domingo, 1 de marzo de 2015

LOS SIETE DOMINGOS AL SEÑOR SAN JOSÉ: QUINTO DOMINGO






Para preparar su gran fiesta del 19 de marzo



Esta maravillosa tradición, cuyo origen se remonta al siglo XVI, consiste en dedicar los siete domingos anteriores a la fiesta de San José a acudir con especial detenimiento al Esposo de María Virgen, para expresarle cariño y pedirle mercedes.

Indulgencias

El Sumo Pontífice Gregorio XVI en 22 de enero de 1836 concedió á todos los fieles que, á lo menos con corazón contrito, recen devotamente las oraciones de los Gozos y Dolores en siete domingos continuos, las siguientes Indulgencias: 300 días en cada uno de los seis primeros domingos; plenaria en el séptimo confesando y comulgando.

Su Santidad Pío IX, en 1 de febrero de 1847, se dignó conceder una indulgencia plenaria para cada uno de los siete domingos de San José, si se observan las condiciones de confesión, comunión y visita en cualquier templo, rogando por las necesidades del Sumo Pontífice y de la santa Iglesia.

Se pueden rezar también en cualquier época del año; pero se exige que sean siete domingos seguidos, sin interrupción, y que en cada domingo se recen todos los Dolores y Gozos de San José; y quien no sabe leer rece siete veces el Padrenuestro, Avemaria y Gloria. Se recomienda a la piedad de los fíeles que en cada domingo lean una de las meditaciones que van a continuación.

Las indulgencias son aplicables por las benditas almas del purgatorio, con las condiciones acostumbradas.




QUINTO DOMINGO


El dolor: La huída a Egipto.

El gozo: Tener siempre con él a Dios mismo, y viendo la caída de los ídolos de Egipto.






ACTO DE CONTRICIÓN PARA TODOS LOS DOMINGOS


¡Dios y Señor mió, en quien creo, en quien espero y a quien amo sobre todas las cosas! al pensar en lo mucho que habéis hecho por mí y lo ingrato que he sido yo a vuestros favores, mi corazón se confunde y me obliga a exclamar: ¡Piedad, Señor, para este hijo rebeldeyi perdonadle sus extravíos, que le pesa de haberos ofendido, y desea antes morir que volver a pecar. Confieso que soy indigno de esta gracia; pero os la pido por los méritos de vuestro padre nutricio San José. Y Vos, gloriosísimo abogado mío, recibidme bajo vuestra protección, y dadme el fervor necesario para emplear bien este rato en obsequio vuestro y utilidad de mi alma. Amén.




MEDITACIÓN

Pocos días después de la presentación de Jesús en el templo, un ángel se apareció a San José, y le ordenó que huyera a Egipto para librar al Niño divino de la persecución de Herodes. Riguroso era entonces el invierno, largísimo el viaje y muchos eran los peligros que en él se ofrecían ; por otra parte, la pobreza de San José y la premura con que había de ponerse en camino la santa Familia, le impidieron hacer provisión siquiera de lo más necesario. María Santísima era doncella de poco más de quince años, Jesús estaba recién nacido; y sin embargo tuvieron que salir al punto, y á toda prisa para poner en salvo el gran tesoro que se les había confiado. La Santa Escritura no nos refiere ninguna circunstancia de este viaje; pero su silencio mismo nos está diciendo que en él hubo de padecer la sagrada Familia las penas del cansancio y fatiga, del hambre y de la sed, del calor y del frío, del destierro y del abandono. Largos días tardaron en llegar al sitio de su refugio, y allí ¡ cuánto padeció el corazón de San José, al ver á los  14 demonios adorados como dioses, desconocida la verdadera religión y reinante una groserísima idolatría! Pero esta amargura se cambió en júbilo cuando, á la presencia del Niño Dios, cayeron los ídolos por tierra; vacilaron sus templos y los oráculos callaron, dando así testimonio claro de la divinidad de Jesucristo nuestro Señor. En esa región de destierro oyeron también María y José por vez primera la voz dulcísima del Redentor, que se desataba en tiernos acentos con los nombres de madre y de padre, dichos con la dulzura de niño y con el amor del corazón de Dios.

i Oh Patriarca Señor San José! por este dolor y gozo vuestro, alcanzadnos la gracia de huir prontamente no sólo del pecado, sino de las ocasiones de cometerlo, por remotas que sean, para que, derribados en nuestra alma los ídolos de los vicios; reine en ella sólo y sin competencia el divino Jesús, nuestro Rey y nuestro Dios. Amén.


ORACIÓN FINAL

Oh castísimo esposo de María, glorioso San José, ¡qué aflicción y angustia la de vuestro corazón en la perplejidad de no poder procurar al Creador un lugar digno de su majestad! Pero ¡cuál no fue también vuestra alegría al escuchar a los ángeles alabar con hosannas al Dios de los Ejércitos!

Por este dolor y este gozo os pedimos consoléis nuestro corazón ahora y en nuestros últimos dolores, con la alegría de una vida justa y de una santa muerte semejante a la vuestra, asistidos de Jesús y de María, y la gracia que solicitamos si es a mayor gloria de Dios y salvación de nuestras almas.

Pater, Ave y Gloria.




GOZOS DEL GLORIOSO PATRIARCA Y ESPOSO DE MARÍA, 
SAN JOSÉ


Pues sois santo sin igual
y de Dios el más honrado:
sed, José, nuestro abogado
en esta vida mortal.

Antes que hubieseis nacido,
ya fuisteis santificado,
y ab eterno destinado
para ser favorecido:
nacisteis de esclarecido
linaje y sangre real.
Sed, José...

Vuestra vida fue tan pura
que en todo sois sin segundo:
después de María, el mundo
no vio más santa criatura;
y así fue vuestra ventura
entre todos sin igual.
Sed, José...

Vuestra santidad declara
aquel caso soberano,
cuando en vuestra santa mano
floreció la seca vara;
y porque nadie dudara,
hizo el cielo esta señal.
Sed, José...

A vista de este portento,
todo el mundo os respetaba,
y parabienes os daba
con alegría y contento;
publicando el casamiento
con la Reina celestial.
Sed, José…

Con júbilo recibisteis
a María por esposa,
Virgen pura, santa, hermosa,
con la cual feliz vivisteis,
y por ella conseguisteis
dones y luz celestial.
Sed, José..

Oficio de carpintero
ejercitasteis en vida,
para ganar la comida
a Jesús, Dios verdadero,
y a vuestra Esposa, lucero,
compañera virginal.
Sed, José...

Vos y Dios con tierno amor
daba el uno al otro vida,
Vos a El con la comida,
y El a Vos con su sabor:
Vos le disteis el sudor,
y Él os dio vida inmortal.
Sed, José...

Vos fuisteis la concha fina,
en donde con entereza
se conservo la pureza
de aquella Perla divina,
vuestra Esposa y Madre digna,
la que nos sacó de mal.
Sed, José…
Cuando la visteis en Cinta,
fue grande vuestra tristeza; sin condenar su pureza,
tratabais vuestra jornada;
estorbóla la embajada
de aquel Nuncio celestial.
Sed, José…

No tengáis ¡oh José! espanto,
el Paraninfo decía:
lo que ha nacido en María,
es del Espíritu Santo:
vuestro consuelo fue tanto,
cual pedía caso tal.
Sed, José...

Vos sois el hombre primero
que visteis a Dios nacido;
en vuestros brazos dormido tuvisteis aquel Lucero,
siendo vos el tesorero
de aquel inmenso caudal.
Sed, José...

Por treinta años nos guardasteis
aquel Tesoro infinito
en Judea, y en Egipto
a donde lo retirasteis;
entero nos conservasteis
aquel rico mineral.
Sed, José...

Cuidado, cuando perdido,
os causó y gran sentimiento
que se os volvió en contento
del cielo restituido;
de quien siempre obedecido
sois con amor filial.
Sed, José...

A vuestra muerte dichosa,
estuvo siempre con Vos
el mismo humanado Dios,
con María vuestra Esposa:
y para ser muy gloriosa,
vino un coro angelical.
Sed, José…

Con Cristo resucitasteis
en cuerpo y alma glorioso,
y a los cielos victorioso
vuestro Rey acompañasteis,
a su derecha os sentasteis
haciendo coro especial.
Sed, José…

Allá estáis como abogado
de todos los pecadores,
alcanzando mil favores
al que os llama atribulado:
ninguno desconsolado
salió de este tribunal
Sed, José…

Los avisos que leemos
de Teresa nuestra madre,
por abogado y por padre
nos exhorta que os tomemos:
el alma y cuerpo sabemos
que libráis de todo mal
Sed, José…

Pues sois santo sin igual
y de Dios el más honrado,

sed, José, nuestro abogado en esta vida mortal.









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