domingo, 1 de enero de 2017

R.P. Leonardo Castellani: Evangelio de la Circuncisión






En aquel tiempo: Habiéndose cumplido los ocho días para su circuncisión, le pusieron por nombre Jesús, el mismo que le fué dado por el ángel antes que fuese concebido en el seno. 
Lucas II, 21


Domingueras Prédicas I
R.P. Leonardo Castellani


Evangelio de la Circuncisión
Día Primero del Año (1967)


La Circuncisión y el Nombre de Jesús; hoy diríamos el bautizo y la entrada en la religión de Moisés. Jesucristo entró en la religión israelita, "nacido bajo la Ley", y no la renegó nunca aunque reprendió altamente los abusos introducidos en ella. Digo esto, porque hay ahora en la Argentina dos filósofos que sostienen erróneamente lo contrario, a saber que el Dios de Jesús fue diferente del Dios de Moisés, que una cosa es Jehová o Yahvéh y otra el Padre, el de los cielos; y que en suma, el Viejo Testamento ha caducado como todo viejo, y que nuestra religión "recedant vetera, nova sint omnia" (1), no tiene nada que ver con la religión judía. Con la religión judía de hoy, pase; con la antigua, con el mosaísmo, es un error patente, en el cual no quiero detenerme.

Todas estas fiestas del ciclo de Navidad hasta Cuaresma son fiestas de alegría: los misterios gozosos del Rosario: la Anunciación del Angel, el nacimiento de Juan Bautista, la Natividad, los Pastores/ los Magos, la Circuncisión, la Purificación, el encuentro del Niño en el Templo, la Sagrada Familia, las Bodas de Caná, los dos primeros capítulos de Lucas y de Mateo. La consigna es la alegría; y la Iglesia ha conseguido inculcar la alegría de Navidad y de Pascua de tal forma en el pueblo, que no la pueden suprimir ni en Rusia -ni en los Estados Unidos. En estos días de Navidad hasta el diario "Clarín" o "La Nación" arecerían haberse convertido al Cristianismo.

Pero ¿hay una fiesta de la Iglesia que no proclame la alegría? No la hay. ¿Y la Pasión de Cristo, la Semana Santa? La Semana Santa, su fin es la alegría de Pascua, Pascua Florida en Europa, Pascua frutal entre nosotros. La Iglesia no ha instituido la fiesta del Infierno, la fiesta de la Muerte, la fiesta del Juicio Final o la fiesta del Fin del Mundo (los cuatro Novísimos): la Iglesia celebra solamente la Gloria. Cada día celebra la fiesta de un humano -muerto, de 10 ó 15 humanos- que han ganado definitivamente el Gran Negocio y están en el cielo, atesorados por Dios en forma que ya no se pueden perder.

Bueno, pero eso ¿qué tiene que ver? Nosotros nos podemos perder.

Predicar hoy día la alegría parece una afrenta, parece como una jota aragonesa en un velorio. Da cortedad, da encogimiento hablar de alegría hoy día, estamos rodeados de tantas cosas lamentables, en el orden mundiat en el orden nacionat en el orden urbano, en el orden vecinal y en el orden familiar que hay que tocar la quena y es crimen tocar las castañuelas. A pesar de que casi no salgo, me topo con cada caso lamentable; y no se debe a mi complexión pesimista, porque hombres de temperamento ... de castañuelas justamente, como el P. Amando Conzález Paz, piensan igual que yo, y peor. Valle de lágrimas. La alegría es el afecto del bien presente, la tristeza es el afecto del mal presente -dice el psicólogo- ¿para qué hablar de eso? No están en nuestra mano; si estuvieran en nuestra mano, siempre estaríamos alegres.

Ahí está el intríngulis: que la Iglesia nos manda la alegría, como si estuviera en nuestra mano. Jesucristo y San Pablo son los que inventaron eso: el mandato de la alegría. "Alegráos y saltad de gozo en ese día" -es decir, cuando nos persigan siendo inocentes. Y San Pablo: "Alegraos en el Señor siempre; de nuevo os digo alegraos". ¿Cómo? Se trata de una alegría especial, una alegría que está en nuestra mano. "Alegraos siempre en el Señor". "Mi paz os dejo, mi paz os doy; no la doy como la da el mundo; et gaudium vestrum nema tollet a vobis" (2).

Es decir, que tenemos que ser "los artífices de nuestra felicidad": esta frase pertenece a los filósofos epicúreos, contemporáneos de Cristo, los cuales inventaron una contabilidad del placer -el cual consideraban el último fin del hombre- de modo que calculadamente hiciéramos un catálogo ordenado de los placeres posibles, poniendo los duraderos por encima de los pasajeros y los totales por encima de los parciales; y así convirtiéramos la vida, por medio de un timoneo continuo, en un arte, el arte de vivir. Fracasaron: Epicuro nos ha dejado palabras de desesperación; Lucrecio, el más ilustre de los Epicúreos, autor de un gran poema, "De Natura Rerum", se volvió loco y después se suicidó. Lo que no consiguió Lucrecio, difícil lo consiga yo.

Pero puedo conseguir lo que consiguió San Francisco de Asís: cambiar el plano de los bienes -o los "valores", como dicen hoy; adhiriéndome a los valores que no pasan y no nos pueden quitar. "Donde está tu tesoro, allí está tu corazón" -dijo Cristo; y la recíproca es también verdadera.


Notas

1 "Apártese lo viejo, renuévense todas las cosas".

2 "Y nadie os quitará vuestro gozo".







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