miércoles, 7 de junio de 2017

Martirologio Romano 7 de junio

SAN ROBERTO,
Abad

n. alrededor del año 1100 en Gargrave (Yorkshire), Inglaterra;
† 7 de junio de 1159 en Newminster, Inglaterra


He venido a poner fuego en la tierra:
y ¿qué quiero sino que arda?
(Lucas 12, 49)

  • En Constantinopla, el triunfo de san Pablo, Obispo de la misma ciudad; el cual fue, por la fe católica, muchas veces expulsado de los arrianos y restituido por el Papa san Julio I; y últimamente, desterrado por Constancio, Emperador arriano, a Cucuso, pueblecito de Capadocia, y allí mismo por asechanzas de los arrianos, cruelmente estrangulado, pasó al reino celestial. Su cuerpo fue con grandísima pompa trasladado a Constantinopla en tiempo del Emperador Teodosio.
  • En Córdoba de España, los santos Monjes y Mártires Pedro, Presbítero, Valabonso, Diácono, SabinianoVistremundo,Habencio y Jeremías, que en la persecución Arábiga fueron por Cristo degollados.
  • En Hermópolis de Egipto, san Licarión, Mártir, que, descarnado con garfios, azotado con varillas de hierro candente, y después de otros cruelísimos suplicios, por último muerto con la espada, consumó el martirio.
  • En Placencia, san Antonio María Gianelli, Obispo de Bovio, Fundador de la Congregación de Hijas de María Santísima, llamadas del Huerto; al cual el Papa Pío XII puso en el número de los Santos.
  • En Newminster, de Northumberland, Inglaterra, san Roberto, abad de la Orden Cisterciense, el cual, amante de la pobreza y de la vida de oración, junto con doce monjes instauró este cenobio, que a su vez fue origen de otras tres casas. .



Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.



SAN ROBERTO,
Abad


San Roberto, abad de Newminster, distinguiose entre todos los religiosos de su Orden por su fervor y su piedad; todos tenían puestos en él sus ojos y lo tomaban por modelo. Sin cesar recomendaba a Dios las almas a su cargo; noche y día pedía con lágrimas la santificación de ellas. Murió el 7 de junio de 1159. Diversos milagros atestiguaron ante los hombres su santidad y la gloria que gozaba junto a Dios.




MEDITACIÓN 
SOBRE EL FERVOR


I. Tener fervor en el servicio de Dios es hacer todo lo que Dios nos pide con ardor, con prontitud y con alegría. Un hombre fervoroso vuela allí donde le llama el deber. Busca grandes ocasiones de dar a Dios pruebas de su amor y no desprecia las pequeñas; nada le parece difícil, por nada tiene lo que ya ha hecho, arde en deseos de hacer algo más heroico en lo por venir para la gloria de Jesucristo. ¿Te hallas en estas disposiciones? Estuviste en ellas, ¿por qué no has perseverado? Vuelve lo antes posible a ese primer estado de fervor del que te relajaste.

II. Un hombre fervoroso resiste generosamente a todas las tentaciones; un hombre tibio y flojo sucumbe en ellas. Nada cuesta a un cristiano que está animado de este hermoso fuego; todo incomoda a un cristiano frío, todo le parece difícil e insoportable. El hombre fervoroso está siempre feliz y siempre contento, porque Dios derrama en su alma consolaciones celestiales para recompensarlo por los placeres del mundo que le sacrifica; el cristiano flojo y tibio no goza de los consuelos del Cielo, porque no es lo suficientemente fiel a Dios como para merecerlos.

III. El medio para encender el fervor en tu corazón es, en primer lugar, servir a Dios cada día como si cada día comenzases a servirle; es olvidar el poco bien que ya hayas hecho, es considerarte como un servidor inútil. Compara lo que has hecho por Dios con lo que Jesucristo ha hecho por ti. En segundo lugar, cada día sirve a Dios como si fuese el último de tu vida. ¿Qué harías ahora si estuvieras seguro de morir mañana?



El fervor.
Orad por los que trabajan en la salvación de las almas.


ORACIÓN
Haced, os lo suplicamos, Señor, que la intercesión del bienaventurado Roberto, abad, nos haga agradables a Vuestra Majestad, a fin de que obtengamos por sus oraciones las gracias que no podemos esperar de nuestros méritos.
Por J. C. N. S.






Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J., Tomo I; Patron Saints Index.









Sea todo a la mayor gloria de Dios.


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