SANTOS PROTO
Y JACINTO,
Mártires
† Decapitados hacia el año 257 en Roma, Italia
Os digo, habrá más fiesta en el cielo por un pecador que haga penitencia,
que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de penitencia.
(Lucas 15, 7)
- En Roma, en la vía Salaria vieja y cementerio de Basila, el triunfo de los santos Mártires Proto y Jacinto, hermanos, mayordomos de santa Eugenia; los cuales, en el imperio de Galieno, habiéndose descubierto que eran Cristianos, eran forzados a sacrificar; mas no consintiendo en ello, fueron primeramente azotados con grandísima crueldad, y, por último, juntamente degollados.
- En León de España, san Vicente, Abad y Mártir.
- En Laodicea de Siria, el martirio de los santos Diodoro, Diomedes y Dídimo.
- En Egipto, san Pafnucio, Obispo, uno de aquellos confesores que, en tiempo del Emperador Galerio Maximino, habiéndoles sacado el ojo derecho y desjarretado la rodilla izquierda, fueron condenados a las minas; después, en tiempo de Constantino el Grande, combatió acérrimamente por la fe católica contra los arrianos, y, últimamente, adornado con muchas coronas, descansó en paz.
- En Lyon de Francia, el tránsito de san Paciente, Obispo.
- En Vercelli, san Emiliano, Obispo.
- En Alejandría, santa Teodora, que habiendo caído incautamente, arrepentida de su pecado, perseveró con admirable abstinencia y paciencia en hábito de penitente, sin ser conocida hasta la muerte.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.
SANTOS PROTO
Y JACINTO,
Mártires
Los dos hermanos Proto y Jacinto, esclavos de Santa Eugenia, y bautizados con ella por el obispo Hilario, se dedicaron al estudio de las Sagradas Escrituras. Después de haber permanecido algún tiempo en un monasterio de Egipto, edificando allí a todos por su humildad y santidad, siguieron a Santa Eugenia hasta Roma. Llegados a esta ciudad bajo el reinado de Juliano, fueron detenidos, cruelmente flagelados y finalmente decapitados.
MEDITACIÓN
SOBRE TRES MANERAS DE HACER PENITENCIA
I. La penitencia debe ser interior: para esto el pecador debe ofrecer a Dios un corazón contrito y humillado, recibir con paciencia y resignación todas las aflicciones que se le envían, y hacerlas servir para la expiación de sus pecados. Sufrirás con paciencia si consideras que esos dolores pasajeros pueden librarte de los suplicios eternos que has merecido. El pecador es, él mismo, la causa de sus sufrimientos. No podemos imputar a Dios ninguno de los males que sufrimos; nosotros mismos somos sus autores (Salviano).
II. Prívate, por espíritu de penitencia, de los placeres que no están prohibidos por la ley de Dios. No mereces el goce que se encuentra en la posesión de las cosas creadas, después de haber abusado tanto de ellas para ofender al Señor. Para las almas inocentes son los placeres permitidos; en cuanto a los pecadores, deben ellos hacer penitencia y persuadirse de que Dios les prolonga la vida sólo para darles tiempo de expiar sus pecados.
III. Pero no es suficiente; todavía hay que imponerse mortificaciones corporales para expiar el placer que se ha gustado en ofender a Dios. Los santos siempre han practicado estas austeridades; en sus biografías no se habla sino de vigilias, ayunos, cilicios y disciplinas. ¿Creemos acaso que somos nosotros más inocentes de lo que eran ellos? El camino del cielo no es más ancho ni más cómodo para nosotros que lo fue para ellos. No nos engañemos: hagamos penitencia y no recaigamos en los mismos pecados. Donde no hay enmienda, no hay sino vana penitencia (Tertuliano).
La penitencia.
Orad por la enmienda de los pecadores.
ORACIÓN
Señor, que la preciosa confesión de vuestros bienaventurados mártires Proto y Jacinto reanime nuestro celo, y que su piadosa intercesión nos proteja constantemente.
Por J. C. N. S.
Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J., Tomo III; Patron Saints Index.
Visto en Tradición Católica
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