lunes, 7 de mayo de 2018

Dom Gueranger: Día de Rogativas





"Año Litúrgico"
Dom Gueranger


Las Rogativas y el Tiempo Pascual

Hoy da comienzo un triduo dedicado a la penitencia. Este acontecimiento inesperado parece a primera vista una especie de anomalía en el tiempo pascual; y, sin embargo, cuando se reflexiona sobre su sentido se comprende que esta institución tiene una relación íntima con los días en que nos encontramos. Es cierto que el Salvador decía antes de su Pasión que "durante la estancia del Esposo entre nosotros, no es tiempo de ayunar" ¿pero estas últimas horas que preceden a su partida para el cielo no tiene algo de melancólico? ¿Y no nos sentimos naturalmente llevados ayer a pensar en la tristeza resignada y contenida que oprime el corazón de la divina Madre, y el de los discípulos, en vísperas de perder a aquel cuya presencia era para ellos anticipo de goces celestiales?


Origen de la Rogativas

Ahora debemos referir cómo y con qué ocasión el Ciclo litúrgico fué completado, en este tiempo, por la introducción de estos tres días durante los cuales la Santa Iglesia, tan radiante como estaba por los esplendores de la Resurrección, parece querer volver de repente al duelo cuaresmal. El Espíritu Santo que la dirige en todos los acontecimientos ha querido que una humilde Iglesia de las Galias, poco después de la mitad del siglo v, diese comienzo a este rito, que se extiende rápidamente a toda la catolicidad, donde fué recibido como un complemento de la liturgia pascual.

La Iglesia de Vienne, una de las más ilustres y más antiguas de la Galia meridional, tenía por Obispo, hacia el año 470, a San Mamerto. Múltiples calamidades habían desolado esta provincia recientemente conquistada por los Borgoñones. Terremotos, incendios, fenómenos formidables agitaban las ciudades cual signos de la cólera divina. El santo Obispo, deseando elevar la moral de su pueblo, impulsándole a dirigirse a Dios cuya justicia debía ser aplacada, prescribió tres días de expiación, durante los cuales los fieles se entregarían a las obras de penitencia, e irían en procesión cantando salmos. Fueron escogidos para el cumplimiento de esta piadosa resolución los tres días que preceden a la Ascensión. Sin ninguna duda, el Santo Obispo de Vienne echaba de este modo los fundamentos de una institución que la Iglesia entera iba a adoptar. Con todo, es necesario admitir que Mamerto no fué el creador de esta solemnidad, él no hizo más que precisar el modo litúrgico y fijar la fecha. En efecto, sabemos que en Milán estas procesiones tenían lugar, no los tres días que preceden a la Ascensión, sino la semana siguiente, y en España, el Concilio de Gerona, celebrado en 517, ordena procesiones los Jueves, viernes y sábados después de Pentecostés. Además, Sidonio Apolinar, contemporáneo de San Mamerto, dice que estas procesiones existían antes de San Mamerto, pero que este realzó su solemnidad. (Rev. Sén., t. XXXIV, p. 17.)

Como era justo las Galias comenzaron. San Alcimo Avito, que sucedió casi inmediatamente a San Mamerto en la silla de Vienne atestigua que la práctica de las Rogativas estaba ya consolidada en esta Iglesia. San Cesáreo de Arlés, en los comienzos del siglo vi, habla de ellas como de una costumbre ya muy extendida, designando al menos por estas palabras todo el territorio de las Galias que se encontraba entonces bajo el yugo de los Visigodos 3. Se ve claramente que toda la Galia no tardó en adoptarla, si se leen los cánones promulgados a este objeto en el primer Concilio de Orleáns celebrado en 511, y reunido de todas las provincias que reconocían la autoridad de Clodoveo. Los reglamentos del concilio referentes a las Rogativas dan una alta idea de la importancia que ya entonces se daba a esta práctica. No solamente se prescribe la abstinencia de carne durante los tres días, sino que el ayuno es de precepto. Ordena también se dispense del trabajo a los criados, para que puedan tomar parte en las largas funciones de estos tres días. En 567, él Concilio de Tours sancionaba del mismo modo, la obligación de ayunar en las Rogativas y én cuanto a la obligación de guardar fiesta durante estos tres días la encontramos también reconocida en las Capitulares de Carlomagno y de Carlos el Calvo.


La Procesión de las Rogativas

El principal rito de las Iglesias de las Galias durante estos tres días consistía desde sus orígenes en estas marchas solemnes acompañadas de cánticos suplicatorios y que se han llamado procesiones por que se hacen de un lugar a otro. San Cesáreo de Arlés nos enseña que aquellas que tenían lugar en las Rogativas duraban seis horas completas; de suerte que el clero, al sentirse fatigado por lo prolongado de los cantos, las mujeres cantaban a coro a su vez, para dejar a los ministros de la Iglesia tiempo de respirar \ Este detalle, tomado de las costumbres de las Galias en esta época primitiva, puede hacernos comprender la indiscreción de aquellos que en nuestros tiempos modernos, han propuesto la abolición de ciertas procesiones que ocupaban una parte notable del día, y esto, fundados en la idea de que esta prolongación debía ser considerada en sí misma como un abuso.


La salida de la Procesión de las Rogativas era precedida de la imposición de la ceniza sobre la cabeza de aquellos que tomaban en ella parte, que era todo el pueblo. Inmediatamente tenía lugar la aspersión del agua bendita; después el cortejo se ponía en marcha. La procesión estaba formada del clero y del pueblo de muchas iglesias de categoría secundaria que caminaba con la cruz de una Iglesia principal, cuyo clero presidía la función. Todos, clérigos y laicos, caminaban con los pies desnudos. Se cantaban las Letanías, Salmos, Antífonas, y se iba a cualquiera de las basílicas destinadas para la estación, en donde se celebraba el Santo Sacrificio. Se visitaban las Iglesias que se encontraban en la ruta y allí se cantaba una antífona en alabanza del misterio o del santo bajo cuyo título habían sido consagradas.


Grandes Ejemplos

Así fueron en sus orígenes y así han sido por mucho tiempo los ritos observados en las Rogativas. El monje de San Galo, que nos ha dejado tan preciosas memorias sobre Carlomagno, nos dice que en estos días el gran Emperador dejaba su calzado como los más humildes fieles y caminaba con los pies desnudos detrás de la cruz desde su palacio hasta la Iglesia de la Estación. En el siglo XIII Santa Isabel de Hungría daba también el mismo ejemplo; se complacía en confundirse durante las Rogativas con las mujeres más pobres del pueblo, caminando también con los pies descalzos, y cubierta de un burdo vestido de lana. San Carlos Borromeo, que renovó en su Iglesia de Milán tantos usos antiguos tampoco olvidó las rogativas. Con sus cuidados'y sus ejemplos, reavivó en su pueblo el antiguo celo por una práctica tan santa. Exigió de sus diocesanos el ayuno durante estos tres días y lo cumplía él mismo a pan y agua. La Procesión a la que todo el clero de la ciudad estaba obligado a asistir y que comenzaba por la imposición de la ceniza, partía de la Catedral al rayar el día y no volvía sino tres o cuatro horas después del mediodía, habiendo visitado el lunes trece iglesias, nueve el martes y once el miércoles. El Santo Arzobispo celebraba el Santo Sacrificio en una de estas iglesias y dirigía la palabra a su pueblo,

Si se compara el celo de nuestros padres por la santificación de estas tres jornadas con la indolencia que acompaña hoy sobre todo en las ciudades la celebración de las Rogativas, no podemos menos de reconocer también en esto una de las señales del debilitamiento del sentido cristiano en la sociedad actual. Y con todo son importantísimos los fines que se propone la Santa Iglesia en estas Procesiones en las que deberían tomar parte tantos fieles que disponen de tiempo y que en lugar de consagrarle a servir a Dios con las obras de la verdadera piedad católica, le emplean en ejercicios privados que no atraen sobre ellos las mismas gracias y aportan a la comunidad cristiana los mismos auxilios de edificación.


Las Rogativas en la Iglesia de Occidente

Las Rogativas se extendieron rápidamente de las Galias a toda la Iglesia de Occidente. Estaban ya establecidas en España en el siglo VII y no tardaron en introducirse en Inglaterra y más tarde en las nuevas iglesias de Germania, a medida que se iban fundando. La misma Roma las adoptó en 801, en el pontificado de San León III. Poco tiempo después, cuando las Iglesias de las Galias, habiendo renunciado a la liturgia galicana para adoptar la de Roma, admitieron en sus usos la Procesión de San Marcos. Pero existía esta diferencia, que en Roma se conservó en la Procesión del 25 de abril el nombre de Letanías mayores, reservando el de Menores para las letanías de Rogativas; en cambio en Francia se llamó a éstas últimas Letanías Mayores, y a las Letanías de S. Marcos se las conoció con el nombre de menores.

Pero la Iglesia romana, sin despreciar la devoción de las Iglesias de las Galias que se creyeron en el deber de introducir en el Tiempo pascual tres dias de observancia cuaresmal, no adoptó este rigor. La repugnaba entristecer con el ayuno la alegría de cuarenta días que Jesús resucitado concede todavía a sus discípulos. Se limitó pues, a prescribir la abstinencia de carne durante estos tres días, y tal fué su práctica a través de los siglos, hasta que en nuestra época el relajamiento de las costumbres cristianas la obligó a modificar su antigua disciplina en este punto. La iglesia de Milán, que como hemos visto, guarda tan severamente la Institución de las Rogativas, la ha colocado en el lunes, martes y miércoles que siguen al domingo en la Octava de la Ascensión, es decir, después de los cuarenta días consagrados a celebrar la Resurrección.

Así pues, es necesario, para conservarnos en esa auténtica norma de donde la Iglesia romana nunca se sale, considerar las Rogativas como una institución santa que viene a moderar nuestras alegrías pascuales pero no a anularlas. El color morado que se emplea en la Procesión y en la Misa de la Estación, no tienen como fin indicarnos todavía la partida del Esposo; sino advertirnos que esta partida está próxima; y la abstinencia impuesta antiguamente en estos tres días, aunque no iba acompañada del ayuno, era ya como una señal anticipada de la tristeza de la Iglesia, por esta presencia del Redentor, que le iba a ser arrebatada tan pronto.

Hoy el derecho eclesiástico no menciona ya el lunes, martes y miércoles de Rogativas entre los días que obliga la ley de la abstinencia a los fieles '. Se vislumbra cierto decaimiento del sentido cristiano en las generaciones de nuestro tiempo, las súplicas de dispensa, hoy más numerosas, han impuesto este abandono de la antigua disciplina. Es una expiación menos, una intercesión menos, un socorro menos, en un siglo ya tan empobrecido de los medios por los que la vida cristiana se conserva, se doblega el cielo, se obtienen gracias de salvación. Los fieles debían sacar en conclusión que la asistencia a las procesiones de la amistad de estos tres días ha llegado a ser más oportuna que nunca, y que urge compensar —uniéndose a la oración litúrgica—la abolición de una ley salvadora, que data de tan antiguo, y que en sus exigencias, pesaba tan suavemente sobre nuestra molicie. Una institución tan venerable, sancionada por las ordenanzas de la Iglesia y la práctica de tantos siglos, debe permanecer siempre en honor en esta Francia que, por su ejemplo, ha impuesto a toda la cristiandad la solemnidad de las Rogativas.

Según la disciplina actual de la Iglesia, las procesiones de las Rogativas, cuya intención es implorar la misericordia de Dios ofendida por los pecados de los hombres, y obtener la protección celestial sobre los bienes de la tierra, van acompañadas del canto de las Letanías de los santos y completadas por una Misa especial que se celebra, sea en la Iglesia de la Estación, sea en la Iglesia misma de donde ha partido la Procesión, a no ser que deba detenerse en cualquier otro santuario.


Las Letanías de los Santos

Nunca se llegarán a tener en una estima excesiva las Letanías de los Santos a causa de su poder y de su eñcacia. La Iglesia recurre a ellas en todas las grandes ocasiones, como un medio de tornarnos propicio a Dios, haciendo un llamamiento a toda la corte celestial. Si no se puede tomar parte en las Procesiones de las Rogativas, se reciten al menos estas Letanías en unión con la Iglesia: de este modo se participará de los beneficios de una tan santa institución y se contribuirá a obtener las gracias que la cristiandad solicita por doquier en estos tres días; finalmente se realizará un acto de católico.

Ponemos aquí la Misa de las Rogativas, que es la misma para los tres días. En ella todo habla de la necesidad y del poder de la oración. La Iglesia se viste de los colores cuaresmales para expresar sus intenciones expiatorias; pero todo en ella respira la confianza y la esperanza de ser oída; experimentamos que ella se apoya sobre el amor de su Esposo resucitado.








Letanías Menores o de los Santos

V. Kýrie, éleison. 
R. Kýrie, éleison.
V. Christe, éleison. 
R. Christe, éleison.
V. Kýrie, éleison. 
R. Kyrie, eleison.
    
V. Christe, audi nos. 
R. Christe, audi nos.
V. Christe, exáudi nos. 
R. Christe, exáudi nos.
     
V. Pater de cælis, Deus. 
R. Miserére nobis.
V. Fíli, Redemptor mundi, Deus. 
R. Miserére nobis.
V. Spíritus Sancte, Deus.
R. Miserére nobis.
V. Sancta Trínitas, unus Deus. 
R. Miserére nobis.
    
V. Sancta María. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancta Dei Génetrix. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancta Virgo vírginum. 
R. Ora pro nobis.
    
V. Sancte Michaël. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Gábriel. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Ráphael. 
R. Ora pro nobis.
V. Omnes sancti Angeli et Archángeli. 
R. Oráte pro nobis.
V. Omnes sancti beatórum Spírituum órdines. 
R. Oráte pro nobis.
     
V. Sancte Joánnes Baptísta. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Joseph. 
R. Ora pro nobis.
V. Omnes sancti Patriárchæ et Prophétæ. 
R. Oráte pro nobis.
     
V. Sancte Petre. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Paule. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Andréa. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Jacóbe. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Joánnes. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Thoma. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Jacóbe. 
R. Ora pro nobis. 
V. Sancte Philíppe. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Bartolomǽe. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Matthǽe. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Simon. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Thaddǽe. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Matthía. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Bárnaba. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Luca. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Marce. 
R. Ora pro nobis. 
V. Omnes sancti Apóstoli et Evangelístæ. 
R. Oráte pro nobis.
V. Omnes sancti Discípuli Dómini. 
R. Oráte pro nobis.
    
V. Omnes sancti Innocéntes. 
R. Oráte pro nobis.
V. Sancte Stéphane. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Laurénti. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Vincénti. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancti Fabiáne et Sebastiáne. 
R. Oráte pro nobis.
V. Sancti Joánnes et Paule. 
R. Oráte pro nobis.
V. Sancti Cosma et Damiáne. 
R. Oráte pro nobis.
V. Sancti Gervási et Protási. 
R. Oráte pro nobis.
V. Omnes sancti Mártyres. 
R. Oráte pro nobis.
     
V. Sancte Sylvéster. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Gregóri. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Ambrósi. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Augustíne. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Hierónyme. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Martíne. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Nicolǽ. 
R. Ora pro nobis.
V. Omnes sancti Pontífices et Confessóres. 
R. Oráte pro nobis. 
V. Omnes sancti Doctóres. 
R. Oráte pro nobis. 
    
V. Sancte Antóni. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Benedícte. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Bernárde. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Domínice. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancte Francísce. 
R. Ora pro nobis.
V. Omnes sancti Sacerdótes et Levítæ. 
R. Orate pro nobis.
V. Omnes sancti Mónachi et Eremítæ. 
R. Oráte pro nobis.
     
V. Sancta María Magdaléna. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancta Agatha. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancta Lúcia. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancta Agnes. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancta Cæcília. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancta Catharína. 
R. Ora pro nobis.
V. Sancta Anastásia. 
R. Ora pro nobis.
V. Omnes sanctae Vírgines et Víduæ. 
R. Oráte pro nobis. 
   
V. Omnes Sancti et Sanctæ Dei. 
R. Intercédite pro nobis.
    
V. Propítius esto. 
R. Parce nobis, Dómine.
V. Propítius esto. 
R. Exáudi nos, Dómine. 
    
V. Ab omni malo. 
R. Líbera nos, Dómine.
V. Ab omni peccáto. 
R. Líbera nos, Dómine. 
V. Ab ira tua. 
R. Líbera nos, Dómine.
V. A subitánea et improvísa morte. 
R. Líbera nos, Dómine.
V. Ab insídiis diáboli. 
R. Líbera nos, Dómine.
V. Ab ira et ódio et omni mala voluntáte. 
R. Líbera nos, Dómine.
V. A spíritu fornicatiónis. 
R. Líbera nos, Dómine.
V. A fúlgure et tempestáte. 
R. Líbera nos, Dómine.
V. A flagéllo terræmótus. 
R. Líbera nos, Dómine.
V. A peste, fame et bello. 
R. Líbera nos, Dómine.
V. A morte perpétua. 
R. Líbera nos, Dómine. 
V. Per mystérium sanctæ Incarnatiónis tuæ. 
R. Líbera nos, Dómine.
V. Per Advéntum tuum. 
R. Líbera nos, Dómine.
V. Per Nativitátem tuam. 
R. Líbera nos, Dómine.
V. Per Baptísmum et sanctum Jejúnium tuum. 
R. Líbera nos, Dómine.
V. Per Crucem et Passiónem tuam. 
R. Líbera nos, Dómine.
V. Per Mortem et Sepultúram tuam. 
R. Líbera nos, Dómine.
V. Per sanctam Resurrectiónem tuam. 
R. Líbera nos, Dómine.
V. Per admirábilem Ascensiónem tuam. 
R. Líbera nos, Dómine.
V. Per advéntum Spíritus Sancti Parácliti. 
R. Líbera nos, Dómine.
V. In die Judicii. 
R. Líbera nos, Dómine.
     
V. Peccatóres. 
R. Te rogámus, audi nos.
V. Ut nobis parcas. 
R. Te rogámus, audi nos.
V. Ut nobis indúlgeas. 
R. Te rogámus, audi nos.
V. Ut ad veram pœniténtiam nos perdúcere dignéris. 
R. Te rogámus, audi nos.
V. Ut Ecclésiam tuam sanctam régere et conserváre dignéris.
R. Te rogámus, audi nos.
V. Ut omnes ecclesiásticos órdines in sancta religióne conserváre dignéris. (1) 
R. Te rogámus, audi nos.
V. Ut inimícos sanctæ Ecclésiæ humiliáre dignéris. 
R. Te rogámus, audi nos.
V. Ut régibus et princípibus christiánis pacem et veram concórdiam donáre dignéris. 
R. Te rogámus, audi nos.
V. Ut cuncto pópulo christiáno pacem et unitátem largíri dignéris. 
R. Te rogámus, audi nos.
V. Ut omnes errántes ad unitátem Ecclésiæ revocáre, et infidéles univérses ad Evangélii lumen perdúcere dignéris. 
R. Te rogámus, audi nos. 
V. Ut nosmetípsos in tuo sancto servítio confortáre et conserváre dignéris. 
R. Te rogámus, audi nos.
V. Ut mentes nostras ad cæléstia desidéria érigas. 
R. Te rogámus, audi nos.
V. Ut ómnibus benefactóribus nostris sempitérna bona retríbuas. 
R. Te rogámus, audi nos.
V. Ut ánimas nostras, fratrum, propinquórum et benefactórum nostrorum ab ætérna damnatióne erípias. 
R. Te rogámus, audi nos.
V. Ut fructus terræ dare et conserváre dignéris. 
R. Te rogámus, audi nos.
V. Ut ómnibus fidélibus defúnctis réquiem ætérnam donáre dignéris. 
R. Te rogámus, audi nos.
V. Ut nos exáudire dignéris. 
R. Te rogámus, audi nos.
V. Fíli Dei. 
R. Te rogámus, audi nos.
    
V. Agnus Dei, qui tollis peccáta mundi. 
R. Parce nobis, Dómine.
V. Agnus Dei, qui tollis peccáta mundi. 
R. Exáudi nos, Dómine.
V. Agnus Dei, qui tollis peccáta mundi. 
R. Miserére nobis.
    
V. Christe, audi nos. 
R. Christe, audi nos.
V. Christe, exáudi nos. 
R. Christe, exáudi nos. 
    
V. Kýrie, éleison. 
R. Kýrie, éleison. 
V. Christe, éleison. 
R. Christe, éleison.
V. Kýrie, éleison. 
R. Kyrie, eleison.
      


Oremus
Pater noster, qui es in Cælis, sanctificétur Nomen tuum. Advéniat Regnum tuum. Fiat Volúntas tua, sicut in Cælo et in terra. Panem nostrum quotidiánum da nobis hódie, et dimítte nobis débita nostra, sicut et nos dimíttimus debitóribus nostris. Et ne nos indúcas in tentatiónem, sed líbera nos a malo. Amen.







Sea todo a la mayor gloria de Dios

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