domingo, 25 de febrero de 2018

R.P. Leonardo Castellani: La Transfiguración





En aquél tiempo: tomó Jesús a Pedro, Santiago y Juan su hermano, y los llevó aparte, sobre un alto monte. Y se transfiguró delante de ellos: resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he ahí que se les aparecieron Moisés y Elías, que hablaban con Él. Entonces, Pedro habló y dijo a Jesús: “Señor, bueno es que nos quedemos aquí. Si quieres, levantaré aquí tres tiendas, una para Ti, una para Moisés, y otra para Elías”. No había terminado de hablar cuando una nube luminosa vino a cubrirlos, y una voz se hizo oír desde la nube que dijo: “Este es mi Hijo, el Amado, en quien me complazco; escuchadlo a Él”. Y los discípulos, al oírla, se prosternaron, rostro en tierra, poseídos de temor grande. Mas Jesús se aproximó a ellos, los tocó y les dijo: “Levantaos; no tengáis miedo”. Y ellos, alzando los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Y cuando bajaban de la montaña, les mandó Jesús diciendo: “No habléis a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos”. 
Mateo XVII, 1-9




" El Evangelio de Jesucristo"
R.P. Leonardo Castellani


Domínica segunda de Cuaresma
La Transfiguración

La Transfiguración del Señor es un gran milagro privado de Jesucristo, efectuado no delante de las turbas, ni siquiera delante de los Doce, sino de Tres Apóstoles, los mismos que presenciaron la Resurrección de la Hija de Jairo y la Oración de los Olivos: Pedro, Santiago, Juan; la Fe, la Esperanza, la Caridad.

La Transfiguración fue una visión de las que llama Santa Teresa “imaginarias”, lo cual no quiere decir imaginadas o falsas, sino medianeras entre las visiones corporales y las visiones intelectuales: son visiones angélicas. Algunos Santos Padres antiguos dicen que los Apóstoles Tres vieron aquí la esencia de Dios en una visión intelectual. Es un error; la esencia de Dios no la ve nadie en esta vida –ni mi amigo el de Santa Rosa, que fue retado por Dios durante el terremoto–; y si alguno la ve durante un relámpago medio fuera de esta vida, como dice San Pablo que él la vio (“si estaba mi cuerpo no lo sé, si estaba fuera no lo sé”), si lo que llaman “muerte mística o “séptima morada”, es realmente un instante de gloria divina, como enseñan algunos Doctores, eso deja unos efectos enormes en los pocos que sabemos lo han experimentado; y tales efectos en la narración evangélica no se ven en Pedro, Santiago y Juan ni de lejos. No puede ser. El Evangelio dice que “estaban dormidos”; y el sueño designa en la Escritura las visiones imaginarias; como las de San José y las de Daniel o Ezequiel. Lo que vieron Pedro y los dos hermanos fue el cuerpo de Cristo traspasado de luz y rezumando gozo y belleza, y el cuerpo de Ellas y el alma de Moisés hablando con Cristo en el viento.

¿De qué? De su Pasión y Muerte. ¿Por qué no puede haber sido una visión corporal? Porque simplemente Moisés actualmente no tiene cuerpo; y el cuerpo de Cristo entonces no era luminoso como la luna, ni sus vestidos blancos más que la nieve ni su rostro hermoso como la gloria.

La ocasión, el lugar y el motivo de este milagro son solemnes. Era el último año de Cristo: era la predicación en la Judea, evangelizada ya la ruda y campiriña Galilea; era la lucha con los fariseos ya declarada e implacable; era el peligro de muerte claramente visible. Jesucristo se apresura a hacer y a decir las cosas y las palabras más decisivas y definitivas... El Evangelista nota con exactitud el tiempo: “seis días después”... de haber instituido en Cesarea el Primado de Pedro, o sea, el fundamento de su Iglesia; e inmediatamente después de haberles preanunciado concretamente su Pasión, de haberlo regañado violentamente al mismo Pedro que decía: “Déjate de macanas, no seas pesimista”; y de haber dicho que para salvarse había que llevar la cruz. Esto era tremendo para nosotros; quiero decir, para los pobres Apóstoles: no les cabía en la cabeza. Por eso era preciso robustecerlos. El motivo del milagro fue, como indica claramente el Evangelio, con una pequeña muestra sin valor de la Resurrección hacerles aceptar el escándalo de la Pasión. Fue un relámpago de la Resurrección; como las visiones intelectuales en los grandes místicos son un relampagueo del Cielo.

San Pedro se entusiasmó y gritó al Maestro: “¡Qué bien estamos aquí! ¿Por qué no nos quedamos?”. No sabía lo que decía, desatinaba, dice San Marcos, que fue justamente el meturgemán de Pedro; o sea que se lo oyó a Pedro mismo; cuya catequesis puso por escrito: es decir, que lo que llamamos Evangelio de San Marcos es lo que Pedro recitaba de memoria con gran fidelidad en Jerusalén, Antioquía y Roma. Pero Jesucristo les dijo: “Vamos. No temáis. No digáis a nadie lo que habéis visto hasta que yo haya resucitado de entre los muertos. Vamos a Jerusalén. ¿A qué? ¿No lo sabéis? ¿No habéis oído de qué hablé yo con Moisés y Elías?...”. Este fue el motivo de este milagro: el Misterio de la Cruz: sin cruz no hay Resurrección; pero mirad: hay resurrección, no temáis la cruz.

Santa Teresa dice que las visiones imaginarias producen temor, lo mismo que dicen los Evangelios aquí: “temieron grandemente”. Dice Santa Teresa que Jesucristo “le mostró” primero las dos manos y después el rostro, preparándola poco a poco. “Parecerá a vuestra merced que no era menester mucha preparación para ver unas manos y un rostro tan hermosos... Sonlo tanto los cuerpos glorificados que la gloria que trae consigo ver una cosa tan sobrenatural, desatina; y así me hacía tanto temor, que toda me turbaba y alborotaba, aunque después quedaba con certidumbre y seguridad...” (53).

Los teólogos enseñan que las visiones imaginarias, como aquellas que tuvo en Alemania Teresa Neuman –según parece–, son producidas por los ángeles: por el roce de un espíritu puro en el alma humana; por lo cual el cuerpo sufre la patada, se enferma, parece una hoja de árbol al lado de una gran hoguera –se achicharra–; o por lo menos se conturba: dice el Evangelio que a los Tres Apóstoles los tiró por tierra. No así las visiones intelectuales, las cuales son superiores: son producidas directamente por Dios, no tienen esos efectos; y no pueden ser imitadas ni por el diablo, ni por enfermedad nerviosa alguna.

Los Tres cayeron por tierra cuando vieron una gran nube resplandeciente (imagen de la fe, que es oscura y luminosa a la vez) que bajó sobre Cristo con una voz que dijo: “Éste es mi Hijo queridísimo en quien tengo todos mis agrados; escuchadlo a Él.” Fue la voz de Dios el Padre, naturalmente; pero como dije antes, impersonada por un Ángel. Si llega a ser la voz del mismo Dios, “la que hace temblar las montañas”, como dice David –y como creyó mi amigo de Santa Rosa– los Apóstoles no se levantan más.

“El Zonda y el Pampero Tú creaste; el Tabor y el Hermón saltan cuando te oyen” (Ps LXXXIX, 13).

Cuando Dios habló a Moisés en el Sinaí, fue también por medio de un Ángel; enseña expresamente San Pablo.

Una vez Dios habló a los hombres... Dos o tres veces habló, a Adán, a Moisés, a Pedro: pero ésta fue la definitiva, después de la cual no hay otra.

Si a los antiguos griegos, romanos y galos les hubiesen dicho por la prensa, la radio y la televisión que sobre un alto monte de Judea Dios acababa de hablar, se hubiesen puesto en marcha multitudes innumerables, si no para alcanzar a oírlo a Dios, para alcanzar a los testigos que lo oyeron; y saber de sus labios lo que dijo. Salvajes y civilizados, grandes y chicos, no hubiesen perdonado bestia ni molestia para hacer esa gran peregrinación, mayor que las Cruzadas; para saber qué dijo Dios. Pero resulta que ahora lo que dijo Dios está en un librito de 12 ó 15 pesos que sin moverme de mi cuarto puedo conseguir llamando por teléfono a la librería... la que sea, no quiero hacer propaganda comercial; y a los hombres no les interesa el librito ése: no lo leen, no lo compran, no lo estudian: ni lo mentan. Ni regalado lo quieren. Y lo que es peor, hay gente que lo lee, lo compra y lo estudia, para sacar de él divisiones, sectas, cismas, herejías y la justificación de los más grandes desvíos morales. Esta es la hechicera Humanidad. ¡Oh hechicera Humanidad!

Menos mal que nosotros tratamos de entenderlo un vez por semana. No está todo perdido: y a lo mejor, la humanidad somos nosotros. “Éste es mi Hijo queridísimo: oídlo a El.”

Cuando bajó Cristo del Monte Hermón, dio una respuesta misteriosa a una pregunta confusa de sus discípulos...

–¿Cómo del Monte Hermón? ¿No fue del Monte Tabor?

–No: el Evangelio dice que la Transfiguración fue en un monte muy elevado: el Monte Hermón, que es llamado hoy el Monte de la Tentación, tiene 2.700 metros; el Monte Tabor tiene unos 320 metros de alto (54), no es muy elevado. El texto griego dice la misma palabra “ypseelón” (que significa encumbrado, excelso) para calificar al Monte de la Tentación y al Monte de la Visión: “cuando estuvimos con El en el Monte Santo –dice San Pedro– en el monte de la Visión”.

–Pero todos dicen que fue el Monte Tabor...

–Todos, menos el Evangelio.

–Pero hay una tradición antiquísima de que la Transfiguración fue en el Monte Tabor... San Cirilo... San Jerónimo...

–Así es; pero “no hay tradición que valga contra la letra del Evangelio”, dice San Agustín. Es evidente que no se puede llamar “montana altísima” al Pie de Palo o a Cerrillos (55), sin mentir. Además, la cumbre mocha del Tabor estaba habitada; estaba llena de turistas que iban a hacer picniques. Jesucristo subía a orar “a las montañas desiertas”, y de esta montana de la Visión expresamente dice Mateo que era “ypseelón kat'idian” (“encumbrada y soledosa”). Kat'idian significa “en privado”.

Al Hermón se puede ascender en 9 ó 10 horas. Yo subí al Hafelekaar de Innsbruck, que tiene 2.300 metros, en unas 8 horas de marcha cómoda, solo, sin guía y con bastante miedo. “¿Cómo va a subir Cristo al Monte Hermón?”, dice Maldonado, el famoso intérprete... ¿Y por qué no? Si yo puedo subir, Cristo también puede. Alpinista fue también el Papa Pío XI, Aquiles Ratti.

Consta en el Evangelio que Cristo subía a las montañas a orar; y que cuando se transfiguró estaba orando. Se ora bien sobre las montañas; sobre todo cuando va anocheciendo y el funicular no viene. Se ora mal en los funiculares de Buenos Aires; quiero decir, en los colectivos pórtenos.

En el Monte Hermón hay nieve ya en el otoño: “sus vestidos se pararon más blancos que la nieve”. Desde él se divisa hoy día hasta Jerusalén, hasta las fronteras de la Arabia Damascena y el Mediterráneo allá lejos, a la altura de donde Tiro fue. En el lugar donde Pedro propuso al Maestro “hacerle tres ranchitos, uno para él, otro para Moisés, otro para Elías” –y realmente, sobre el Tabor no son de menester ranchitos para nada, pero sí sobre el nevado Hermón–, existe hoy día una ranchada muy sólida para soldados, coronada de una especie de horno de acero y cemento, que se llama blocao –del alemán blockhaus– con cuatro ametralladoras y un cañón de 75. El sendero marcado con estacas de los tiempos de Cristo ha sido sustituido por un camino para jeeps.

Así pues, al bajar el sendero del Hermón, le preguntó San Pedro a Cristo... Pero esta pregunta acerca de Elías, San Juan Bautista y los Dos Testigos del Apokalypsis es una cuestión difícil que no hay tiempo de tratar; y en la que el famoso P. Alio y sus discípulos han arrojado bastante barro; es decir, humo.

La Transfiguración del Señor es una imagen de la resurrección; y es una imagen de la santidad. Cuando Cristo recibió ese testimonio solemne de su Padre, cuando vio a su lado rindiéndole pleitesía al representante de la Ley y al representante de los Profetas, cuando su  Divinidad embistió a su cuerpo y lo traspasó por un momento de claridad, blancura y hermosura, Cristo se puso a hablar “del Exceso que había de tener lugar en Jerusalén”, del Exceso de Amor y de Dolor. Eso es la santidad.


Notas

53. Vida, capítulo XXVII.
54. Sobre la llanura circundante; sobre el nivel del Mediterráneo serían unos 560 m.
55. Pie de Palo: montaña de Salta; Cerrillos: montaña de San Juan.







Sea todo a la mayor gloria de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...