martes, 2 de mayo de 2017

La Religión Demostrada XXVII: Infabilidad del Magisterio de la Iglesia







LA RELIGIÓN DEMOSTRADA


LOS FUNDAMENTOS DE LA FE CATÓLICA
ANTE LA RAZÓN Y LA CIENCIA



P. A. HILLAIRE


Ex profesor del Seminario Mayor de Mende
Superior de los Misioneros del S.C.







DECLARACIÓN DEL AUTOR

Si alguna frase o proporción se hubiere deslizado en la presente obra La Religión Demostrada, no del todo conforme a la fe católica, la reprobamos, sometiéndonos totalmente al supremo magisterio del PAPA INFALIBLE, jefe venerado de la Iglesia Universal.

A. Hillaire.





QUINTA VERDAD

LA IGLESIA CATÓLICA ES LA ÚNICA DEPOSITARIA DE LA
RELIGIÓN CRISTIANA


D) INFALIBILIDAD DEL MAGISTERIO DE LA IGLESIA

194. P. ¿Puede engañarse la Iglesia en su enseñanza?

R. No; la Iglesia no puede engañarse en su enseñanza, porque Jesucristo le ha prometido estar siempre con ella para preservarla de todo error; por eso es infalible.

La infalibilidad es el privilegio de no poderse equivocar. Resulta de este privilegio que los fieles tienen la seguridad de no caer jamás en el error cuando creen en las enseñanzas de la Iglesia.

La Iglesia es sol que nos alumbra y guía;

El que escucha su voz no se extravía.

Hemos probado ya la infalibilidad de la Iglesia docente. (Véase núm. 148.)

Hemos demostrado también la infalibilidad del Papa cuando (habla ex cathedra. (Véase núm. 164.)

Creemos útil resumir aquí todo lo que concierne a la autoridad doctrinal o al magisterio infalible de la Iglesia, en las tres preguntas siguientes:


195. P. ¿A quién ha conferido Jesucristo la infalibilidad?

R. Jesucristo ha conferido la infalibilidad:

1° A Pedro y, en su persona, a todos los Papas, sus sucesores en el gobierno de la Iglesia.

2° Al Colegio apostólico y, por consiguiente, al cuerpo de los obispos unidos al Papa, bien reunidos en Concilio o dispersos en sus diócesis.

El Papa y los obispos unidos al Papa son Jueces de la fe; constituyen la Iglesia docente.

Los pastores de segundo orden, los párrocos, los sacerdotes, colaboradores de los obispos, no son jueces de la fe: reciben del Papa y de los obispos la enseñanza que transmiten a los fieles.

1° Pedro es el fundamento sobre el cual Jesucristo ha edificado su Iglesia, y este fundamento es inalterable. Pero si Pedro pudiera errar, el fundamento sería conmovido, y la Iglesia caería. Luego el Jefe de la Iglesia es infalible en virtud de las promesas de Jesucristo. (Véase núm. 164)

2° Jesucristo dijo a sus apóstoles, unidos a Pedro: “Id y enseñad a todas las naciones... Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin de los siglos”. El Colegio apostólico debe durar, por consiguiente, hasta el fin de los siglos y ser infalible, puesto que el Salvador está todos los días con él hasta el fin del mundo. Es así que el sucesor del Colegio Apostólico no puede ser sino el Cuerpo episcopal, es decir, el Cuerpo de los obispos unidos y subordinados al Papa, como los apóstoles estaban unidos y subordinados a Pedro. Luego el Cuerpo episcopal es infalible, como el Colegio apostólico, en virtud de la asistencia permanente de Jesucristo.

¿Quiere decir esto que cada obispo es infalible? No; esto no es necesario. El error de algunos obispos puede ser fácilmente corregido por el Jefe de la Iglesia, o por Concilio general. Pero si el Cuerpo entero de la Iglesia docente pudiera errar, el mal sería irreparable, y la promesa de Cristo no tendría valor alguno, lo que es imposible.

Por consiguiente, la infalibilidad reside: a) En el Sumo Pontífice, cuando habla ex cathedra, es decir, como pastor y doctor de la Iglesia universal.

b) En el Cuerpo episcopal, o el conjunto de los obispos unidos al Papa. Esta unión de los obispos con el Papa forma lo que se llama el Cuerpo de los pastores, el Cuerpo episcopal; sin el Papa los obispos formarían un cuerpo sin cabeza.

c) El cuerpo episcopal es infalible, sea que esté reunido en Concilio general, sea que se halle disperso por todo el mundo. Aunque disperso, el Cuerpo de los obispos, unido a su cabeza, no deja de ser la Iglesia docente.

El Papa y el Concilio no son dos autoridades infalibles distintas: el uno es la cabeza, los otros son los miembros de un cuerpo único e indivisible. Los obispos son Jueces infalibles de la, fe, no como pastores particulares, sino como miembros del cuerpo episcopal, cuyo Jefe y cabeza necesaria es el Papa. Es, pues, siempre única la infalibilidad divina que enseña, sea por el Papa solo, sea por el Episcopado, bajo la autoridad del Papa.

Los curas en sus parroquias, los teólogos en sus libros, los doctores en sus cátedras, no son infalibles. Sin embargo, los fieles no deben sentir temor acerca de la verdadera doctrina. Porque, 1°, cada pastor predica, no sus propias opiniones, sino los dogmas proclamados por la Iglesia; 2°, si se equivocara, sería inmediatamente descubierto y excluido por su obispo; 3°, el obispo, a su vez, sería inmediatamente condenado por el Papa infalible.


196. P. ¿En qué es infalible la Iglesia?

R. La Iglesia es infalible en todo lo que nos enseña acerca de las verdades que hay que creer y de los deberes que hay que practicar para ir al cielo. 

Puesto que la Iglesia reemplaza a Nuestro Señor Jesucristo en la instrucción de los hombres, debe ser infalible en su enseñanza como el mismo Hijo de Dios.

La Iglesia, pues, es infalible:

1° Para definir las verdades que hay que creer;
2° Para trazar a los cristianos las reglas de moral;
3° Para fijar lo que concierne al culto y a la disciplina eclesiástica.

La Iglesia es infalible en lo concerniente a la fe. — Para fijar el Canon de los Libros Santos; interpretar el verdadero sentido de las Escrituras; discernir las verdaderas Tradiciones divinas; definir los artículos de fe: formular los símbolos: resolver las controversias religiosas; condenar las herejías y los libros heréticos.

El objeto de la infalibilidad de la Iglesia abarca en su extensión, no solamente todos los puntos de fe y de moral contenidos en la Sagrada Escritura y en la Tradición, sino también todo lo que es necesario para la conservación y para la enseñanza integral de la doctrina de Jesucristo: tales son los hechos dogmáticos, como la legitimidad de tal o cual Concilio, etc. Si la Iglesia no fuera infalible para esto, no podría conservar y defender el sagrado depósito de las verdades reveladas.

La, Iglesia no es infalible en materia dé doctrinas puramente naturales. Su misión no es enseñar la historia, la geología, la astronomía y las otras ciencias. Por eso nada define acerca da estas materias, dejando al espíritu humano plena libertad en sus indagaciones.

Pero cuando pretendidos sabios establecen principios o sacan conclusiones contrarias a la fe o a la moral, sus proposiciones ya no son puramente científicas; penetran en el dominio de la revelación, donde la Iglesia infalible tiene, desde ese momento, el deber de juzgarlas y condenarlas. Estáis proposiciones llamadas científicas, cuando contradicen la revelación, son falsas, porque la verdad no puede oponerse a la verdad. Con Justicia, pues, la Iglesia ha condenado el materialismo y sus funestos principios.

La Iglesia es infalible en lo concerniente a la moral. — La Iglesia, fundada para mostrar a los hombres el camino de la santidad, debe ser infalible en la interpretación de la ley natural y en la promulgación de los preceptos del Evangelio.

Por consiguiente, la Iglesia es infalible en lo que, en nuestros días, llaman las doctrinas del orden social, porque se relacionan con las verdades reveladas y la santificación de los pueblos cristianos.

La Iglesia es infalible en lo que se refiere á la disciplina. — Con el nombre de disciplina se comprenden las leyes y los reglamentos que tienen relación con el gobierno exterior de la Iglesia: todo lo que la Iglesia decreta o aprueba, en materia de disciplina o de liturgia, es conforme a la fe, a la piedad, a la sana moral. La Iglesia es, por consiguiente, infalible en dictar leyes, en aprobar las reglas y las constituciones de las Órdenes religiosas, en prescribir ceremonias litúrgicas, etc.

Finalmente, la Iglesia es infalible en la Canonización de los santos: no puede declarar, mediante un juicio solemne y definitivo, que tal personaje goza en el cielo de la bienaventuranza eterna, si ha muerto en desgracia de Dios. 

Un error tal sería contrario a las buenas costumbres, puesto que la Iglesia propone los santos canonizados a la veneración y a la imitación de sus fieles.

N. B. — Hay una gran diferencia entre los artículos de fe y las leyes de la Iglesia. El Papa no puede mudar los artículos de fe, porque estos artículos, definidos por la autoridad infalible de Dios, son verdades inmutables, eternas: el Pana debe creerlas con la misma sumisión con que las cree cada uno de los cristianos. Pero el Papa, sea solo, sea en Concilio, puede modificar y mudar las leyes disciplinares, de acuerdo con las necesidades de los tiempos y la utilidad de las almas. Está siempre asistido por el Espíritu Santo para gobernar la Iglesia, y Jesucristo jamás permitirá que su Vicario mande algo contrario a la gloria de Dios y a la salvación de los hombres.


197. P. ¿Cómo propone la Iglesia a la fe de los cristianos las verdades reveladas?

R. La Iglesia propone a la fe de los cristianos las verdades reveladas de dos maneras: una ordinaria y universal, y otra extraordinaria y solemne. 

1° El magisterio ordinario consiste en la predicación unánime y constante de los pastores de la Iglesia, en la enseñanza de los catecismos y en las prescripciones de las prácticas del culto.

2° El magisterio extraordinario se ejerce con las definiciones ex cathedra de los Sumos Pontífices y con los decretos de los Concilios ecuménicos.La Iglesia docente es infalible activamente, es decir, que enseña sin poder jamás engañarse. La Iglesia enseñada o discente es infalible pasivamente, es decir, que escuchando al Papa y a los obispos unidos al Papa, no puede ser nunca inducida a error. La Iglesia entera es, pues, infalible, la una en la enseñanza, la otra en la obediencia.

1° El magisterio ordinario es el que ejercen los obispos o sus delegados instruyendo a los fieles acerca de las verdades de la fe, bien por el catecismo, la predicación, la enseñanza de la teología, o bien por la práctica de la religión y las ceremonias del culto. Este modo de enseñar es el más usado, y basta, ordinariamente, para preservar a la fe de todo error.

La Iglesia no puede equivocarse en su enseñanza constante y universal; de lo contrario, Jesucristo no estaría con su Iglesia todos los días hasta la consumación de los siglos, y las puertas del infierno prevalecerían contra ella. 

Sería, pues, un error pretender que no hay que creer con fe católica sino aquello que es solamente propuesto o definido. Si así fuera, bien pocos artículos habrían sido impuestos a la fe de los primeros cristianos. La mayor parte de los dogmas no han sido propuestos por el magisterio extraordinario de la Iglesia sino sucesivamente, a medida que se hacía necesario defenderlos contra los ataques de la herejía.

Debemos, pues, creer con fe católica todo lo que los pastores proponen comúnmente, como verdades reveladas, en sus instrucciones pastorales predicaciones catecismos, etc. Este magisterio ordinario de la Iglesia es infalible: un pastor puede errar, pero el error no puede ser común, universal. Lo que ha sido profesado y enseñado como dogma de fe en todos los tiempos, en todos los lugares y por todos los pastores, es evidentemente revelado por Dios.

Magisterio extraordinario. — Pero puede llegar el caso de que el error halle partidarios entre los fieles y aun entre los pastores. La verdad, para triunfar, pide entonces definiciones más claras, que disipen las dudas y pongan término a todas las controversias.

Frecuentemente, el Papa, Jefe de la Iglesia, pronuncia ex cathedra esas definiciones dogmáticas o morales y falla solemnemente las cuestiones en litigio. Hemos visto antes las condiciones de infalibilidad de esas sentencias. (Núm. 164, página 3 27.)

Otras veces, el Papa convoca en Concilio a todos los obispos del universo: éstos formulan decretos o cánones sobre el dogma, la moral, la disciplina. Estos decretos son infalibles, porque son dictados por la Iglesia docente.

Sin embargo, las definiciones dogmáticas no tienen por objeto más que los puntos de doctrina directamente definidos, y no las consecuencias que de ellos fluyen: sólo estos puntos son de fe católica. Sus consecuencias serán simplemente de fe divina para aquéllos que las vean claramente en las premisas.


198. P. ¿Están todos los cristianos obligados a creer en las enseñanzas de la Iglesia?

R. Sí; todos los cristianos están obligados a creer en las enseñanzas de la Iglesia, porque Jesucristo dijo a sus apóstoles y a sus sucesores:”El que a  vosotros escucha, a Mí me escucha; el que os desprecia, a Mí me desprecia”.

Creer en todas las verdades reveladas por Cristo y enseñadas por la Iglesia; tal es el deber sagrado impuesto a todos los miembros de esta sociedad espiritual. 

Quienquiera que rehúse creer la palabra de Dios interpretada por la Iglesia, deja de ser cristiano, deja de estar en el camino de la salvación: quien no creyere se condenará.

La Iglesia es una sociedad espiritual cuyo fin principal es el mantener la pureza de la fe y la sana interpretación de la palabra de Dios, contenida en las Sagradas Escrituras y en la Tradición. La ley fundamental que une a los miembros de la Iglesia es creer lo que ella enseña como si Dios mismo hablara, “Quien os escucha, a Mí me escucha”,‖dijo Cristo a sus apóstoles, en los que se hallaba la Iglesia naciente. San Pablo declara que si Jesucristo ha establecido pastores y doctores es para que los hombres no estén a merced de todo viento de doctrina y para que lleguen a la unidad de la fe: un solo Dios, una sola fe, un solo bautismo (93). Por eso llamaba a la Iglesia columna y fundamento de la verdad.


Notas

92. Véase MONS. DE SEGUR, Causeríes sur le Protestantismo.
93. Efes., IV, 5.





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