sábado, 26 de septiembre de 2020

Martirologio Romano 26 de septiembre

 

SAN CIPRIANO Y SANTA JUSTINA,
Mártires


Yo me voy, y vosotros me buscaréis,
y moriréis en vuestro pecado.
(Juan 8, 21)


  • En Nicomedia, el triunfo de los santos Mártires Cipriano y Justina, Virgen. Justina, en tiempo del Emperador Diocleciano y del Presidente Eutolmio, habiendo padecido mucho por Cristo, convirtió también a la fe Cristiana al mismo Cipriano, que era mago y con sus artes mágicas se esforzaba en trastornarle el juicio, y después padeció con él el martirio. Sus cuerpos, arrojados a las fieras y recogidos de noche por unos marineros Cristianos, fueron llevados a Roma, y más tarde trasladados a la Basílica Constantiniana y colocados cerca del Baptisterio.
  • En Roma, san Calístrato, Mártir, con otros cuarenta y nueve soldados, los cuales en la persecución de Diocleciano, habiendo visto que Calístrato cosido en un saco de cuero y arrojado al mar, con el auxilio de Dios había salido incólume, convirtiéronse a Cristo, y juntamente con él padecieron el martirio.
  • En Bolonia, san Eusebio, Obispo y Confesor.
  • En Brescia, san Vigilio, Obispo.
  • En territorio de Frascati, san Nilo, Abad, que fue Fundador del monasterio de Grotaferrata y varón de gran santidad.
  • En Tiferno de Umbría, san Amancio, Presbítero, esclarecido con el don de milagros.
  • En Albano, san Senador.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.

R. Deo Gratias.





SAN CIPRIANO Y SANTA JUSTINA, 
Mártires


Santa Justina de Antioquía rehusó casarse con un joven pagano. Fue éste a consultar a un mago célebre, llamado Cipriano, sobre los medios que debía emplear para vencer a la doncella. Cipriano empleó todos los secretos de su arte; pero el demonio le confesó que ningún poder tenía sobre los cristianos. Esta respuesta lo convirtió; hasta llegó a ser obispo de Antioquía. Padeció con Santa Justina garfios de hierro, azotes y pez hirviendo; finalmente fueron decapitados.



MEDITACIÓN
SOBRE EL APLAZAMIENTO DE LA CONVERSIÓN


I. No difieras tu conversión de día en día: Dios, que promete perdonar al arrepentido, no ha prometido esperar al pecador que difiere su conversión. La vida es tan incierta que una pronta conversión es absolutamente necesaria; porque de esta conversión depende una eternidad de dicha o de infortunio. El negocio de la salvación es tan importante, que no debe ser dejado para mañana. El día de mañana no pertenece al cristiano (Tertuliano).

II. Pero aun cuando estuvieras seguro de llegar a extrema vejez, no sería ello razón para diferir hasta entonces tu conversión. En efecto, el cuerpo debilitado por la edad y la enfermedad no buscará sino el descanso, los malos hábitos se habrán convertido en segunda naturaleza; acaso Dios retire las gracias que hoy menosprecias. Sin duda que el perdón está prometido al que se arrepiente; ¿pero pretenderás hacer entonces penitencia?

III. Esperas para convertirte el momento de tu muerte: pero ¿quién te ha dicho que no morirás de muerte repentina e imprevista? ¿Quién te ha asegurado que conservarás el uso de tu razón? Suponte que goces en ese supremo momento del pleno uso de tus facultades, ¿qué clase de penitencia es la que consiste en dejar el pecado cuando ya no se lo puede cometer? Imita a aquel cortesano que, después de haber leído la vida de San Antonio, dijo a uno de sus amigos: “Voy a servir a Dios; ahora mismo comienzo y en este lugar; si no quieres imitarme, por lo menos no te opongas a mi resolución”.


La penitencia.
Orad por la conversión de los pecadores.


ORACIÓN
Haced, Señor, que experimentemos los efectos incesantes de la protección de vuestros bienaventurados mártires Cipriano y Justina, puesto que no cesáis de mirar con bondad a los que favorecéis con tan poderoso socorro. Por J. C. N. S.



Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J., Tomo III; Patron Saints Index.








Sea todo a la mayor gloria de Dios.

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