SANTA LUCÍA
Virgen y Mártir
n. hacia el año 283 en Siracusa, Sicilia;
† martirizada hacia el año 304 en Siracusa, Sicilia
en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo,
para que por Él tengamos la vida.
(1 Juan, 4, 9)
- En Siracusa de Sicilia, el triunfo de santa Lucía, Virgen y Mártir, en la persecución de Diocleciano. Esta noble doncella, entregada, de orden del Consular Pascasio, a hombres impúdicos que la llevasen donde el populacho ultrajase su pudor, no la pudieron en modo alguno mover, ni valiéndose de sogas ni con muchos pares de bueyes; después, habiendo superado, sin recibir lesión, el tormento de la pez, resina y aceite hirviendo, por fin, atravesada con un cuchillo la garganta, consumó el martirio.
- En Molíns de Francia, el tránsito de santa Juana Francisca Fremiot de Chantal, Viuda, que fue Fundadora de la Orden de Monjas de la Visitación de santa María; y señalada por la nobleza de su sangre, por la santidad que constantemente ejercitó en cuatro estados de vida y por el don de milagros, fue puesta por el Sumo Pontífice Clemente XIII en el número de las Santas. Su sagrado cuerpo fue trasladado a Annecy en Saboya, y sepultado con solemne pompa en la Iglesia principal de su Orden. Su fiesta, por decreto del Papa Clemente XIV, se celebra en toda la Iglesia el 21 de Agosto.
- En Armenia, el suplicio de los santos Mártires Eustracio, Auxencio, Eugenio, Mardario y Orestes, en la persecución de Diocleciano. Eustracio, primeramente por orden de Lisias, y después en Sebaste presidiendo Agricolao, junto con Orestes, torturado con exquisitos tormentos y, arrojado en un horno, entregó su espíritu a Dios. Orestes, extendido en un lecho de hierro candente, pasó al Señor. Los demás, ejercitados con durísimos suplicios en Arábraco, de orden del Presidente Lisias, consumaron en diversas formas el martirio. Sus cuerpos fueron posteriormente trasladados a Roma y honoríficamente colocados en la Iglesia de San Apolinar.
- En la isla de Solzi, cerca de Cerdeña, el martirio de san Antíoco, en tiempo del Emperador Adriano.
- En Cambray de Francia, san Audberto, Obispo y Confesor.
- En la aldea de Ponthieu de Francia, san Judoco, Presbítero y Confesor.
- En territorio de Estrasburgo, santa Otilia, Virgen.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.
SANTA LUCÍA
Virgen y Martir
Santa Lucía, virgen de Siracusa, habiendo obtenido la curación de su madre orando sobre la tumba de Santa Ágata, de inmediato le pidió permiso para distribuir a los pobres la dote que le había destinado. Su pretendiente la denunció al juez como cristiana. El tirano la hizo prender y ordenó se la condujese a un infame lugar; pero no les fue posible moverla del lugar en que estaba. Empleóse el hierro y el fuego: ella pidió a Dios que prolongase su martirio para fortificar a los cristianos en la fe, predijo la tranquilidad de que gozaría la Iglesia después de la muerte de los emperadores Diocleciano y Maximino, y entregó su alma a Dios, hacia el año 304.
MEDITACIÓN
SOBRE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE
I. Preciso es que el hombre sea algo grande puesto que Dios creó para él el mundo y todas las cosas que encierra. Considera lo que existe de más bello en el firmamento y en toda la tierra, y después di: Cosa más grande soy que todas esas maravillas, porque ellas no han sido creadas sino para servirme. ¡Oh Dios mío, Vos honráis demasiado a vuestros amigos; cuánto agradecimiento os debemos! Pero, ¡cuán desgraciados somos al hacernos esclavos de esas creaturas de las cuales somos soberanos!
II. El fin para el cual hemos sido creados hace ver claramente la grandeza y la nobleza del hombre. Dios nos ha sacado de la nada para servirle y para poseerle un día: he aquí nuestro fin durante esta vida y durante la eternidad. Cristiano, levanta tu corazón; no estás en este mundo para gozar de él, sino para servir a Dios y para amarlo. ¿Por qué, pues, abandonar a Dios, fuente de todo bien? ¿Por qué buscar placeres imperfectos entre las creaturas? Elevemos nuestros ojos al cielo, a fin de que la tierra no nos seduzca con sus diversiones y placeres (San Cipriano).
III. El precio que Jesucristo ha pagado para rescatarnos es una prueba convincente de la estima que Dios hace del hombre, puesto que prefirió sacrificar a su Hijo antes que dejar perder a esta noble creatura. Vemos con ello lo que valemos y cuánto nos estima Dios. Recordemos, pues, que Jesucristo, después de haber dado tanto por nosotros, espera mucho de nosotros. Él sabe cuánto le hemos costado; no nos menospreciemos pues, nosotros que somos tan preciosos a los ojos de Dios (San Eusebio).
La pureza.
Orad por las vírgenes.
ORACIÓN
Escuchadnos, oh Dios Salvador nuestro, y que la fiesta de la bienaventurada Lucía, virgen y mártir, al mismo tiempo que regocija nuestra alma, la enriquezca con los sentimientos de una tierna devoción. Por J. C. N. S.
Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. – Tomo IV, Patron Saints Index.
Visto en Tradición Católica
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