sábado, 14 de mayo de 2016

Martirologio Romano 14 de mayo


SAN BONIFACIO
DE TARSO,

Mártir

n. Asia Menor; † decapitado en el año 306



Así como habéis empleado los miembros de vuestro cuerpo
en servir a la impureza y a la injusticia para cometer la iniquidad,
así ahora empleadlos en servir a la justicia para santificaros.
(Romanos 6, 19)

  • En Tarso de Cilicia, el triunfo de san Bonifacio, Mártir, que padeció imperando Diocleciano y Maximiano; su cuerpo trasladado después a Roma fue sepultado en la vía Latina. 
  • En Francia, san Poncio, Mártir, que, después de convertir a la fe de Cristo, con su predicación y celo, a los dos Césares Filipos, en el imperio de Valeriano y Galieno, consiguió la palma del martirio.
  • En Siria, los santos Mártires Víctor y Corona, en tiempo del Emperador Antonino: a Víctor atormentó el Juez Sebastián con diferentes y horrorosos suplicios; Corona, mujer de un soldado, como, maravillada de la constancia con que el Mártir sufría, lo aclamase por santo, vio dos coronas que bajaban del cielo, destinadas, una para Víctor y otra para ella misma; y como diese de ello público testimonio, la partieron entre dos árboles, y a Víctor cortaron la cabeza.
  • En Cerdeña, las santas Mártires Justa, Justina y Henedina.
  • En Ferento de Toscana, san Bonifacio, Obispo; el cual, según refiere san Gregorio Papa, resplandeció desde niño en santidad y milagros.
  • En la aldea de Betarran, diócesis de Bayona, san Miguel Garicoïts, Confesor, Fundador de la Congregación de Sacerdotes Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús, insigne por el celo apostólico, al cual el Papa Pío XII puso en el catálogo de los Santos.
  • En Niza, al pie de los Alpes, santa María Dominica Mazzarello, Cofundadora del Instituto de María Auxiliadora, la cual, preclara por la humildad, prudencia y caridad, fue puesta por el Papa Pío XII en el catálogo de las santas Vírgenes. 

Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.





SAN BONIFACIO
DE TARSO,
Mártir


San Bonifacio vivía en pecado, en compañía de una dama romana llamada Aglæ, de la que era administrador. Un día esta mujer, movida por la gracia, lo envió al Oriente para que procurase reliquias de mártires. “¿Qué dirías –le dijo Bonifacio al partir– si te trajesen mi cuerpo por el de un mártir? ¿Lo recibirías?” Llegado a Tarso, vio cómo un gran número de mártires soportaban jubilosamente los más crueles tormentos. “¡Ah –exclamó– qué grande es el Dios de los cristianos, qué grande el Dios de los mártires! Servidores de Cristo, rogad por mí para que, unido a vosotros, yo también combata a los demonios”. Y, en efecto, confesó que era cristiano y, después de muchas torturas valientemente soportadas, fue decapitado.
MEDITACIÓN
SOBRE LA CONVERSIÓN DE SAN BONIFACIO

I. Por muy entregado que estuviera al pecado, Bonifacio se distinguía por su caridad. Daba hospitalidad a los viajeros sin recursos e iba, de noche, por calles y plazas socorriendo a los pobres. ¿No te has hecho culpable de faltas contrarias a la pureza? Trata, mediante una tierna caridad para con los pobres, de atraer sobre ti la gracia de Dios. La limosna libra del pecado y de la muerte, e impide que el alma caiga en las tinieblas (Tobías).



II. El arrepentimiento de su cómplice dio principio a la conversión de Bonifacio; la vista de los mártires la terminó. Acaso leyendo el relato de los suplicios de los mártires hayas exclamado: “¡Qué grande es el Dios de los cristianos!” Pero, ¿te ha conducido esta admiración a imitarlos sufriendo con paciencia, por lo menos las pruebas ordinarias de la vida? Las solemnidades de los mártires son exhortaciones al martirio. Tengamos la valentía de hacer lo que nos complacemos en alabar (San Agustín).


III. Cuanto más grande sea la falta, más severa debe ser la penitencia. Contempla a Bonifacio recién convertido. Se le destroza el cuerpo, húndensele agudas cañas por debajo de las uñas, se le vierte en la boca plomo derretido, y no cesa él de repetir: Gracias os doy, Señor Jesús, Hijo de Dios. Recuperemos, como él, el tiempo perdido, mediante el fervor de nuestra penitencia. Y si fuimos para los demás ocasión de pecado, tratemos de reparar con nuestros buenos ejemplos el mal que les hayamos hecho. Así fue como Aglæ quedó firme en el bien por el martirio de Bonifacio. Colocó sus venerables restos en una tumba en la vía Latina y, junto a ella, hizo construir una celda donde en medio de austeridades pasó los últimos quince años de su vida.


El buen ejemplo.
Orad por los que habéis escandalizado.


ORACIÓN
Dios omnipotente, haced, os lo suplicamos, que celebrando
la solemnidad del bienaventurado Bonifacio, vuestro mártir,
merezcamos ser ayudados por su intercesión ante Vos.
Por J. C. N. S.


Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J., Tomo I; Patron Saints Index.




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