LA CÁTEDRA
DE SAN PEDRO EN ROMA
Nada temáis a los que matan el cuerpo
y no pueden matar el alma: temed antes
al que puede arrojar alma y cuerpo en el infierno.
(Mateo 10, 28)
- La Cátedra de san Pedro Apóstol, cuando por primera vez la asentó en Roma.En el mismo lugar, el triunfo de santa Prisca, Virgen y Mártir; la cual en tiempo del Emperador Claudio, al cabo de muchos tormentos, fue coronada del martirio.
- En el Ponto, el triunfo de los santos Mártires Moseo y Amonio, soldados, los cuales fueron primeramente condenados a trabajar en las minas, y, por último, entregados a las llamas.
- Allí mismo, san Atenógenes, antiguo Teólogo, que, estando para consumar el martirio por el fuego, cantó gozoso un himno que dejó escrito a sus discípulos.
- En Tours de Francia, san Volusiano, Obispo, el cual, preso por los Godos, dio su espíritu a Dios en el destierro.
- En el monasterio de Lure, en Borgoña, san Deícola, Abad, natural de Irlanda, que fue discípulo de san Columbano.
- En Tours de Francia, san Leobardo, recluso, que resplandeció por su admirable abstinencia y humildad.
- En Como, santa Librada, Virgen.
- En Buda de Hungría, santa Margarita, Virgen, de la real familia de los Árpades, Monja de la Orden de santo Domingo, insigne por la virtud de la castidad y por la rigurosísima penitencia, a la cual el Sumo Pontífice Pío XII inscribió en el catálogo de las santas Vírgenes.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.
LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO EN ROMA
Era antigua costumbre en la Iglesia de Occidente festejar el aniversario de la consagración del obispo. Era pues de esperar que se conmemorase de algún modo, desde los primeros tiempos, la entronización de San Pedro como obispo de Roma. Tal es el motivo de la solemnidad de este día, que encontramos mencionada en los libros litúrgicos desde fines del siglo VI.
MEDITACIÓN
SOBRE EL BUEN Y EL MAL TEMOR
I. No debes temer a los hombres, porque no tienen poder alguno sobre tu alma. No pueden causarte en el cuerpo sino dolores cortos y leves; y, no obstante, los temes más que a Dios. Nada quisieras decir, ni hacer, que pudiese disgustar a un hombre poderoso; no te atreverías a ejecutar algo inconveniente en presencia de un hombre honrado, y, sin embargo, todos los días ofendes a Dios con tus palabras, con tus pensamientos, con tus acciones. ¿Dónde está tu juicio? ¿Dónde tu fe?
II Temes los sufrimientos, las enfermedades, la pobreza, la tristeza y todos los males de esta vida. ¿Qué mal pueden causarte estas aflicciones? Ellas te desapegan de las creaturas; rompen las cadenas de tu alma al mortificar tu cuerpo; te acercan a tu patria celestial al hacerte sentir las tristezas del exilio. ¡Ah! ¡no son estos sufrimientos, sino los de la otra vida los que hay que temer!
III. ¡Temes la deshonra, la calumnia, las humillaciones y, muy a menudo, para conservar una honra imaginaria ante los hombres, ofendes a Dios! Desdichado, ¿no sabes que la verdadera honra se basa en la virtud? ¿Qué te importa lo que los hombres piensen de ti, siempre que te estime Dios y te premie? ¡Extraña ceguera! Témense las leyes humanas y se desprecia el Evangelio como si las órdenes de Jesucristo no valiesen lo que valen los decretos de los príncipes (San Jerónimo).
El temor de Dios.
Orad por el Papa.
ORACIÓN
Oh Dios, que acordasteis a vuestro bienaventurado Apóstol Pedro el poder de atar y desatar, concedednos, por su intercesión, ser libertados de las cadenas de nuestras culpas. Por J. C. N. S.
Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J., Tomo I; Patron Saints Index.
Visto en Tradición Católica
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