miércoles, 10 de septiembre de 2014

Opus Dei: José María Escrivá Albás: Algunos Problemas Históricos V



José María Escrivá Albás:
Algunos problemas históricos

por

Jaume García Moles


Capítulo 2
Los directores espirituales de Escrivá
(continuación)


El Sacerdote X

Mi candidato para sacerdote X es el ahora Beato don Manuel González García, que fue obispo de Málaga y después, de Palencia. También fue Senador del Reino a partir de 1918, lo que explica sus viajes a Madrid. La primera razón es que su nombre no aparece en las hagiografías de Escrivá, o mejor, aparece de un modo muy singular: tengo ante mis propios ojos un ejemplar de la primera edición del libro de Vázquez, Tomo II, año 2002, en el cual figura el nombre de D. Manuel en el índice de personas (pág. 745), remitiendo a la página 256, en la cual no aparece ese nombre, pero sí el Obispo. Para entender esto, copio a continuación el “desliz” de Vázquez:

El 19 de enero [de 1938], luego de celebrar a las seis y cuarto en las Teresianas, como solía, tomó el autobús para Palencia. Preguntando llegó al palacio episcopal. El Prelado se quedó atónito al verle: «¡Es otro hombre!», le decía a su secretario. No se habían encontrado desde antes de la guerra. Charlaron cordialmente de sus cosas.

Se “olvida” Vázquez de darnos el nombre del Prelado (don Manuel González García) y en cambio nos da detalles tan minuciosos como el del lugar y la hora a la que celebró misa ese día. Eliminó del texto principal el nombre del Obispo, pero como en ocasiones “antes se coge al mentiroso que al cojo”, olvidó actualizar el índice de personas, dejando así una huella incriminatoria de su manipulación. Nótese que en el mismo texto nos descubre Vázquez la estrecha amistad que unía a los dos futuros Beatos. Por eso es precisamente mi favorito: porque los hagiógrafos lo ocultan deliberadamente.


Hay que recordar que don Manuel había sido arrancado de su diócesis de Málaga por las turbas enloquecidas el 11/5/1931 y tuvo que establecerse en Madrid en 1932, en un piso prestado de la calle Blanca de Navarra. De esa época es la Catalina n. 1014, en la que se habla, sin nombrarlo, de Don Manuel González. Dice así:

El día 16 de este mes, con la excusa de cierto encargo de la M. Priora de Sta. Isabel, visité al Sr. Obispo de Málaga. El Santo Prelado fue cordialísimo. Puesta su mano sobre mi cabeza, por dos veces me dijo: ‘ad robur, ad robur!’... Me prometió orar por mí y me dio, al marcharme, un abrazo muy apretado. Además, que vuelva, me advirtió, que vuelva cuando quiera a verle (26/5/1933).

Esta cita sirve para cerciorarnos de que la omisión de don Manuel en las hagiografías de Escrivá es demasiado significativa para pasarla por alto. Pero hay más: José Miguel Cejas (1), tratando de las relaciones entre Escrivá, Isidoro Zorzano y don Manuel González nos proporciona valiosos datos:

Don Josemaría le aconsejaba [a Isidoro Zorzano], en una carta fechada el 3 de marzo de 1931 escrita desde Madrid, cómo debía actuar. Le decía «que, cuanto antes, vayas a visitar al Sr. Obispo y no hagas nada en este asunto sin su aprobación. A ese bendito prelado debes hablarle con claridad de todo: te entenderá bien, porque está más loco que nosotros. No dejes de ir, en cuanto puedas».
El recalcado de las palabras loco y de todo es de Escrivá. Se ve que Escrivá había hablado ya con don Manuel sobre la Obra, porque el de todo sólo puede atribuirse a cosas especiales, como por ejemplo las obligaciones adquiridas por Isidoro como consecuencia de su adhesión a la Obra. Además, la carta está fechada el 3 de marzo de 1931, es decir, antes de que don Manuel fuera expulsado de su palacio episcopal en Málaga. Por consiguiente, Escrivá había hablado anteriormente con don Manuel en Madrid antes de vivir en la calle Blanca de Navarra, y tenía con él la suficiente confianza como para decir a Isidoro que acudiera a él de su parte, y como para no temer que en la conversación con Isidoro pudiera éste decirle que Escrivá compartía su locura, o enseñarle la carta de Escrivá en que se decía que está más loco que nosotros.

Nos lo confirma Cejas, en otro párrafo de la misma página, cuando dice:

Don Josemaría tenía gran admiración y aprecio por don Manuel desde tiempo atrás: una admiración que se fue convirtiendo con los años en una profunda amistad. Desconocemos las circunstancias concretas en que se conocieron: quizá fuese por medio de alguna mujer que participase en la Obra de las Tres Marías -conocidas como las Marías de los Sagrarios- que impulsaba en Madrid el Padre Rubio, director espiritual del Patronato de Enfermos, o por medio de otra persona.

Este tiempo atrás ha de contarse a partir de 1931, y nos confirma la posibilidad, casi certeza, de que don Manuel y Escrivá se conocieran desde 1928 o antes. Y para que ese conocimiento tuviera lugar habría sido necesario que ambos se encontraran en los viajes que don Manuel tenía que hacer con cierta frecuencia a Madrid, por su cargo de senador, o por extender su Obra de las Tres Marías. Y a la vez, refuerza la sospecha de que la omisión de cualquier referencia a don Manuel en la hagiografía de Vázquez es deliberada porque necesitan esconder alguna cosa. La sospecha se hace más grande cuando yo mismo recuerdo haber oído al propio Escrivá relatar anécdotas protagonizadas por don Manuel: desde el niño que le respondió, refiriéndose a Jesús, que “para quererlo hay que rozarlo”; hasta otro niño que durante una plática dada por el obispo a un grupo de niños, exclamó sin venir a cuento “¡cuarenta!”, explicando después que era el número de botones que, durante la plática, había contado en la sotana de don Manuel; y pasando por aquel tratádmelo bien que aparece en Camino, 531.

Por si fuera poco, presentaré ahora un documento de gran interés. Se trata de una carta (2), mecanografiada de Escrivá, dirigida desde Burgos a don Fernando Díaz de Gelo, Secretario de don Manuel González, entonces obispo de Palencia. Esta es la carta:

M.I. Sr. D. Fernando Diaz de Gelo
Palencia
Burgos, 12 de abril de 1938
 
Mi muy querido D. Fernando: Ayer, no sé bien por qué razón, me vino al pensamiento el cordial recuerdo de Vd.; y hoy me decido a ponerle estas líneas, para que suplan aquellas frecuentes visitas que a mi Sr. Obispo y a Vd. hacía este pecador, en la casita de Blanca de Navarra; también muchas veces sin finalidad concreta, solo por respirar el ambiente –que me era y me es muy grato-- y sentir después más tonificadas las fuerzas, para la tarea que quiso nuestro Jesús encomendarme. 
Sea, pues, esa la razón de molestarle hoy: que el queridísimo Sr. Obispo nos bendiga, y que el Sr. Obispo y Vd. nos encomienden. En el trabajo nuestro, silencioso y discreto, ¡cómo consuela saber que hay Prelados y Sacerdotes empujando, con sus bendiciones y su oración! Por eso, nuestro Señor Jesús ha querido compensarnos sobradamente de las dulces amarguras de la zona roja, y ha hecho que la Jerarquía nos acogiera, por la bondad de muchos Prelados, más que con afecto paternal: maternalmente. 
¿Conoce Vd. a D. Antonio Rodilla, Director del Colegio Mayor Universitario de Burjasot (Valencia)? Es un sacerdote santo y sabio..., del que me han dicho dos Sres. Obispos, con la natural reserva, que la Iglesia Española espera algo más de él. Ha estado aquí, en Burgos, unos días con nosotros, y entiende y ama nuestro camino. También ruego a nuestro Sr. Obispo y a Vd., que pidan al Señor por tan ejemplar sacerdote. 
Verdaderamente, mi querido D. Fernando, que no hago más que pedir..., y no es así: también doy de lo poquito que tengo (mis pobrecitas oraciones) y de lo muchísimo que administro (mañana celebraré la Santa Misa por la persona e intenciones del Sr. Obispo y de Vd.). 
¡Que no nos olvide! 
L. b . l. m. este pecador
  (firma Josemaría)


De esta carta pueden extraerse jugosas consecuencias. En primer lugar se lee claramente entre líneas que don Manuel y don Fernando estaban al tanto de la obra que estaba poniendo en marcha Escrivá, y esto al menos desde que vivían establemente en Madrid, tras su expulsión de Málaga: la tarea que quiso nuestro Jesús encomendarme, nos bendiga, el nosotros. Son expresiones que presuponen estar Escrivá al frente de alguna clase de organización, puesto que no se podía referir a su familia biológica, que permanecía aún en Madrid. Además, Escrivá presupone que don Manuel y don Fernando están completamente a favor de la Obra (Prelados y Sacerdotes empujando), de modo que comparten con él la alegría de que don Antonio Rodilla entienda y ame el camino abierto por Escrivá.

La carta acaba con la petición del apoyo del obispo de Palencia, para la promoción de don Antonio Rodilla, que fue Vicario General de la Archidiócesis de Valencia desde 1938 a 1944, aunque no sé qué influencia podría tener don Manuel González para los nombramientos de vicarios u obispos en España. Don Antonio había visitado a Escrivá en Burgos el 21 de marzo, como lo asegura éste en la Catalina n. 1569. Escrivá hace la recomendación muy indirectamente, y parece que los párrafos anteriores sirven para que el destinatario piense que esa recomendación es una ocurrencia momentánea de Escrivá. Concedamos que es así. Pero también podemos pensar que esto no es más que una primera cortina que oculta otra cortina, que oculta otra cosa. Y esta otra cosa es —creo yo— precisamente la verdadera intención del primer párrafo de la carta. Parece que no es más que un amable recuerdo de tiempos pasados, pero esta idea no cuadra bien, porque sabemos que Escrivá había reanudado las relaciones epistolares con don Fernando y leshabía visitado personalmente tres meses antes, el 19 de enero de 1938 (3). A primera vista parece que Escrivá quiere describir en ese párrafo el motivo por el que acudía a ese piso, cosa que hay que suponer era bien sabida para don Manuel y para su secretario, puesto que eran testigos directos. Pero resulta que lo único que describe es lo que hacía allí cuando acudía sin finalidad concreta, para respirar el ambiente y tonificarse:

también muchas veces sin finalidad concreta, solo por respirar el ambiente –que me era y me es muy grato-- y sentir después más tonificadas las fuerzas, para la tarea que quiso nuestro Jesús encomendarme.

Pero del también de la carta de Escrivá se deduce que generalmente iba allí con una finalidad concreta. Escrivá omite en la carta cuál era esa finalidad concreta. Es bien sabido, y aparece en las biografías de don Manuel, que ese piso de Blanca de Navarra era frecuentado por muchas personas que acudían al Prelado para recibir ayuda espiritual y confesión. Así pues, esta carta, enviada al Secretario del Obispo, no parece ser otra cosa que un intento de borrar huellas de su contacto con don Manuel para la confesión y dirección espiritual. El hecho de enviar la carta al Secretario y no al Obispo mismo podría obedecer al deseo de asegurarse de que la carta pasara al archivo, y podría así ser consultada por los futuros historiadores, como de hecho ha ocurrido. Este es un caso paradigmático de aquello que una vez oí en una película de Escrivá. Se trataba de una tertulia filmada, con mucha gente, en la que alardeó de haber borrado las huellas de algunos hechos de su vida.

Puedo añadir todavía que Vázquez (4) conoce la existencia de esa carta, porque cita de ella la observación de Escrivá, refiriéndose a don Antonio Rodilla, de que se trata de un sacerdote santo y sabio, palabras que aparecen en su literalidad en la carta que estamos comentando, y no en las Catalinas liberadas. Esta es otra prueba a favor de la ocultación sistemática de D. Manuel González y, por consiguiente, de la identificación de don Manuel con el sacerdote X (en realidad, obispo).

Que Vázquez y la Prelatura se ocupen de averiguar datos sobre la vida del supuesto canónigo de Tarazona, los incluyan en la gran biografía, y luego se olviden de mencionar la relación de Escrivá con el después beatificado don Manuel González resulta simplemente impensable. No es un olvido, es una extirpación sistemática, como si se tratara de la lucha del cirujano contra las metástasis que amenazan extenderse comprometiendo la vida del enfermo de cáncer. Se nota que el peligro que sentía la Prelatura era tan intenso que no estaban dispuestos a darse tregua hasta conjurarlo total y definitivamente, cosa que les ha fallado.



Algunos corresponsales me han sugerido la idea de que tal vez el sacerdote X fuera don Pedro Poveda. Yo no comparto esa teoría porque su nombre aparece en las Catalinas liberadas nn. 963, 994, 1078, 1192, 1277 y 1285, hay seis citas a don Pedro en el primer volumen de Vázquez, y cinco en el segundo. Por ello, no se puede decir que haya sido suprimido de la biografía de Escrivá.



(continuará)
Notas

1 De las palabras de Escrivá citadas por Cejas,se puede encontrar confirmación en el libro de José Miguel Pero-Sanz, Isidoro Zorzano Ledesma, Ingeniero Industrial, y también en la Hoja informativa de Isidoro Zorzano, número 5, publicada por el Opus Dei. 

2 La carta completa es inédita, según creo. Parte de ella viene publicada en Leer Camino, por Pedro Rodríguez. Este es el trozo publicado: Ayer, no sé bien por qué razón, me vino al pensamiento el cordial recuerdo de Vd.; y hoy me decido a ponerle estas líneas, para que suplan aquellas frecuentes visitas que a mi Sr. Obispo y a Vd. hacía este pecador, en la casita de Blanca de Navarra. Como se ve, falta la parte fundamental en que Escrivá explica los motivos de sus visitas.

3 En la o. cit. de Vázquez, tomo II, Rialp, Madrid, 2002, p. 256, Nota 79, se apoyan los datos sobre ese viaje en las Catalinas 1499-1501, cuyo contenido se omite. No tengo noticia de que el contenido de esas Catalinas haya sido liberado en alguna otra parte.

4 O. cit, tomo II, Rialp, Madrid, 2002, p. 357, Nota 32. En esa nota se dice que a don Antonio se refiere el Fundador en su correspondencia en varias ocasiones: Cfr. Cartas a Ricardo Fernández Vallespín y a Fernando Díaz de Gelo, desde Burgos las dos, en EF-380327-2 y EF-380412-1, entre otras. En esta última carta le describe como “sacerdote santo y sabio”. Nótese que el número 380412 que aparece en la referencia a la segunda carta debe significar la fecha 12 de abril del 38, exactamente la de la carta cuyo texto he ofrecido arriba.


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