miércoles, 16 de marzo de 2016

Martirologio Romano 16 de marzo

SANTOS JUAN DE BREBEUF,
ISAAC DE JOGUES
y Compañeros,
Mártires

n. en Francia; † martirizados entre los años 1642 y 1649 
en América del Norte (Estados Unidos y Canadá)


Quien hace que se convierta el pecador de su extravío 
salvará su alma de la muerte, y cubrirá la
muchedumbre de sus propios pecados.
(Santiago 5, 20)


  • En Aquilea, santos Hilario, obispo, Taciano diácono y compañeros mártires;
  • En Edesa, en la antigua Siria, san Abraham, anacoreta, cuya vida fue descrita por el diácono san Efrén;
  • En Artois, de Neustria, santa Eusebia, abadesa de Hamay-sur-la-Scarpe, que, tras la muerte de su padre, con su santa madre Rictrude se retiró a la vida monástica y, todavía adolescente, fue elegida abadesa, después de su abuela santa Gertrudis;
  • En Colonia, Alemania, san Heriberto, obispo.



Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.

R. Deo Gratias.




SANTOS JUAN DE BREBEUF,
ISAAC DE JOGEUZ y compañeros, 
Mártires

Estos ocho mártires, caídos bajo los golpes de los indios de América del Norte (Estados Unidos y Canadá actuales) en diferentes fechas entre los años 1642 y 1649, fueron canonizados en 1930. Todos eran oriundos de Francia, seis eran jesuitas y dos simples auxiliares de la misión. Sus trabajos apostólicos en condiciones muy duras y en medio de un país entonces inexplorado, las horribles torturas a las que fueron sometidos en su mayoría, su perseverancia en las pruebas y en su vocación de misioneros, constituyen con su vida y con su muerte una de las páginas más sublimes de la historia de la Iglesia.


MEDITACIÓN
SOBRE EL VALOR DE UN ALMA

I. Dios creó a nuestra alma a su imagen y semejanza; la hizo inmortal y la elevó sobre todas las creaturas de este mundo. Él quiere que gobierne a nuestro cuerpo durante la vida, y que, después de nuestra muerte, sea heredera del cielo. Reconoce la grandeza de tu alma, trabaja por ella; desprecia a tu cuerpo y a todos los bienes de la tierra. ¿Qué son estos míseros bienes en comparación de tu alma inmortal? y sin embargo para dar contento a tu cuerpo, ¡pierdes tu alma! Ten piedad de tu alma tratando de agradar a Dios.

II. Jesucristo ha muerto por todos los hombres, es una verdad de fe, mas, tan grande es su bondad, que lo hubiera hecho sólo por tu alma, derramando hasta la última gota de su sangre adorable. Mi alma vale, pues, la sangre de un Dios; ¿cómo la habría yo de entregar al demonio por un vano placer? ¿Qué ha hecho el demonio por ella? ¿Puede procurarle una felicidad duradera ? Entreguemos nuestra alma a Jesús que la ha redimido, que quiere hacerla feliz por toda la eternidad.

III. De lo que antecede, saca dos conclusiones. Primero: debes perder todo antes que perder el alma; riquezas, honores, gustos, salud, todo esto es nada comparado con tu alma. Segundo: el gusto mayor que puedes dar a Jesucristo, la mayor gloria que puedes procurar a Dios, es trabajar por la conversión de las almas, pues por ellas dio una sangre que no hubiera dado para impedir la destrucción del mundo. El hijo de Dios ha derramado su sangre por ti: ¡surge, alma mía, vales la sangre de Dios! (San Agustín).

El afán por la salvación del prójimo.
Orad por vuestros padres.


ORACIÓN
Haced, os suplicamos, Dios omnipotente, que celebrando la solemnidad de vuestros mártires Juan e Isaac y sus compañeros, aprendamos a imitar sus virtudes. Por J. C. N. S.





Fuentes: 
Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J., Tomo I; Patron Saints Index.











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