viernes, 29 de abril de 2016

Martirologio Romano 29 de abril

SAN PEDRO DE VERONA,
Mártir

n. 1205 en Verona, Italia;
† 6 Abril de 1252, cerca de Milán, Italia


Estad vosotros apercibidos, porque a la hora
que menos penséis ha de venir el Hijo del hombre.
(Mateo 24, 44)

  • En Verona, Italia, San Pedro de la Orden de Predicadores, Mártir, que el día 6 de Abril fue martirizado por la fe católica.
  • En Roma, el tránsito de santa Catalina de Siena, Virgen, de la tercera Orden de santo Domingo, esclarecida en vida y milagros; a la cual el Sumo Pontífice Pío II puso en el catálogo de las santas Vírgenes. Su fiesta se celebra el día siguiente.
  • En Pafos de Chipre, San Tíquico, que fue discípulo del Apóstol san Pablo, y a quien el mismo Apóstol llama en sus Epístolas carísimo hermano, ministro fiel y su consiervo en el Señor.
  • En Pisare de Toscana, san Torpetes, Mártir, que fue primero gran favorito de Nerón y uno de aquellos de quienes el Apóstol San Pablo, escribiendo de Roma a los Filipenses, dice: «Os saludan todos los santos, máxime los de la casa del César». Pero después, por orden de Satélico, le abofetearon por la fe de Cristo, le azotaron cruelmente y le echaron a ser devorado por las fieras, mas no le hicieron daño; por fin, degollado, consumó su martirio.
  • En Cirta de la Numidia, el triunfo de los santos Mártires Agapio y Secundino, Obispos, los cuales, después de prolongado destierro en aquella ciudad, cuando en la persecución de Valeriano era mayor la rabia de los Gentiles contra la fe cristiana, llegaron de ilustres Sacerdotes a Mártires gloriosos. En su compañía padecieron también Emiliano, soldado, Tértula y Antonia, Vírgenes consagradas a Dios, y otra mujer con sus dos hijos gemelos.
  • En el monasterio de Lucerna, en Normandía, san Acardo, obispo de Avranches, que, siendo abad de San Víctor de París, escribió varios tratados de vida espiritual para conducir el alma cristiana a la perfección, falleciendo y siendo enterrado en esa abadía de la Orden Premonstratense, que visitaba a menudo.
  • En la isla de Corfú, siete santos Ladrones, los cuales, convertidos a Cristo por san Jasón, lograron por el martirio la vida sempiterna.
  • En Nápoles, de la Campania, san Severo, obispo, al que san Ambrosio amó como a un hermano y su Iglesia como a un padre.
  • En Brescia, san Paulino, Obispo y Confesor.
  • En el monasterio de Cluny, en Borgoña (hoy Francia), san Hugo, abad, que gobernó santamente su cenobio durante sesenta y un años, mostrándose entregado a las limosnas y a la oración, mantenedor y promotor de la disciplina monástica, atento a las necesidades de la Iglesia y eximio propagador de la misma.
  • En el monasterio de Molesme en Francia, san Roberto, primer Abad del Cister.



Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.



SAN PEDRO DE VERONA,
Mártir

San Pedro de Verona renunció desde su infancia a los errores de los cátaros. Las promesas y amenazas de sus padres fueron impotentes para hacerlo vacilar en la constancia de su fe. Entró en la orden de Santo Domingo y vivió en ella con tanta inocencia que se asegura que jamás cometió ningún pecado mortal. Ardientemente pedía a Dios la corona del martirio. Sus deseos fueron escuchados. Nombrado inquisidor de la fe, se atrajo el odio de los herejes, y uno de ellos, que lo acechó en el camino de Como, a Milán, le hendió la cabeza con un mandoble de espada, en 1252.



MEDITACIÓN
SOBRE LA VIDA Y MUERTE DEL PECADOR

I. El pecador vive en tinieblas y en ceguera. Las pasiones oscurecen en él las luces de la razón y de la fe. No consulta como a regla de su conducta, sino su placer, su interés y los deseos de su corazón desordenado. Si siguiese las luces de la razón, ¿se expondría acaso a suplicios eternos por placeres tan breves y tan vanos? ¿Si se comportase según las luces de la fe, buscaría por ventura con tanto afán las riquezas, que son tan grande obstáculo para la salvación de muchos?

II. El pecador recobra en el momento de la muerte estas hermosas luces de la razón y de la fe que durante su vida se habían oscurecido. Entonces la razón le hace ver cuán insensato fue en trabajar toda la vida para amontonar riquezas perecederas, para hacerse de amigos que no quieren o no pueden socorrerlo. La fe le representa, en todo su horror, los suplicios del infierno en los cuales no quiso pensar cuando gozaba de perfecta salud. Despabílase entonces del profundo adormecimiento en el que vivió; abre los ojos a esta horrible realidad que no quiso prever.

III. En esta diferencia que existe entre la muerte y la vida del pecador, hay sin embargo un punto en que concuerdan: ha vivido como impío, muere como impío. Los santos mueren santamente, porque han vivido santamente; los malvados perseveran en el crimen en el momento de la muerte porque en él perseveraron durante la vida. ¿Quieres saber cómo morirás? Mira cómo vives.


La constancia.
Orad por las órdenes religiosas.


ORACIÓN
Dios omnipotente, haced benignamente que imitemos con un celo digno de Vos la fe del bienaventurado Pedro, vuestro mártir, quien, por la propagación de esta misma fe, mereció recibir la palma del martirio. Por J. C. N. S.





Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J., Tomo I; Patron Saints Index.







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