ALOCUCIÓN CONSISTORIAL
IL GRAVE DOLORE
DE NUESTRO SANTÍSIMO SEÑOR
PÍO
POR LA DIVINA PROVIDENCIA
PAPA X
SOBRE LA GUERRA INTERIOR CONTRA LA IGLESIA
(27 de mayo de 1914)
[1]. El grave dolor (1) experimentado desde el consistorio de 1911 por la pérdida de tantos cardenales insignes ha sido en alguna manera suavizado con el consuelo de haber podido llenar este vacío adscribiendo anteayer al Sacro Colegio a vosotros, queridos hijos nuestros. Las prerrogativas de piedad, de doctrina y de celo que os distinguen, y sobre todo la devoción que profesáis a esta Santa Sede Apostólica, nos aseguran que seréis para Nos una eficaz ayuda para mantener intacto el depósito de la fe, para guardar la disciplina eclesiástica y para resistir a los asaltos encubiertos de que se hace objeto a la Iglesia, no tanto por parte de los enemigos declarados, sino especialmente por sus mismos hijos (2) Porque, si se ha debido a la indomable firmeza de nuestros padres, a su solícita vigilancia, a su celoso afán y a su delicadeza, diríamos casi virginal, en materia de doctrina el triunfo de la Iglesia sobre todos los peligros y sobre todos los asaltos lanzados contra ella en el curso de los siglos, tal vez en ningún tiempo fué tan necesario vigilar este sagrado depósito para que se mantenga su integridad y pureza. Estamos, desgraciadamente, en un tiempo en que con mucha facilidad se reciben con simpatía y se adoptan ciertas ideas de conciliación de la fe con el espíritu moderno, ideas que llevan mucho más lejos de lo que se piensa, no solamente al debilitamiento, sino a la pérdida total de la fe (3). Ya no resulta extraño el sentimiento que se déleita con las palabras tan vagas de aspiraciones modernas, de fuerza del progreso y de la civilización, afirmando la existencia de una conciencia laica, de una conciencia política opuesta a la conciencia de la Iglesia, contra la cual se pretende el derecho y el deber de reaccionar para corregirla y enderezarla (4) No es raro encontrarse con personas que excluyen toda duda e incertidumbre de ciertas verdades y también de ciertas afirmaciones obstinadas basadas en errores manifiestos cien veces condenados, y, esto no obstante, piensan no haberse alejado jamás de la Iglesia porque ejercitan de vez en cuando las prácticas cristianas. ¡Oh cuántos navegantes, cuántos pilotos y, Dios no lo quiera, cuántos capitanes, confiando en las novedades profanas y en la ciencia mentirosa del tiempo, en lugar de llegar a puerto, han naufragado!
[2]. Entre tantos peligros, en toda ocasión Nos no hemos dejado de hacer oír nuestra voz para llamar a los equivocados, para indicar los daños y para trazar a los católicos el camino que tienen que seguir. Pero no siempre ni por todos ha sido bien entendida e interpretada nuestra palabra, a pesar de ser clara y precisa. Incluso no pocos, siguiendo el ejemplo funesto de los adversarios que esparcen la cizaña en el campo del Señor para introducir en él la confusión y el desorden, se han atrevido a dar a nuestra palabra arbitrarias interpretaciones, atribuyéndole un significado totalmente contrario al querido por el Papa y guardando como respuesta un prudente silencio.
[3]. En estas duras circunstancias, Nos tenemos necesidad precisamente del valioso y eficaz concurso de vuestra labor, queridos hijos nuestros, tanto en las diversas diócesis a las cuales tornaréis con la dispensa papal como en la Curia y Congregaciones romanas, porque, en virtud de la dignidad. a la que habéis sido levantados, unidos de mente y de corazón al Papa, estáis entre los primeros maestros de la Verdad, predicadores de las determinaciones del Papa. Predicad a todos, pero especialmente a los eclesiásticos y a los demás religiosos (5) que nada desagrada tanto -a Nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, a su Vicario, como la discordia en materia de doctrina (6) porque en las desuniones y en las disputas Satanás se lleva siempre el triunfo y domina a sus redimidos. Para conservar la unión en la integridad de la doctrina, prevenid especialmente a los sacerdotes contra el trato frecuente de personas de fe sospechosa y contra la lectura de libros y diarios, no diremos pésimos, de los que está ausente toda virtud, sino también de aquellos que no están totalmente aprobados por la Iglesia, porque es mortal el aire que se respira y es imposible andar con pez y no quedar' manchado. Si alguna vez os encontráis con quienes se glorían de creyentes, fieles al Papa, y quieren ser católicos, pero tendrían por el mayor insulto ser llamados clericales, decidles solemnemente que hijos fieles del Papa (7) son aquellos que obedecen su palabra y le siguen en todo, y no aquellos que buscan los medios para eludir las órdenes del Papa o para obligarle, con insistencia digna de mejor causa, a exenciones o dispensas tanto más dolorosas cuanto son más dañosas y escandalosas. No ceséis nunca de repetir que, si el Papa ama y aprueba las asociaciones católicas que buscan también el bien material, ha inculcado siempre que en ellas debe tener la prevalencia el bien moral y religioso, y que al justo y loable intento de mejorar la suerte del obrero y del ciudadano debe ir siempre unido el amor a la justicia y el uso de los medios legítimos para mantener entre las varias clases sociales la armonía y la paz. Decid claramente que las asociaciones mixtas, las alianzas con los no católicos para el bienestar material en determinadas condiciones, están permitidas, pero que el Papa prefiere aquellas uniones de fieles que, depuesto todo humano respeto y cerrado el oído a toda alabanza o amenazas contrarias, se cierran en torno a aquella bandera que, por muy combatida que sea, es la más espléndida y gloriosa, porque es la bandera de la Iglesia.
[4]. Este es el campo, queridos hijos nuestros, en el cual debéis ejercitar vuestra actividad y vuestro celo. Pero, como nada vale nuestro trabajo si no es bendecido por el cielo, rogamos a Nuestro Señor Jesucristo, que estrechó y selló con su sangre la fraternidad universal del género humano y reunió a todos aquellos que habían de creer en El como en una sola familia, que coordine para nuestro trabajo las inteligencias y las voluntades de todos con tal perfección de concordia, que todos los hijos de la Iglesia sean una sola cosa entre sí, como son una sola cosa El y el Padre.
[5]. Con esta confiada esperanza, os impartimos con efusión de corazón la bendición apostólica.
Notas
1. Pío X, Alocución pronunciada ante el Sacro Colegio en el consistorio secreto de 27 de mayo de 1914, AAS 6 (1914) 260-261. Texto original en italiano.
2. Sobre el modernismo, la gran herejía del siglo XX, véanse la alocución consistorial de 17 de abril de 1907 condenando el neorreformismo religioso (ASS 40 [1907] 266-269); el decreto Lamentabili sane, de 3 de julio de 1907, condenando 65 proposiciones modernistas (ASS 40 [1907] 469-478); la encíclica Pascendi dominici, de 8 de septiembre de 1907, sobre el modernismo (ASS 40 [19071 593-650), y la alocución consistorial de 16 de diciembre del mismo año sobre el peligro del modernismo y su raíz espiritual (ASS 41 [1908] 21-24).
3, En el sermón pronunciado el dia 13 de diciembre de 1008 por San Pío con motivo la beatificación de Juana de Arco. Juan Eúdes y otros mártires franceses, el Papa caracterizaba la época moderna como ¿poca de incredulidad, indiferencia religiosa y debilidad de caracteres. La generación actual, dice el Papa, tiene todas las incertidumbres y vacilaciones del hombre que avanza a tientas porque ha despreciado la palabra de Dios (AAS 1 [1909] 142-145).
4. Véanse las siguientes palabras de San Pío X, pronunciadas el día 10 de mayo de tu» ante los representantes de la Federación de Universidades Católicas con motivo del II Congreso, celebrado en Roma: «El criterio primero y mayor de la fe, la regla suprema e indestructible de la ortodoxia, es la obediencia al magisterio siempre viviente e infalible de la Iglesia, constituida por Cristo columna et firmamentum veritatis. .. La fe no entra por los ojos, sino por el oído, por el magisterio vivo de la Iglesia, sociedad visible, compuesta de maestros y discípulos, de gobernantes y subditos, de pastores y ovejas... Por esto andan extraviados aquellos católicos que, para honrar la crítica histórica y filosófica y el espíritu de discusión que todo lo ha invadido, los ponen en primer lugar incluso en materia religiosa, insinuando la tesis de que con el estudio y con la investigación debemos formarnos una conciencia religiosa conforme a los tiempos, o, como ellos dicen, moderna. Y asi, con un sistema sofístico y engañoso, falsean el concepto de la obediencia enseñado por la Iglesia se arrogan el derecho de juzgar las determinaciones de la autoridad, incluso menospreciándolas; se atribuyen una misión que no tienen... para imponer reformas; limitan la obediencia a los actos externos, si no es que resisten y se rebelan contra la misma autoridad, contraponiendo el juicio falaz de cualquier persona sin autoridad ni competencia, o de la propia conciencia privada, engañada por vanas sutilezas, al juicio y al precepto de quien por divino mandato es legitimo juez, maestro y pastor" (AAS 1 [1909] 461-464).
5. Véase la encíclica Pieni l'animo, de 28 de julio de 1906, al episcopado italiano, acerca de necesidad de reprimir en el clero el espíritu de desobediencia e independencia (ASS 39 [1906] 321-330).
6. Sobre esta necesidad de la unidad véase el sermón pronunciado por San Pió X ante el episcopado francés en la audiencia de 20 de abril de 1909 (AAS 1 [1909] 41 1-4 12) y el sermón, ya citado, en la beatificación de Juana de Arco y otros mártires franceses (AAS 1 [1909] 142-145). En este último sermón desarrolla el Papa el tema providencialista de la misión de los pueblos a la luz de la teología de la historia. Cada nación tiene en la historia una misión providencial. Misión a la que puede ser fiel o infiel, según que obedezca a los dictados de la fe y de la razón o se aparte de éstos. Si lo primero, esa nación se hace grande. Si lo segundo, ese Estado degenera. Los Estados viven en la perpetua alternativa de ser grandes apoyados en Dios o ser miserables apoyados en sí mismos, desconectados de Dios. El futuro de Francia, termina el Papa, depende de la solución que dé el pueblo francés a esta alternativa.
7. «Cuando se ama al Papa, no se entablan discusiones en torno a lo que él dispone o exige, o hasta dónde debe llegar la obediencia y en qué cosas se debe obedecer; cuando se ama al Papa, no se dice que no ha hablado bastante claro, como si estuviera obligado a repetir al oído de cada uno la voluntad claramente expresada tantas veces, no sólo de palabra, sino con cartas y otros documentos públicos; no se ponen en tela de juicio sus órdenes, aduciendo el fácil pretexto de quien no quiere obedecer; que no es el Papa el que manda, sino los que le rodean; no se limita el campo en que puede y debe ejercer su autoridad; no se antepone a la autoridad del Papa la de otras personas aun doctas que disienten del Papa, las cuales, si son doctas, no son santas, porque el que es santo no puede disentir del Papa» (Discurso de San Pio X a los sacerdotes de la Unión Apostólica, 18 de noviembre de 1912: AAS 4 [1912] 693-69S).
Sea todo a la mayor gloria de Dios.
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