"¿Que yo dije que? En ocasiones siento que la gente no comprende
mis escritos, debe ser mi sentido del humor británico.."
Acerca del Comentario Eleison 385 "Papas Vivientes" por Mons. Richard Williamson
La
proximidad de las Fiestas Navideñas y las tareas habituales no
permitieron la composición de estas líneas hasta hoy. Cuando uno
llega a una cierta edad ya no lee todo lo que puede leerse ni desea
escuchar todo lo que se dice sea porque muchas cosas se repiten, sea
porque son errores, sea porque ya se escucharon o se leyeron. Hay sin
embargo una salvedad cuando el que habla o el que escribe hace el mal
a otros e inclusive a otros que confían en él.
Trataremos
de hacer un comentario al número 385 de la carta “Los Comentarios
Eleison” de Mons. Richard Williamson del día 29 de noviembre del
2014 en su edición en francés (ver texto en español aquí).
Nosotros
conocemos bien a Mons. Williamson porque fue nuestro profesor de
Dogma en el Seminario de Ecône en Suiza y segundo Vicerrector del
mismo cuando nosotros éramos seminaristas allí. Muchos admiraban
entonces en el Seminario su capacidad intelectual y su conocimiento
de la Suma Teológica si bien no era un eclesiástico formado en
alguna famosa Universidad Romana sinò en el mismo Seminario de
Ecône, al menos en lo que a Teología concierne.
Han
pasado los años y muchas cosas con los años. En aquella época, (en
realidad unos pocos años después), atacaba él a la misa nueva
(sic. El caso “Cantoni”) y en él buscaban refugio los
seminaristas que, entonces, ya eran sede vacantes o más firmes que
otros. Con los años pasaron, sin duda, muchas cosas y ahora su
Excelencia dedica sus desvelos a atacar a los Sacerdotes sede
vacantes, quizás, más que a los modernistas.
Dirán
Ustedes que nosotros queremos defender nuestra posición contra la de
su Excelencia, no es el caso; queremos simplemente mostrar que sus
argumentos carecen de validez y de verdad y que, procediendo de un
hombre inteligente no dejan de ser extraños. O su Excelencia ya no
recuerda lo que estudió, entonces debemos temer que los años ya han
hecho su obra devastadora en él, o ya no podemos creer en su recta
intención porque si el argumento se fuerza, y no lo hizo la
senilidad, entonces lo hizo la voluntad.
Descolla
el artículo citando al papa Pío XII (24 de enero de 1949) “Si,
por acaso un día -Nos lo decimos por pura hipótesis- la Roma
material llegara a derrumbarse; si por acaso esta Basílica Vaticana,
símbolo de la única invencible y victoriosa Iglesia Católica,
debiera enterrar bajo sus ruinas sus tesoros históricos y las tumbas
sagradas que encierra, aún entonces la Iglesia no por eso estaría
abatida ni fisurada. La promesa de Cristo a Pedro permanecería
siempre verdadera, el papado duraría siempre, como también la
Iglesia, una e indestructible, fundada sobre el Papa que viviera
en ese momento”.
Mons. Williamson
aplica esto al papado en su aspecto doctrinal
(de eso ni cabe duda porque lo usa como argumento contra aquellos que
no aceptan a los papas conciliares de Vaticano II en adelante). Si
nosotros leemos con atención el texto de Pío
XII no se refiere en absoluto a lo dogmático,
ni siquiera a la moralidad de los pontífices, sinó a “la Roma
material… a la Basílica Vaticana, símbolo… de la Iglesia
Católica… si ella debiera enterrar en sus ruinas los tesoros
históricos y las tumbas sagradas que encierra…” Es fácil
deducir a qué se refiere el Papa quien pocos años antes asistió al
bombardeo de Roma
durante la Segunda Guerra Mundial.
Dice claramente el gran Papa Pío XII que aunque se destruyera esa
Basílica Vaticana “el Papado debería durar siempre”.
En
el segundo párrafo Mons. Williamson dice “estas
palabras (de Pío XII) corresponden a la doctrina clásica de la
Iglesia” y de
inmediato las aplica al papado como tal, nó a la Roma material como
lo hacía su Santidad Pío XII. ¿Vale la inferencia de tal manera?
Puedo decir que cuando Pío XII hablaba de una potencial ruina
arquitectónica y edilicia, con toda la simbología que tenga, ¿Se
refería a la ruina dogmática de los últimos pontífices y que por
lo mismo la Iglesia estaría incólume en ellos? No parece posible.
El
tercer párrafo del comentario de Mons. Williamson atribuye a la
decadencia de la civilización cristiana la corrupción de los “Papas
vivientes”: “Es
fácil ver cómo la decadencia de la civilización cristiana, desde
su apogeo en la edad media, condujo a la presente corrupción de los
papas vivientes. Es fácil ver cómo Dios pudo haber permitido esta
espantosa corrupción para castigar esta espantosa decadencia. Lo que
es más difícil ver es como la Iglesia puede todavía vivir cuando
los papas vivientes, sobre los cuales está fundada, están
convencidos que el liberalismo- la guerra contra Dios- es católico.
Según las propias palabras de Nuestro Señor, [Un árbol bueno no
puede dar malos frutos, ni un árbol malo frutos buenos] (S. Mt. VII,
18)”.
Si
la corrupción de los “papas vivientes” es fruto de la decadencia
de la civilización cristiana habría, dicha corrupción, debido
manifestarse en todos los Papas,
al menos de manera progresiva ¿Cómo podríamos aplicar la
afirmación de su Excelencia a estos Papas: Gregorio XVI, Pío IX,
León XIII, San Pío X, Pio XI y su Santidad Pío XII? ¿Hubo en
algunos de ellos siquiera una atisbo de corrupción o de liberalismo?
No parece posible afirmarlo.
En
el tercer párrafo, al final, su Excia. citaba el Evangelio de San
Mateo (VII vs. 17-18; S. Lc. VI, 43) en donde Nuestro Señor habla
del árbol bueno y del árbol malo y de los frutos de ambos. “Según
las propias palabras de Nuestro Señor [Un árbol bueno no puede dar
malos frutos, ni un árbol malo frutos buenos]… Pero un árbol a
medias bueno y a medias malo puede producir frutos mitad buenos y
mitad malos. Por supuesto que tomada en
su totalidad
una mezcla de bueno y malo es mala, pero esto no significa que tomada
parte por
parte, las
partes buenas de la mezcla sean tan malas como las partes malas”.
La
Verdad Encarnada dirá:
Árbol
bueno, frutos buenos, nó malos.
Árbol
malo, frutos malos, nó buenos.
Por
sus frutos los conoceréis (S. Mt. VII, 20; XII, 33)
Su
Excia. Introducirá un nuevo tipo de
árboles
un árbol a medias bueno frutos buenos y frutos
no a medias malo frutos
malos podréis conocerlos.
Ya
bastante haber hecho distinciones, entre los árboles, mejores que
las que hizo Nuestro Señor quien creó todos los árboles.
Aún
así, séanos permitido decir que la distinción hecha por su Excia.,
no sólo es atrevida, por corregir a Nuestro Señor, sino que es
errónea y concluye falsamente porque pasa de la moralidad a la
entidad, de lo moral que es conducta a lo entitativo que es algo
invariable y que no puede cambiar; que entonces confunde lo
accidental con lo substancial. Que el valor de suplencia de los
términos “suppositio” en lógica, es distinto en las diversas
premisas y que por lo tanto no puede concluir bien.
“Ahora
bien ningún hombre viviente de la Iglesia, ni ningún otro hombre
viviente, es completamente bueno ni completamente malo. Todos somos
una mezcla fluctuante hasta el día de nuestra muerte. Entonces ¿Pudo
alguna vez haber habido un Papa viviente cuyos frutos fueran
completamente malos? La respuesta no puede ser más que no. En cuyo
caso la Iglesia católica pudo haber vivido a medias durante estos
últimos 50 años por los frutos de la mitad buena de los papas
conciliares, con una vida a medias permitida por Dios para purificar
su Iglesia, pero de la cual no permitiría nunca que ella llegara a
matar a su Iglesia”.
(Cuarto párrafo).
Valgan
algunas distinciones.
Un
árbol, como todo ser creado por Dios, es lo que es.
El
manzano da manzanas y el espino espinas. Si quiero comer buscaré el
árbol que da frutos comestibles. Si una manzana está picada o
deforme será accidental al manzano, lo cierto es que él no dará
espinas.
Todo
hombre viviente de la Iglesia será siempre capaz de la Gracia, de la
Redención y de la Salvación; si su conducta no es buena o, si es
inclusive muy mala, siempre será hombre, siempre capaz de la Gracia,
de la Redención y de la Salvación. Vale lo dicho para San Dimas (el
buen ladrón) y para tantos otros.
Apliquemos
esto al Papa.
Una
cosa es el orden ontológico, el de las esencias, el de las
naturalezas (sic. para el árbol frutal ser árbol frutal), otra cosa
es el orden de la salvación moral en el cual, alguien, sin dejar de
ser lo que es se porta mal, como San Dimas antes de convertirse.
Preguntémonos
por el Papa.
Ontológicamente
(en su ser) el Papa es una persona como nosotros.
Persona
que ha recibido una Gracia permanente y estable (no imperdible ya que
puede perderla, por ejemplo, por renunciar como San Celestino) que lo
constituye Vicario de Nuestro Señor en la Tierra y, en esto, ocupa
el lugar de San Pedro en la Iglesia.
¿Para
qué fue constituido San Pedro Vicario de Jesucristo en la Iglesia?
“Tu
aliquando conversus confirma fratres tuos” “Tu una vez convertido
confirma a tus hermanos” (S. Lc. XXII, 32). Lo
propio y específico del Papa es confirmar en la Fe.
Ya que la Iglesia es una sociedad sobrenatural ordenada a la
salvación de los hombres. Por eso dirá su Santidad León XIII en la
Encíclica Satis Cognitum: “Así pues, es propio de Pedro sostener
a la Iglesia y guardarla unida y firme nó con lazo soluble” (No.
40, Encíclicas Pontificias, Editorial Guadalupe T. II, pág. 554;
72. 38-40).
Esto
es lo que nunca puede faltar al árbol papal,
es su fruto primordial y específico. Si el árbol que vemos no
confirma en la Fe sinó que destruye la Fe, entonces estamos delante
de otro árbol, ya que sobremanera para este vale que lo conozcamos
por los frutos.
Puede,
sí, tener frutos deformes en lo que tiene de hombre, podría tener
pasiones en desorden, ambición, cólera, o lo que se quiera que no
afecta a la naturaleza del pontificado, nó algo que fuera opuesto a
la naturaleza misma del pontificado.
Es
Papa porque es Vicario de Jesucristo
Y
por eso es Sucesor de San Pedro Para
confirmar en la Fe.
Si
el “árbol” papal diera malos frutos teológicos, dogmáticos,
morales en cuanto a nó enseñar qué es bueno y qué es malo o
enseñarlo al revés entonces
esos frutos malos no podrían proceder más que de un árbol malo,
luego, no de un Papa quien, esencialmente debe confirmar en la Fe.
El
fruto propio de un árbol sigue a su naturaleza propia.
En
el anteúltimo párrafo (4to.), hacia el fin del mismo, dice su
Excia.: “En cuyo
caso la Iglesia Católica puede haber vivido a medias durante estos
últimos 50 años por los frutos de la mitad buena de los Papas
Conciliares, con una media vida permitida por Dios para purificar su
Iglesia, pero de la cual Él no permitiría nunca que llegue a matar
a su Iglesia”.
Vale
la pena ponerse de pié para aplaudir tamaño argumento jamás
enunciado en veintiún siglos de vida católica: La Santa Iglesia
habría vivido 50 años gracias a la “mitad buena” de los papas
“buenos a medias” y se habría purificado, con el permiso divino,
gracias a la “mitad mala” de los papas “malos a medias”
¡Hurra!.
Realmente
no sabemos si su Excia. subestima a sus lectores o, como estos “Papas
a medias buenos y malos” convencidos de “que el liberalismo es
católico” (3er. Párrafo hacia el fin), él también está
convencido de que quienes lo leen son alumnos de alguna escuela
especial para niños disminuidos.
La
Iglesia se purifica por las persecuciones, los martirios, la lucha
contra la herejía, los grandes movimientos de conversión
fomentados, en momentos cruciales, por los Santos Fundadores de las
Órdenes Religiosas. Pero ¿Desde cuándo se purifica por las
herejías enseñadas en su seno mismo por Obispos, Cardenales y hasta
“Papas”; por ordenaciones inciertas; por hombres como Ratzinger
para quienes “la formulación de los Sacramentos de la tardía edad
media es una caricatura de los Sacramentos”, para quien “Jesucristo
pudo revelar porque Dios se lo reveló” (¿Entonces quién era
Jesucristo?) (Confrontar Teoría de los Principios Teológicos,
HERDER, 1986); por otros como Juan Pablo II para quien “la
constancia en la fe de los paganos es un fruto del Espíritu Santo”;
por las nulidades matrimoniales “por incompatibilidad psicológica”;
por las absoluciones masivas; por la comunión a los no católicos o
a los que no están en estado de Gracia?
Nadie
purifica con algo sucio, más aún, inmundo. Pedro es quien debe
purificar, ordenar, señalar y condenar el error y los peligros
morales, confirmar en la Fe. Es la mano segura de la cual se toma el
católico para pasar entre los errores y los peligros y los ataques.
No puede él herir de muerte a aquél que se aferra a él para
salvarse. Eso no se llama purificación sinó iniquidad.
¿Cuál
es nuestra ganancia señalando estos errores?
Pues
un Obispo está puesto en la Iglesia para enseñar la verdad y cuidar
a las almas, para gritar “lobo” al lobo cuando fuere un peligro a
las ovejas.
-¿Cree
Usted que su Excia. Es un lobo?
No
digo lo que creemos, lo que decimos es que si aúlla no es cordero ni
pastor y que enseñar lo que no es correcto, inferir sin motivo,
forzar el argumento de una autoridad, cambiar las distinciones de
Nuestro Señor Jesucristo, no es de aquél que enseña la verdad sinó
de quien confunde. No buscamos los Fieles ni los Sacerdotes de nadie,
los Fieles y los Sacerdotes son de Dios; pero no es justo que Fieles
y Sacerdotes de buena voluntad (aunque no todos) sigan el aullido
creyendo que es balido.
Si
su Excia. dice verdad, pruébela bien. Si dice error, no diga que es
Verdad. Saque la conclusión de los argumentos, no estire los
argumentos para que sirvan a la conclusión preconcebida. ¿Por qué
el sede vacante tiene sólo frutos malos y “Benedicto
XVI aspiraba a la Tradición”;
“Aún el Papa
Francisco cree seguramente conducir a los hombres a Dios cuando
rebaja a Dios al nivel de los hombres”?
(Último párrafo, al comienzo).
Algunas
gentes buenas siguen a su Excia. Confiados en la aureola de firmeza y
de tomismo que tenía en Ecône. Ya pasó mucho tiempo desde aquello
y con el tiempo muchas cosas. Juzguemos los argumentos por su forma y
su contenido, las conclusiones por su justeza, los árboles por su
fruto si aún es valedero el argumento de Nuestro Señor Jesucristo.
Ave María Purísima.
+
Mons. Andrés Morello.
Patagonia Argentina
31 de diciembre 2014.
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