En aquél tiempo: Como se juntase una gran multitud, y además los que venían a Él de todas las ciudades, dijo Jesús esta parábola: “El sembrador salió a sembrar su simiente. Y al sembrar, una semilla cayó a lo largo del camino; y fué pisada y la comieron las aves del cielo. Otra cayó en la piedra y, nacida, se secó por no tener humedad. Otra cayó en medio de abrojos, y los abrojos, que nacieron juntamente con ella, la sofocaron. Y otra cayó en buena tierra, y brotando dio fruto centuplicado”. Diciendo esto, clamó: “¡Quién tiene oídos para oír oiga!” Sus discípulos le preguntaron lo que significaba esta parábola. Les dijo: “A vosotros ha sido dado conocer los misterios del reino de Dios; en cuanto a los demás ( se les habla ) por parábolas, para que «mirando, no vean; y oyendo, no entiendan». La parábola es ésta: «La simiente es la palabra de Dios. Los de junto al camino, son los que han oído; mas luego viene el diablo, y saca afuera del corazón la palabra para que no crean y se salven. Los de sobre la piedra, son aquellos que al oír la palabra la reciben con gozo, pero carecen de raíz: creen por un tiempo, y a la hora de la prueba, apostatan. Lo caído entre los abrojos, son los que oyen, mas siguiendo su camino son sofocados por los afanes de la riqueza y los placeres de la vida, y no llegan a madurar. Y lo caído en la buena tierra, son aquellos que oyen con el corazón recto y bien dispuesto y guardan consigo la palabra y dan fruto en la perseverancia».”
Lucas VIII, 4-15
"Domingueras Prédicas I"
R.P. Leonardo Castellani
Dominica de Sexagésima
La Parábola del Sembrador
Esta es la segunda de las Parábolas que Jesucristo interpretó personalmente a los Apóstoles; quiero decir, de las que tenemos interpretadas en el Evangelio; aunque la otra, la del Trigo y la Cizaña, en San Mateo está después de ésta. Estas son las dos parábolas "centrales" entre las 120 que tenemos; no digo "las más importantes" porque alguno puede estimar que es más importante la del Rico Epulón y el pobre Lázaro, donde se afirma la existencia del Infierno, o bien la del Hijo Pródigo, donde se pondera la inmensa piedad y generosidad de Dios hacia el pecador; o bien, la del Buen Pastor. Pero estas dos son "centrales", son las que tienen el tema más general y constituyen una especie de MARCO de todas las otras. La una trata de la economía general de la salvación; estotra de la economía de la salvación de cada alma particular.
En la parábola del Trigo y la Cizaña (o el Luello) Jesucristo afirmó que hay semilla buena y semilla mala, que la buena procede de Dios y la mala del Diablo, y que ambas permanecerán entremezcladas hasta el fin del mundo. Nosotros hablamos de "buenos" y de "malos" y Jesucristo también habló así; pero no nos engañemos, el bien y el mal están en todos los hombres, hay trigo y hay luello en caduno de nosotros, la cuestión es cuál de las dos cosas predomina, o mejor dicho, domina en caduno; lo cual depende de la Personalidad, la cual a su vez depende de la libre elección de caduno. Todas las cosas del mundo dependen de la Personalidad del hombre; ya hemos hablado otra vez de los que confían en sistemas políticos o económicos o filosóficos para quitar todos los males deste mundo; éstos se parecen a ese turco de Entre Ríos que quería detener la inundación de Concordia con un alambrado de alambretejido. Las consecuencias del Pecado Original y de los demás pecados se filtran a través de todos los sistemas por buenos que sean: se necesita una cantidad de hombres buenos para hacer funcionar bien cualquier sistema, Monarquía, Aristocracia o República, por ejemplo. No niego que haya algunos sistemas mejores que otros; ni que haya por desgracia sistemas simplemente malos, basados en errores o vicios; niego simplemente que esos alambrados sirvan independientemente de la Personalidad del hombre; de la cual ellos proceden en definitiva.
Hay en el fondo más secreto del hombre un punto del cual proceden sus decisiones, y sobre todo la decisión primaria y capital de si él va a votar por Dios o no va a estar con Dios. Ese punto es tan recóndito que no lo pueden conocer ni menos forzar ni los ángeles ni los demonios; sino solamente Dios, el cual no lo quiere forzar. Dese punto procede la orientación de toda nuestra conducta, y eso llamamos Personalidad.
Esta parábola trata déso; de cómo se ha la Personalidad del hombre respecto a la Palabra de Dios, o sea, las verdades religiosas. Jesucristo dividió a los hombres en tres clases en quienes la Semilla no fructifica y tres clases en quienes sí fructifica. En quienes sí fructifica, dice simplemente que fructifica el 30, el 60 o el 100 por uno; a éstos podríamos llamar los Incipientes o Comenzantes, los Píos, y los Perfectos. En el suelo pobre de Palestina, los labradores se contentan hasta con recoger 12 granos por uno; pero hay retales privilegiados de tierra gorda que rinden hasta 300 y aun 400 granos por uno. Se ve que Jesucristo tomó el término medio, de 30 a 100 granos por uno.
Aquellos en quienes NO fructifica están más caracterizados: es la semilla que cae en la calle, la que cae en el piedra! y la que cae entre malezas; que podríamos llamar los Frívolos, los Flojos y los Furiosos.
"Una parte de la semilla cayó en el camino; y vinieron las aves del aire (los voraces gorriones de Palestina) y la hicieron desaparecer al momento". Las aves del aire son los diablos. Hay una disposición del alma (o una enfermedad, sería mejor dicho) que llamamos con la palabra francesa "frivolidad"; y en español les decimos hombres casquivanos, volubles, volanderos, volátiles, veletas, volvoretas, tornátiles, tornadizos, errátiles, voltarios, veleidosos, atolondrados, ligeros de cascos, que tienen la cabeza a pájaros (y esta expresión española viene del Evangelio) o tienen por cabeza una olla de grillos. En criollo decimos tilingo, macanero, ligerón, vago, vagoneta o barcino. De sobra conocen ustedes el tipo. En éstos la religión no hace mella, no viven en el plano de lo serio, sino en un plano de impresiones fugaces, palabrería y macaneo, comparable al plano de la vida del animal. De aquí sale la gran turbamulta de la indiferencia religiosa, de que hemos hablado otrora. Nuestra civilización produce en gran cantidad esta clase de hombre: cuya alma es semejante a una calle pública.
"Otra parte de la semilla cayó en el piedral; donde brotó rápido por el calor de la resolana; pero por lo mismo se agostó también rápido": se quemó. Cristo dice que éstos son los que reciben la Palabra incluso con entusiasmo; pero no echa raíces en ellos, porque permanece en el plano del sentimentalismo, o de la imaginación o de la rutina; y cuando viene el sufrimiento abandonan; a causa de los afanes deste mundo, o del amor al dinero, o de cualquier concupiscencia, dice Jesucristo. Aquí pertenecen los cristianos que no practican, como se dice, a causa de que están enredados en algún pecado o vicio que no quieren repudiar; contando entre los vicios también el orgullo y la pereza, que son pecados capitales. También hay otros que practican una parte de la religión por la misma razón -o sea que han suprimido uno o dos mandamientos de la Ley de Dios. Estos NO DAN fruto, dice Cristo. Pero si practican un poco, ¿no darán también fruto un poco? Nada. Los que no están en gracia de Dios no producen nada para la vida eterna. Aunque hagan algunas obras buenas, no les sirven para la vida eterna: puede que les sirvan para que Dios los ayude a salir del pecado. Después de los Frívolos, estos son los Flojos: no se sabe cuál de los dos es peor.
Además destos grupos, hay gente que derechamente odia la Religión. La conocen, y aun la llevan dentro de sí, porque no se odia lo que no existe. Estos pueden llamarse los Furiosos; y pueden ser comparados al trigo que cayó entre malezas o espinas y allí está alimentando las malezas o empujándolas. Hay allí dos cosas contrarias juntas que producen una mezcla explosiva o una lucha continua: aquí pertenece el fenómeno también común hoy día de la Desesperación, que no es indiferencia o falta de fe, sino lucha y congoja. Los apóstatas o renegados de la fe generalmente aborrecen la Religión y la persiguen si pueden: a éstos el filósofo Kirkegord los llama simplemente" demoníacos": no se quedan quietos en su irreligión dejando que los demás la tengan si quieren, sino que persiguen la Religión en los otros; y todas las manifestaciones externas de la Religión les dan fastidio y grima. En éstos la semilla creció entre espinas.
Estos tres estados dependen de la Personalidad, o sea del libre albedrío y de la Elección Primaria. Todos los hombres tienen libertad en el fondo de sí mismos, algún grado de libertad, menos los locos y los idiotas; y aun éstos, quién sabe.
Estos días he leído (o releído) una comedia de Bernard Shaw, "La Profesión de la Señora Warren", acerca de la prostitución, que es una disculpa de la prostitución (o por lo menos, de las prostitutas) echándole la culpa a la sociedad, o sea, al sistema capitalista; y Bernard Shaw exige que se reforme la sociedad conforme al sistema socialista, y entonces la prostitución desaparecerá sola. Pero siempre en el mundo ha habido prostitución, con todos los sistemas políticos que se han probado y reprobado: y posiblemente con el sistema socialista habría más o habría otra cosa peor. La prostitución, como todos los desórdenes morales, depende de la Personalidad humana ante todo y antes que de los sistemas políticos; no digo que el Capitalismo explotador no tenga su parte de culpa.
Pero son los hombres viciosos los que prostituyen a las mujeres y las mujeres viciosas las que se dejan prostituir en todos los regímenes del mundo. ¡Que Dios tenga piedad de las que ceden a causa de una presión excesiva: que no son todas ni mucho menos! Yo también deseo una sociedad más sana que ésta, y lo deseo más que Bernard Shaw; pero sé que para conseguirla hay que combatir todos los desórdenes y no solamente el desorden del dinero; todos los desórdenes y principalmente el desorden mayor que hay, que es el odio a la Religión; desorden que Bernard Shaw cultivó y con lo cual ganó muchísimo dinero; del cual estoy casi seguro no dio jamás un solo centavo para ayudar a alguna pobre muchacha explotada por el Capitalismo ... ¡Nones! El predicaba con su gran ingenio, que es innegable, que hay que reformar la sociedad; y predicando eso ganaba dinero; y predicando eso y ganando dinero volvía peor a la sociedad, probablemente. El cristiano procede de contrario modo.
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