SAN JUAN GUALBERTO,
Abad y Fundador
n. hacia el año 985 en Florencia, Italia;
† 1073 en Passignano, Italia
Patrono de los guardabosques.
Si vosotros no perdonáis a los hombres,
tampoco vuestro Padre os perdonará los pecados.
(Mateo 6, 15)
- En el monasterio de Pasignano, junto a Florencia, san Juan Gualberto, Abad, que fue Fundador de la Orden de Valleumbrosa.
- En Lodi de Lombardía, los santos Mártires Nabor y Félix, los cuales, en la persecución de Maximiano, después de varios tormentos, cortada la cabeza consiguieron el martirio. Sus cuerpos fueron por santa Sabina llevados a Milán y allí honoríficamente sepultados.
- En Chipre, san Jasón, que fue uno de los antiguos discípulos de Cristo.
- En Luca de Toscana, san Paulino, que fue ordenado por san Pedro primer Obispo de aquella ciudad, y en tiempo de Nerón, después de muchos combates, al pie del monte de Pisa, consumó con otros compañeros su martirio.
- En Aquilea, el triunfo de san Hermágoras, que fue discípulo de san Marcos Evangelista, y primer Obispo de aquella ciudad; el cual, en medio de milagrosas curaciones y de la predicación con que convertía pueblos enteros, padeció, muchos géneros. de penas, y al cabo, siendo decapitado con su Diácono Fortunato, mereció el perpetuo triunfo.
- El mismo día, el suplicio de los santos Proclo e Hilarión, que, en tiempo del Emperador Trajano y del Presidente Máximo, por medio de acerbísimos tormentos, llegaron a la palma del martirio.
- En Toledo de España, santa Marciana, Virgen y Mártir, que, expuesta por la fe de Cristo a las fieras y despedazada por un toro, fue coronada del martirio.
- En Lentini de Sicilia, santa Epífana, Mártir; la cual, siendo Emperador Diocleciano y Presidente Tertilo, cercenados los pechos, entregó su espíritu.
- En Lyon de Francia, san Vivenciolo, Obispo.
- En Bolonia, san Paterniano, Obispo.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.
SAN JUAN GUALBERTO,
Abad y Fundador
San Juan Gualberto concedió al que había matado a su hermano el perdón que le imploraba en nombre de Jesús crucificado. Enseguida entró a una iglesia y vio al Crucificado, delante del cual oraba, bajar la cabeza como agradeciéndole acción tan heroica. Este milagro lo determinó a renunciar a una vida mundana y a ingresar en la Orden de San Benito. Como querían nombrarlo abad, se retiró a un valle llamado Valleumbrosa en los Apeninos, y allí echó las bases de la Orden del mismo nombre. Murió en 1073.
MEDITACIÓN
SOBRE EL PERDÓN DE LAS OFENSAS
I. Jesucristo nos manda perdonar las injurias; nos dio un hermoso ejemplo de ello al orar por sus verdugos. Los santos han practicado esta virtud; Dios por su parte perdona a todos los hombres, sean cuales fueren sus crímenes, tantas veces le piden perdón. ¿No son suficientes estos motivos para persuadirte a que perdones a los que te han ofendido? Todos los hombres aman a sus amigos, sólo los cristianos aman a sus enemigos (Tertuliano).
II. Dios nos amenaza con no perdonarnos si nosotros rehusamos perdonar a los demás. Tú mismo todos los días dices al Señor: Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos. ¿Qué le responderás en el día en que te pida cuenta de tu conducta? No perdonas, o lo haces sólo en apariencia y conservas siempre un corazón lleno de hiel contra tu enemigo. Si Dios sólo te perdonase en apariencia, ¿qué sería de ti? ¡Y, sin embargo, cuántas personas piadosas se irritan ante la más mínima injuria, al punto de no olvidarla más! ¿No eres tú de este número? Examínate seriamente al respecto.
III. Dios promete el perdón de sus faltas a los que perdonan a sus enemigos. En otro lugar, asegura que los reconocerá como hijos suyos y herederos. ¿No equivale ello a decir que un hombre que perdona cristianamente a sus enemigos es un predestinado? ¡Difícil es el precepto, pero también grande la recompensa! Perdonar una injuria es el colmo de la bondad, el coronamiento de la piedad, la suprema enseñanza de la filosofía divina (San Juan Crisóstomo).
El amor de los enemigos.
Orad por vuestros enemigos.
ORACIÓN
Haced, Señor, os lo suplicamos, que la intercesión de San Juan Gualberto, abad, nos haga agradables a vuestra Majestad, a fin de que obtengamos por su intermedio las gracias que no podemos adquirir por nuestros méritos.
Por J. C. N. S.
Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J., Tomo III; Patron Saints Index.
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