SAN AMÉ o AMATO DE REMIREMONT,
Abad
n. hacia el año 567 en Grenoble, Francia;
† hacia el año 630
Quien es fiel en lo poco,
también lo es en lo mucho.
(Lucas 16, 10)
- En Alejandría, el triunfo de San Felipe, padre de santa Eugenia Virgen, el cual, renunciada la Prefectura de Egipto, consiguió la gracia del Bautismo, y puesto en oración, fue mandado degollar por el Prefecto Terencio, sucesor suyo.
- Igualmente los santos Mártires Macrobio y Julián, que padecieron en tiempo de Licinio.
- El mismo día, san Ligorio, Mártir, que, viviendo en el yermo, fue muerto por los Gentiles en odio de la fe de Cristo.
- En Alejandría, san Eulogio, Obispo, célebre en doctrina y santidad.
- En Angers de Francia, san Maurilio, Obispo, el cual resplandeció con innumerables milagros.
- En Sens, san Amado, Obispo y Confesor.
- En el monasterio de Remiremont, en Francia, san Amadeo, Presbítero y Abad, ilustre por la abstinencia y por el don de milagros.
- El mismo día, san Venerio, Confesor, varón de admirable santidad, que llevó vida eremítica en la isla de Palmarola.
- En Salta, Argentina, Nuestra Señora del Milagro.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.
SAN AMÉ O AMATO DE REMIREMONT,
Abad
San Amé nació en Grenoble, a mediados del siglo VI, y fue educado en el monasterio de Agaune, donde vistió el hábito religioso. Después de haber vivido algunos años en ese monasterio, se retiró, con el consentimiento de su abad, a una caverna situada en lo alto de una roca. Pasó mucho tiempo en esa soledad, ayunando a pan y agua y obrando numerosos milagros. A pedido de San Eustasio, abad de Luxeuil, se asoció a sus trabajos apostólicos y realizó numerosas conversiones. Persuadió a un señor de Austrasia, San Romarico, a que dejara el siglo y juntos fundaron un monasterio que más tarde se llamó Remiremont. Severo para consigo mismo, indulgente para con el prójimo, San Amé supo, por su dulzura y caridad, conciliar el amor de Dios y de los hombres. Murió sobre la ceniza, revestido de un cilicio, hacia el año 630.
MEDITACIÓN
SOBRE TRES MOTIVOS
PARA EVITAR EL PECADO VENIAL
I. Hay que evitar con esmero las faltas veniales, porque ellas conducen insensiblemente al pecado mortal. Nadie se hace malo de golpe; un pequeño pecado atrae otro más grande. Así como nada dejas de hacer para prevenir las menores enfermedades del cuerpo, esfuérzate también para prevenir las del alma. No hay excusa ni pretexto que pueda justificar ni el menor de los pecados veniales. No se puede excusar lo que Dios condena (Tertuliano).
II. El pecado venial, por pequeño que te parezca, es un grandísimo mal, puesto que ofende a Dios. ¿Has reflexionado alguna vez en el sentido de estas palabras: Me inquieto poco por faltas veniales, siempre que no cometa las mortales? Acaso no equivalen a éstas: yo no quiero crucificar y dar muerte a Jesucristo, solamente quiero coronarlo de espinas, azotarlo, escupirlo y abofetearlo; y si el temor del infierno no me retuviese, ¿no acabaría así por crucificarlo y darle muerte? ¿Podría concebirse que un cristiano tenga semejante lenguaje?
III. Todos tus pecados veniales serán expiados en las llamas del purgatorio, si las lágrimas de la penitencia no los borran en esta vida. ¡Oh! ¡qué crueles son esas llamas! ¡qué espantoso ese lugar! ¿Quisieras pagar la satisfacción que te procura un pecado venial, al precio de los suplicios del purgatorio? Este fuego pasajero es un tormento más intolerable que todas las tribulaciones de la vida presente (San Gregorio).
La caridad.
Orad por vuestros amigos.
ORACIÓN
Señor, escuchad favorablemente las humildes súplicas que os dirigimos en la solemnidad de vuestro confesor San Nicolás de Tolentino, a fin de que, no poniendo nuestra confianza en nuestra justicia, seamos socorridos por los ruegos de aquél que os fue agradable. Por J. C. N. S.
Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J., Tomo III; Patron Saints Index.
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