domingo, 4 de marzo de 2018

R.P. Leonardo Castellani: Jesús y Beelzebul






En aquel tiempo: Estaba Jesús echando un demonio, el cual era mudo. Cuando hubo salido el demonio, el mudo habló. Y las muchedumbres estaban maravilladas. Pero algunos de entre ellos dijeron: “Por Beelzebul, príncipe de los demonios, expulsa los demonios”. Otros, para ponerlo a prueba, requerían de Él una señal desde el cielo. Mas Él, habiendo conocido sus pensamientos, les dijo: “Todo reino dividido contra sí mismo, es arruinado, y las casas caen una sobre otra. Si pues, Satanás se divide contra él mismo, ¿cómo se sostendrá su reino? Puesto que decís vosotros que por Beelzebul echo Yo los demonios. Ahora bien, si Yo echo los demonios por virtud de Beelzebul, ¿vuestros hijos por virtud de quién los arrojan? Ellos mismos serán, pues, vuestros jueces. Mas si por el dedo de Dios echo Yo los demonios, es que ya llegó a vosotros el reino de Dios. Cuando el hombre fuerte y bien armado guarda su casa, sus bienes están seguros. Pero si sobreviniendo uno más fuerte que él lo vence, le quita todas sus armas en que confiaba y reparte sus despojos. Quien no está conmigo, está contra Mí; y quien no acumula conmigo, desparrama”. “Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, recorre los lugares áridos, buscando donde posarse, y, no hallándolo, dice: «Me volveré a la casa mía, de donde salí». A su llegada, la encuentra barrida y adornada. Entonces se va a tomar consigo otros siete espíritus aun más malos que él mismo; entrados, se arraigan allí, y el fin de aquel hombre viene a ser peor que el principio”. Cuando Él hablaba así, una mujer levantando la voz de entre la multitud, dijo: “¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que Tú mamaste!” Y Él contestó: “¡Felices más bien los que escuchan la palabra de Dios y la conservan!”.


Lucas XI, 14-28


Domingo Tercero de Cuaresma
Jesús y Beelzebul

Tercero de Cuaresma: discusión acerca de Beelzebul, el Rey de las Moscas, después de curar a un endemoniado que “era mudo”, según Lucas; “ciego y mudo”, según Mateo.

Este sermón acerca del diablo y del pecado contra el Espíritu Santo y de la señal de Jonás el profeta, parece confuso, pero no lo es. Fijémonos en el tronco central: Jesús cura a un endemoniado y los fariseos lo acusan a Él de endemoniado; y El entonces les echa en cara ese pecado, el más peor y peligroso que existe; y hace dos pequeñas parábolas acerca del poder del Diablo y de su reino: sobre todo, de su reino en el orden moral.

Las dos parábolas del Fuerte Armado y del Retorno del Demonio Echado parecen raras; pero son conformes a la angelología hebrea. Los hebreos creían que el demonio existía; que podía producir enfermedades corporales; que podía ser echado de palabra; que era poderoso y temible más todavía en el orden moral que en el orden físico, como recalcó Cristo en su segunda semejanza; que se mezclaba en los asuntos humanos; que había demonios chicos y grandes, príncipes y súbditos, y un orden jerárquico entre ellos. Cristo también creyó todo eso; y lo afirmó con obras y palabras.

Los sabios modernos, como José Ingenieros, Constancio Vigil, Lisandro de la Torre, ya no aceptan nada de eso; y una de las razones que dan es: ¿Por qué ahora no hay ningún endemoniado y, cuando Cristo, había tantos? Simplemente por la ignorancia de aquellos tiempos, que la tuberculosis se la achacaban al diablo, como los indios onas. Pero puede ser que Cristo haya contestado ya a esa razón cuando dijo que el Fuerte Armado antes tenía paz y poderío, pero vino uno más fuerte que él, lo derrotó y lo desarmó; y puede también que actualmente haya endemoniados, más de los que piensa Lisandro de la Torre; y aun más de los que había en tiempo de Cristo; aunque en eso no me hago fuerte, hasta que se haya hecho un censo general satisfactorio. Yo sé que una pobre endemoniada he visto en mi vida; en kas Toscas, provincia de Santa Fe, en 1908.

Sea como fuere, los fariseos no negaron que Cristo hubiera expulsado al espíritu inmundo (soplo sucio, en griego) cuando vieron que el ciego sordomudo hablaba y sentía; ni tampoco los discípulos; pero sacaron consecuencias diferentes: los discípulos dijeron a la turba “¿por ventura Éste no es Hijo de Dios?”; mas los maestros, sabios y religiosos de aquel tiempo dijeron: “En virtud de Beetzebul, jefe de los demonios, Éste puede echar los demonios.” Y entonces Cristo los acusó de cometer “el pecado que no tiene perdón”, despuésde demostrarles que lo que decían era absurdo.

El pecado Imperdonable, el pecado contra el Espíritu Santo, es el problema más difícil de toda la Escritura, dice San Agustín; pero Él no dejó de darle la solución que le pareció, y nosotros hacemos lo mismo; tanto más que nos apoyamos en su meditación y estudio, y en la meditación y la experiencia de la Iglesia en estos otros 16 siglos. El problema es éste: 1) ¿Cuál es el pecado contra el Espíritu de Dios?; 2) ¿Por qué es imperdonable?; 3) ¿Puede haber algún pecado imperdonable? El pecado contra el Espíritu Santo es el fariseísmo.

A mí me enseñaron cuando chico el Catecismo de Astete que dacia:

“–¿Qué son pecados contra el Espíritu Santo?

–Son pecados que no tienen perdón ni en la tierra ni en el cielo.

–¿Cuáles son?

–Son seis: la impenitencia final, la desesperación de salvarse, la presunción de salvarse sin méritos, la obstinación en el mal, el impugnar la verdad conocida, y la envidia de la gracia ajena.”

Esto está sacado de San Agustín, el cual en cinco lugares de sus obras explica diferentemente esta “gravior omnium dubitatio”, como la llama. San Agustín lo dijo, está bien.

Pero Cristo no dijo que había seis pecados contra el Espíritu Santo, sino uno: ese que estaba allí delante. ¿Qué es lo que había allí? Pues una cosa simple y monstruosa: de un milagro los fariseos sacan una calumnia contra el que hizo el milagro: al desdiablador lo llaman endiablado. El instrumento máximo que tiene Dios para salvar al hombre es el milagro; si un hombre de un milagro saca perdición en vez de salvación, ése no tiene remedio. Eso es fariseísmo al grado máximo.

El fariseísmo reúne en sí esos seis pecados diferentes que puso San Agustín; y otros muchos. El fariseísmo es el abuso y la corrupción de lo religioso; y si lo religioso es el remedio de las corrupciones, ¿con qué remedio se remediará la corrupción del remedio? De suyo, no tiene remedio la corrupción del remedio; es como si un endiablado echara a su
diablo, pero después se descuidara y dejara las puertas de su alma abiertas; el diablo echado volvería y se traería otros siete diablos peores que él; y los postres de aquel poseído serían peores que los principios. Esta parábola de Cristo alude según parece a lo que pasaba allí con los criminales: los tenían un tiempito en la cárcel y los soltaban; al salir no tenían trabajo ni ganas de trabajar ni acogida de parte de los vecinos; se iban al desierto, vagabundeaban por ahí, se encontraban con otros de la misma ralea y formaban gavillas poderosas que aterrorizaban a las caravanas y a las poblaciones y se imponían incluso a la policía. En aquel tiempo, las bandas de bandoleros andaban por los desiertos. Hoy día, ya no.

El fariseísmo es como siete demonios juntos, o más; y sin embargo no lo parece. Si un Magnate Eclesiástico premia la virtud y castiga el vicio, es un hombre religioso; si no premia nada ni castiga nada, es un nulo; pero si castiga la virtud, eso es fariseísmo; si persigue la santidad, es fariseísmo; si odia la verdad o la inteligencia, eso es fariseísmo. Y eso no tiene remedio; porque con lo mismo que había de remediarse, con eso mismo él se daña. Con razón dijo Galeno que cuando a un enfermo la comida le hace mal, las inyecciones le hacen mal, las píldoras le hacen mal, las purgas le hacen mal y los clisteres le hacen mal, está muerto. El fariseísmo es esencia de orgullo, de envidia y de hipocresía. Cristo les dijo en esa ocasión: “Haced el árbol bueno y los frutos buenos; o haced los frutos malos si el árbol es malo;– porque el árbol se ha de conocer por los frutos”; como diciendo que valdría más, ya que eran malos de corazón, que lo fueran también de apariencia; e hiciesen cosas escandalosas en vez de andar muy gazmoños, mojigatos y santulones haciendo cosas religiosas. En suma, Cristo dijo mucho antes que Lutero que “es mejor el pecador que peca que el pecador que no peca”.

Otra cosa difícil dijo Cristo en este Evangelio: “El que no está conmigo, está contra mí.” Esto es difícil, considerando que en otra ocasión había dicho aparentemente lo contrario:“El que no está contra vosotros, está con vosotros” (Lc IX, 50). ¿En qué quedamos? Si yo quiero mantenerme neutral ¿estoy contra Cristo o con Cristo?

Depende de quién sea yo: si soy cristiano y no estoy con Cristo, estoy contra Cristo. Pero si no soy cristiano y no estoy contra Cristo, estoy con Cristo. Es como si dijéramos: si yo no estoy con Perón, estoy contra Perón; pero un uruguayo, por ejemplo, si no está con Perón, no se sigue que esté contra Perón.

En suma, a los cristianos hay que exigirles que se porten como cristianos; a los que no son cristianos y no se portan mal, hay que tenerles consideración. El cristianismo no es autocondescendencia sino autoexigencia; y benignidad con los demás.

Al final de este sermón le salieron pidiendo a Cristo que hiciese “un signo en el cielo”, es decir una gran chafalonía o despelote que fuese mucho más ruidoso y cinematográfico que hacer hablar a un mudo; y Cristo se enojo mas, e hizo otro sermón acerca de Jonás, de la Resurrección de Nínive, de Salomón y de la Reina del Austro. Y al final una mujer del auditorio le gritó a guisa de aplauso un “¡Bendita sea tu mare!”; y Cristo le respondió: “Y tú también, si te haces hija o madre de Dios. Tu puedes ser hija mía, madre mía, y hermana mía.”

Es decir, el diálogo literal fue así:

“–¡Dichosas las entrañas que te gestaron y los pechos que mamaste!

–Más dichosos los que oyen la voluntad de Dios y la cumplen.”

–Pero tu Madre María ha sido la primera que oyó la voluntad de Dios y la cumplió...

–Por eso digo... justamente. Imítala.

Ésta fue la tercera Avemaría que se dijo en el mundo; porque la primera la dijo San Gabriel, la segunda Santa Isabel; y la tercera esta mujercita, que se debió llamar Mercedes Rodríguez, Lola Puentes, o Pepa Doncel.

En cuanto al reino del Rey de las Moscas (Beetzebul) en este mundo el novelista inglés A. Huxley escribió una novelita Ape and Essence acerca de él, que aquí se leyó mucho. Es un relato hábil, atroz, romántico, truculento y sucio; y herético además. Ni qué decir que se tradujo en seguida al argentino y se vendió por millares. Teológicamente, es a la vez maniqueo y naturalista, cosa extraña. Literariamente, pertenece a la literatura de pesadilla (56). Filosóficamente es ignorante; el reinado del diablo va a ser mucho menos grotesco y teatral y mucho más efectivo de como él se lo imagina. Aldous Huxley es un falso genio y un falso sabio; y como toda su vida se ha ocupado de temas religiosos, también un falso profeta. No negaré yo que tenga “talento” –según lo que se entienda por talento– pero carece en absoluto de sapiencia.


Notas

56. Ver Castellani, Leonardo, Nueva Crítica Literaria, en val. VIII de la Biblioteca del Pensamiento Nacionalista Argentino, Dictio, Buenos Aires 1976, p.213.





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