NUESTRA SEÑORA
DE LA MERCED
Lleguémonos confiadamente al trono de la gracia:
a fin de alcanzar misericordia, y hallar gracia
para ser socorridos en tiempo oportuno.
(Hebreos 4, 16)
- La festividad de la bienaventurada Virgen María llamada de la Merced, que con este nombre instituyó la Orden de Redención de Cautivos. Su aparición se menciona el 10 de Agosto.
- En Brescia, el tránsito de san Anatalón, Obispo, que fue discípulo del Apóstol san Bernabé, en cuyo lugar fue nombrado Obispo de la Iglesia de Milán.
- En Pannonia, san Gerardo, Obispo de la sede Morisena y Mártir, llamado Apóstol de los Húngaros, patricio Veneciano; el cual, al dirigirse de la ciudad de Szanad a Alba Real, fue acometido por los infieles, que junto al río Danubio le cubrieron de piedras y le atravesaron con una lanza, y así fue el primero que ilustró su patria con tan noble martirio.
- En Autún, el triunfo de los santos Mártires Andoquio, Presbítero,Tirso, Diácono, y Félix; los cuales enviados por san Policarpo, Obispo de Esmirna, del Oriente, a evangelizar la Galia, fueron allí durísimamente azotados, y colgados por espacio de un día entero con las manos atrás y echados en el fuego donde no se quemaron; finalmente, les quebraron con palos las cervices, y así, Mártires, fueron gloriosísimamente coronados.
- En Egipto, el triunfo de los santos Pafnucio y Compañeros, Mártires. Aquél, viviendo en la soledad y oyendo que muchos Cristianos eran retenidos en las cárceles, movido del espíritu de Dios, se presentó espontáneamente al Prefecto, y profesó libremente la religión Cristiana; éste primeramente le cargó de cadenas de hierro y le atormentó por largo tiempo en el potro; luego le envió con otros muchísimos a Diocleciano, por cuya orden fue Pafnucio clavado en una palma y los demás pasados a cuchillo.
- En Calcedonia, cuarenta y nueve santos Mártires, los cuales, después del martirio de santa Eufemia, fueron por el Emperador Diocleciano condenados a las fieras, y no recibiendo milagrosamente daño de ellas, finalmente degollados subieron al cielo.
- En Auvernia de Francia, la feliz muerte de san Rústico, Obispo y Confesor.
- En Flay, territorio de Beauvais, san Geremaro, Presbítero y Abad.
- En Sanseverino del Piceno, el tránsito de san Pacífico, Sacerdote de la Orden de Menores y Confesor, varón de eximia paciencia y esclarecido por su amor a la soledad, a quien el Papa Gregorio XVI puso en el catálogo de los Santos.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.
NUESTRA SEÑORA
DE LA MERCED
En el tiempo en que los sarracenos oprimían a España y llevaban en esclavitud a gran número de cristianos, la Madre de Dios, compadecida de sus males y peligros, apareció durante la misma noche a San Pedro Nolasco, a San Raimundo de Peñafort, y a Jaime, rey de Aragón, conjurándolos a establecer una Orden religiosa para la redención de los cautivos. Ésta fue la Orden de la Merced, o de la Redención, fundada en Barcelona en 1223, y que prestó inmensos servicios a la Iglesia y a la sociedad. Para agradecer a la Santísima Virgen, la Iglesia estableció esta fiesta.
MEDITACIÓN
SOBRE NUESTRA SEÑORA
DE LA MERCED
I. Desde que María, consintiendo en el sacrificio del Redentor en la cruz, llegó a ser la cooperadora de la Redención, nada desea más que ayudar a los pobres pecadores. Por cargados de crímenes que estemos, apenas recurramos a Ella con el deseo de corregirnos, nos acogerá bondadosamente y nos obtendrá el perdón. Cuanto más desgraciados somos, con tanto mayor razón es nuestra reina. Vos sois la Reina de la misericordia y ¿quién tiene necesidad de misericordia sino los miserables? (San Bernardo).
II. La Santísima Virgen no se contenta con retirarnos del abismo del pecado, sino que nos impide recaer en él. Recurrir a María es un medio infalible para vencer los asaltos del infierno, porque Ella es temible como un ejército en orden de batalla. ¿Te cuidas de recurrir a Ella en las tentaciones? Acuérdate de las circunstancias en las que has sucumbido y verás que, precisamente, son aquéllas en que descuidaste invocar su socorro. En tus peligros, en tus angustias, en tus dudas, piensa en María, invoca a María: que su nombre no se aleje de tus labios ni de tu corazón (San Bernardo).
III. Pero sobre todo es en la hora de la muerte cuando María cuida de sus servidores. Si el demonio, en esa hora tremenda, redobla sus esfuerzos para perdernos, María redobla su solicitud para asegurar nuestra salvación. Es entonces sobre todo cuando para nosotros es reina de misericordia. Una madre de la tierra tiene para con su hijo moribundo menos ternura que María para con sus servidores. Invócala, pues, durante tu vida a fin de que tengas la dicha de morir uniendo en tus labios el nombre de María al de Jesús. ¡Oh Soberana, salid al encuentro de mi alma a su salida de este mundo, y recibidla en vuestros maternales brazos! (San Buenaventura).
La frecuente invocación del nombre de María.
Orad por los pecadores endurecidos.
ORACIÓN
Oh Dios, que por intermedio de la gloriosa Madre de vuestro Hijo, habéis enriquecido a vuestra Iglesia con una familia religiosa consagrada a la redención de los cristianos caídos en poder de los infieles, dignaos, en vista de sus méritos y de su intercesión, conceder a los que la honran piadosamente como la fundadora de esta gran obra, la gracia de quedar libres de las cadenas del pecado y de la cautividad del demonio.
Por J. C. N. S.
Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J., Tomo III; Patron Saints Index.
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