SAN ADELARDO,
Abad
n. 752; † 2 de enero del año 827 en el Monasterio de Corbie, Francia
Patrono de jardineros. Protector contra la fiebre tifoidea.
Buscad primero el reino de Dios y su justicia,
y todas las demás cosas se os darán por añadidura.
(Mateo 6, 33)
- En Roma, la conmemoración de muchísimos santos Mártires, que, menospreciando el edicto del Emperador Diocleciano, que les mandaba a entregar los Libros sagrados, prefirieron dar sus cuerpos a los verdugos antes que las cosas santas a los perros.
- En Antioquía, el martirio de san Isidoro, Obispo.
- En Tomis del Ponto, los tres santos hermanos Argeo, Narciso y el niño Marcelino. Este último, en el imperio de Licinio, apresado entre soldados bisoños, y no queriendo seguir la milicia, fue por esto mortalmente herido con azotes y maltratado mucho tiempo en la cárcel, y, por último, sumergido en el mar, consumó el martirio; sus hermanos fueron pasados a cuchillo.
- En Milán, san Martiniano, Obispo.
- En Nitria de Egipto, san Isidoro, Obispo y Confesor.
- En el mismo día, san Siridión, Obispo.
- En la Tebaida, san Macario Alejandrino, Presbítero y Abad.
- En el monasterio de Corbie, en la Galia Ambianense (hoy Francia), san Adalardo, abad, que dispuso las cosas para que todos tuviesen lo necesario, de modo que nadie abundase en lo superfluo o pereciese por la miseria, y así dieran alabanza a Dios.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.
SAN ADELARDO,
Abad
San Adelardo, nieto de Carlos Martel, abandonó la corte a la edad de veinte años para retirarse al monasterio de Corbie (Francia). Luis el Bonachón sospechó que el santo había favorecido las pretensiones de su pupilo Bernardo, hijo de Pepino, a la sucesión de Carlomagno, y lo confinó a la isla de Noirmoutiers. Mas, reconociendo su error, lo llamó a la corte. A fuerza de insistentes súplicas obtuvo el santo que se le dejase volver a Corbie, para reasumir el gobierno de su monasterio. Mucho contribuyó, con el célebre Alcuino, a hacer que volviese a florecer en los monasterios el amor a la ciencia. Murió el 2 enero del año 827.
MEDITACIÓN
SOBRE EL FIN DEL HOMBRE
I. No estamos en este mundo sino para amar a Dios, para honrarlo y para alcanzar nuestra salvación. Examina con atención esta verdad; he ahí en lo que debes trabajar durante este año y durante toda tu vida; todos tus otros proyectos son inútiles, peligrosos o criminales. ¿Hasta ahora has empleado tu vida en buscar, honrar y amar a Dios? Examínate, humíllate, corrígete. Busquemos a Dios sincera y únicamente. El alma racional está creada a imagen de Dios: todas las creaturas pueden ocupar nuestra alma, pero sólo Dios es capaz de llenarla (San Bernardo).
II. Todas las creaturas son medios que Dios te ha dado para alcanzar tu fin. Las ha creado para que te sirvan, como te ha creado para que Le ames; sin embargo, consideras esas creaturas como tu último fin. ¿Acaso no parece que piensas que el oro y la plata, los placeres y los honores son los que deben darte la felicidad? Dejas a Dios por la creatura; te sirves de sus dones para ofenderlo; los medios que te había proporcionado para ir a Él, de Él te alejan.
III. Debo, pues, en adelante, amar lo que me puede conducir a mi último fin. La observancia de los mandamientos de Dios y la práctica de las virtudes son los medios por los cuales lo alcanzaré. El pecado y el mal uso de las creaturas me alejarán de él. No es necesario que sea rico o dichoso en este mundo, siempre que gane el cielo. Preguntémonos, a menudo, a ejemplo de San Bernardo: ¿Para qué he venido a este mundo?
La pureza de intención.
Orad por los herejes.
ORACIÓN
Haced, os suplicamos, Señor, que la intercesión del bienaventurado Adelardo nos haga agradables a vuestra Majestad, a fin de que obtengamos, por su asistencia, lo que no podemos esperar de nuestros méritos. Por J. C. N. S.
Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J., Tomo I; Patron Saints Index.
Visto en Tradición Católica
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