jueves, 14 de enero de 2016

Martirologio Romano 14 de enero

SAN HILARIO, 
Obispo, Confesor y Doctor de la Iglesia
n. 315 en Poitiers, Francia ; † 368

Protector contra las mordeduras de serpientes.


¿Qué cosa es vuestra vida?
Un vapor que por un poco de tiempo aparece,
y luego desaparece.
(Santiago 4, 15)



  • San Hilario, Obispo de Poitiers, Confesor y Doctor de la Iglesia, que tal día como ayer voló al cielo.
  • En Nola de Campania, el tránsito de san Félix, Presbítero, a quien, según escribe el Obispo san Paulino, primero atormentaron y echaron en una prisión los verdugos; mas, cuando le tenían atado y extendido sobre conchas y cascos, de noche un Ángel le desató y sacó libre; después, pasada la persecución, habiendo allí mismo convertido muchos con su santa vida y doctrina a la fe de Cristo, esclarecido en milagros, murió en paz.
  • En Judea, san Malaquías, Profeta.
  • En el monte Sinaí, treinta y ocho santos Monjes, martirizados por los Sarracenos, en odio a la fe de Cristo.
  • En la región de Raiti, en Egipto, cuarenta y tres santos Monjes, que, en odio a la religión Cristiana, fueron muertos por los Blemios.
  • En Milán, san Dacio, Obispo y Confesor, de quien hace mención san Gregorio Papa.
  • En África, san Eufrasio, Obispo.
  • En Neocesarea del Ponto, santa Macrina, discípula de san Gregorio Taumaturgo, y abuela de san Basilio, la cual educó en la fe al mismo Basilio.

Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.

R. Deo Gratias.


SAN HILARIO,
Obispo, Confesor y Doctor de la Iglesia

San Hilario se convirtió a la fe cristiana leyendo la Sagrada Escritura. Tuvo la gloria de que fuera su discípulo el gran santo Martín, a quien comunicó su extraordinaria doctrina y su ardiente celo. Defendió la fe contra los herejes y fue desterrado por causa de la ortodoxia. Murió en el año 368.


MEDITACIÓN
SOBRE LA VIDA HUMANA

I. ¿Qué cosa es la vida humana? Es, dice el apóstol Santiago, un vapor que, casi al mismo tiempo, aparece y desaparece. ¡Qué corta es esta vida! Apenas comenzamos a vivir es menester, ya, pensar en morir. ¡Qué insegura es! No sabemos cuándo concluirá. Mas, ¡cuán llena está de miserias! ¿Puedes decir con verdad que has vivido un día siquiera sin disgusto? Sin embargo, amamos esta vida tan miserable y tememos la muerte que debe abrirnos el paraíso: es que nuestra fe no es lo bastante viva.

II. Nuestra vida no debe ser considerada en sí misma solamente; debe, además, considerarse como un tránsito a la eternidad. No vivimos para siempre, sino para morir un día y para merecer el cielo. En lo único en que debemos emplear el tiempo de nuestra vida es, pues, en trabajar para merecer, después de ella, una eternidad feliz. Examinemos en particular todas nuestras acciones. ¡Ay! ¡Trabajamos en hacer fortuna, en consolidar nuestra reputación en esta tierra, como si debiéramos vivir en ella eternamente!

III. Pronto terminará esta vida y comenzará la eternidad, para ser recompensados o castigados, según el buen o mal uso que hayamos hecho de ella. ¡Tan poco tiempo tenemos para merecer una eternidad de dicha, y lo empleamos en otras cosas! No sabemos cuánto durará este tiempo; trabajemos, pues, seriamente. ¿Qué no se sufre para prolongar algunos instantes una vida miserable? ¡Y nada se quiere soportar para merecer una vida eterna y bienaventurada!

La lectura espiritual.
Orad por los sacerdotes.


ORACIÓN
Oh Dios, que habéis instruido a vuestro pueblo con las verdades de la salvación por ministerio del bienaventurado Hilario, haced, benignamente, que después de tenerlo en la tierra como doctor y guía, lo tengamos como intercesor en el cielo. Por J. C. N. S.



Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J., Tomo I; Patron Saints Index.



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