sábado, 17 de febrero de 2018

Martirologio Romano 17 de febrero


SAN SILVINO,
Obispo y Confesor

n. hacia el año 650 en Toulouse, Francia;
† hacia el año 717 en Auchy-les-Moines, Francia


¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo,
si es a costa suya, y perdiéndose a sí mismo?
(Lucas 9, 25)


  • En Florencia, san Alejo de Falconeri, Confesor, uno de los siete Fundadores de la Orden de Siervos de la bienaventurada Virgen María; el cual, siendo de edad de ciento diez años, regalado con la presencia de Jesucristo y de los Ángeles, descansó con santo fin. Su fiesta, con la de sus Compañeros, se celebra el 12 de este mes.
  • En Roma, el martirio de san Faustino, a quien siguieron a la corona otros cuarenta y cuatro.
  • En Persia, el triunfo de san Policromo, Obispo de Babilonia; el cual, en la persecución de Decio, herido en la cara con piedras, extendidas las manos y levantados los ojos al cielo, entregó su espíritu.
  • En Concordia, en los confines de Venecia, los santos Mártires Donato, Secundiano y Rómulo, con otros ochenta y seis compañeros de la misma corona.
  • En Cesarea de Palestina, san Teodulo, anciano; el cual, siendo de la familia del Presidente Firmiliano, movido con el ejemplo de los Mártires, confesó constantemente a Cristo, y, clavado en una cruz, mereció, con tan distinguido triunfo, la palma del martirio.
  • En el mismo lugar, san Julián de Capadocia, que, por besar los cuerpos de los dichos Mártires, acusado de Cristiano y conducido al Presidente, fue, por orden de éste, quemado a fuego lento.
  • En la aldea de Therouanne, en Francia, san Silvino, Obispo de Tolosa.
  • En el monasterio de Clonenagh, en Irlanda, san Fintano, Presbítero y Abad.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.

R. Deo Gratias.


SAN SILVINO,
Obispo y Confesor

San Silvino, apóstol de Flandes, había trabajado en su propia santificación antes de trabajar en la de los demás. Sólo de hierbas se alimentaba y de raíces; se acostaba en la tierra desnuda y ataba sus miembros con una cadena de hierro. He aquí las armas de que se sirvió para atacar al demonio en un país en el que era adorado. ¿Podemos asombrarnos de que, predicando así con sus ejemplos más aun que con sus palabras, haya ganado tantas almas para Jesucristo?

MEDITACIÓN
SOBRE LA SALVACIÓN

I. Las palabras del santo Evangelio, que hemos citado al comienzo, bastan por sí solas, según San Francisco Javier, para hacer que mejore su vida el alma que las medite. Piensa, pues, en ello: es preciso que te salves, he aquí tu única preocupación; para ello estás en este mundo, y no para adquirir riquezas, honores, o procurarte los gozos de la vida. Sin embargo, no pensamos en eso y, día y noche, pensamos en amontonar bienes perecederos.

II. Es menester trabajar en nuestra salvación de manera seria y eficaz. ¿Qué haces para esto? ¡Desdichado! sacrificas tu salud para adquirir ciencia, honores, riquezas, y apenas si piensas en santificarte! Dime, por favor: ¿para qué servirán, en la hora de la muerte, esas riquezas, esa alta reputación, esa ciencia? Has perdido todo si pierdes tu alma. Allí donde se pierde el alma, no hay ganancia posible (San Cipriano).

III. Es menester que sin tardar trabajes en tu salvación, pues el que difiere su conversión para el día de mañana corre gran riesgo de perderse. Distribuye tu tiempo de modo que el mundo no absorba toda tu vida. Comienza desde ahora a determinar lo que debes dar a Dios, llora el tiempo que sacrificaste a tus placeres, prepárate a dar cuenta de él. Demos a Dios algunos instantes de nuestra vida, no sea que la vanidad y las inquietudes miserables la consuman enteramente (San Pedro Crisólogo).

El cuidado de nuestra salvación.
Orad por los que tienen cura de almas.


ORACIÓN
Haced, oh Dios omnipotente, que la piadosa solemnidad de San Silvino, vuestro confesor y pontífice, aumente en nosotros el espíritu de devoción y el deseo de la salvación.
Por J. C. N. S.






Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J., Tomo I; Patron Saints Index.





Sea todo a la mayor gloria de Dios.

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