martes, 22 de enero de 2019

Sedevacante: Las Herejías del Concilio Vaticano II





UNA ENTREVISTA A MONSEÑOR FELLAY
(Mons. Donald Sanborn)


El obispo Fellay, quien ha sido, hasta hace poco, el Superior, de la Sociedad San Pío X, durante los últimos veinticuatro años, dio una entrevista al Tagespost en la que dijo algunas cosas que merecen atención.

La primera es esta: “Nunca hemos dicho que el Concilio enseñó directamente herejías. Pero eliminó el muro de protección contra el error y, por lo tanto, permitió que éste se manifestara".

¿Es esta una declaración precisa? ¿El Vaticano II simplemente expuso a la Iglesia al error? ¿O realmente contenía herejías? Respuesta: contenía herejías.

La primera herejía del Vaticano II: el ecumenismo. El documento Unitatis Redintegratio, o el Decreto sobre ecumenismo, contienen una herejía deslumbrante contra el dogma católico que enseña que fuera de la Iglesia no hay salvación . El Concilio establece:

Por consiguiente, aunque creamos que las Iglesias y comunidades separadas tienen sus defectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el misterio de la salvación, porque el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de la gracia y de la verdad que se confió a la Iglesia.(Unitatis Redintegratio, no. 3) (énfasis añadido).

La Iglesia Católica enseña como dogma, — fue llamado "el dogma católico más conocido" por el Papa Pío IX  que fuera de la Iglesia no hay salvación. El Concilio declara la contradicción precisa del dogma católico, a saber, que hay salvación fuera de la Iglesia católica, que estas religiones no católicas pueden dar la salvación a sus seguidores y, de hecho, son el medio por el cual se salvan. Esto es herejía.

La segunda herejía del Vaticano II: la libertad religiosa. La Iglesia Católica, que profesa ser la única Iglesia verdadera fundada por Jesucristo, y fuera de la cual no hay salvación, entiende que la libertad religiosa es la libertad de la Iglesia Católica para llevar a cabo su misión en el mundo, para establecerse en todas partes, para funcionar libremente como una entidad distinta del Estado. También reclama la libertad de sus seguidores para profesar y practicar su fe católica sin hostigamiento ni abuso.

Condena la idea, por ser contraria a la Sagrada Escritura, de que todas las religiones tienen estas mismas libertades y estos mismos derechos. Pues afirmar tal cosa sería lo mismo que decir que una persona u organización tendría derecho a hacer algo mal. Pero esto es contrario a la ley natural, y por lo tanto contrario a la enseñanza de la Iglesia. Solo se puede tener el derecho de hacer algo bien, y nunca el derecho de hacer algo mal.

La libertad es el poder de elegir el bien. El libertinaje es la posibilidad otorgada, falsamente, a la voluntad de elegir el mal. Para que exista el ejercicio de la verdadera libertad, es necesario que no afecte a ningún deber. Porque la libertad no existe para el mal, sino para el bien. Por lo tanto, por la frecuencia con que el hombre abusa de la libertad con el propósito de cometer el mal, no debe llamarse libertad sino libertinaje.

La libertad de conciencia es absolutamente impía. Porque el hombre tiene el más estricto deber de pensar correctamente acerca de Dios y de las cosas que se refieren tanto a la religión especulativa como a la práctica. Pero ir en contra del deber más estricto de la naturaleza es libertinaje, no libertad. Si estamos hablando de una transgresión voluntaria de nuestro deber hacia Dios, el libertinaje antes mencionado es impío. Porque, por lo tanto, a través de la libertad de conciencia, el hombre tiene el derecho de pensar con respecto a Dios como le plazca, esta libertad, este derecho, es verdaderamente impío.

La libertad de las religiones, considerada en sí misma, es absurda. Esta proposición está probada por lo que ya se ha dicho. Porque la libertad de las religiones se infiere solo de la libertad de conciencia. Debido a que la libertad de conciencia es absurda, se deduce también que la libertad de las religiones es absurda. Pero hay que decir más. Si se concede la libertad de las religiones, se le quita a Dios el poder de imponer una adoración determinada a los hombres, y se le impone a Dios la obligación de aceptar o al menos aprobar cualquier forma de adoración que le muestre la razón humana. Pero Dios ha ordenado una forma de adoración: la religión católica. En consecuencia, no está obligado a aceptar cualquier forma de adoración que los seres humanos le den. De ello se deduce que los hombres no pueden, sin la obvia irreligión e impiedad, rechazar los preceptos de Dios y ser los árbitros de su propia adoración. Por otro lado, es una impiedad negar a Dios la facultad de determinar la adoración e imponerle a Él algún tipo de deber de aprobar indiscriminadamente todas las formas de adoración. Por eso la libertad de las religiones es absurda.

El Vaticano II, sin embargo, enseña que la libertad de religión para el individuo y para las organizaciones religiosas es un derecho que fluye de la noción de dignidad humana. Además, dice que esta enseñanza concerniente a la dignidad humana está contenida en la revelación, pero no da ninguna referencia acerca de donde, en la revelación, Dios garantiza el derecho a creer y practicar la religión que Ud. quiera.

El Vaticano II enseña en Dignitatis Humanæ, no. 2:
Este Concilio Vaticano declara que la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa. Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción, tanto por parte de individuos como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y esto de tal manera que, en materia religiosa, ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, sólo o asociado con otros, dentro de los límites debidos
Algunos intentan defender el Concilio diciendo que lo único que significa es que nadie debe convertirse al catolicismo por la espada. La Iglesia siempre ha enseñado que la conversión no debe tener lugar de esa manera, y ha condenado cualquier intento de hacerlo. Que esta no es la intención del Concilio se puede ver en los párrafos posteriores al citado anteriormente:

La libertad o inmunidad de coacción en materia religiosa, que compete a las personas individualmente, ha de serles reconocida también cuando actúan en común. Porque la naturaleza social, tanto del hombre como de la religión misma, exige las comunidades religiosas.
A estas comunidades, con tal que no se violen las justas exigencias del orden público, se les debe por derecho la inmunidad para regirse por sus propias normas, para honrar a la Divinidad con culto público, para ayudar a sus miembros en el ejercicio de la vida religiosa y sustentarlos con la doctrina, y para promover instituciones en las que colaboren los miembros con el fin de ordenar la propia vida según sus principios religiosos.
A las comunidades religiosas les compete igualmente el derecho de que no se les impida por medios legales o por acción administrativa de la autoridad civil la elección, formación, nombramiento y traslado de sus propios ministros, la comunicación con las autoridades y comunidades religiosas que tienen su sede en otras partes del mundo, ni la erección de edificios religiosos y la adquisición y uso de los bienes convenientes.
Las comunidades religiosas tienen también el derecho de que no se les impida la enseñanza y la profesión pública, de palabra y por escrito, de su fe.

Aquellos de nosotros que hemos vivido en un país como los Estados Unidos, donde la libertad religiosa descrita en estos párrafos se considera un derecho civil normal, incluso sagrado, no vemos la malicia de estas palabras. Si sustituimos "aborto" por "religión", el punto podría aclararse: "Este Concilio Vaticano declara que la persona humana tiene derecho a un aborto ". "Las clínicas de aborto son un requisito de la naturaleza social tanto del hombre como del aborto", en sí mismo." Siempre que se observen las justas exigencias del orden público, las clínicas de aborto reclaman con justicia la libertad para que puedan gobernarse a sí mismas de acuerdo con sus propias normas, realizar abortos públicamente, asistir a sus miembros en la práctica del aborto, fortalecerlos con instrucción, y promover instituciones en las que puedan unirse con el fin de ordenar sus propias vidas de acuerdo con sus principios de aborto".

¿Necesito seguir? Debe señalarse aquí que, siendo el aborto un crimen atroz, la profesión de una religión falsa es mucho más atroz a los ojos de Dios, siendo directamente contrario a sus derechos solemnes. No se debe olvidar que en Éxodo (capítulo 32), Dios ordenó el asesinato de todos aquellos que participaron en la adoración del becerro de oro, y que no se habían arrepentido. El número de los muertos fue de 23.000. Este acontecimiento trascendental fue ordenado para demostrar al pueblo hebreo la necesidad de adherirse a la verdadera religión y de rechazar a las falsas religiones. Según el Concilio Vaticano II, Moisés debería haber proclamado la libertad religiosa para todos los adoradores de becerros.

La libertad religiosa, tal como lo enseña el Vaticano II, es en realidad una herejía. Está condenada solemnemente por el Papa Pío IX como contraria a las Escrituras. Además, el arzobispo Lefebvre consideraba a la libertad religiosa como una herejía. Dijo exactamente esto al padre Cekada en una conversación durante una cena en Oyster Bay.

La tercera herejía del Vaticano II: La nueva eclesiología. Por eclesiología nos referimos a la doctrina de la Iglesia acerca de su propia naturaleza, es decir, su esencia y características. El Vaticano II enseña una eclesiología herética . Está contenida en el Lumen Gentium.

Esta Iglesia, establecida y organizada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia Católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él si bien fuera de su estructura se encuentren muchos elementos de santidad y verdad que, como bienes propios de la Iglesia de Cristo, impelen hacia la unidad católica. (Lumen Gentium, 8)

El dogma tradicional de la Iglesia Católica enseña que la Iglesia Católica, y solo ella, es la única Iglesia verdadera de Cristo, y que, por lo tanto, cualquier entidad fuera de ella es una religión falsa. Esto incluye incluso aquellas religiones cismáticas del este que pueden tener un sacerdocio válido y sacramentos válidos. Si estás aislado del centro, el Papa, no eres más que una rama muerta que se ha caído de la enredadera.

El Vaticano II modificó esta doctrina para incluir otras denominaciones cristianas en la Iglesia de Cristo, diciendo que la Iglesia de Cristo, como un cuerpo organizado, subsiste en la Iglesia Católica.

¿Qué significa subsistir? La subsistencia es la perfección de una cosa la cual existe por sí misma, y ​​no en otra cosa. Por ejemplo, un color no puede existir por sí solo, pero siempre debe existir en otra cosa, por ejemplo, pintura, una flor, un paño. A ese "algo más" debe el tener su propia subsistencia.

Aplicando esto a la eclesiología, si la Iglesia de Cristo no subsiste por sí sola, sino que debe subsistir en otra cosa, significa que la Iglesia de Cristo es realmente distinta de lo que subsiste, es decir, que son por naturaleza dos cosas diferentes. Significa que la Iglesia de Cristo no es la Iglesia Católica, y la Iglesia Católica no es la Iglesia de Cristo. Si no fueran por naturaleza dos cosas diferentes, entonces serían lo mismo, y sería necesario decir que la Iglesia de Cristo es la Iglesia Católica, que es precisamente el dogma de la Iglesia Católica.

La doctrina "subsiste en" también significa que la Iglesia de Cristo podría subsistir en otra cosa, como la Iglesia Luterana, por ejemplo.

Si bien esta doctrina hace maravillas por la herejía del ecumenismo y la libertad religiosa, destruye la enseñanza de la Iglesia de que la Iglesia Católica es exclusivamente la Iglesia de Cristo, y viceversa. La Iglesia de Cristo y la Iglesia Católica son una y la misma, y ​​exclusivamente así, lo que significa que ninguna otra organización "cristiana" puede llamarse a sí misma Iglesia de Cristo de ninguna manera. El único nombre apropiado para ellos es una secta herética o cismática.

La cuarta herejía del Vaticano II: la colegialidad. Esta doctrina, también contenida en Lumen Gentium, sostiene que el sujeto (poseedor) del poder supremo en la Iglesia es el colegio de obispos. Escuche al Concilio:

...el Cuerpo episcopal, que sucede al Colegio de los Apóstoles en el magisterio y en el régimen pastoral, más aún, en el que perdura continuamente el Cuerpo apostólico, junto con su Cabeza, el Romano Pontífice, y nunca sin esta Cabeza.(Lumen Gentium, 22)

Esto es herejía. Porque la Iglesia Católica enseña que el Romano Pontífice es el jefe de la Iglesia Católica. Escuche el Concilio de Florencia: 

"Asimismo definimos que la santa Sede Apostólica y el Romano Pontífice tienen el primado sobre todo el orbe y que el mismo Romano Pontífice es el sucesor del bienaventurado Pedro, príncipe de los Apóstoles, verdadero vicario de Cristo y cabeza de toda la Iglesia y padre y maestro de todos los cristianos, y que al mismo, en la persona del bienaventurado Pedro, le fue entregada por nuestro Señor Jesucristo plena potestad de apacentar, regir y gobernar a la Iglesia universal, como se contiene hasta en las actas de los Concilios ecuménicos y en los sagrados cánones". (Decreto para los griegos, 6 de julio de 1439. Dz.694)

El Papa Pío VI condenó esta doctrina: "Todos los obispos juntos y en un solo cuerpo gobiernan la misma Iglesia, cada uno de ellos con pleno poder".

Algunos intentan salvar al Vaticano II de la herejía diciendo que el Concilio enseña que el Papa es la cabeza de la Colegio Apostólico y que no puede actuar sin él. Pero esto no lo salva de la herejía, porque el Papa en ese caso simplemente se convierte en otro miembro del colegio de obispos, y simplemente en una condición de su poder, pero no en la fuente de su poder.

Otros intentan salvar al Concilio señalando que el documento afirma que el Papa es el jefe de la Iglesia: "En virtud de su cargo, es decir, como Vicario de Cristo y pastor de toda la Iglesia, el Romano Pontífice tiene pleno, poder supremo y universal sobre la Iglesia”. Sin embargo, este es un intento fútil. Ninguna organización puede tener dos jefes, dos legisladores supremos. Por ejemplo, es imposible que el rey y el parlamento sean el legislador supremo. Uno debe tener la última palabra, a quien el otro está subordinado. El rey Carlos I de Inglaterra perdió la cabeza al defender la supremacía del rey sobre el parlamento.

Aún otros intentan salvar al Concilio citando la Nota Preliminar de Explicación (la Nota Prævia) , pero esto es inútil, ya que no es parte del documento aceptado por los obispos. El teólogo modernista Yves Congar se apresuró a señalar esto cuando era un perito en el Concilio. Además, no hay nada en la Nota Prævia que cancele la herejía conciliarista en el documento.

La doctrina católica enseña que el Papa, como jefe supremo de la Iglesia, puede invitar a los obispos a un concilio general, en el cual, mediante su consentimiento, participan en su poder para gobernar a la Iglesia. Aparte de estos concilios generales, la autoridad de los obispos se limita a sus diócesis. El poder para gobernar las diócesis es de Cristo, pero llega a ellos a través del Romano Pontífice, quien puede quitarles el poder cuando lo desee. El Papa Pío XII enseñó en la Encíclica Mystici Corporis:

"...por lo que a su propia diócesis se refiere, apacientan y rigen como verdaderos Pastores, en nombre de Cristo, la grey que a cada uno ha sido confiada; pero, haciendo esto, no son completamente independientes, sino que están puestos bajo la autoridad del Romano Pontífice, aunque gozan de jurisdicción ordinaria, que el mismo Sumo Pontífice directamente les ha comunicado". (n.42)

El obispo Fellay se vende a los modernistas respecto del Concilio. Hace aproximadamente un año, el Vaticano le dijo a la Sociedad de San Pío X que no podría haber esperanza de reconciliación a menos que la FSSPX acepte el Vaticano II y el magisterio posterior a éste. Al decir que no hay herejía en el Vaticano II, el obispo Fellay dice que el Vaticano II es ortodoxo, es decir, católico, y no es ofensivo para la fe católica.

Si es así, ¿qué hemos estado haciendo durante los últimos cincuenta años?

El obispo Fellay también se vende en la cuestión de la Nueva Misa. El obispo Fellay hace esta afirmación notable: "No toda misa nueva es un escándalo directamente, pero la celebración repetida de la nueva misa conduce a un debilitamiento o incluso a una pérdida de la fe...”.

Pregunta: ¿cómo podría no ser un escándalo si lleva a la pérdida de la fe? ¿Cómo podría una Iglesia infalible e indefectible, la Iglesia de Cristo, asistida por el Espíritu Santo, el pilar y el fundamento de la verdad, como la llama San Pablo, promulgar a todo el mundo un rito que lleve a la pérdida de la fe? La declaración del obispo Fellay cae bajo el anatema del Concilio de Trento: 

“Si alguien dice que las ceremonias, vestimentas y signos externos que la Iglesia católica usa en la celebración de las misas son incentivos a la impiedad en lugar de servicios de piedad, él sea anatema ". (El Sacrificio Eucarístico, Sesión XXII, 17 de setiembre de 1562)

El obispo Fellay afirma en esta misma entrevista que la Misa tradicional es como una trompeta de plata, mientras que la Nueva Misa es como una trompeta de bronce:

Solo digo que si está recibiendo a un jefe de Estado y tiene la opción de elegir entre una trompeta de plata y una trompeta de bronce, ¿elegiría la trompeta de bronce? Sería un insulto. No lo harías. Incluso las mejores Misas nuevas son como trompetas de bronce, en comparación con la liturgia tradicional. Para Dios, elegiríamos lo que es mejor.

La única conclusión que se puede extraer de esta declaración es que la nueva misa es una misa católica, pero es simplemente inferior a la misa tradicional. Después de todo, ¡ambas son trompetas! El de plata es simplemente más bonito que el de bronce. Creo que una mejor analogía hubiera sido comparar la Nueva Misa no con una trompeta de bronce, sino con un elefante gigante que pasa gas.

El obispo Fellay, hasta hace poco, era el jefe de la organización que pretende ser el baluarte de la tradición, la única esperanza de los fieles católicos que desean protegerse del Vaticano II y sus reformas. Sin embargo, todo está confundido con respecto a los más altos principios de resistencia al Vaticano II. Por un lado, dice que la Nueva Misa debilita o destruye tu fe, lo que significa que es veneno, y luego algunas líneas más abajo dice que es una trompeta de bronce y no una de plata, lo que indica que simplemente hay una diferencia de Calidad entre las dos misas.

Es por esta razón que nos regocijamos por nuestra separación de la FSSPX en 1983. Vimos las semillas de esta confusión teológica absoluta, esta teología a la Maxine Waters (Diputada Demócrata conocida por sus posiciones progresistas. N. del Traductor), y no queríamos formar parte de ella.

Podemos ser pequeños en comparación con la FSSPX, pero no estamos confundidos. Como lo expresó Garrigou-Lagrange: “Mil idiotas no equivalen a un genio”. Asimismo, mil sacerdotes confundidos no igualan a un sacerdote de cabeza lúcida.


Fuente: In Veritate (Blog de Monseñor Sanborn)

Traducción: Cristo Vuelve




Sea todo a la mayor gloria de Dios.

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