedevacantista; es decir, aquellos que se oponen a la posición del sedevacantismo, no negando las pruebas que dan, reales o imaginarias, sino con el deseo de mantener la posición opuesta por algún otro motivo.
La primera línea de argumentación es restar importancia a los problemas que hay con los “Papas” del Vaticano II, para hacerlos parecer menos graves de lo que son. La segunda línea de argumentación es exagerar los problemas de algunos verdaderos Papas del pasado haciéndolos parecer comparables a la situación en que nos encontramos hoy en día, cuando los apóstatas directamente están reclamando el cargo papal, especialmente Francisco, Benedicto XVI, Juan Pablo II, y Pablo VI.
Como las herejías de Francisco son tan manifiestas ahora, cualquier persona que desee conservar cierta respetabilidad y credibilidad ya no puede negarlas, la segunda línea de argumentación ahora está recibiendo un renovado énfasis. En varios blogs, foros y sitios web, se están haciendo alegaciones por algunos en el sentido de que “siempre hemos tenido papas herejes” – declaración indignante e histórica y teológicamente errónea, que pronuncian para su vergüenza con el mismo aplomo con que pudiera haberla dicho Hans Kung.
Dirigiéndose a lo fundamental: Una razón por la que es imposible que la Iglesia haya tenido un papa públicamente hereje es que eso destruiría la unidad de la Iglesia, una de las señas de identidad de su naturaleza. La Iglesia está necesariamente unida en la Fe; si la cabeza públicamente tuviera una fe diferente, ella dejaría de ser una y no sería mejor que una iglesia protestante local, en la que cada creyente puede estar en desacuerdo con cualquier otro, incluso con el pastor, sobre lo que es realmente verdad.
Ya en la Sagrada Escritura, el Apóstol San Pablo se refiere a la Santa Madre Iglesia como “columna y baluarte de la verdad” (I Tim III, 15) y enseña que nuestro Señor instituyó la jerarquía sagrada para que “todos arribemos a la unidad de una misma fe y de un mismo conocimiento del Hijo de Dios, al estado de un varón perfecto, a la medida de la plenitud de Cristo para que ya no seamos como niños fluctuantes ni nos dejemos llevar aquí y allá de todos los vientos de opiniones humanas por la malignidad de los hombres que engañan con astucia para introducir el error. “(Efesios IV: 13-14).
Por otra parte, el Magisterio católico ha enseñado constantemente que todos los católicos deben estar sujetos al papado como un estudiante está sujeto a su maestro:
“La vigilancia y la solicitud pastoral del Romano Pontífice … de acuerdo a los deberes de su cargo, principalmente y sobre todo se manifiestan en mantener y conservar la unidad y la integridad de la fe católica, sin la cual es imposible agradar a Dios. Se esfuerzan también para que los fieles de Cristo, no sean niños fluctuantes, o zarandeados por cualquier viento de doctrina por la maldad de los hombres [Ef 4:14], para que todos lleguemos a la unidad de la fe y al conocimiento del Hijo de Dios a formar al hombre perfecto, para que no se hagan daño el uno al otro, ni atenten uno contra otro en la comunidad y la sociedad de la vida presente, sino que más bien, unidos en el vínculo de la caridad, como miembros de un solo cuerpo tengan a Cristo por cabeza, y bajo la autoridad de su Vicario en la tierra, el Romano Pontífice, sucesor del bienaventurado Pedro, de quien se deriva la unidad de toda la Iglesia, para que puedan aumentar en número para edificación del cuerpo, y con la ayuda de la gracia divina, puedan así disfrutar de la tranquilidad en esta vida y disfrutar de la bienaventuranza futura “.
(Papa Benedicto XIV, Constitución Apostólica Pastoralis Romani Pontificis , 30 de marzo 1741; extraído en Enseñanzas papales: La Iglesia, subrayado propio)
”La Santa Sede Apostólica y el Romano Pontífice tienen primacía sobre el mundo entero . El Romano Pontífice es el sucesor del bienaventurado Pedro, Príncipe de los Apóstoles, verdadero Vicario de Cristo, Cabeza de la Iglesia entera, Padre y Maestro de todos los cristianos . “
(Papa Benedicto XIV, constitución apostólica Etsi Pastoralis , 26 de mayo 1742; extraídos en Enseñanzas papales: La Iglesia , p 32. ; subrayado propio.)
“Nuestro deseo es mantener la unidad en el vínculo de la paz; y el denunciar los engaños de los que abusan de los nombres de los Padres [de la Iglesia] dando un falso sentido a sus palabras. Que todos entiendan que no hay una enseñanza de los Padres que tengan más en el corazón que el que todos deban mantener la unidad, de la Iglesia junto a esta Cabeza [de San Pedro], a la cual sólo Cristo ha hecho madre y maestra de todas las demás “.
(Papa Pío VI, Decreto Súper Soliditate , 28 de noviembre 1786; extraído en Enseñanzas papales: La Iglesia , p 60.; el subrayado es nuestro.)
Sólo a los pastores se les dio todo el poder de enseñar, juzgar, dirigir, y se impuso en los fieles el deber de seguir su enseñanza, de someterse con docilidad su juicio, y permitir ser regidos, corregidos, y guiados por ellos en el camino de la salvación. Por lo tanto, es una necesidad absoluta para los simples fieles someterse con la mente y el corazón a sus propios pastores, y el que estos se sometan con ellos a la Cabeza y Pastor Supremo“.
(Papa León XIII, Carta Epistola Tua al cardenal Guibert, 17 de junio 1885 ; el subrayado es nuestro).
“Por otra parte, declaramos, proclamamos, definimos que es absolutamente necesario para la salvación que toda criatura humana esté sujeta al Romano Pontífice “.
(Papa Bonifacio VIII, Bula Unam Sanctam, 18 de noviembre 1302; añadido subrayado.)
“Ahora bien, examinemos cuidadosamente y reflexionemos sobre el estado de las diversas sociedades religiosas, divididas entre sí, y separadas de la Iglesia Católica, la cual, desde los días de nuestro Señor Jesucristo y sus apóstoles nunca ha dejado de ejercer, por medio de sus legítimos pastores, y aún sigue ejerciendo, el poder divino otorgado a ellos por este mismo Señor; nadie puede dejar de estar convencido de que ni cualquiera de estas sociedades por sí misma, ni todas ellas juntas, pueden de ninguna manera constituir y ser la Iglesia católica que Cristo nuestro Señor edificó y estableció, y por su voluntad debe continuar; y no pueden de ninguna manera decir que son ramas o partes de esa Iglesia, ya que están visiblemente separados de la unidad católica.
“Así pues, dichas sociedades están carentes de esa autoridad establecida por Dios, por la que todo lo que enseña a los hombres es de fe, y con la que por el imperio de la moral, dirige y los guía en todas aquellas cosas que pertenecen a la salvación eterna. Por eso continuamente varían en sus doctrinas, y este cambio y variación sigue sin cesar en medio de ellos. Cada uno debe entender perfectamente, y de forma clara y evidente, que este estado de cosas se opone directamente a la naturaleza de la Iglesia instituida por nuestro Señor Jesucristo; en la que la verdad siempre debe seguir firme e inaccesible a todo cambio, como depósito dado a esa Iglesia para vigilar su integridad, para la tutela de los que la rigen y con la ayuda del Espíritu Santo que les ha prometido a la Iglesia para siempre . Nadie, por otra parte, puede ser ignorante que de estas doctrinas y opiniones discordantes han surgido cismas sociales, y “que estos han dado origen a sectas y comuniones sin número, que se propagan a sí mismas continuamente, con un creciente daño del Cristianismo y de la sociedad civil.
(Papa Pío IX, Carta apostólica Iam Vos Omnes [1868]; el subrayado es nuestro).
Estas citas hablan por sí mismas, y son obviamente incompatibles con la idea de que un Papa podría ser hereje, y que cualquier fiel pueda decidirlo por sí mismo y en consecuencia “resistirle”, para que no extravíarse y ser castigado eternamente.
Si un verdadero Papa pudiera ser un hereje y seguir siendo Papa, la Iglesia ya no tendría necesidad de un Papa – entonces no sería diferente en esencia de los líderes de la secta anglicana, o de las iglesias ortodoxas orientales, o de las comunidades de fe protestantes. Acabaría por convertirse en un jefe ceremonial cuyas tareas pudieran incluir orientar, dirigir, e inspeccionar, pero que en última instancia no tuvieran ninguna autoridad real, en virtud de su cargo, para enseñar la Fe con una enseñanza que exijiera asentimiento por el mero hecho de que él, el Papa, es quien enseña (cf. Pío XII, Encíclica Humani Generis).
El concilio ecuménico que se ocupó ampliamente de la enseñanza dogmática sobre el papado y de la naturaleza y la autoridad del Magisterio Católico fue el Concilio Vaticano de 1870 (también conocido como el “primer” Concilio Vaticano). Escuchen con atención lo que el Concilio enseña con tanta elocuencia:
En cumplir este cargo pastoral, nuestros antecesores pusieron empeño incansable, a fin de que la saludable doctrina de Cristo se propagara por todos los pueblos de la tierra, y con igual cuidado vigilaron que allí donde hubiera sido recibida, se conservara sincera y pura. Por lo cual, los obispos de todo el orbe, ora individualmente, ora congregados en Concilios, siguiendo la larga costumbre de las Iglesias y la forma de la antigua regla dieron cuenta particularmente a esta Sede Apostólica de aquellos peligros que surgían en cuestiones de fe, a fin de que allí señaladamente se resarcieran los daños de la fe, donde la fe no puede sufrir mengua (2). Los Romanos Pontífices, por su parte, según lo persuadía la condición de los tiempos y de las circunstancias, ora por la convocación de Concilios universales o explorando el sentir de la Iglesia dispersa por el orbe, ora por sínodos particulares, ora empleando otros medios que la divina Providencia depara, definieron que habían de mantenerse aquellas cosas que, con la ayuda de Dios, habían reconocido ser conformes a las Sagradas Escrituras y a las tradiciones Apostólicas; pues no fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y fielmente expusieran la revelación trasmitida por los Apóstoles, es decir el depósito de la fe. Y, ciertamente, la apostólica doctrina de ellos, todos los venerables Padres la han abrazado y los Santos Doctores ortodoxos venerado y seguido, sabiendo plenísimamente que esta Sede de San Pedro permanece siempre intacta de todo error, según la promesa de nuestro divino Salvador hecha al príncipe de sus discípulos: Yo he rogado por ti, a fin de que no desfallezca tu fe y tu, una vez convertido, confirma a tus hermanos [Lc. 22, 32].
Así, pues, este carisma de la verdad y de la fe nunca deficiente, fue divinamente conferido a Pedro y a sus sucesores en esta cátedra, para que desempeñaran su excelso cargo para la salvación de todos; para que toda la grey de Cristo, apartada por ellos del pasto venenoso del error, se alimentara con el de la doctrina celeste; para que, quitada la ocasión del cisma, la Iglesia entera se conserve una, y, apoyada en su fundamento, se mantenga firme contra las puertas del infierno.
(Concilio Vaticano I, Constitución dogmática Pastor Aeternus, Ch 4;. Denz 1836-1837)
Debería ser obvio para todos que esta enseñanza no encaja con la idea de un Papa hereje público, es decir, uno que profese públicamente una fe que contradice la fe de la Iglesia Católica tal como fue recibida de los Apóstoles. En pocas palabras, si un Papa pudiera ser un hereje público, entonces la enseñanza del Vaticano I sería falsa. Pero eso es imposible. Por ello, sabemos que un Papa no puede ser un hereje público.
Sin embargo, una vez y otra, se afirma por anti-sedevacantistas que varios Papas en la historia de la Iglesia fueron herejes públicos – el único objetivo que tienen, por supuesto, es apoyar el argumento de que si estos “Papas herejes” han sido verdaderos Papas, se seguiría, que Francisco es y sus cinco predecesores de infeliz recordación han sido, verdaderos Papas, al menos hasta que algún futuro Papa declare lo contrario (en cuyo caso se tendría que preguntar por qué alguien debe atender a lo que establezca el futuro Papa y no a los contemporáneos, porque lo que se aplica a un Papa necesariamente se aplica a todos ellos). La posición está totalmente impulsada por el deseo de justificar la aceptación de los “Papas” del Vaticano II, sin tener que asentir a su enseñanza o someterse a su mando.
Los nombres de los presuntos “Papas herejes” en la historia católica suelen ser los siguientes, en orden cronológico (aunque otros aparecen de vez en cuando también): Liberio, Honorio I, Esteban VII, Juan XII, Celestino III y Juan XXII. Vamos a examinar cada caso, uno por uno, y quizás algunos otros, en varias entregas, aunque en este post no comencemos por el primero sino que nos centramos en otro papa, que no se cuenta entre ellos: Adriano VI.
Aunque nadie ha acusado a Adriano VI de herejía, comenzaremos nuestra serie de posts en el blog sobre los “papas herejes” con él porque a veces se le invoca por haber enseñado y creído que los papas pueden ser herejes. De hecho, la cita infame “Muchos pontífices romanos fueron herejes, el último de ellos es Juan XXII”, se atribuye al Papa Adriano, y algunos anti-sedevacantistes ansiosos se han apresurado a poner en circulaciónr esta cita sospechosa en Internet, porque, de ser esto cierto, ayudaría tremendamente a consolidar su posición. Sin embargo, esta actitud de “dar primero un argumento y preguntarnos sobre él después” no es aceptable con respecto a un asunto tan serio e importante como la ortodoxia de los Vicarios de Cristo y la doctrina católica sobre el papado, en general, que es el más augusto cargo en el mundo.
Por lo tanto, vamos a plantear la pregunta directamente: ¿Es verdad que el Papa Adriano VI enseñó esta doctrina y cuál es la fuente que lo demuestra?
El hecho es que el Papa Adriano no hizo tal cosa. Más bien, estas palabras fueron pronunciadas por el teólogo Adrianus Florentius, que más tarde se convirtió en el Papa Adriano VI (él conservó su nombre de bautismo, Adriano, como nombre de Papa). El libro en el que Adrianus hace esta afirmación es su Comentario sobre el Cuarto Libro de Sentencias de Pedro Lombardo , publicado en 1516 (y en otras ediciones, incluso antes de esa fecha). Adriano no llegó a ser Papa hasta 1522 y murió al año siguiente. La autenticidad de la cita puede ser verificada mediante la consulta de una copia original del libro, que está disponible en internet. Reproducimos aquí una instantánea del párrafo que contiene el pasaje en cuestión:
Fuente: Hadrianus Florentius, Quaestiones en quartum sententiarum
praesertim circa sacramenta (Lovaina, Bélgica: 1516), fol. XXIII.)
No hay duda de que esta cita y su fuente son auténticas. Tenemos, por ejemplo, que otros teólogos católicos escribieron lo mismo en el tiempo de Adrianus Florentius o después – pero todos y también Adriano, nota a tener en cuenta, escribieron antes del Concilio Vaticano de 1870. Por ejemplo, Mons. Jacobo Benigno Bossuet obispo de Meaux, Francia, utiliza la cita controvertida en el capítulo 28 de su monografía Gallia Orthodoxa (1682).
Aunque en muchos aspectos es un reconocido gran teólogo, Bossuet fue también defensor de galicanismo y se opuso a la infalibilidad del Papa, que posteriormente fue definida como dogma por el Concilio Vaticano I, donde esta posición de la escuela galicana fue condenada como herética. En el tiempo de Bossuet, sin embargo, una serie de posiciones galicanas más tarde condenadas todavía se tenían como opiniones teológicas permitidas, o al menos toleradas. Esto explica por qué Bossuet pudo mantener esta idea en particular sin ser condenado.
El Galicanismo era un conglomerado de errores relativos a la autoridad del Papa que en su mayoría se dieron entre el S. XVII y el siglo XVIII en Francia, aunque sus orígenes se remontan al siglo XIV. Con el tiempo, varias proposiciones galicanas llegarían a ser condenadas por la Iglesia, sobre todo por el Papa Alejandro VIII en 1690 y por el Papa Pío VI en 1794, y más recientemente por el Concilio Vaticano en 1870, por lo que el galicanismo “ahora se profesa sólo por la secta herética de los Viejos Católicos “(Donald Attwater, ed., Diccionario Católico, sv “galicanismo”) – ¡nótese bien! Tal vez no sea casualidad que muchos de los errores mantenidos y promovidos por la Sociedad de San Pío X se asemejen a los de galicanismo, teniendo en cuenta que su fundador, Mons. Marcel Lefebvre, era francés.
Volvamos a Bossuet. En la obra antes mencionada, se cita con aprobación a Adrianus Florentius – que, en su tiempo, fue profesor de teología en Lovaina, Bélgica – en relación a la aserción de que “muchos Pontífices romanos fueron herejes”, aunque admite que Adrianus escribió esto no como Papa sino como teólogo antes de ser elevado al Pontificado Supremo. Sin embargo, argumenta Bossuet, después de que Adriano hubiese llegado a ser Papa, nunca se retractó de su opinión original e incluso publicó sus escritos en Roma en 1522, es decir, después de convertirse en Papa. Éste es también el argumento de los enconadamente anti-sedevacantistas del blog francés La Question, que cuenta con un artículo sobre el tema aquí:
Por tanto, esto parece que ya es un tema cerrado para los anti-sedevacantistes, ¿no es así?
Bueno, no tan rápido. Tenemos que tener cuidado en distinguir las pruebas y los hechos de las suposiciones y conjeturas. Vamos a dar un paso atrás y revisar lo que sabemos y lo que podemos inferir razonablemente:
- Aunque no está con toda evidencia demostrado, sí lo ha sido razonablemente que Adrianus Florentius hizo la afirmación de que muchos Papas fueron herejes – a menos que el documento fuera falso, lo cual, sin embargo, tendría que ser probado.
- Se sabe que ésta era la creencia de Adriano antes de llegar a ser Papa – tal como la escribió siendo profesor de teología en Lovaina.
- Esta creencia, aunque errónea, se permitía profesarla en aquel entonces, y fue sostenida, no sólo por Adrianus Florentius sino también por otros, por ejemplo, Bossuet, no siendo censurados en su momento (algo que San Roberto Belarmino señala, como veremos más adelante)
- No se ha probado directamente, sino que simplemente se ha inferido (aunque razonablemente), que la publicación de la obra de Adrianus después de ser Papa todavía contenía la afirmación de que muchos Pontífices romanos fueron herejes
- La posición adoptada por Adrianus y secundada por Bossuet, se sostuvo antes del Magisterio dogmático sobre el papado, dado por el Concilio Vaticano de 1870
- Incluso si tuviéramos que admitir que es posible que un Papa pudiera llegar a ser hereje público y seguir siendo Papa válido, es claro que la afirmación de Adrianus de ‘que “muchos” papas fueron herejes es definitivamente falsa.
- El único libro “católico” en el que sabemos se da la cita de Adrianus tras el Concilio Vaticano es la obra de 1904 de Paul Viollet L’Infaillibilité du Pape et le Syllabus [“La infalibilidad del Papa y el Syllabus”], donde se observan los intentos del autor para respaldar su posición de que los papas pueden ser herejes. Este libro, sin embargo, fue posteriormente examinado por el Vaticano y fue colocado en el Índice de libros prohibidos bajo el Papa San Pío X en 1908
¿Se imagina lo que nos dirían los anti-sedevacantistas si como “prueba” de nuestra posición utilizásemos una declaración escrita por un Papa antes de que fuera Papa con el argumento de que no se retractó después de convertirse en Papa y hubiera mandado (o, simplemente, no hubiera impedido) la publicación de su libro en su pontificado? Estamos hablando de personas que piensan que no están obligados por el magisterio de las encíclicas papales, por las canonizaciones papales, por los decretos de concilios ecuménicos, por la ley de la iglesia universal, etc. ¿Por qué se preocupan por lo que un Papa hubiera escrito antes de convertirse en Papa – incluso si hubiera permitido que el documento se publicara después de ascender al trono papal – alrededor de 350 años antes del Concilio Vaticano I?
Es realmente curioso cómo estos anti-sedevacantistas siempre exigen de nosotros nada menos que un pronunciamento ex cathedra para probar nuestra posición, pero al mismo tiempo piensan que, de alguna manera, su posición está definitivamente probadas por el silbido o estornudo de una persona que no haya sido llevada a la hoguera. El doble estándar es evidente y bastante revelador. Al parecer, sus argumentos no están determinadas por lo que es verdadero y razonable, sino únicamente porque ayuda a la propia posición.
Pero veamos algunas pruebas más en relación con la posición adoptada por Adrianus Florentius, que también puede haber mantenido privadamente siendo ya el Papa Adriano VI (decimos “privadamente” porque ciertamente nunca formó parte de su Magisterio pontificio). No hay otro teólogo o historiador católico que haya escrito sobre eso fuera de Bossuet y Paul Viollet. De hecho, también San Roberto Belarmino mencionó a Adriano VI, como veremos más adelante.
El famoso manual francés Dictionnaire de Théologie Catholique [“Diccionario de Teología Católica”] tiene una entrada de Adriano VI, y dedica un párrafo en particular al tema que nos ocupa:
En Quaestiones in Quantum Sententiarum, está la afirmación de que el Papa puede equivocarse, incluso en algo que toca a la fe. Pero no es algo correcto el que ciertos adversarios de la infalibilidad hayan visto allí un argumento serio a su favor, o que incluso en nuestros días, otros finjan escandalizarse por ello. Adriano escribió el libro del cual se extrae la cita mucho antes de su elevación a la cátedra de Pedro, y es obvio que no participa en modo alguno en la autoridad de los actos pontificios. Hay, por otra parte, pruebas de que en la mente de su autor la afirmación no se aplica a las definiciones ex cathedra; en consecuencia, [la declaración] no es más que una opinión teológica que encontramos muchas veces antes del siglo XVI, ya sea en la pluma de los propios papas o en los documentos que se aprobaron. Así Inocencio III escribió: “La fe es tan necesario para mí que, si por cualquier otro defecto en el que estoy sujeto al juicio de Dios solamente, en sólo un pecado en que caiga en cuestión de fe quedo sujeto al juicio del tribunal de la Iglesia». Y ya incluso antes de esto, se lee en el Decreto de Graciano (dist XL, c vi..) Estas palabras de Bonifacio, arzobispo de Maguncia: “Ningún hombre mortal debe pretender reprocharle [al Romano Pontífice] por sus faltas. Pues, establecido como el Juez de todos, él no reconoce a ningún juez sobre sí mismo, por lo menos, siempre y cuando no comete un error contra la fe. ” En estos textos y muchos otros como estos, el Papa, obviamente, habla como doctor privado.
(J. Forget, “Adrian VI”, in Dictionnaire de Theologie Catholique [Paris: Letouzey, 1913-50], vol. I, c. 461; our translation;.)
Así que, en resumen, la cuestión clave aquí es que lo que dijo Adrianus, incluso si concedemos que ordenó reimprimir su obra siendo Papa, no es más que una “opinión teológica”, que, en ese punto en su tiempo, era admisible profesar, pero que ciertamente ya no es aceptable desde el Concilio Vaticano I, cuya enseñanza es irreconciliable con la idea de que el Papa podría ser hereje. Por lo tanto, es fácil ver por qué el libro de Paul Viollet fue puesto en el Índice, a pesar de que en realidad llevaba el imprimatur del Ordinario del lugar, Mons. Fulbert Petit (ouch!).
El argumento sobre Adrianus Florentius sobre las “papas heréticos” también es hecho por el excomulgado y hereje ”Viejo Católico” Johann von Döllinger en su obra condenada Der Papst und das Concil [en la traducción Inglesa El Papa y el Concilio (Boston, MA: Roberts Brothers, 1870), p. 306], que escribió bajo el seudónimo de Janus. El trabajo también fue puesto en el Índice de libros prohibidos y fue refutada por el cardenal Joseph Hergenröther en su libro de 1870 de Anti-Janus.
A continuación, vamos a ir a un recurso italiano. El Dizionario di Erudizione Storico-Ecclesiastica [“Diccionario Histórico-Eclesiástica erudición”] dice con respecto a Adriano VI:
Adriano VI, Papa en 228, anteriormente Adriano Florenzio, hijo del artesano Florenzio, nació el 02 de marzo 1459 en Utrecht, Países Bajos, y no en Sanzano en la diócesis de Brescia, como se afirma sin ninguna buena razón por la capuchino Mattia Bellintani (Storia di Salò , 1586). Recibió su licenciatura en Lovaina, y después de que fundó un colegio en esa universidad que lleva su nombre, que más tarde llevó también el nombre de “Pontificia”. Alguien señaló que Adrian escribió ( en De confirmatione. ): plures Pontífices fuerunt heretici (varios Papas fueron herejes). Lodovico Vincenzo Goti responde excelentemente esta acusación ( tom I verae eccles cap II n 6…. ): Adrian dijo esto mientras él era teólogo de Lovaina; Por lo tanto, aunque se reimprimieron sus obras después de convertirse en Papa, sin la eliminación de estas palabras, no se puede decir que él, como Papa, apoyase tal declaración. ¿Cuántas veces se reimprimen obras sin que el autor sea consciente de ello, o en las que el autor sea el último en hacer modificaciones? Más tarde, Adriano recibió la jurisdicción eclesiástica de Lovaina, y luego se convirtió en decano de la catedral, y, finalmente, rector de la universidad. Maximiliano I, emperador del Sacro Imperio, lo designó como preceptor de Carlos, su nieto, también enviándolo como embajador ante Fernando, rey de España, que lo nombró como obispo de Tortosa, en ese reino. Cuando Carlos ascendió al trono, el rey dio a Adriano plenos poderes sobre su monarquía y, después Adriano fue hecho cardenal de los Santos Juan y Pablo por [el Papa] Leo X a petición de Maximiliano, que lo dejó como inquisidor general y gobernador de España durante todo el tiempo, antes de ir a Alemania y tomar posesión de ese imperio bajo el nombre de Carlos V.
(Gaetano Moroni Romano, ed., Dizionario di Erudizione Storico-Ecclesiastica [Venecia: Tipografía Emiliana, 1840].., sv “Adriano VI”, p 104; nuestra traducción; algunos cursiva cambiados)
Ah, así que tal vez todo el asunto no es tan claro como algunos anti-sedevacantistes nos quieren hacer creer. Viollet, en su obra condenada, menciona esta referencia e incluso la cita (ver p. 21, nota de pie. 1), y afirma que es improbable que el Papa Adriano modificase su obra antes de ser reimpresa, o que fuese reimpresa sin su conocimiento o permiso. Muy bien, así que ahora estamos en la parte baja de las probabilidades. Eso está bien, en lo que cabe, pero no vamos a actuar como si tuviéramos aquí un caso claro. Además, no olvidemos que la opinión de Viollet aparece en un libro que ha sido condenado por la Iglesia. Así, ¿Que posición lleva la mejor parte?
Al final, sin embargo, tenemos como ya se ha indicado, que en realidad no importa si el Papa Adriano mandó reimprimir esta obra con o sin este error, por las dos razones siguientes:
- El error fue una opinión teológica permitida en el momento
- El error de ninguna manera formó parte de su magisterio papal
San Roberto Belarmino mismo se refiere a la tesis de Adrianus Florentius en su monumental obra De Romano Pontifice, publicado por primera vez con este nombre en el siglo XVII. Él llama a la opinión de que el Papa puede ser hereje en su magisterio hecho por sí solo (aunque no en un concilio) enseñando una herejía, dice que esta opinión “no osamos decir que es propiamente herética, pues vemos que la Iglesia tolera a quienes siguen esa sentencia; sin embargo parece que es totalmente errónea y próxima a la herejía, de tal manera que con razón puede ser declarada herética según el juicio de la iglesia. “(San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, Libro 4, Capítulo 2, en Opera Omnia, Libro 1 [Nápoles: J. Giuliano, 1856], p. 478).
Ahora bien tenga en cuenta una cosa muy importante: San Roberto está escribiendo en el siglo XVII, más de 250 años antes de que el Concilio Vaticano emitiese sus dogmas sobre el papado. Esto corrobora exactamente lo que hemos afirmado en este post, es decir, que antes del Concilio Vaticano I, estas cuestiones seguían siendo disputadas entre los teólogos, especialmente en los años 1500-1600ss, cuando Adrianus y Bossuet escribieron, y por lo tanto algunas posiciones eran entonces o bien permitidas o al menos “toleradas” (palabra empleada por San Roberto) pero ya no puede ser profesadas hoy, más de 140 años después del Vaticano I. De hecho, San Roberto – que, desde 1931, es doctor de la Iglesia, podría añadir – ya dije en la década de 1600 que la posición adoptada por Adrianus y muchos anti-sedevacantistes de hoy podrían con justicia ser condenados como herejes en el futuro. Esto todavía no se hizo en aquel entonces, por lo que las personas que la sostenían que no eran herejes; pero es significativo que San Roberto dijese que merecen ser condenados como heréticos. No es de extrañar que libros publicados durante y después del Concilio Vaticano I que mantenían esta posición fueran puestos en el Índice.
Otro punto que debe ser tenido en cuenta, aunque sólo sea por la exactitud histórica, es que cuando Adrianus Florentius escribió que “muchos Pontífices romanos fueron herejes” en sus Quaestiones in Quantum Sententiarum, lo dijo sólo de pasada y no como parte de un tratado sobre la autoridad papal o la unidad de la Iglesia. Más bien, del contexto se deduce que fue un argumento formulado contra un oponente teológico con respecto al sacramento de la confirmación. El oponente había citado a San Gregorio Magno para fundamentar su punto de vista acerca de que los sacerdotes podían administrar confirmaciones, y Adrianus, en desacuerdo, dijo que Gregorio se había equivocado, y además (como el teólogo Adrianus afirmó), “muchos pontífices romanos fueron herejes” . Ese es el contexto de la polémica frase. Esto no significa, por supuesto, que haya que negar que lo dijo, pero es importante tener en cuenta que la observación de Adrianus ‘fue incidental en una discusión sobre un tema completamente diferente; era un obiter dictum. Además de eso, hay que notar que estaba equivocado, no sólo con respecto a la confirmación, sino también con respecto a la cuestión de si muchos Papas fueron herejes. Esto es algo que tiende a ser pasado por alto: la afirmación Adrianus es falsa.
Con esto hemos demolido un argumento anti-sedevacantista engañoso. Como se puede ver, se necesita una investigación real para entender adecuadamente estas cuestiones, y nosotros sedevacantistas estamos en inferioridad numérica frente al gran número (a menudo pagados) de apologistas de la resistencia, posición mucho más popular y "conveniente” La suya es la posición en la que usted puede tener todas las ventajas de la posición sedevacantista sin ninguno de sus inconvenientes.
Por desgracia, nuestros críticos tienen el “púlpito”. Ellos tienen el prestigio, las posiciones de autoridad, los aplausos de la mayoría, el equipo de transmisión de lujo, y el dinero y el tiempo para difundir su posición para un público amplio. Pero hay una cosa que nosotros sí tenemos: la verdad. Si a usted le gustaría ayudar a la misión de Novus Ordo Watch, hemos hecho una lista de 12 maneras que usted puede hacerlo; y no , ellos no tienen que pensar en el dinero.
Unos cuantos comentarios que cierren esta cuestión:
En el debate sobre el sedevacantismo, o sea si la Cátedra de San Pedro ha estado vacante desde la muerte del Papa Pío XII en 1958, muchas cosas se afirman por personas que no entienden realmente la materia o que no se toman el tiempo para hacer la investigación real. Como podemos ver en el caso de Adriano VI aquí, es muy decepcionante y molesto ver a anti-sedevacantistas que reciclan sin mayor conocimiento una cita que alguien ha descubierto en un libro puesto en el Índice. Utilizan la cita, ya que ayuda a su caso, con independencia de cuál sea la verdad del asunto. Tal “investigación” y la argumentación son censurables, y llevan a estas consecuencias: Han puesto en las mentes de la gente la idea impía de que un Papa no tiene ni siquiera que profesar la verdadera fe para ser verdadero Papa que está puesto para ser el baluarte de la verdad y el principio de unidad en la Iglesia. El asunto es absurdo.
Lo que también es muy interesante es que estos argumentos y citas traídos por los anti-sedevacantistes acerca de los “papas heréticos”, han sido también traídos desde 1870, solamente por la gente que argumentaron en contra del Vaticano I. Los únicos dos libros “católicos” que conocemos desde ese concilio que utilizan el caso de Adriano VI para argumentar que los papas puede ser herejes son los de Dollinger y de Viollet, y ambos fueron puestos en el Índice . No es exactamente un indicio positivo para nuestros críticos.
Por eso no es sorprendente ver que, en general, las citas de la “resistencia” traídas a colación por los anti-sedevacantistas son siempre de fuentes anteriores a 1870, cuando el Concilio Vaticano estableció una serie de enseñanzas en relación con el Papado y el Magisterio. (Nuestro podcast TRADCAST 003 trata de este asunto en detalle.) ¿Por qué no citan a teólogos posteriores al Concilio para justificar su postura “reconocer-y-resistir”? Sencillamente, porque no pueden encontrar ninguno que enseñan tal cosa, únicamente es por eso.
En la Sagrada Teología a lo largo de la historia, siempre se encontrarán posiciones a la vez permitidas y sostenidas que más tarde son condenadas o abandonadas. Esto es de esperar, ya que la tarea del teólogo es explicar la doctrina católica y mostrar su fuente en armonía con la Divina Revelación. Durante cientos de años, como teólogos debaten diversos temas, y siempre habrá posiciones aceptadas que luego son rechazadas por la Iglesia como insostenibles, erróneas o incluso heréticas, y la historia de la Iglesia está llena precisamente de ellas, como consta en la famosa colección de documentos doctrinales Denzinger ("Fuentes del Dogma Católico”) da fe.
Como hemos insistido en numerosas ocasiones en el pasado, es absolutamente esencial distinguir los Papas “herejes” de los papas inmorales o “malos”. Los primeros son una imposibilidad, mientras que los segundos son, por desgracia, algo no inaudito en la historia de la Iglesia. Los siguientes recursos que hemos producido aclararán esta importante distinción y explicarán las razones por las cuales la primera clase es imposible y la otra no lo es:
La Secta del Vaticano II y la posición de resistencia de la Sociedad de San Pío X han hecho un daño incalculable a la comprensión de la gente sobre la religión católica, especialmente sobre el papado. La gente ahora está acostumbrada a acusar a los Papas reales (incluyendo los falsos, por cuanto creen que son reales) de herejía sin pestañear. Sin embargo, observe cómo, incluso cientos de años antes del Vaticano I, San Roberto Belarmino salió a la lid para argumentar que tal cosa no era posible. ¡Ay si San Roberto hubiera hubiera tenido la sabiduría de los bloggers de la resistencia de nuestros días!¡ ¡Él no tenía ni idea de que la historia de la Iglesia está llena de “papas heréticos”, y tampoco la tenían los padres del Concilio Vaticano! Martín Lutero estaría orgulloso.
En verdad, la situación es absurda. En su insaciable deseo de ver a los “Papas” del Novus Ordo como verdaderos Papas, al tiempo que rechazan todo lo que se vea como una objeción, los “resistentes” han inyectado en las mentes las ideas de las personas que están completamente en desacuerdo con la doctrina católica sana, pervirtiendo su fe hasta el punto de que nunca piensan en la aplicación de las claras enseñanzas del Magisterio católico sobre el papado de Francisco, Benedicto XVI, Juan Pablo II, o Pablo VI. Ellos nunca las aplicarán, porque saben que si lo hicieran, serían convencidos de herejes. Pero no se puede luchar contra la herejía con más herejía, ni tampoco contra el cisma. Es simplemente imposible aceptar a Francisco y a sus cinco predecesores como verdaderos Papas (con todo lo que conlleva, no sólo el reconocimiento verbal) y aún así ser un verdadero católico. Entonces, ¿qué ? Ellos no pueden haber sido verdaderos Papas. Es una conclusión necesaria.
Éste es nuestro primer post de nuestra serie en curso de los Papas “heréticos”. Otros seguirán a su debido tiempo. Como se puede ver, es muy fácil difundir una cita que uno ha recogido en algún lugar sin conocer el fondo, acusando a los Papas del pasado de haber sido herejes. Pero se necesita amor de la verdad, una cuidadosa investigación para desentrañar el nudo de la cuestión, y averiguar cuál en realidad es la verdad.
Fuente: Novus Ordo Watch
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