martes, 4 de octubre de 2016

La Religión Demostrada IX: La Religión Mosaica







LA RELIGIÓN DEMOSTRADA


LOS FUNDAMENTOS DE LA FE CATÓLICA
ANTE LA RAZÓN Y LA CIENCIA



P. A. HILLAIRE


Ex profesor del Seminario Mayor de Mende
Superior de los Misioneros del S.C.





DECLARACIÓN DEL AUTOR

Si alguna frase o proporción se hubiere deslizado en la presente obra La Religión Demostrada, no del todo conforme a la fe católica, la reprobamos, sometiéndonos totalmente al supremo magisterio del PAPA INFALIBLE, jefe venerado de la Iglesia Universal.

A. Hillaire.






CUARTA VERDAD
LA RELIGIÓN CRISTIANA ES LA ÚNICA
RELIGIÓN DIVINA



2 ° REVELACIÓN MOSAICA

102. P. ¿Qué es la religión mosaica?

R. La religión mosaica o judaica es el conjunto de los dogmas y preceptos revelados al pueblo hebreo por ministerio de Moisés.Esta religión no era más que la religión primitiva perfeccionada. No iba destinada al mundo entero como la primera, sino solo al pueblo judío, y no debía subsistir sino hasta la llegada del Mesías.

La religión que Dios dio al pueblo hebreo se llama mosaica, porque Dios la publicó solemnemente por ministerio de Moisés. Y se denomina judaica, porque Dios la dio al pueblo judío (1).

1° Las verdades de la revelación primitiva habían sido cambiadas por la ignorancia y la corrupción; Dios resolvió establecerlas en toda su pureza, despertando su recuerdo entre los hombres, y haciendo su depósito inviolable. Con este fin eligió para sí un pueblo particular, al que rodeó de una especial protección y preservó de la corrupción universal.

Hizo que Moisés libertara a los descendientes de Jacob de la cautividad de Egipto, y los constituyó en nación. A este pueblo privilegiado se le confió el depósito de la revelación y la promesa de un futuro Redentor, esperado bajo el nombre de Mesías. Esta promesa debía transmitirse hasta el advenimiento del Salvador, época en la cual la ley judaica, cumplida su misión, debía ser abrogada. 

2° La revelación mosaica tenía, pues, un triple fin: a) conservar las verdades de la religión natural y los dogmas de la religión primitiva; b) confirmar y precisar los preceptos de la moral natural; c) desenvolver las profecías del Mesías dando los pormenores de su vida, de sus obras y de su reino.


NARRACIÓN HISTÓRICA DE LA REVELACIÓN MOSAICA

Esclavitud de los hebreos (hacia el año 1600 antes de J.C) – Los descendientes de Jacob se multiplicaron tan rápidamente en Egipto, que, dos siglos después de la muerte de José, formaban un verdadero pueblo. Este crecimiento alarmó a los egipcios, y uno de sus reyes, Ramsés II, condenó a los hebreos a los trabajos más duros, a construir diques sobre el Nilo, murallas en torno de las ciudades y pirámides de una elevación prodigiosa. Por último, el Faraón ordenó que todos los hijos varones de este pueblo fueran arrojados a las aguas del Nilo, apenas nacidos.

Todo lo que acontecía a los judíos era una figura de lo que debía suceder más tarde a la Iglesia. El crecimiento prodigioso de los hijos de Jacob era la figura de la multiplicación de los cristianos en medio de las persecuciones.

Nacimiento de Moisés (1571 antes de J.C.) – En ese momento nació en la familia de Amram, de la tribu de Leví, Moisés, el personaje más grande del Antiguo Testamento, aquél que, entre todos los hombres, tuvo más familiares y continuadas comunicaciones con Dios. Su historia se divide en tres períodos, de cuarenta años cada uno. Expuesto en el Nilo, es salvado de la muerte providencialmente por la hija del Faraón, que lo adopta y le da el nombre de Moisés, es decir, salvado de las aguas. La princesa le hizo instruir en la corte del rey, en todas las ciencias cultivadas en Egipto.

A la edad de cuarenta años, Moisés dejó el palacio del rey, a fin de ir a consolar a sus hermanos los hebreos, que gemían bajo el yugo de una cruel esclavitud. Graves circunstancias le obligaron a huir a la tierra de Madián, cuyo jefe llamado Jetró, le recibió y le dio su propia hija, Séfora, por esposa.

Misión de Moisés. – Durante cuarenta años cuidó Moisés de los ganados de su suegro. Un día advirtió sobre el monte Orbe una zarza que ardía sin consumirse; y, como se aproximó para contemplar de cerca el extraño fenómeno, oyó una voz que, saliendo de la zarza, le decía: Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; he visto la aflicción de mi pueblo, y te he elegido para que le hagas salir de Egipto y los conduzcas a la tierra prometida.


Moisés aterrorizado ante las dificultades de tal misión, le dijo a Dios: – ¿Quién soy yo, Señor, para obrar tales maravillas? – Entonces, Dios, para animarle, le confirió el poder de obrar milagros, y asoció a él a Aarón, su hermano mayor, como colaborador y auxiliar.

Las diez plagas de Egipto. – Moisés y su hermano Aarón se presentan al rey y le piden, en nombre del Señor, que deje partir a los hijos de Israel. – Yo no conozco al Señor – contesta el Faraón; y desde este momento redobla sus crueldades con los pobres hebreos, para irritarlos contra Moisés. Este, armado de su vara, castiga al país con diez azotes, conocidos por las diez plagas de Egipto. Sólo a la décima, el Faraón, aterrado, consciente en la partida de los hebreos.

La décima plaga fue la más terrible. La víspera del día en que sobrevino, Moisés dijo a los Hijos de Israel, de parte del Señor: “Mañana es el día de vuestra libertad. Esta noche, en cada familia sacrificarán un cordero sin mancha, cuyos huesos no romperán; lo comerán permaneciendo de pie, ceñida la cintura, calzados los pies y con un bordón en la mano, como viajeros apresurados. Marcarán con su sangre las puertas de vuestros hogares: es la Pascua, es decir, el paso del Señor. Celebrarán perpetuamente este día en recuerdo de vuestra libertad”.

A la noche siguiente, el ángel exterminador pasó e hirió de muerte a todos los primogénitos de los egipcios, no respetando sino las casas de los hebreos marcadas con la sangre del cordero. Por la mañana, cuando los egipcios vieron tantos muertos, quedaron consternados, y los hebreos pudieron partir sin que nadie les molestase. Tal fue entre los judíos el origen de la gran fiesta de la Pascua.

La esclavitud de Egipto es figura de la esclavitud a que nos redujo el pecado; la liberación de los israelitas por Moisés representa la liberación de los cristianos por Nuestro Señor Jesucristo.

El cordero pascual es figura del Salvador, el Cordero de Dios que nos ha salvado con su sangre de la muerte eterna. La Pascua de los judíos era figura de la Pascua de los cristianos, en la que nosotros comemos el verdadero cordero pascual.

Salida de Egipto (1491 antes de J.C.) – Los hebreos partieron de la ciudad de Ramsés o Ramesés, hoy Tell-es-Maschuta, en número de seiscientos mil, sin contar viejos, las mujeres y niños menores de veinte años. Se encaminaron hacia la tierra de Canaán, prometida a sus padres Abraham, Isaac y Jacob, y llamada por eso Tierra Prometida.

El primer prodigio que Dios obró en favor de su pueblo fue guiarlo en su camino, mediante una columna de nubes luminosas durante la noche y opacas durante el día, para protegerlos contra los ardores del sol. Este milagro continuó cuarenta años, durante toda la permanencia de los judíos en el desierto. Desde el seño de esta nube, Dios hablaba a Moisés.

Paso del Mar Rojo. – El segundo milagro del Señor en favor de su pueblo fue el paso del Mar Rojo. El Faraón se arrepintió bien pronto de haber dejado salir a los hebreos, cuyos trabajos eran tan útiles a su nación. Salió, pues, en su persecución con un gran ejército, y los alcanzó a orillas del Mar Rojo. El terror se apoderó de los judíos; pero Dios dijo a Moisés: Extiende la mano sobre el mar, y las aguas se dividirán para dejar paso a los hijos de Israel.

Obedeció Moisés, y las aguas se dividieron, formando a la derecha e izquierda como dos grandes murallas, que permitieron a los hebreos pasar a pie enjuto por el lecho del mar.

Los egipcios, a su vez, penetraron en el mar, persiguiendo a los hebreos; pero Moisés, obedeciendo otra vez a Dios, tendió nuevamente la mano, e inmediatamente las aguas ocuparon su primitivo lugar, envolviendo a los egipcios, con sus carros y caballos.Ante testimonios tan patentes de la protección divina, Moisés y los hebreos cantaron un himno de acción de gracias.

El desierto de Arabia. – Los israelitas, después del paso del Mar Rojo, se hallaron en medio de un vasto desierto, donde no tardaron en sentir la falta de las cosas más necesarias para la vida, por lo que empezaron a murmurar. Moisés oró al Señor, el cual escuchó sus ruegos y, aquella misma noche, una cantidad innumerable de codornices cayó sobre el campo. Moisés les predijo otro alimento para el siguiente día.

Al romper el alba, la tierra apareció cubierta de una especie de escarcha blanca, cuyos granos, parecidos al granizo, sabían a flor de harina amasada con miel. Era el maná. Este alimento prodigioso cayó del cielo todas las mañanas, durante cuarenta años, y cada uno recogía una medida bien llena. La víspera del sábado, la medida debía ser doble, porque el maná no caía en día de descanso. Dios quería de esta manera enseñar a su pueblo a santificar el día séptimo.

En Rafidim, el pueblo se siente acosado por abrasadora sed. Moisés guiado por el Señor, se aproxima a la roca de Orbe, la golpea con su vara y hace brotar de ella una copiosa fuente.

Los amalecitas, pueblo del desierto, atacan a los hebreos para oponerse a su marcha. Moisés envía a Josué, con un cuerpo de tropas escogidas, para rechazar el ataque, mientras él se retira a la cima de un monte y ora allí durante el combate. Cuando Moisés levantaba las manos al cielo, los amalecitas eran derrotados; mientras que, cuando, por cansancio, las dejaba caer, los amalecitas triunfaban. Mandó, por tanto, que le sostuvieran los brazos levantados hasta la noche, y los israelitas obtuvieron una completa victoria. ¡Tan grande es el poder de la oración!

El paso del mar Rojo representa el bautismo, necesario a los hombres para entrar en la verdadera Tierra Prometida.

El desierto, que debían atravesar los judíos, es imagen de esta vida que hay que atravesar antes de llegar al cielo.

El maná es figura de la Eucaristía, pan vivo bajado del cielo y destinado a sostener las almas fieles durante su peregrinación hacia la Tierra Prometida de la eternidad.

Los amalecitas son figura del demonio y de todos aquellos de quienes se vale para impedir que los cristianos se salven. Hay que combatir como Josué y orar como Moisés en nombre de Nuestro Señor Jesucristo, quien por los méritos de su cruz da la victoria a todos los que hoy lo invocan.

El Sinaí.– Promulgación de la ley.– Cuarenta y siete días después de su salida de Egipto, los hebreos levantaron sus tiendas al pie del monte Sinaí. Dios llamó a Moisés a lo alto de la montaña y le ordenó repetir sus palabras a los hijos de Israel.

He aquí lo que dice el Señor: Ya habéis visto de qué manera os he librado de los egipcios; por consiguiente, si escucháis mi vos y guardáis mi alianza, seréis mi pueblo.

Los hijos de Israel, respondieron como un solo hombre: “Nosotros obedeceremos al Señor”.

“Purifíquense pues, insistió Moisés, porque dentro de tres días Dios descenderá ante vosotros sobre la montaña y escucharán su voz”.

Había despuntado la aurora del tercer día, cuando, repentinamente, una nube densa cubre la montaña. En medio de relámpagos y truenos, el pueblo, aterrorizado, distingue la voz del Señor que publica el Decálogo o los diez mandamientos.

1° Yo soy el Señor Dios vuestro. Que os he librado de la esclavitud de Egipto. No tendréis otro Dios más que a mí. Porque yo soy el Señor Dios vuestro, el Dios fuerte y celoso; y yo castigo la iniquidad de los padres en sus hijos hasta la tercera y cuarta generación de aquellos que me odian: y uso misericordia hasta la milésima generación con aquellos que me aman y observan mis mandamientos.

2° No tomaréis el nombre del Señor Dios vuestro.

3° Acordaos de santificar el día del sábado. Trabajaréis durante seis días, pero el séptimo es el día de descanso, consagrado al Señor Dios vuestro. Ese día no haréis ningún trabajo, no vosotros, ni vuestro hijo, ni vuestra hija, ni vuestro criado, ni vuestra criada, ni vuestras bestias de labor, ni el extranjero que se hallare dentro de los muros de vuestras ciudades.

Porque el Señor hizo en seis días el cielo, la tierra, el mar y todo lo que ellos encierran, y descansó el séptimo día. Debido a esto, el Señor ha bendecido el día del sábado y lo ha santificado, es decir, consagrado a su culto.

4° Honrad a vuestro padre y a vuestra madre, a fin de que viváis largo tiempo y felices sobre la tierra.

5° No mataréis.

6° No cometeréis ninguna impureza.

7° No robaréis.

8° No levantaréis falso testimonio.9° No desearéis la mujer de vuestro prójimo.

10° No codiciaréis ni su casa, ni ninguna de las cosas que le pertenecen.

Las tablas de la ley. – Después de esta promulgación solemne de la ley divina, Moisés subió al Sinaí. En su cima conversó con el Señor durante cuarenta días y cuarenta noches, recibiendo sus órdenes acerca del culto que era preciso establecer, y de las leyes religiosas y civiles que debía observar su pueblo hasta la llegada del Mesías.

Después, envuelto en los resplandores de la gloria de Dios, descendió Moisés del monte trayendo dos tablas de piedra, sobre las cuales Dios mismo había grabado su ley. En la primera tabla estaban escritos los tres primeros mandamientos, que encierran los deberes del hombre para con Dios; en la segunda, los siete restantes, que se refieren a los deberes del hombre para con sus semejantes y para consigo mismo.

El becerro de oro. – Como Moisés permaneció cuarenta días en coloquio con el Señor, los hebreos, creyendo que no volverían a verle, levantaron un ídolo, el becerro de oro, en recuerdo del buey Apís de los egipcios, y se postraron ante la obra de sus manos, sin cuidarse de las promesas que habían hecho a Dios. En aquél momento, Moisés, bajando del monte, apareció en medio de su pueblo. Cuando vio al ídolo, se apoderó de él una santa cólera y arrojando las tablas de la ley contra el monte, las hizo pedazos; tomó enseguida el becerro de oro y lo hizo añicos.

Inmediatamente mandó a la tribu de Leví, la cual había permanecido fiel, que, espada en mano, atravesase el campo y exterminase a los más culpables, que perecieron en número de veintitrés mil.

Moisés volvió a la cima del Sinaí y pidió perdón a Dios por el pueblo infiel. El Señor escuchó su ruego, y le ordenó esculpir dos nuevas tablas, donde Dios mismo esculpió el Decálogo. Cuando Moisés bajó por segunda vez del monte, su rostro se mostraba adornado con dos rayos de luz, cuyo brillo no podían soportar los hebreos.

La inconstancia del pueblo judío es imagen de la inconstancia de los cristianos. ¡Ay! ¡Cuántos fieles, en el tiempo pascual prometen a Dios no cometer más pecados mortales, y cuántos vuelven a caer, antes de los cuarenta días!... No se prosternan, es verdad, ante ídolos materiales, pero en su corazón adoran los ídolos del orgullo, de la ambición, de la avaricia, de la lujuria. Pues bien, la idolatría espiritual no es menos culpable, puesto que nos hace posponer s Dios por el placer que se halla en el mal.

La tribu de Leví mereció, por su fidelidad, ser escogida por Dios para el sacerdocio, y de un modo análogo las familias cristianas merecen de Dios el beneficio
de dar hijos para el sacerdocio.

Muerte de Moisés. – Puede leerse en la Historia Sagrada la serie de milagros obrados por Moisés en el desierto, mientras guió por él durante cuarenta años a los israelitas. Como hubiera flaqueado su confianza en Dios, golpeando dos veces la roca de Orbe en vez de una, Moisés, en castigo, no vio sino de lejos la Tierra Prometida. Antes de morir, hizo renovar a los hijos de Israel el juramento de fidelidad a su alianza con Dios.

Les predijo que, si se mantenían fieles a la ley divina, saldrían vencedores de sus enemigos y serían colmados de bendiciones. También les anunció las mayores calamidades si eran infieles. Después de esto, Moisés se retiró al monte Nebo, frente a la tierra prometida, y murió a la edad de ciento veinte años, lleno de virtudes y de méritos, siendo llorado por todo Israel durante treinta días.

La profecía de Moisés se ha realizado al pie de la letra en la sucesión de los hijos. Siempre que los judíos violaron la ley de Dios fueron aplastados por las naciones vecinas. Y cuando se convirtieron, Dios suscitó de entre ellos caudillos libertadores. La Historia Sagrada demuestra de una manera sorprendente dos verdades importantes.

1a Dios castiga, tarde o temprano y sin piedad, a las naciones culpables, particularmente a aquellas que profanan los días que Él se ha reservado para su culto.

2a El hombre, cualquiera que sea la forma de gobierno según la cual vive, y a pesar de todas las revoluciones políticas, debe siempre, por encima de todo y cueste lo que costare, permanecer inviolablemente fiel a Dios, que no se muda, y a su santa religión.


103. P. ¿En qué consistía la religión mosaica?

R. La religión mosaica se componía de dos partes, bien distintas entre si: la una general, obligatoria para todo el género humano; la otra especial, aplicable solamente al pueblo de Israel.

La primera parte comprendía:

1° Los mismos dogmas que la religión primitiva, pero desarrollados y escritos por Moisés bajo la inspiración de Dios.
2° Los preceptos de la ley natural resumidos por Dios mismo en el Decálogo.

La segunda parte, especial para el pueblo judío, contenía:

1° Las leyes religiosas, que reglamentaban todas las ceremonias del culto.
2° Las leyes civiles y políticas, relacionadas con la constitución social del pueblo judío.

1° Dogma. – Dios no reveló a Moisés nuevos dogmas; solamente confirmó y explicó lo que la revelación primitiva había enseñado a los patriarcas: la unidad de Dios, su providencia, su infinita perfección; la creación del mundo; la formación del hombre a imagen de Dios; su destino sobrenatural; la caída original del primer hombre; la desgracia del género humano, y la promesa de un Redentor que vendría a establecer una nueva alianza entre Dios y los hombres.

La religión mosaica hace resaltar de un modo especial la unidad de Dios y la expectación de un Mesías. Mientras en torno de Israel todos los pueblos de la antigüedad están entregados a la idolatría, él no adora más que a un solo Dios, desde el principio hasta el fin de su historia. Este solo hecho prueba la existencia y la divinidad de una revelación.

Además, Israel es un pueblo de expectación y de esperanza. Espera un Libertador, que debe ser a la vez Rey, Profeta y Pontífice, para restablecer el reinado de Dios sobre la tierra. De Moisés a Malaquías, las predicciones nacionales caracterizan su misión. La idea mesiánica es el alma de pueblo judío.

Este pueblo, depositario del tesoro de la revelación, estaba encargado de recordar a las naciones idólatras la unidad de un Dios criador y de conservar en el mundo la promesa del Redentor. No supo recordar al Mesías que le traía la salvación, pero ha guardado cuidadosamente sus libros inspirados, para atestiguar, ante todos los hombres, la unidad de Dios y, contra sí mismo, la venida del Mesías.

2° Moral. – El Decálogo no es más que un código de la ley natural reducido a diez artículos. Fundado sobre las relaciones esenciales del hombre con Dios y con sus semejantes, obliga a todos los hombres sin distinción. Dios lo promulga solemnemente y lo graba en dos tablas de piedra, porque la ignorancia y la corrupción habían borrado u obscurecido los preceptos naturales en el corazón de los hombres. Da también a su pueblo otras leyes, que se pueden considerar como una explicación y un comentario del Decálogo. Moisés las escribe en el mismo orden en que las recibió de Dios, y se contienen en sus libros.

3° Culto. – La religión mosaica retiene las prescripciones esenciales del culto primitivo: la oración, los sacrificios, el descanso del sábado. Pero Dios señala a Moisés el número, la naturaleza de las víctimas y las ceremonias que debían practicarse para inmolarlas. Mediante estas leyes, el culto consigue mayor orden y esplendor.

Legislación religiosa relativa al culto.– El culto mosaico comprende el templo, el sacerdocio, los sacrificios, las fiestas y algunas otras prescripciones religiosas. Bien se ve que este culto era la preparación y figura del culto católico, más perfecto aún.

1° El Tabernáculo. – Cual imagen de la unidad de Dios, Moisés estableció como centro de todo culto, esperando la construcción del templo de Jerusalén, un solo tabernáculo. Era éste un pabellón portátil de forma rectangular, de unos 16 metros de largo por 5 de ancho, cubierto de telas preciosas. Un velo lo dividía en dos partes: a) el Santo, y b) el Santo de los Santos.

Al entrar se encontraba uno en el Santo, donde se veía, a la izquierda, el candelabro de oro de siete luces, que debían arder durante la noche, y a la derecha, la mesa de los panes de la proposición, donde se depositaban, cada semana, doce panes, como ofrenda de las doce tribus de Israel. En el medio estaba el altar de los perfumes, donde, por la mañana y por la tarde, se quemaba el timiama – un incienso precioso – en honor de Dios. Era esta ceremonia la imagen de la oración de la mañana y de la noche que no se debe omitir jamás.

En el fondo del tabernáculo se hallaba, oculto por el velo, el Santo de los Santos, que encerraba el Arca de la Alianza. Sólo el gran sacerdote podía penetrar allí, una vez al año.

El Atrio. – El tabernáculo estaba rodeado de un pórtico, o patio cerrado, de 50 metros por 26, reservado al pueblo, llamado Atrio. Allí se hallaba, delante del tabernáculo, el altar de los holocaustos, donde se inmolaban las víctimas, y en el cual se conserva siempre encendido el fuego sagrado, imagen del amor de Dios que debe arder siempre en nuestros corazones. Se hallaba allí también el mar de bronce, gran fuente donde los sacerdotes se lavaban las manos antes de iniciar las ceremonias religiosas, en señal de la pureza que debía adornar sus almas. En el culto católico recuerdan esta fuente las pilas de agua bendita que se hallan a la entrada de las iglesias.

El Arca de la Alianza. – Era un gran cofre de madera de setim, forrado con láminas de oro, 1,75 metros de largo por 0,80 de ancho: dos querubines de oro colocados frente a frente en las extremidades de la cubierta, llamada propiciatorio, la cubrían con sus alas desplegadas. El propiciatorio era como el trono de Dios: allí era donde manifestaba su presencia y manifestaba sus oráculos a Moisés y al gran sacerdote.

El Señor había dado al pueblo hebreo el Arca de la Alianza para satisfacer el legítimo anhelo que experimenta el hombre de tener una señal sensible de la presencia divina. Se la llama Arca de la Alianza, porque encerraba en su interior lasdos tablas de la ley, resumen de las condiciones de la alianza de Dios con su pueblo. Guardaba también una urna con maná y la vara florida de Aarón, para perpetuar el recuerdo de estos dos milagros.

El tabernáculo era una figura de nuestras iglesias católicas; el Atrio corresponde a la nave, ocupada por los fieles; el Santo, al presbiterio, destinado a los ministros de Dios; el Santo de los Santos representa el tabernáculo, verdadera Arca de la alianza, donde Dios está realmente presente en medio de nosotros. Moisés consagró con óleo santo el tabernáculo y los altares, como en nuestros días el obispo consagra los altares y las iglesias.

Conforme al plano del tabernáculo dado por Dios, se construyó más tarde el templo de Salomón, una de las siete maravillas del mundo antiguo. El Arca de la Alianza fue depositada en él; allí permaneció hasta la ruina del templo cuando los judíos fueron llevados cautivos a Babilonia.

2° El sacerdocio. – Dios escogió la tribu de Leví para confiarle el desempeño de las funciones propias del culto. El orden sacerdotal comprendía tres grados: el gran sacerdote, los sacerdotes y los simples levitas.

Aarón fue nombrado por Dios gran sacerdote, y Moisés le consagró con óleo santo y le revistió con espléndidos ornamentos. El sacerdocio fue hereditario en su familia, cuyo jefe debería ser soberano pontífice, y sus hijos, sacerdotes. Los otros miembros de la tribu de Leví, llamados levitas, eran sus ministros.

El gran sacerdote tenía la administración general del culto y presidía las fiestas. Los sacerdotes debían ofrecer los sacrificios, estudiar la ley, y explicarla al pueblo. Los simples levitas, sometidos a los sacerdotes del santuario.

Cuando se efectuó la repartición de la Tierra Prometida, la tribu de Leví no tuvo territorio, a fin de que pudiera dedicarse con mayor libertad al servicio de Dios. Los levitas tuvieron por domicilio cuarenta y ocho ciudades elegidas en las diferentes tribus, y vivían del diezmo que todos los israelitas estaban obligados a ofrecerles cada año, y del cual debían ellos reservar una décima parte para el sostenimiento de los sacerdotes.

Esta subordinación de los ministros del culto era una figura del sacerdocio católico. Jesucristo mismo ha establecido una jerarquía sagrada: el Papa, los obispos, los sacerdotes, los diáconos, etc. El divino fundador de la Iglesia ha mostrado así que no había venido a destruir la ley, sino a complementarla y perfeccionarla.

3° Los sacrificios. – Eran de dos géneros: los unos cruentos, y que consistían en la inmolación de ciertos animales domésticos, como bueyes, ovejas, tórtolas; otros incruentos, y consistían en la oblación de pan, vino y frutas.

Los sacrificios tenían un triple fin: a) rendir a Dios el culto externo; b) apartar al pueblo de la idolatría; c) figurar el sacrificio del Calvario y del altar.
Se distinguen entre los sacrificios cruentos: el holocausto, el sacrificio pacífico y el sacrificio expiatorio.

En el holocausto, la víctima era consumida enteramente por el fuego, reconociéndose con eso el soberano dominio de Dios, ante el cual la criatura no es nada.

El sacrificio pacífico se ofrecía, o para dar gracias a Dios por un beneficio, o para alcanzar un favor. En este sacrificio, una parte de la víctima era quemada, otra parte era reservada para los sacerdotes y una tercera parte se entregaba a los que mandan ofrecer el sacrificio.

El sacrificio de expiación se ofrecía para implorar el perdón de los pecados del pueblo o de los particulares. Se quemaba una parte de la víctima, y lo demás se reservaba para los sacerdotes.

Todos los antiguos sacrificios no eran sino sombras y figuras. La inmolación de Jesucristo en el Calvario es el único sacrificio capaz de pagar todas nuestras deudas: la misa es su renovación y su continuación a través de los siglos.

4° El sábado y las fiestas. – Cada día, mañana y tarde, los hebreos ofrecían a Dios un cordero en holocausto con dos sacrificios incruentos. Santificaban el sábado: a) absteniéndose de toda obra servil; b) ofreciendo un holocausto, entre el sacrificio de la mañana y el de la tarde; y también reuniéndose en las sinagogas para orar, leer los Libros santos y oír la explicación de la ley.

Cada siete años, los judíos santificaban el año sabático, y al final de siete veces siete años, es decir, cada cincuenta años, el año jubilar.

Durante el año se celebraban cuatro grandes fiestas:

a) La Pascua, en recuerdo de la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud de los egipcios. Esta solemnidad se había fijado el día 14 de la luna de marzo, y duraba ocho días. El primer día se comía en cada familia el cordero pascual.

b) La fiesta de Pentecostés, en memoria de la promulgación de la ley sobre el monte Sinaí, cincuenta días después de la salida de Egipto. Se ofrecían a Dios las primicias de la mies.

c) La fiesta de los tabernáculos en memoria de los cuarenta años pasados en el desierto. Se celebraba en otoño y se prolongaba por ocho días, durante los cuales los hebreos vivían en tiendas de ramas y follaje. Se ofrecían a Dios sacrificios de acción de gracias por las cosechas obtenidas.Estas fiestas principales obligaban a todo judío a presentarse ante el Señor en el tabernáculo y, más tarde, en el templo de Jerusalén.

d) La fiesta de la expiación, celebrada cinco días antes de la de los tabernáculos: era un día de penitencia y de ayuno general, que duraba desde la víspera hasta el atardecer del día siguiente. El gran sacerdote echaba fuera del campo un macho cabrío, llamado cabrón emisario, cargado con los pecados de Israel.

5° Prescripciones religiosas. – Las otras prescripciones religiosas se referían a la circuncisión, la ofrenda de los primogénitos, la prohibición de ciertos alimentos, el pago del diezmo, la purificación de las impurezas legales, etc. Todas estas leyes habían sido dictadas por Dios mismo y escritas por Moisés en el Pentateuco.

Puede verse en la Historia Sagrada la legislación política y social del pueblo hebreo: La sólida constitución de la familia; la protección otorgada a la mujer y al niño; la autoridad política, contenida en sus ambiciones por la autoridad religiosa; la igualdad civil entre todos los ciudadanos; el equilibrio de la propiedad, mante nido por la prohibición de enajenar definitivamente los bienes y por la remisión de las deudas en el año jubilar; la orden absoluta de conservar las leyes sin mudar nada, de suerte que el código hebreo ha regido al pueblo de Israel durante quince siglos: tales son los principales caracteres de la legislación civil.

La ley penaba con la muerte: la idolatría, la blasfemia, la magia, la violación del sábado, el homicidio, el adulterio y los crímenes contra natura. Castigaba con la flagelación u otras penas aflictivas las faltas contra las costumbres, la rebelión contra la autoridad paterna, los golpes y las heridas, la difamación y el falso testimonio.

Es evidente que Moisés, viviendo en medio de naciones paganas, no hubiera podido, sin la inspiración divina, crear este maravilloso conjunto de instituciones, infinitamente superior a todas las legislaciones antiguas.

104. P. ¿Cómo se prueba la divinidad de la religión mosaica?

R. Las pruebas infalibles de la divinidad de la religión son el milagro y la profecía, esos dos sellos de Dios, esas dos señales de su intervención divina. Ahora bien, Moisés hizo numerosos milagros y verdaderas profecías para testificar la divinidad de su misión; luego Moisés era un enviado de Dios, y la religión que él enseñó en nombre de Dios es divina.

1° Moisés confirmó su misión con verdaderos milagros. – Tales: las diez plagas de Egipto; el paso del mar Rojo; la aparición de la columna de fuego; el maná del desierto; los manantiales que hizo brotar de las rocas de Horeb y de Cades; la solemne promulgación de la ley entre relámpagos y truenos; Coré, Datán yAbirón tragados por la tierra, etc. Moisés dio a todos estos hechos el carácter de milagro, es decir, de hechos divinos, cuando hablaba al pueblo en estos términos:

“Reconoced hoy lo que vuestros hijos no saben, porque no han visto los castigos del Señor Dios vuestro, sus maravillas, su mano poderosa, su brazo extendido; los prodigios y las obras que Él ha obrado en medio de Egipto sobre el rey Faraón y sobre todo su pueblo; todo el ejército de los egipcios: cómo las aguas del mar Rojo los han tragado cuando os perseguían y cómo el Señor los ha destruido. Recordad también todo lo que Dios ha hecho en favor vuestro en el desierto hasta vuestra llegada a este lugar; cómo Él ha castigado a Datán y Abirón, a quienes la tierra tragó junto con sus familias. Vuestros ojos observaron todas estas obras maravillosas que el Señor ha hecho, a fin de que guardéis todos sus mandamientos que yo os prescribo hoy” (2).

¿Cómo se hubiera atrevido Moisés a presentar como milagros acontecimientos ordinarios ante un pueblo que acababa de verlos? Si los hechos presentados como milagros no lo son, ¿cómo pudo Moisés cimentar en ellos su ley?... La seguridad con que los recuerda, prueba que esos hechos eran verdaderos milagros. Fuera de eso, no se engaña a todo un pueblo compuesto de varios millones de hombres. La docilidad del pueblo hebreo en someterse al yugo pesado de la ley, demuestra también, de una manera evidente, que este pueblo no tenía duda alguna acerca del carácter milagroso de los hechos recordados por Moisés.

2° Moisés hizo verdaderas profecías. – Predijo cada una de las diez plagas de Egipto, determinando de una manera precisa su principio y su fin (3).

Predijo el paso del mar Rojo y el milagro del maná (4).

Anunció a los hebreos que, en castigo de su levantamiento contra Dios, ninguno de los que tenían veinte años a la salida de Egipto entraría en la Tierra Prometida, a excepción de Caleb y de Josué; y el vaticinio se cumplió.(5)

Predijo un legislador parecido a él, pero más grande que él, es decir, el Mesías. Ahora bien, 1.500 años más tarde, Jesucristo, el único profeta parecido a Moisés por sus numerosos milagros, por su calidad de legislador y de libertador de su pueblo, dio cumplimiento a esta profecía (6).

Moisés asegura a los israelitas que, si son fieles a su ley, Dios hará en su favor milagros parecidos a los que obrara en Egipto; y esto se verifica en las hazañas de Josué, de Sansón, de Gedeón, etc. También les advierte que, si son reacios, todos los azotes caerán sobre ellos, que serán reducidos a la esclavitud, transportados fuera de su patria y dispersarlos por toda la tierra. La cautividad de Nívide, de Babilonia, y el estado actual de los judíos son el cumplimiento de esta amenaza (7).

Moisés profetiza su propia muerte, y se cumple en el término fijado, sin enfermedad previa (8).

Todas estas profecías tuvieron por objeto acontecimientos futuros, eminentemente libres, dependientes de la voluntad humana o de la voluntad divina. Su cumplimiento es un hecho certísimo atestiguado por la historia; luego se trata aquí de verdaderas profecías.

3° Moisés hizo estos milagros y estas profecías para comprobar la divinidad de su misión.– Así lo declara en nombre de Dios al Faraón cuando le dice: “Conoceréis que soy el Señor en esto: Golpearé el agua de este río con la vara que tengo en la mano, y el agua se convertirá en sangre”. Una declaración análoga formula al predecir cada una de las diez plagas de Egipto (9).

Moisés lo repite muchas veces a su pueblo, de un modo especial cuando le predice el castigo de Coré, Datán y Abirón: “En esto conoceréis que el Señor me ha enviado para hacer lo que veis, y que yo nada he inventado por mí mismo. Si estos hombres mueren de una muerte ordinaria, el Señor hace una cosa inaudita; si la tierra los traga a ellos y todo lo que les pertenece, sabréis que han blasfemado contra el Señor revelándose contra su mandatario (10).

Inmediatamente la tierra se abrió y los tragó vivo.


2 ° REVELACIÓN MOSAICA

102. P. ¿Qué es la religión mosaica?

R. La religión mosaica o judaica es el conjunto de los dogmas y preceptos revelados al pueblo hebreo por ministerio de Moisés.Esta religión no era más que la religión primitiva perfeccionada. No iba destinada al mundo entero como la primera, sino solo al pueblo judío, y no debía subsistir sino hasta la llegada del Mesías.

La religión que Dios dio al pueblo hebreo se llama mosaica, porque Dios la publicó solemnemente por ministerio de Moisés. Y se denomina judaica, porque Dios la dio al pueblo judío (1).

1° Las verdades de la revelación primitiva habían sido cambiadas por la ignorancia y la corrupción; Dios resolvió establecerlas en toda su pureza, despertando su recuerdo entre los hombres, y haciendo su depósito inviolable. Con este fin eligió para sí un pueblo particular, al que rodeó de una especial protección y preservó de la corrupción universal.

Hizo que Moisés libertara a los descendientes de Jacob de la cautividad de Egipto, y los constituyó en nación. A este pueblo privilegiado se le confió el depósito de la revelación y la promesa de un futuro Redentor, esperado bajo el nombre de Mesías. Esta promesa debía transmitirse hasta el advenimiento del Salvador, época en la cual la ley judaica, cumplida su misión, debía ser abrogada. 

2° La revelación mosaica tenía, pues, un triple fin: a) conservar las verdades de la religión natural y los dogmas de la religión primitiva; b) confirmar y precisar los preceptos de la moral natural; c) desenvolver las profecías del Mesías dando los pormenores de su vida, de sus obras y de su reino.



NARRACIÓN HISTÓRICA DE LA REVELACIÓN MOSAICA

Esclavitud de los hebreos (hacia el año 1600 antes de J.C) – Los descendientes de Jacob se multiplicaron tan rápidamente en Egipto, que, dos siglos después de la muerte de José, formaban un verdadero pueblo. Este crecimiento alarmó a los egipcios, y uno de sus reyes, Ramsés II, condenó a los hebreos a los trabajos más duros, a construir diques sobre el Nilo, murallas en torno de las ciudades y pirámides de una elevación prodigiosa. Por último, el Faraón ordenó que todos los hijos varones de este pueblo fueran arrojados a las aguas del Nilo, apenas nacidos.

Todo lo que acontecía a los judíos era una figura de lo que debía suceder más tarde a la Iglesia. El crecimiento prodigioso de los hijos de Jacob era la figura de la multiplicación de los cristianos en medio de las persecuciones.

Nacimiento de Moisés (1571 antes de J.C.) – En ese momento nació en la familia de Amram, de la tribu de Leví, Moisés, el personaje más grande del Antiguo Testamento, aquél que, entre todos los hombres, tuvo más familiares y continuadas comunicaciones con Dios. Su historia se divide en tres períodos, de cuarenta años cada uno. Expuesto en el Nilo, es salvado de la muerte providencialmente por la hija del Faraón, que lo adopta y le da el nombre de Moisés, es decir, salvado de las aguas. La princesa le hizo instruir en la corte del rey, en todas las ciencias cultivadas en Egipto.

A la edad de cuarenta años, Moisés dejó el palacio del rey, a fin de ir a consolar a sus hermanos los hebreos, que gemían bajo el yugo de una cruel esclavitud. Graves circunstancias le obligaron a huir a la tierra de Madián, cuyo jefe llamado Jetró, le recibió y le dio su propia hija, Séfora, por esposa.

Misión de Moisés. – Durante cuarenta años cuidó Moisés de los ganados de su suegro. Un día advirtió sobre el monte Orbe una zarza que ardía sin consumirse; y, como se aproximó para contemplar de cerca el extraño fenómeno, oyó una voz que, saliendo de la zarza, le decía: Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; he visto la aflicción de mi pueblo, y te he elegido para que le hagas salir de Egipto y los conduzcas a la tierra prometida.

Moisés aterrorizado ante las dificultades de tal misión, le dijo a Dios: – ¿Quién soy yo, Señor, para obrar tales maravillas? – Entonces, Dios, para animarle, le confirió el poder de obrar milagros, y asoció a él a Aarón, su hermano mayor, como colaborador y auxiliar.

Las diez plagas de Egipto. – Moisés y su hermano Aarón se presentan al rey y le piden, en nombre del Señor, que deje partir a los hijos de Israel. – Yo no conozco al Señor – contesta el Faraón; y desde este momento redobla sus crueldades con los pobres hebreos, para irritarlos contra Moisés. Este, armado de su vara, castiga al país con diez azotes, conocidos por las diez plagas de Egipto. Sólo a la décima, el Faraón, aterrado, consciente en la partida de los hebreos.

La décima plaga fue la más terrible. La víspera del día en que sobrevino, Moisés dijo a los Hijos de Israel, de parte del Señor: “Mañana es el día de vuestra libertad. Esta noche, en cada familia sacrificarán un cordero sin mancha, cuyos huesos no romperán; lo comerán permaneciendo de pie, ceñida la cintura, calzados los pies y con un bordón en la mano, como viajeros apresurados. Marcarán con su sangre las puertas de vuestros hogares: es la Pascua, es decir, el paso del Señor. Celebrarán perpetuamente este día en recuerdo de vuestra libertad”.

A la noche siguiente, el ángel exterminador pasó e hirió de muerte a todos los primogénitos de los egipcios, no respetando sino las casas de los hebreos marcadas con la sangre del cordero. Por la mañana, cuando los egipcios vieron tantos muertos, quedaron consternados, y los hebreos pudieron partir sin que nadie les molestase. Tal fue entre los judíos el origen de la gran fiesta de la Pascua.

La esclavitud de Egipto es figura de la esclavitud a que nos redujo el pecado; la liberación de los israelitas por Moisés representa la liberación de los cristianos por Nuestro Señor Jesucristo.

El cordero pascual es figura del Salvador, el Cordero de Dios que nos ha salvado con su sangre de la muerte eterna. La Pascua de los judíos era figura de la Pascua de los cristianos, en la que nosotros comemos el verdadero cordero pascual.

Salida de Egipto (1491 antes de J.C.) – Los hebreos partieron de la ciudad de Ramsés o Ramesés, hoy Tell-es-Maschuta, en número de seiscientos mil, sin contar viejos, las mujeres y niños menores de veinte años. Se encaminaron hacia la tierra de Canaán, prometida a sus padres Abraham, Isaac y Jacob, y llamada por eso Tierra Prometida.

El primer prodigio que Dios obró en favor de su pueblo fue guiarlo en su camino, mediante una columna de nubes luminosas durante la noche y opacas durante el día, para protegerlos contra los ardores del sol. Este milagro continuó cuarenta años, durante toda la permanencia de los judíos en el desierto. Desde el seño de esta nube, Dios hablaba a Moisés.

Paso del Mar Rojo. – El segundo milagro del Señor en favor de su pueblo fue el paso del Mar Rojo. El Faraón se arrepintió bien pronto de haber dejado salir a los hebreos, cuyos trabajos eran tan útiles a su nación. Salió, pues, en su persecución con un gran ejército, y los alcanzó a orillas del Mar Rojo. El terror se apoderó de los judíos; pero Dios dijo a Moisés: Extiende la mano sobre el mar, y las aguas se dividirán para dejar paso a los hijos de Israel.

Obedeció Moisés, y las aguas se dividieron, formando a la derecha e izquierda como dos grandes murallas, que permitieron a los hebreos pasar a pie enjuto por el lecho del mar.

Los egipcios, a su vez, penetraron en el mar, persiguiendo a los hebreos; pero Moisés, obedeciendo otra vez a Dios, tendió nuevamente la mano, e inmediatamente las aguas ocuparon su primitivo lugar, envolviendo a los egipcios, con sus carros y caballos.Ante testimonios tan patentes de la protección divina, Moisés y los hebreos cantaron un himno de acción de gracias.

El desierto de Arabia. – Los israelitas, después del paso del Mar Rojo, se hallaron en medio de un vasto desierto, donde no tardaron en sentir la falta de las cosas más necesarias para la vida, por lo que empezaron a murmurar. Moisés oró al Señor, el cual escuchó sus ruegos y, aquella misma noche, una cantidad innumerable de codornices cayó sobre el campo. Moisés les predijo otro alimento para el siguiente día.

Al romper el alba, la tierra apareció cubierta de una especie de escarcha blanca, cuyos granos, parecidos al granizo, sabían a flor de harina amasada con miel. Era el maná. Este alimento prodigioso cayó del cielo todas las mañanas, durante cuarenta años, y cada uno recogía una medida bien llena. La víspera del sábado, la medida debía ser doble, porque el maná no caía en día de descanso. Dios quería de esta manera enseñar a su pueblo a santificar el día séptimo.

En Rafidim, el pueblo se siente acosado por abrasadora sed. Moisés guiado por el Señor, se aproxima a la roca de Orbe, la golpea con su vara y hace brotar de ella una copiosa fuente.

Los amalecitas, pueblo del desierto, atacan a los hebreos para oponerse a su marcha. Moisés envía a Josué, con un cuerpo de tropas escogidas, para rechazar el ataque, mientras él se retira a la cima de un monte y ora allí durante el combate. Cuando Moisés levantaba las manos al cielo, los amalecitas eran derrotados; mientras que, cuando, por cansancio, las dejaba caer, los amalecitas triunfaban. Mandó, por tanto, que le sostuvieran los brazos levantados hasta la noche, y los israelitas obtuvieron una completa victoria. ¡Tan grande es el poder de la oración!

El paso del mar Rojo representa el bautismo, necesario a los hombres para entrar en la verdadera Tierra Prometida.

El desierto, que debían atravesar los judíos, es imagen de esta vida que hay que atravesar antes de llegar al cielo.

El maná es figura de la Eucaristía, pan vivo bajado del cielo y destinado a sostener las almas fieles durante su peregrinación hacia la Tierra Prometida de la eternidad.

Los amalecitas son figura del demonio y de todos aquellos de quienes se vale para impedir que los cristianos se salven. Hay que combatir como Josué y orar como Moisés en nombre de Nuestro Señor Jesucristo, quien por los méritos de su cruz da la victoria a todos los que hoy lo invocan.

El Sinaí.– Promulgación de la ley.– Cuarenta y siete días después de su salida de Egipto, los hebreos levantaron sus tiendas al pie del monte Sinaí. Dios llamó a Moisés a lo alto de la montaña y le ordenó repetir sus palabras a los hijos de Israel.

He aquí lo que dice el Señor: Ya habéis visto de qué manera os he librado de los egipcios; por consiguiente, si escucháis mi vos y guardáis mi alianza, seréis mi pueblo.

Los hijos de Israel, respondieron como un solo hombre: “Nosotros obedeceremos al Señor”.

“Purifíquense pues, insistió Moisés, porque dentro de tres días Dios descenderá ante vosotros sobre la montaña y escucharán su voz”.

Había despuntado la aurora del tercer día, cuando, repentinamente, una nube densa cubre la montaña. En medio de relámpagos y truenos, el pueblo, aterrorizado, distingue la voz del Señor que publica el Decálogo o los diez mandamientos.

1° Yo soy el Señor Dios vuestro. Que os he librado de la esclavitud de Egipto. No tendréis otro Dios más que a mí. Porque yo soy el Señor Dios vuestro, el Dios fuerte y celoso; y yo castigo la iniquidad de los padres en sus hijos hasta la tercera y cuarta generación de aquellos que me odian: y uso misericordia hasta la milésima generación con aquellos que me aman y observan mis mandamientos.

2° No tomaréis el nombre del Señor Dios vuestro.

3° Acordaos de santificar el día del sábado. Trabajaréis durante seis días, pero el séptimo es el día de descanso, consagrado al Señor Dios vuestro. Ese día no haréis ningún trabajo, no vosotros, ni vuestro hijo, ni vuestra hija, ni vuestro criado, ni vuestra criada, ni vuestras bestias de labor, ni el extranjero que se hallare dentro de los muros de vuestras ciudades.

Porque el Señor hizo en seis días el cielo, la tierra, el mar y todo lo que ellos encierran, y descansó el séptimo día. Debido a esto, el Señor ha bendecido el día del sábado y lo ha santificado, es decir, consagrado a su culto.

4° Honrad a vuestro padre y a vuestra madre, a fin de que viváis largo tiempo y felices sobre la tierra.

5° No mataréis.

6° No cometeréis ninguna impureza.

7° No robaréis.

8° No levantaréis falso testimonio.9° No desearéis la mujer de vuestro prójimo.

10° No codiciaréis ni su casa, ni ninguna de las cosas que le pertenecen.

Las tablas de la ley. – Después de esta promulgación solemne de la ley divina, Moisés subió al Sinaí. En su cima conversó con el Señor durante cuarenta días y cuarenta noches, recibiendo sus órdenes acerca del culto que era preciso establecer, y de las leyes religiosas y civiles que debía observar su pueblo hasta la llegada del Mesías.

Después, envuelto en los resplandores de la gloria de Dios, descendió Moisés del monte trayendo dos tablas de piedra, sobre las cuales Dios mismo había grabado su ley. En la primera tabla estaban escritos los tres primeros mandamientos, que encierran los deberes del hombre para con Dios; en la segunda, los siete restantes, que se refieren a los deberes del hombre para con sus semejantes y para consigo mismo.

El becerro de oro. – Como Moisés permaneció cuarenta días en coloquio con el Señor, los hebreos, creyendo que no volverían a verle, levantaron un ídolo, el becerro de oro, en recuerdo del buey Apís de los egipcios, y se postraron ante la obra de sus manos, sin cuidarse de las promesas que habían hecho a Dios. En aquél momento, Moisés, bajando del monte, apareció en medio de su pueblo. Cuando vio al ídolo, se apoderó de él una santa cólera y arrojando las tablas de la ley contra el monte, las hizo pedazos; tomó enseguida el becerro de oro y lo hizo añicos.

Inmediatamente mandó a la tribu de Leví, la cual había permanecido fiel, que, espada en mano, atravesase el campo y exterminase a los más culpables, que perecieron en número de veintitrés mil.

Moisés volvió a la cima del Sinaí y pidió perdón a Dios por el pueblo infiel. El Señor escuchó su ruego, y le ordenó esculpir dos nuevas tablas, donde Dios mismo esculpió el Decálogo. Cuando Moisés bajó por segunda vez del monte, su rostro se mostraba adornado con dos rayos de luz, cuyo brillo no podían soportar los hebreos.

La inconstancia del pueblo judío es imagen de la inconstancia de los cristianos. ¡Ay! ¡Cuántos fieles, en el tiempo pascual prometen a Dios no cometer más pecados mortales, y cuántos vuelven a caer, antes de los cuarenta días!... No se prosternan, es verdad, ante ídolos materiales, pero en su corazón adoran los ídolos del orgullo, de la ambición, de la avaricia, de la lujuria. Pues bien, la idolatría espiritual no es menos culpable, puesto que nos hace posponer s Dios por el placer que se halla en el mal.

La tribu de Leví mereció, por su fidelidad, ser escogida por Dios para el sacerdocio, y de un modo análogo las familias cristianas merecen de Dios el beneficio
de dar hijos para el sacerdocio.

Muerte de Moisés. – Puede leerse en la Historia Sagrada la serie de milagros obrados por Moisés en el desierto, mientras guió por él durante cuarenta años a los israelitas. Como hubiera flaqueado su confianza en Dios, golpeando dos veces la roca de Orbe en vez de una, Moisés, en castigo, no vio sino de lejos la Tierra Prometida. Antes de morir, hizo renovar a los hijos de Israel el juramento de fidelidad a su alianza con Dios.

Les predijo que, si se mantenían fieles a la ley divina, saldrían vencedores de sus enemigos y serían colmados de bendiciones. También les anunció las mayores calamidades si eran infieles. Después de esto, Moisés se retiró al monte Nebo, frente a la tierra prometida, y murió a la edad de ciento veinte años, lleno de virtudes y de méritos, siendo llorado por todo Israel durante treinta días.

La profecía de Moisés se ha realizado al pie de la letra en la sucesión de los hijos. Siempre que los judíos violaron la ley de Dios fueron aplastados por las naciones vecinas. Y cuando se convirtieron, Dios suscitó de entre ellos caudillos libertadores. La Historia Sagrada demuestra de una manera sorprendente dos verdades importantes.

1a Dios castiga, tarde o temprano y sin piedad, a las naciones culpables, particularmente a aquellas que profanan los días que Él se ha reservado para su culto.

2a El hombre, cualquiera que sea la forma de gobierno según la cual vive, y a pesar de todas las revoluciones políticas, debe siempre, por encima de todo y cueste lo que costare, permanecer inviolablemente fiel a Dios, que no se muda, y a su santa religión.


103. P. ¿En qué consistía la religión mosaica?

R. La religión mosaica se componía de dos partes, bien distintas entre si: la una general, obligatoria para todo el género humano; la otra especial, aplicable solamente al pueblo de Israel.

La primera parte comprendía:

1° Los mismos dogmas que la religión primitiva, pero desarrollados y escritos por Moisés bajo la inspiración de Dios.
2° Los preceptos de la ley natural resumidos por Dios mismo en el Decálogo.

La segunda parte, especial para el pueblo judío, contenía:

1° Las leyes religiosas, que reglamentaban todas las ceremonias del culto.
2° Las leyes civiles y políticas, relacionadas con la constitución social del pueblo judío.

Dogma. – Dios no reveló a Moisés nuevos dogmas; solamente confirmó y explicó lo que la revelación primitiva había enseñado a los patriarcas: la unidad de Dios, su providencia, su infinita perfección; la creación del mundo; la formación del hombre a imagen de Dios; su destino sobrenatural; la caída original del primer hombre; la desgracia del género humano, y la promesa de un Redentor que vendría a establecer una nueva alianza entre Dios y los hombres.

La religión mosaica hace resaltar de un modo especial la unidad de Dios y la expectación de un Mesías. Mientras en torno de Israel todos los pueblos de la antigüedad están entregados a la idolatría, él no adora más que a un solo Dios, desde el principio hasta el fin de su historia. Este solo hecho prueba la existencia y la divinidad de una revelación.

Además, Israel es un pueblo de expectación y de esperanza. Espera un Libertador, que debe ser a la vez Rey, Profeta y Pontífice, para restablecer el reinado de Dios sobre la tierra. De Moisés a Malaquías, las predicciones nacionales caracterizan su misión. La idea mesiánica es el alma de pueblo judío.

Este pueblo, depositario del tesoro de la revelación, estaba encargado de recordar a las naciones idólatras la unidad de un Dios criador y de conservar en el mundo la promesa del Redentor. No supo recordar al Mesías que le traía la salvación, pero ha guardado cuidadosamente sus libros inspirados, para atestiguar, ante todos los hombres, la unidad de Dios y, contra sí mismo, la venida del Mesías.

Moral. – El Decálogo no es más que un código de la ley natural reducido a diez artículos. Fundado sobre las relaciones esenciales del hombre con Dios y con sus semejantes, obliga a todos los hombres sin distinción. Dios lo promulga solemnemente y lo graba en dos tablas de piedra, porque la ignorancia y la corrupción habían borrado u obscurecido los preceptos naturales en el corazón de los hombres. Da también a su pueblo otras leyes, que se pueden considerar como una explicación y un comentario del Decálogo. Moisés las escribe en el mismo orden en que las recibió de Dios, y se contienen en sus libros.

Culto. – La religión mosaica retiene las prescripciones esenciales del culto primitivo: la oración, los sacrificios, el descanso del sábado. Pero Dios señala a Moisés el número, la naturaleza de las víctimas y las ceremonias que debían practicarse para inmolarlas. Mediante estas leyes, el culto consigue mayor orden y esplendor.

Legislación religiosa relativa al culto.– El culto mosaico comprende el templo, el sacerdocio, los sacrificios, las fiestas y algunas otras prescripciones religiosas. Bien se ve que este culto era la preparación y figura del culto católico, más perfecto aún.

El Tabernáculo. – Cual imagen de la unidad de Dios, Moisés estableció como centro de todo culto, esperando la construcción del templo de Jerusalén, un solo tabernáculo. Era éste un pabellón portátil de forma rectangular, de unos 16 metros de largo por 5 de ancho, cubierto de telas preciosas. Un velo lo dividía en dos partes: a) el Santo, y b) el Santo de los Santos.

Al entrar se encontraba uno en el Santo, donde se veía, a la izquierda, el candelabro de oro de siete luces, que debían arder durante la noche, y a la derecha, la mesa de los panes de la proposición, donde se depositaban, cada semana, doce panes, como ofrenda de las doce tribus de Israel. En el medio estaba el altar de los perfumes, donde, por la mañana y por la tarde, se quemaba el timiama – un incienso precioso – en honor de Dios. Era esta ceremonia la imagen de la oración de la mañana y de la noche que no se debe omitir jamás.

En el fondo del tabernáculo se hallaba, oculto por el velo, el Santo de los Santos, que encerraba el Arca de la Alianza. Sólo el gran sacerdote podía penetrar allí, una vez al año.

El Atrio. – El tabernáculo estaba rodeado de un pórtico, o patio cerrado, de 50 metros por 26, reservado al pueblo, llamado Atrio. Allí se hallaba, delante del tabernáculo, el altar de los holocaustos, donde se inmolaban las víctimas, y en el cual se conserva siempre encendido el fuego sagrado, imagen del amor de Dios que debe arder siempre en nuestros corazones. Se hallaba allí también el mar de bronce, gran fuente donde los sacerdotes se lavaban las manos antes de iniciar las ceremonias religiosas, en señal de la pureza que debía adornar sus almas. En el culto católico recuerdan esta fuente las pilas de agua bendita que se hallan a la entrada de las iglesias.

El Arca de la Alianza. – Era un gran cofre de madera de setim, forrado con láminas de oro, 1,75 metros de largo por 0,80 de ancho: dos querubines de oro colocados frente a frente en las extremidades de la cubierta, llamada propiciatorio, la cubrían con sus alas desplegadas. El propiciatorio era como el trono de Dios: allí era donde manifestaba su presencia y manifestaba sus oráculos a Moisés y al gran sacerdote.

El Señor había dado al pueblo hebreo el Arca de la Alianza para satisfacer el legítimo anhelo que experimenta el hombre de tener una señal sensible de la presencia divina. Se la llama Arca de la Alianza, porque encerraba en su interior lasdos tablas de la ley, resumen de las condiciones de la alianza de Dios con su pueblo. Guardaba también una urna con maná y la vara florida de Aarón, para perpetuar el recuerdo de estos dos milagros.

El tabernáculo era una figura de nuestras iglesias católicas; el Atrio corresponde a la nave, ocupada por los fieles; el Santo, al presbiterio, destinado a los ministros de Dios; el Santo de los Santos representa el tabernáculo, verdadera Arca de la alianza, donde Dios está realmente presente en medio de nosotros. Moisés consagró con óleo santo el tabernáculo y los altares, como en nuestros días el obispo consagra los altares y las iglesias.

Conforme al plano del tabernáculo dado por Dios, se construyó más tarde el templo de Salomón, una de las siete maravillas del mundo antiguo. El Arca de la Alianza fue depositada en él; allí permaneció hasta la ruina del templo cuando los judíos fueron llevados cautivos a Babilonia.

El sacerdocio. – Dios escogió la tribu de Leví para confiarle el desempeño de las funciones propias del culto. El orden sacerdotal comprendía tres grados: el gran sacerdote, los sacerdotes y los simples levitas.

Aarón fue nombrado por Dios gran sacerdote, y Moisés le consagró con óleo santo y le revistió con espléndidos ornamentos. El sacerdocio fue hereditario en su familia, cuyo jefe debería ser soberano pontífice, y sus hijos, sacerdotes. Los otros miembros de la tribu de Leví, llamados levitas, eran sus ministros.

El gran sacerdote tenía la administración general del culto y presidía las fiestas. Los sacerdotes debían ofrecer los sacrificios, estudiar la ley, y explicarla al pueblo. Los simples levitas, sometidos a los sacerdotes del santuario.

Cuando se efectuó la repartición de la Tierra Prometida, la tribu de Leví no tuvo territorio, a fin de que pudiera dedicarse con mayor libertad al servicio de Dios. Los levitas tuvieron por domicilio cuarenta y ocho ciudades elegidas en las diferentes tribus, y vivían del diezmo que todos los israelitas estaban obligados a ofrecerles cada año, y del cual debían ellos reservar una décima parte para el sostenimiento de los sacerdotes.

Esta subordinación de los ministros del culto era una figura del sacerdocio católico. Jesucristo mismo ha establecido una jerarquía sagrada: el Papa, los obispos, los sacerdotes, los diáconos, etc. El divino fundador de la Iglesia ha mostrado así que no había venido a destruir la ley, sino a complementarla y perfeccionarla.

Los sacrificios. – Eran de dos géneros: los unos cruentos, y que consistían en la inmolación de ciertos animales domésticos, como bueyes, ovejas, tórtolas; otros incruentos, y consistían en la oblación de pan, vino y frutas.

Los sacrificios tenían un triple fin: a) rendir a Dios el culto externo; b) apartar al pueblo de la idolatría; c) figurar el sacrificio del Calvario y del altar.

Se distinguen entre los sacrificios cruentos: el holocausto, el sacrificio pacífico y el sacrificio expiatorio.

En el holocausto, la víctima era consumida enteramente por el fuego, reconociéndose con eso el soberano dominio de Dios, ante el cual la criatura no es nada.

El sacrificio pacífico se ofrecía, o para dar gracias a Dios por un beneficio, o para alcanzar un favor. En este sacrificio, una parte de la víctima era quemada, otra parte era reservada para los sacerdotes y una tercera parte se entregaba a los que mandan ofrecer el sacrificio.

El sacrificio de expiación se ofrecía para implorar el perdón de los pecados del pueblo o de los particulares. Se quemaba una parte de la víctima, y lo demás se reservaba para los sacerdotes.

Todos los antiguos sacrificios no eran sino sombras y figuras. La inmolación de Jesucristo en el Calvario es el único sacrificio capaz de pagar todas nuestras deudas: la misa es su renovación y su continuación a través de los siglos.

El sábado y las fiestas. – Cada día, mañana y tarde, los hebreos ofrecían a Dios un cordero en holocausto con dos sacrificios incruentos. Santificaban el sábado: a) absteniéndose de toda obra servil; b) ofreciendo un holocausto, entre el sacrificio de la mañana y el de la tarde; y también reuniéndose en las sinagogas para orar, leer los Libros santos y oír la explicación de la ley.

Cada siete años, los judíos santificaban el año sabático, y al final de siete veces siete años, es decir, cada cincuenta años, el año jubilar.

Durante el año se celebraban cuatro grandes fiestas:

a) La Pascua, en recuerdo de la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud de los egipcios. Esta solemnidad se había fijado el día 14 de la luna de marzo, y duraba ocho días. El primer día se comía en cada familia el cordero pascual.

b) La fiesta de Pentecostés, en memoria de la promulgación de la ley sobre el monte Sinaí, cincuenta días después de la salida de Egipto. Se ofrecían a Dios las primicias de la mies.

c) La fiesta de los tabernáculos en memoria de los cuarenta años pasados en el desierto. Se celebraba en otoño y se prolongaba por ocho días, durante los cuales los hebreos vivían en tiendas de ramas y follaje. Se ofrecían a Dios sacrificios de acción de gracias por las cosechas obtenidas.Estas fiestas principales obligaban a todo judío a presentarse ante el Señor en el tabernáculo y, más tarde, en el templo de Jerusalén.

d) La fiesta de la expiación, celebrada cinco días antes de la de los tabernáculos: era un día de penitencia y de ayuno general, que duraba desde la víspera hasta el atardecer del día siguiente. El gran sacerdote echaba fuera del campo un macho cabrío, llamado cabrón emisario, cargado con los pecados de Israel.

Prescripciones religiosas. – Las otras prescripciones religiosas se referían a la circuncisión, la ofrenda de los primogénitos, la prohibición de ciertos alimentos, el pago del diezmo, la purificación de las impurezas legales, etc. Todas estas leyes habían sido dictadas por Dios mismo y escritas por Moisés en el Pentateuco.

Puede verse en la Historia Sagrada la legislación política y social del pueblo hebreo: La sólida constitución de la familia; la protección otorgada a la mujer y al niño; la autoridad política, contenida en sus ambiciones por la autoridad religiosa; la igualdad civil entre todos los ciudadanos; el equilibrio de la propiedad, mante nido por la prohibición de enajenar definitivamente los bienes y por la remisión de las deudas en el año jubilar; la orden absoluta de conservar las leyes sin mudar nada, de suerte que el código hebreo ha regido al pueblo de Israel durante quince siglos: tales son los principales caracteres de la legislación civil.

La ley penaba con la muerte: la idolatría, la blasfemia, la magia, la violación del sábado, el homicidio, el adulterio y los crímenes contra natura. Castigaba con la flagelación u otras penas aflictivas las faltas contra las costumbres, la rebelión contra la autoridad paterna, los golpes y las heridas, la difamación y el falso testimonio.

Es evidente que Moisés, viviendo en medio de naciones paganas, no hubiera podido, sin la inspiración divina, crear este maravilloso conjunto de instituciones, infinitamente superior a todas las legislaciones antiguas.


104. P. ¿Cómo se prueba la divinidad de la religión mosaica?

R. Las pruebas infalibles de la divinidad de la religión son el milagro y la profecía, esos dos sellos de Dios, esas dos señales de su intervención divina. Ahora bien, Moisés hizo numerosos milagros y verdaderas profecías para testificar la divinidad de su misión; luego Moisés era un enviado de Dios, y la religión que él enseñó en nombre de Dios es divina.

1° Moisés confirmó su misión con verdaderos milagros. – Tales: las diez plagas de Egipto; el paso del mar Rojo; la aparición de la columna de fuego; el maná del desierto; los manantiales que hizo brotar de las rocas de Horeb y de Cades; la solemne promulgación de la ley entre relámpagos y truenos; Coré, Datán yAbirón tragados por la tierra, etc. Moisés dio a todos estos hechos el carácter de milagro, es decir, de hechos divinos, cuando hablaba al pueblo en estos términos:

“Reconoced hoy lo que vuestros hijos no saben, porque no han visto los castigos del Señor Dios vuestro, sus maravillas, su mano poderosa, su 

CONCLUSIÓN.– Tales son los hechos: Moisés se presenta en nombre de Dios al pueblo judío, le anuncia su misión, y en prueba de la misma promete, de parte de Dios, milagros determinados y profecías claras. Y como Dios se encarga de hacer y realizar delante de todo un pueblo estos milagros y profecías, debemos concluir que Moisés es realmente un enviado de Dios y que la religión por él enseñada es divina.


105. P. ¿Qué medios empleó Dios para conservar intacta en el pueblo judío la verdadera religión?

R. Dios empleó tres medios principales:

1° Hizo escribir por Moisés en un libro las verdades y los preceptos revelados, a fin de que las generaciones venideras pudieran hallarlos sin mezcla de error. 

2° Estableció en la tribu de Leví una jerarquía sacerdotal, encargada de comprobar la exactitud de los ejemplares de este libro, de interpretarlo y de explicarlo al pueblo.

3° Envió, de tiempo en tiempo, profetas a los que inspiró, para trasmitir a su pueblo sus mandatos, sus promesas, sus amenazas, y, sobre todo, para mantenerlo en la expectación del Mesías.

Dios hizo escribir por Moisés su ley; y por eso la religión mosaica se llama la ley escrita, en oposición a la ley natural, que Dios solamente grabó en el corazón de los hombres.

1° Dios hizo escribir su ley. – La revelación primitiva se había conservado en la memoria de los hombres por la tradición oral. La cosa no era difícil, ya por la sencillez de la religión, compuesta de un pequeño número de dogmas y de preceptos, casi todos dictados por la ley natural, ya particularmente, a causa de la larga vida de los patriarcas, encargados de instruir a sus descendientes (11).

El crecimiento considerable de la población hacía dificultosa la transmisión de las verdades y preceptos revelados: Dios los hizo escribir por Moisés en cinco libros, llamados, por tal razón, el Pentateuco. Estos libros son divinos. Se llaman divinos los libros escritos por un enviado de Dios; y por orden suya, y dictándolos el mismo Dios, escribió los libros que llevan su nombre. Luego los libros de Moisés son libros divinos.

En el Génesis, Moisés narra la creación del mundo, el origen del hombre, su caída, la historia de los primeros hombres, el diluvio, la vida de los patriarcas hasta José. Este libro abarca un período de 2.500 años.

El Éxodo refiere la liberación del pueblo de Dios, su salida de Egipto, su permanencia en el desierto hasta la promulgación de la ley en el Sinaí.

El Levítico contiene todas las prescripciones de Dios relativas al culto. Era el ritual de la religión mosaica.

Los Números son una enumeración del pueblo hebreo a su salida de Egipto y su clasificación por familias. Completa la historia de los judíos hasta la muerte de Moisés.

El Deuteronomio es el código del pueblo judío, el comentario a la ley promulgada por Dios.

Después de Moisés, nuevos hagiógrafos, historiadores, moralistas y profetas escribieron también bajo la inspiración divina otros libros, cuyo conjunto forma el Antiguo Testamento.

2° Dios estableció un sacerdocio. – En la religión primitiva son los jefes de familia los que desempeñan las funciones religiosas. Dios les quita este ministerio, a causa de su negligencia, y lo confía a un cuerpo sacerdotal, jerárquicamente organizado. A los sacerdotes debían ser presentados todos los ejemplares de los Libros Santos para comprobar su conformidad con el original depositado en el tabernáculo. Así quedaron estos libros divinos al abrigo de toda alteración y fueron transmitidos íntegros a la posteridad. Los sacerdotes estaban encargados también de explicar las leyes divinas y de velar por su cumplimiento.

3° Dios envió profetas a su pueblo. – Antes de Moisés, los patriarcas Henoc, Noé, Abraham, Jacob habían recibido el don de profecía. Moisés fue el gran profeta del Antiguo Testamento. Después de él, Dios suscita con frecuencia hombres inspirados.

El cargo del profeta era el mediador entre Dios y su pueblo: a) Para lo presente, el profeta debía conservar, con sus predicaciones, reprensiones y amenazas, probadas frecuentemente con milagros, la integridad y la pureza de la religión. b) Para lo por venir, debía guardar vivas en el corazón del pueblo la esperanza y la fe en el Mesías prometido, designándole con anterioridad y señalado las diversas circunstancias de su vida.


106. P. ¿Cuáles fueron los principales profetas?

R. Se cuentan dieciséis profetas principales: cuatro profetas mayores: Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, y doce profetas menores, así llamados a causa de la corta extensión de sus escritos.

También se da el nombre de profeta al rey David, cuyos Salmos contienen numerosas profecías.

La palabra profeta significa aquél que ve lo por venir. Se llama profeta al hombre a quien Dios ha revelado de una manera sobrenatural, con la misión de comunicarla a los hombres.Los profetas llevaban una vida pobre, errante, perseguida, y algunos de ellos sufrieron el martirio.

Entre sus profecías, las unas se relacionan con el pueblo judío, las otras con los pueblos extraños, y las más importantes se refieren al Mesías.

1° Respecto a los judíos, predijeron la división del reino de Salomón, la destrucción del de Israel, los setenta años de la cautividad de Babilonia, la liberación de los judíos por Ciro, la ruina definitiva de la nación judía.

2° Respecto a los pueblos extraños, vaticinaron la destrucción del imperio de Nabucodonosor; la ruina de Nívide, de Tiro, de Menfis; la sucesión de los cuatro grandes imperios, Asirio, Medo, Griego, Romano, que debían preparar el reinado del Mesías.

La realización de estas profecías, así como los diversos milagros que hicieron estos hombres de Dios para probar su misión, son también una prueba convincente de la divinidad de la religión mosaica.


107. P. ¿Qué es lo más notable que predijeron los profetas acerca del Mesías?

R. Los profetas predijeron, con mucha anticipación, el origen del Mesías; el tiempo de su venida; su nacimiento de una virgen de Belén; sus milagros, su pasión, su muerte, su resurrección; la reprobación de los judíos, la vocación de los gentiles, el establecimiento y la perpetuidad de la Iglesia.

Las profecías que tienen relación con el Mesías se llaman mesiánicas.

Según las promesas hechas por Dios a los patriarcas, el Mesías debía nacer de la raza de Abraham, de Isaac, de Jacob, de la tribu de Judá y de la familia de David.

Moisés, 1.500 años antes de Jesucristo, manifiesta la misión del Mesías, ordenando al pueblo judío que escuche al nuevo legislador que Dios le enviará. 

1.050 años antes de Jesucristo, David canta en sus Salmos la venida del Redentor, sus sufrimientos, su muerte, su resurrección, su imperio eterno.

Desde el año 700 al 400 antes de Jesucristo, se suceden los otros profetas, que, a su vez, van añadiendo otros rasgos a la figura del Mesías.

Isaías predice su nacimiento milagroso de una virgen; describe su vida, sus milagros, su pasión, su reino, con una riqueza tal de pormenores, que su libro se llama, con razón, el quinto Evangelio.Jeremías profetiza los sufrimientos del Salvador y el establecimiento de su
Iglesia.

Ezequiel describe con pintorescas imágenes el reino glorioso del Mesías y sus triunfos.

Daniel fija en setenta semanas de años (490 años), la duración de la expectación del Mesías, a partir de la vuelta de la cautividad de Babilonia.

Ageo anuncia que el Mesías visitará el segundo templo de Jerusalén, construido por Zorobadel.

Miqueas indica el lugar de su nacimiento, Belén.

Zacarías predice el género de muerte que ha de sufrir. 

Malaquías, el último de los profetas, anuncia que los sacrificios de la nueva ley, ofrecidos hasta entonces únicamente en el templo de Jerusalén, serán reemplazados por una oblación completamente pura, que se ofrecerá en todos los lugares y en todos los pueblos.

Dios se complació en pintar, en el Antiguo Testamento, la imagen del Mesías, de tal manera que, cuando apareció en la tierra, pudo ser reconocido sin dificultad. Promesas, profecías, figuras, nos lo hacen conocer gradualmente: la una termina lo que la primera ha empezado, de suerte que la precisión y la claridad van siempre aumentando y preparan insensiblemente al mundo para recibir a su Redentor.


108. P. La expectación de un Mesías, ¿fue exclusiva del pueblo judío?

R. No; la expectación de un Mesías era común a todos los pueblos del universo. Todas las naciones recordaban una gran falta cometida desde el principio, y esperaban la reparación mediante un futuro Libertador.

Este hecho es tan cierto, que hasta los enemigos de la religión se ven obliga-
dos a confesar que, en la época del nacimiento de Jesucristo, el universo entero es-
peraba un gran Mediador, que debía renovar la edad de oro sobre el mundo, li-
brarla del mal y restituir a los hombres la paz y la felicidad.

Este deseo universal no puede tener su razón de ser sino en una promesa primitiva mantenida por las profecías y cuyos ecos habían llegado hasta las naciones más diversas. Todas las miradas estaban fijas en Judea, que se había convertido en el polo de la esperanza de todos los pueblos.

Fuera del pueblo judío, esta esperanza de un Redentor se hallaba desfigurada por la ignorancia o las pasiones, y cada pueblo se forjaba una idea distinta de este Libertador, conforme a propio modo de ser; pero en todas partes, en Orientecomo en Occidente, se esperaba un personaje extraordinario que reinaría sobre el mundo y restablecería en él la justicia.

1° En Occidente. – He aquí lo que se lee en los historiadores romanos, Tácito y Seutonio: Era universal la creencia en antiguas profecías, según las cuales el Oriente iba a prevalecer, y de la Judea saldrían los señores del mundo (12).

Todo el Oriente, dice Duetonio, resonaba con la antigua y constante opinión de que el destino habría decretado que, en esta época, la Judea daría señores al universo (13). El gran poeta de Roma, Virgilio, intérprete de la expectación general, cantaba en una égloga la próxima llegada del Niño bendito, que debía devolver la edad de oro a la tierra. Cicerón afirma la misma tradición, atribuyéndola a los oráculos de las Sibilas.

En la Galia, sus antiguos habitantes adoraban, en los bosques sagrados, a una virgen de la cual debía nacer un hijo esperado de mucho tiempo atrás. Esta tradición está confirmada por los altares descubiertos en Chartres, en Châlons-sur-Marne, en 1833, con esta inscripción: Virgini pariturae Druides: Los Druidas a la Virgen Madre.

En Grecia, Platón pone en boca de Sócrates estas sorprendentes palabras: “Hay que esperar que alguien venga a instruirnos acerca de la manera cómo debemos portarnos con los dioses y con los hombres”.– Alcibíades responde: “Tengo un deseo ardiente de conocer a ese personaje... venga, pues, y cuando haya venido, haremos nuestros ofrecimientos a Dios” (14).

En Oriente. – Entre los persas se lee en el Zend-Avesta, escrito por Zoroastro, 600 años antes de Jesucristo, que un mediador llamado Mitra interviene entre Ormuzd, Dios creador, y el hombre culpable; ese mediador viene para abolir el imperio de Ahrimán, el espíritu del mal.

La China, en los tiempos de Confucio, 500 años antes de Jesucristo, alimenta las mismas esperanzas; y los Kings, libros sagrados de la nación, dicen que el Libertador esperado vendrá de Occidente.

La India, con sus encarnaciones milenarias de Wischnú, habla como la China y la Persia: en la narración de los Vedas, la parábola del hijo pródigo no es más que la alegoría del mundo esperando un Salvador.


3° Los incrédulos modernos que han estudiado las tradiciones antiguas, se ven obligados a convenir en que todos los pueblos esperaban un doctor, un sabio, un conquistador, un Dios.

“De tiempo inmemorial corría entre los indios y los chinos la creencia de que el Sabio vendría de Occidente. La Europa, al contrario, decía que el Sabio vendría de Oriente”. – (Voltaire).

Otro gran incrédulo escribe: “Las tradiciones sagradas y mitológicas de tiempos remotos habían esparcido por todas partes la creencia en un gran mediador que tenía que venir, de un Salvador futuro, rey, Dios, conquistador y legislador, que devolvería a la tierra la edad de oro y libraría a los hombres del imperio del mal”.– (Volney).

CONCLUSIÓN.– La expectación del Mesías no era, pues, sola de los judíos: todos los pueblos antiguos tenían las mismas tradiciones; con razón los profetas llaman Mesías al Deseado de las naciones. Esta creencia, extraña y universal, prueba de una manera evidente el hecho de la revelación primitiva. Lo que se debe notar también es que, después de la venida de Jesucristo todos los pueblos han dejado de esperar al Mesías, circunstancia que nos lleva a la siguiente conclusión: todos los pueblos se engañaron esperando un Libertador o bien Nuestro Señor Jesucristo es realmente el Mesías prometido por los profetas y esperado por las naciones.


109. P. ¿Por qué demoró tanto el envío del Mesías?

R. Dios esperó cuarenta siglos antes de enviar al Mesías a la tierra porque tal era su santísima voluntad: Él es el dueño de sus dones y libre en su dispensación. Los secretos de la sabiduría divina son insondables.

Santo Tomás da varias razones de esta demora:

1° Para humillar al hombre, que había pecado por soberbia. Esta prolongada expectación le hizo conocer toda la extensión de su miseria y comprender la necesidad de un Libertador.

2° Para preparar la venida del Mesías y atraer gradualmente a los hombres al misterio de la Redención. ¿No era necesaria una larga serie de milagros para disponerlos a creer en el más grande de todos: la Encarnación del Hijo de Dios?

Sin embargo, los que vivían antes de la llegada del Redentor podían salvarse por los méritos del mismo. No tenían sino tres cosas que hacer: a) conocer, amar y servir a Dios; b) observar la ley natural; c) creer en el Mesías prometido y esperar en su ayuda. Así, desde el instante de su caída pudo el hombre aprovecharse de los beneficios de la futura Redención.

1° Como el hombre hubiera pecado por soberbia, Dios lo abandona a sí mismo por un cierto tiempo, a fin de que reconozca la propia miseria. Sabemos muy bien en qué ignorancia y en qué desórdenes cayó el género humano durante los siglos que precedieron a la llegada del Mesías. Era menester que el hombre conociera por experiencia propia que sólo Dios podía salvarle, puesto que todos los esfuerzos de los filósofos y de los sabios de la tierra no habían podido sacarle del doble abismo de la ignorancia y de la corrupción en que había caído.

2° En el orden de la gracia, como en el de la naturaleza, todo se hace suavemente y por grados. Jesucristo es el sol del mundo espiritual; y el sol se anuncia por una gradación de la luz que prepara nuestros ojos para sostener su deslumbrante brillo. Del mismo modo, Dios, teniendo en cuenta la flaqueza humana, la condujo gradualmente al misterio de la Redención. Con este fin multiplicó, durante muchos siglos, los milagros y las profecías relativos al hecho más grande de la historia; la Encarnación de su divino Hijo. Los hechos de la vida del Redentor han sido prometidos, figurados, predichos y preparados...

3° Esta demora, empero, no sirvió de obstáculo a la salvación de las generaciones que vivieron antes de la llegada del Salvador. Él murió por todos los hombres sin excepción, y los efectos de la Redención se extienden a todos los siglos. Los que vivieron antes de su llegada pudieron salvarse creyendo en Él, por lo menos con una fe implícita: Dios les aplicaba anticipadamente, los méritos satisfactorios de su Hijo encarnado (15).


110. P. ¿Cuánto tiempo duró la religión mosaica?

R. La religión mosaica duró unos mil quinientos años aproximadamente.

Tenía por objeto preparar los pueblos para la venida del Mesías, y debía ser abrogada entonces.

Fue reemplazada por una tercera religión, más perfecta que las dos primeras: la religión cristiana.

N.B. – La parte dogmática y moral de la religión mosaica, ese conjunto de verdades y preceptos que constituyen la religión natural y primitiva, no podía ser abrogada, porque está cimentada sobre las relaciones que unen a los hombres entre sí y con su Criador.

Pero la parte positiva, el conjunto de las leyes rituales y civiles, es decir, lo que constituía propiamente la religión mosaica, no se refería más que a los judíos, y debía desaparecer a la llegada del Mesías.


1° La ley mosaica debía ser suprimida.– Muchas profecías del Antiguo Testamento anunciaban: a) la abolición de los sacrificios de la ley mosaica, como también la del sacerdocio levítico; b) el establecimiento de un sacerdocio y de un sacrificio nuevos. Pues bien, la abolición del sacerdocio y del sacrificio antiguo era la abolición de la ley misma, de la que eran partes esenciales.

Los profetas habían predicho: a) la destrucción de la ciudad y del templo de Jerusalén; b) la reprobación del pueblo judío; c) el llamamiento de los gentiles a la verdadera religión. Todo lo cual anunciaba que la ley mosaica, dada exclusivamente a los judíos, sería abolida un día.

Según los profetas, el Mesías debía ser un legislador como Moisés, dar una ley nueva, pactar con los hombres una nueva alianza, destinada a comprender todas las naciones y a durar hasta el fin de los siglos. Ahora bien, una ley nueva destruye la antigua, como un testamento nuevo anula los anteriores; luego el judaísmo, según las propias enseñanzas, ni debía durar hasta la llegada del Mesías.

2° La ley mosaica ha sido abrogada hace mucho tiempo. – La religión mosaica hace del sacrificio el punto capital del culto de los judíos: les prohíbe ofrecerlo fuera del templo de Jerusalén; reserva las funciones sacerdotales a la familia de Aarón. Pues bien, hace casi dos mil años que el templo de Jerusalén está destruido, las genealogías confundidas, y el sacerdocio no puede ser restablecido en la tribu de Leví. No pueden, por consiguiente, los judíos cumplir las ordenanzas esenciales del culto.

La interrupción es más larga que la misma duración del Mosaísmo.

Entonces, una de dos: o Dios pide un imposible a los judíos, o su ley ha sido abrogada. Jamás los hechos han suministrado una demostración más clara.



La religión mosaica era profética y figurativa: prefiguraba el reino del Mesías. Los antiguos doctores judíos admitían a la letra el principio sentado por San Pablo: Todo lo que les acontecía a los hebreos eran otras tantas figuras de lo porvenir. Ahora bien, las figuras se desvanecen con la llegada de aquél que las ejecuta; las sombras pasajeras de la antigua ley debían ceder el puesto a la realidad de la ley nueva. Por consiguiente, el judaísmo fue abolido por la fundación del cristianismo (16).





Notas

1.Los descendientes de Abraham se llaman: 1° HEBREOS, de Heber, nieto de Sem y abuelo de Abraham: 2°,
ISRAELITAS, por causa de Jacob, apellidado Israel: 3°, JUDIOS, de Judá, padre de la tribu que lleva su nombre,
y que tuvo la supremacía sobre toda la nación.
2. Deut., XI
3. Éxodo, VIII y siguientes.
4. Id. XIV – XVL.
5. Núm. XIV.
6. Deut. XVIII.
7 Id. XXVIII.
8 Id. XXVI.
9 Éxodo, VII-IX.
10 Núm. XVI, 28-30.
11 Adán vivió 930 años; Set, su tercer hijo, 912; Matusalén, uno de los descendientes de Set, llegó a la edad
969 años; Noé vivió 350 años después del diluvio y murió a la edad de 959 años. Así, de Adán al diluvio, que
ocurrió el año 1656 de la Creación, bastó un solo testigo intermediario. Matusalén, que vivió 200 años con Adán y casi 600 con Noé.
Sem, hijo de Noé, que vivió 450 años con su padre, vivía aún en tiempo de Abraham e Isaac. Este último fue el abuelo de Leví, y Leví vivió muchos años con Amram, padre de Moisés. No se contaban, pues, más de seis de generaciones de Adán a Moisés. Esta longevidad de los patriarcas, probada por la Historia Sagrada, está confirmada por los recuerdos más antiguos de los pueblos.
12. Tácito, Hist., 1. V. Núm. 13.
13. In Vespas., núm. 4.
14. II Diálogo de Alcibíades.
15. Santo Tomás, 3°, q. 1, 5, y 2a, q. 2, 7.
16. Véase Mons. Freppel, Los apologistas cristianos en el siglo II.







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