SAN QUINTÍN
Mártir
† torturado y decapitado hacia el año 287
Protector contra la tos.
Vosotros afectáis ser justos ante los hombres,
pero Dios conoce vuestros corazones;
porque lo que es grande ante el mundo
es abominación ante Dios.
(Lucas 16, 15)
- En Roma, los santos Ampliado, Urbano y Narciso, de quienes hace mención san Pablo escribiendo a los Romanos; los cuales, por el Evangelio de Cristo fueron muertos por los Judíos y Gentiles.
- En Constantinopla, san Estaquio, Obispo, el cual fue ordenado por san Andrés Apóstol primer Obispo de aquella ciudad.
- En Augusta de los Veromandos en Francia, san Quintín, ciudadano Romano del orden Senatorio, el cual en tiempo del Emperador Maximiano fue martirizado. Su cuerpo, al cabo de cincuenta y cinco años, por revelación de un Ángel, fue hallado incorrupto.
- En Milán, san Antonino, Obispo y Confesor.
- En Ratisbona de Baviera, san Wolfango, Obispo.
- En Palma de la isla de Mallorca, san Alfonso Rodríguez, Coadjutor temporal formado de la Compañía de Jesús y Confesor, insigne por la humildad y por el continuo deseo de la mortificación; el Sumo Pontífice León XIII le puso en el número de los Santos.
- En Roma, la Traslación de San Nemesio, Diácono, y de su hija Lucila, Virgen, los cuales el 25 de Agosto fueron degollados.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.
SAN QUINTÍN
Mártir
San Quintín, hijo del senador Zenón de Roma, fue aprehendido por el prefecto Rictio Varo mientras predicaba el Evangelio en Picardía. Después de haber sido azotado, fue cargado de cadenas y echado en una prisión; mas un ángel lo sanó de sus heridas, lo libró de sus cadenas y le abrió las puertas de la cárcel. Predicó en medio de la calle y convirtió a seiscientas personas. El tirano lo hizo atormentar de diversas maneras y, viéndolo invencible, lo hizo decapitar en el año 287, después de cuatro años de maravilloso apostolado.
MEDITACIÓN
SOBRE LA HIPOCRESÍA
I. La mayor parte de los hombres se esfuerzan más por parecer cristianos y virtuosos que por serlo en realidad. Se salvan las apariencias, se quiere contentar a los hombres, pero uno no se toma mucho trabajo por contentar a Dios y la propia conciencia. Se ordena el exterior y el alma está en desorden. ¡Desventurados! Dios nos ve tales cuales somos y no tales cuales queremos aparecer. Dios es quien nos juzgará y no los hombres; no podemos engañarlo; nos engañamos a nosotros mismos.
II. ¿Qué pretendes con esa devoción de apariencia? ¿De qué te servirá la estima de los hombres, si Dios te desprecia? Gratuitamente te condenas; tienes toda la pena que los santos encontraron en el servicio de Dios, no tienes sus consuelos en esta vida y no tendrás su recompensa en la otra. ¿Qué haréis, vosotros hipócritas, el día del juicio, cuando Dios dé a conocer vuestros crímenes a todos los hombres y a todos los ángeles?
III. A nadie juzgues por las apariencias; el rostro engaña a menudo. Tal parece orgulloso y es muy humilde. A Dios sólo pertenece el penetrar los secretos del corazón humano; interpreta las acciones de los demás como desearías que se interpretaran las tuyas. Examina tus propios defectos y mira si no eres del número de aquellos de que habla San Cipriano, que condenan en lo exterior aquello que hacen en lo interior; acusadores en público y pecadores en secreto.
La huida de la hipocresía.
Orad por la conversión de los hipócritas.
ORACIÓN
Haced, os lo suplicamos, Dios omnipotente, que la intercesión del bienaventurado Quintín, vuestro mártir, cuyo nacimiento al cielo celebramos, nos fortifique en el amor de vuestro santo Nombre.
Por J. C. N. S.
Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. – Tomo IV, Patron Saints Index.
Visto en Tradición Católica
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