miércoles, 22 de marzo de 2017

Martirologio Romano 22 de marzo


SANTA LEA,
Viuda

† hacia el año 384


Los que se rigen por el Espíritu de Dios,
ésos son hijos de Dios.
(Romanos 8, 14)

  • En Narbona de Francia, el tránsito de san Pablo, Obispo, discípulo de los Apóstoles, de quien es tradición fue el Sergio Pablo Procónsul, a quién bautizó el Apóstol san Pablo, y de camino para España, dejó en Narbona, y allí fue consagrado Obispo de aquella ciudad, donde, cumplido diligentemente el ministerio de la predicación y esclarecido en milagros, subió al cielo.
  • En Terracina de Campania, san Epafrodito, discípulo de los Apóstoles, el cual fue ordenado Obispo de aquella ciudad por el Apóstol san Pedro.
  • En Ancira de Galacia, san Basilio, Presbítero y Mártir, que, en tiempo de Juliano Apóstata, probado conogravísimos suplicios, dio su espíritu a Dios.
  • En Cartago, san Octaviano Arcediano, con muchos millares de Mártires, que en odio de la fe católica fueron muertos por los Vándalos.
  • En África, los santos Mártires Saturnino y otros nueve.
  • En Galacia, el triunfo de las santas Mártires Calinica y Basilisa.
  • En Roma, san Zacarías, Papa, que gobernó con suma diligencia la Iglesia de Dios, y esclarecido en méritos, murió en paz.
  • En Cartago, san Deogracias, Obispo de Cartago, el cual rescató a muchísimos cautivos, conducidos de Roma por los Vándalos, y célebre en otras santas obras, descansó en el Señor.
  • En Osimo del Piceno, san Bienvenido, Obispo.
  • En Roma, santa Lea, Viuda, cuyas virtudes y dichosa muerte escribe san Jerónimo.


Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.

R. Deo Gratias.



SANTA LEA,
Viuda

San Jerónimo nos ha dejado un hermoso elogio de Santa Lea en una carta a Santa Marcela. Lea, que había tenido muchos esclavos, abandonó el mundo y se hizo sierva de todos. Dirigió un monasterio de vírgenes, a las cuales enseñó en la virtud por sus ejemplos, mejor todavía que por sus palabras.


MEDITACIÓN
SOBRE LOS HIJOS ADOPTIVOS DE DIOS

I. Jesucristo es el Hijo de Dios por naturaleza; todos los cristianos son sus hijos por adopción y gracia. Tienen a Dios por padre, a Jesucristo por hermano, al cielo por herencia. Alma mía, elevémonos a Dios y despreciemos todo lo que no es Dios. He nacido para grandes cosas, puesto que soy hijo de Dios; no debo, pues, rebajarme hasta amar los bienes del mundo. Puedo poseer a Dios y reinar en el cielo: ¿no es bastante, acaso, para satisfacer mis ambiciones y colmar la totalidad de mis deseos? Hijos y herederos del Padre celestial, no os dejéis seducir por las riquezas de este mundo, ni por el brillo mentiroso de sus grandezas. En lo que a mí se refiere, he aprendido a pisotear la tierra y no a adorarla (San Clemente de Alejandría).

II. Para mantener dignamente este carácter de hijo de Dios, impreso en mi alma por el santo bautismo, es menester que todas mis acciones estén animadas del espíritu de Dios. Dios no trabaja sino por su gloria; mis acciones no deben tener otra finalidad que la gloria de mi Padre celestial. Descaezco si tengo en vista un fin menos elevado. Examinemos nuestras acciones: ¿por quién trabajamos? Si es por los hombres, perdemos nuestro tiempo. El mundo, de ordinario, es demasiado ingrato para que nos recompense dignamente de nuestros afanes; ¿acaso es agradecido?, y aunque lo fuere no puede hacerlo (Santo Tomás Moro).

III. Si estás animado del espíritu de Dios, trabajarás con celo por su gloria, sin temer el menosprecio de los hombres, sin buscar su estima. Te bastará tener por testigo de tus acciones a Dios que debe recompensarte. En todo tiempo y lugar serás fiel al Señor, porque Él te ve siempre en cualquier parte que estés. Sea cual fuere el resultado de tus empresas, ello no te turbará; te será suficiente que Dios conozca tu buena intención. ¿Cuál es el espíritu que te anima? ¿El del mundo, es decir, el deseo de riquezas? ¿El del demonio, es decir, el orgullo? ¿El espíritu de la carne, es decir, el amor de placeres y de comodidades de la vida? Todo esto es incompatible con el espíritu de Dios.

La obediencia a los superiores.
Orad por los parientes fallecidos.


ORACIÓN
Escuchadnos, oh Dios que amáis nuestra salvación, y haced que regocijándonos con la fiesta de la bienaventurada Lea, seamos también instruidos por los sentimientos de una tierna devoción. Por J. C. N. S.



Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J., Tomo I; Patron Saints Index.








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