martes, 7 de febrero de 2017

La Religión Demostrada XX: ¿Quienes Pertenecen a la Iglesia?








LA RELIGIÓN DEMOSTRADA


LOS FUNDAMENTOS DE LA FE CATÓLICA
ANTE LA RAZÓN Y LA CIENCIA



P. A. HILLAIRE


Ex profesor del Seminario Mayor de Mende
Superior de los Misioneros del S.C.







DECLARACIÓN DEL AUTOR

Si alguna frase o proporción se hubiere deslizado en la presente obra La Religión Demostrada, no del todo conforme a la fe católica, la reprobamos, sometiéndonos totalmente al supremo magisterio del PAPA INFALIBLE, jefe venerado de la Iglesia Universal.

A. Hillaire.





QUINTA VERDAD

LA IGLESIA CATÓLICA ES LA ÚNICA DEPOSITARIA DE LA

RELIGIÓN CRISTIANA



III. ORGANIZACIÓN DE LA IGLESIA CATÓLICA



§ 3 ° LOS SIMPLES FIELES O LOS MIEMBROS DE LA IGLESIA


173. P. ¿Cuáles son los miembros de la Iglesia?

R. Los miembros de la Iglesia son todas las personas bautizadas que creen lo que la Iglesia enseña y están sujetos al Papa y a los otros pastores legítimos.

Se distinguen en la Iglesia dos clases de miembros: 1°, los miembros vivos, es decir, los fieles en estado de gracia; 2°, los miembros muertos, o los católicos en pecado mortal. Los pecadores forman parte de la Iglesia, como las ramas muertas de un árbol que, no estando separadas, forman parte de este árbol.

Jesucristo nos enseña que su Iglesia encierra en su seno a justos y pecadorescuando la compara con la red, en la que quedan prisioneros los peces buenos y los malos; con el campo, donde crece la cizaña junto con el trigo; con el rebaño, en el que están mezclados los machos cabríos con las ovejas.

La Iglesia es una sociedad organizada, viviente; tiene, como la persona humana, dos partes: una interior, invisible, que le da la vida real, es el alma; otra exterior, compuesta de una cabeza y de diversos miembros, es el cuerpo de la Iglesia.

¿En qué consiste el alma de la Iglesia?

En la gracia santificante, con las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo. Así como nuestra alma hace vivir al cuerpo y a sus distintos miembros, así el Espíritu Santo, por la gracia santificante, hace vivir al cuerpo de la Iglesia y, a sus miembros, que ella une entre sí de una manera invisible, pero muy real, por los lazos de la fe, de la esperanza y, particularmente, de la caridad, compañera inseparable de la gracia.

¿En qué consiste el cuerpo de la Iglesia?

Es la sociedad visible compuesta por todos los hombres bautizados que profesan la verdadera doctrina de Jesucristo, participan de sus sacramentos y obedecen a los pastores que Él ha establecido.

El Papa es la cabeza de este cuerpo social; los obispos son sus miembros principales, y los fieles, sus miembros secundarios.

Tres condiciones se requieren para pertenecer al cuerpo de la Iglesia:

1a Haber recibido el bautismo, pues este sacramento nos hace hijos de Dios y de la Iglesia.

2a Profesar la verdadera fe, a saber, creer en las verdades reveladas por Dios y enseñadas por la Iglesia.

3a Obedecer a los pastores legítimos, al Papa y a los obispos.

N. B. — Los fieles no tienen participación alguna en la autoridad de la Iglesia; pero pueden útilmente secundarla, en especial cuando, por sus talentos, son llamados a defender la religión contra los embates de la impiedad.


174. P. ¿Quiénes son los que no pertenecen a la Iglesia?

R. 1° Los infieles, que no han recibido el bautismo.

2° Los herejes, que rechazan algún artículo de fe.

3° Los cismáticos, que niegan obediencia al Papa.

4° Los excomulgados, que la Iglesia rechazó de su seno por causa de sus crímenes.

5° Los apóstatas, que han renegado de la fe de Jesucristo después de haberla profesado.

Ninguno de éstos pertenece al cuerpo de la Iglesia, si bien algunos de ellos pueden pertenecer al alma de ella, es a saber, poseer la gracia santificante.

1° Los infieles son aquéllos que no han recibido el bautismo. Tales son los judíos, que no quieren reconocer a Jesucristo por el Hijo de Dios; dispersos por todo el mundo, hacen una guerra encarnizada a la Iglesia católica y a los pueblos cristianos. Los mahometanos, llamados también musulmanes, esparcidos por Asia y África: observan la falsa religión inventada por Mahoma, jefe árabe que vivió a principios del siglo VIL Los budistas o discípulos de Buda, muy numerosos en la China y en la India. Los brahmaristas o discípulos de Brahma, extendidos por el Indostán. Los idólatras, que adoran al sol, a los animales, a las plantas. Son también infieles aquéllos que, en países cristianos, no han sido bautizados por negligencia o impiedad de sus padres.

Herejes son los hombres bautizados que rehúsan tenazmente creer alguna verdad revelada por Dios y enseñada por la Iglesia como artículo de fe. El nombre hereje deriva de una palabra griega que significa elegir, y designa a aquél que, en religión, distingue entre las verdades que consiente en creer y las que rechaza, La herejía es un gran crimen, porque rehúsa creer a Dios, lo que es hacerle el mayor ultraje.

Dios permite las herejías: 1°, para probar la fe de los fieles; 2°, para arrancar de la Iglesia las ramas secas que la afean; 3°, para comunicar mayor brillo a las verdades de la fe. Cada herejía es, para los doctores católicos, una oportunidad para poner más de relieve los dogmas combatidos, y para la Iglesia, el medio de fijarlos con mayor precisión.

El orgullo del espíritu y la corrupción del corazón son la fuente de todas las herejías. El espíritu humano rehúsa inclinarse ante la ciencia infinita de Dios, que nos revela sus misterios; el corazón viciado se rebela contra una moral que le parece demasiado severa.

3° Los cismáticos son aquéllos que se separan de la Iglesia, negándose a obedecer a sus legítimos pastores, aun creyendo lo que ella enseña. Tales son los griegos y los rusos. El cisma es un atentado sacrílego, que tiene las mismas fuentes que la herejía.

4° Los excomulgados son los que la Iglesia ha expulsado de su seno por causa de sus crímenes. Tales son los francmasones, los duelistas, etc. La excomunión es la pena más terrible que la Iglesia inflige.

Se corta una rama podrida para que no inficione todo el árbol. Por eso la Iglesia, cuando uno de sus miembros se hace, por sus escándalos, peligroso para los demás, los excomulga, es decir, lo arranca de su cuerpo, como un miembro gangrenoso. El excomulgado es muy digno de compasión, porque dejando de pertenecer a la Iglesia, deja de participar de sus bienes espirituales. Queda excluido de la comunión de los Santos y privado de sepultura eclesiástica.

5° Los apóstatas son los que reniegan de la fe católica, después de haberla profesado. Dejan de formar parte de la Iglesia, cuando su apostasía es públicamanifestada por actos anticatólicos. Entonces son excomulgados. Tales son los ¿racionalistas, que se llaman a sí mismos librepensadores. La apostasía es un crimen enorme.

¿Quiénes son los que pertenecen al alma de la Iglesia?

1° Los párvulos que acaban de recibir el bautismo.
2° Los fieles que han conservado o vuelto a adquirir la gracia bautismal.
3° Todos los que están en estado de gracia.

Por consiguiente, los paganos, los herejes y cismáticos de buena fe pueden, con la ayuda de Dios, hacer un acto de perfecta caridad que les proporcione la gracia santificante necesaria para pertenecer al alma de la Iglesia. (Véase núm. 159.)


CONCLUSIÓN GENERAL.— Tal es la organización de la Iglesia católica: admirable por el orden y la unidad.

1° El catolicismo entero, cada diócesis, cada parroquia, lleva el mismo nombre: el de Iglesia.

El Papa, el obispo, el simple sacerdote llevan el mismo título: el de Pastores.

2° La jurisdicción del Papa no tiene límites: abarca el mundo entero; la del obispo no se extiende más que a su diócesis; la del simple sacerdote, a su parroquia.

Jesucristo envía al Papa, el Papa envía al obispo, el obispo envía al presbítero. Pero el Papa, el obispo y el presbítero, aunque se diferencien entre sí por los honores y la jurisdicción, tienen el mismo poder en el altar y obran el mismo milagro: dan a Jesucristo al mundo.

3° El Papa, en virtud de su institución divina, dispensa a toda la Iglesia el triple beneficio de la doctrina, de los sacramentos y de la dirección espiritual: instruye, santifica, gobierna el universo.

El obispo, en virtud de la misma institución divina y bajo la dependencia del Papa, asegura los mismos beneficios a su diócesis.

El sacerdote, en virtud de la institución eclesiástica, instruye, santifica y gobierna su parroquia.

4° Así organizada, la Iglesia, dice el Concilio de Trento, es un ejército desplegado en orden de batalla, donde los soldados están bajo la obediencia de los capitanes, los curas; los capitanes bajo la obediencia de los generales, los obispos; y los generales bajo la obediencia del general en jefe, el Papa: fieles, sacerdotes, obispos, Papa, he ahí toda la Iglesia con Jesucristo por fundador. Concepción divina, organización maravillosa, sociedad inconmovible e inmortal, que tiene por tesoro la sangra y los méritos del Salvador, y por fin, la adquisición de la vida eterna.

Si queréis alcanzar esa vida, permaneced en tan admirable sociedad; pero para permanecer eficazmente en ella, es menester que seáis sumisos a los sacerdotes, como los sacerdotes: lo son a los obispos, y los obispos al Papa, que Jesucristo puso en la tierra para ocupar su lugar y ser su Vicario. Sin esta sumisión, no perteneceríais con alma y corazón a la Iglesia, la cual subiría al cielo sin vos; porque está escrito: “Quien por soberbia no quisiere oír al sacerdote, muera” (49).

5° La jerarquía de la Iglesia da a los fieles la firme seguridad de que se hallan en la verdadera religión. Cada católico, aun el menos instruido, puede decir:


Mi religión la he aprendido de boca de mi cura, que puso en mis manosy me explicó, un librito llamado Catecismo. Lo que él me enseña se remonta de él a mi obispo, que lo envió con ese librito; por mi obispo, esta enseñanza se remonta al Papa, que envió a mi obispo; por el Papa, esta misma enseñanza se remonta de Papa en Papa, hasta San Pedro, que la recibió de Jesucristo.

“Mi religión es la misma que San Pedro enseñaba y que él había recibido de Jesucristo. Porque si el cura que me instruye mudara algo en la doctrina católica, los otros sacerdotes y aun los fieles lo denunciarían al obispo; y si mi obispo alterara algo, los otros obispos y aun los simples sacerdotes lo denunciarían al Papa, y el Papa, guardián vigilante e infalible de la fe, lo separaría de la Iglesia.

”Una alteración en la fe es, pues, imposible hoy día, y lo fue también en todos los tiempos por las mismas razones. Mi religión es, por consiguiente, la que Jesucristo enseñó”.



Notas

49. Deut., XVH, 12.

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