SAN CALIXTO
Papa y Mártir
† martirizado hacia el año 222
Dad gracias en todo tiempo y por todo a Dios Padre,
en el Nombre de Nuestro Señor Jesucristo.
(Efesios 5, 20)
- En Roma, en la vía Aurelia, el triunfo de san Calixto I, Papa y Mártir, el cual, por orden del Emperador Alejandro, largamente atormentado con hambre en la prisión y diariamente apaleado, por último precipitado de la ventana del edificio en que estaba preso, y sumergido en un pozo, mereció el triunfo de la victoria.
- En Rímini, san Gaudencio, Obispo y Mártir.
- En Cesarea de Palestina, los santos Carponio, Evaristo y Prisciano, hermanos de santa Fortunata, los cuales, degollados, recibieron juntos la corona del martirio.
- También los santos Saturnino y Lupo.
- En Cesarea de Palestina, santa Fortunata, Virgen y Mártir; hermana de los dichos Mártires Carponio, Evaristo y Prisciano; la cual, en la persecución de Diocleciano, superados el potro, el fuego, las fieras y otros tormentos, entregó su espíritu a Dios. Su cuerpo fue después conducido a Nápoles de Campania.
- En Todi de Umbría, san Fortunato, Obispo, el cual, según refiere san Gregorio Papa, estuvo dotado de inmenso poder para lanzar-espíritus inmundos.
- En Wurzburgo de Alemania, san Burcardo, que fue el primer Obispo de aquella ciudad.
- En Brujas de Flandes, san Donaciano, Obispo de Reims.
- En Lyon de Francia, san Justo, Obispo y Confesor, varón de admirable santidad y espíritu profético; el cual, renunciando el Obispado, se retiró a un yermo de Egipto con Viador, Lector suyo, y allí, transcurridos algunos años en una vida como de Ángeles, y llegándosele el premio de sus trabajos, pasó al Señor a recibir la corona de justicia. Su santo cuerpo, junto con los huesos de san Viador, su ministro, fue más tarde trasladado a Lyon el día 2 de Septiembre.
- El mismo día el tránsito de santo Domingo el Lorigado.
- En Arpino del Lacio, san Bernardo, Confesor.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.
SAN CALIXTO
Papa y Mártir
San Calixto gobernó la Iglesia bajo el reinado del emperador Heliogábalo. Edificó una basílica al otro lado del Tiber y agrandó las catacumbas situadas sobre la vía Apia que desde entonces llevan su nombre. Opuso el ayuno y las lágrimas a los goces insensatos de los paganos y todo emprendía para extender el reino de Jesucristo. Su celo apostólico fue coronado por el martirio, hacia el año 222, después de cuatro años de pontificado.
MEDITACIÓN
SOBRE LA INGRATITUD
I. Estás obligado a agradecer a Dios por todas las gracias que te ha concedido. ¿Cuántas has recibido? Muchas conoces pero más aun ignoras. ¿Le has agradecido alguna vez que te haya creado, que te haya conservado la vida? Te ha redimido, te ha hecho nacer de padres cristianos, te ha dado riquezas, salud e ingenio. Agradécele todos estos favores. Señor, soy todo vuestro, me ofrezco todo a Vos.
II. La ingratitud ciega la fuente de las gracias. Dios es celoso de su gloria, no permite que le sea sustraída; no agradecerle, es privarlo del honor que se le debe, es obligarlo a que no te conceda lo que después le pidas. Dios mío, os daré gracias no sólo de la prosperidad sino también de la adversidad, pues todo lo que me sucede, excepto el pecado, es efecto de vuestra bondad para conmigo. Somos extrañamente ingratos: no agradecemos a Dios sino cuando nos colma de bienes terrenos, que, sin embargo, a menudo son perjudiciales para nuestra salvación. Aprendamos a agradecer a Dios no sólo en la prosperidad, sino también en la adversidad (San Gregorio).
III. Hay tres grados en la ingratitud. El primero es olvidar los beneficios; el segundo, devolver mal por bien; el tercero, servirse de los beneficios recibidos para ofender al bienhechor. ¿Cuántas veces no te has servido tú del ingenio, de la salud, de las riquezas o de los talentos que Dios te ha dado, para ofenderle? Si olvidas a Dios cuando te beneficia, Él te enviará aflicciones para volverte al cumplimiento de tu deber. Aprende el orden de la divina Providencia: si no se reconoce a Dios en sus beneficios, se lo reconocerá en sus castigos (San Cipriano).
La humildad
Orad por vuestros benefactore
ORACIÓN
Oh Dios, que veis nuestra impotencia para hacer el bien, dignaos fortificarnos en vuestro amor mediante los ejemplos de vuestros santos. Por J. C. N. S.
Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J., Tomo IV; Patron Saints Index.
Visto en Tradición Católica
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