domingo, 23 de diciembre de 2018

R.P. Leonardo Castellani: El Comienzo de la Predicación del Bautista




El año décimoquinto del reinado de Tiberio César, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea, Filipo su hermano tetrarca de Iturea y de la Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene, bajo el pontificado de Anás y Caifás, la palabra de Dios vino sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la región del Jordán, predicando el bautismo de arrepentimiento para la remisión de los pecados, como está escrito en el libro de los vaticinios del profeta Isaías: “Voz de uno que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas. Todo valle ha de rellenarse, y toda montaña y colina ha de rebajarse; los caminos tortuosos han de hacerse rectos, y los escabrosos, llanos; y toda carne verá la salvación de Dios”.
Lucas III, 1-6


Domingueras Prédicas I


R.P. Leonardo Castellani


Domínica cuarta de Adviento 
El Comienzo de la Predicación del Bautista (1965)

El Evangelio de hoy es el comienzo de la narración sintética que hace San Lucas sobre el Bautista desde el comienzo de sus prédicas hasta el bautismo de Cristo. Marca cuidadosamente la fecha y el tema de su predicación.

Marca la fecha de acuerdo a la costumbre antigua, por las autoridades: "Marco Servilio et Publio Clodio consulibus, cuando eran cónsules Marco Servilio y Publio Clodio", como cuando decimos: "esto pasó en el tiempo de Y rigoyen" o "esto pasó cuando cayó Frondizi". Cuando cayeron es más fácil de recordar; a mí me pusieron preso cuando cayó Perón.

La religión católica es una religión histórica: su origen está situado en un tiempo histórico y una región histórica -en el Imperio más grande que ha existido y en su tiempo más glorioso, el siglo de Augusto- a diferencia de todas las otras grandes religiones, cuyo origen se pierde en la niebla o bien en regiones no históricas: la vida de Buda o de Mahoma es un amasijo de leyendas. La vida de Cristo nos llega en cuatro crónicas de testigos presenciales con toda la finura del estilo oral hebreo y escritas en la lengua más fina y civilizada del mundo, el griego. Poco después los cristianos eran conocidos en Roma; los dos historiadores máximos, Tácito y Suetonio nombran a los cristianos; y Tácito nombra a Cristo, "Cresto" lo llama; y los Padres Apostólicos, empezando por las cartas de San Ignacio Mártir, y la "Didajé" del siglo II, comienzan a citar los Evangelios, lo mismo que los herejes; lo que prueba su autencía, porque eran contemporáneos. Si por un imposible los cuatro Evangelios se perdieran, su texto se podría reconstruir con las citas de los Santos Padres. En suma, el nacimiento del Cristianismo y de su Fundador está bajo una especie de luz de reflector; y así San Lucas enumera tranquilamente las autoridades civiles y religiosas de Palestina cuando comienza a predicar Juan. No le duelen prendas.

La materia de las prédicas de Juan es simple y curiosa. Predicaba dos cosas: la moral natural por un lado, y que el Mesías ya estaba presente: y él, Johanam, era su Indicador. La moral natural era necesaria como preparación a la moral del Mesías; los rabinos hebreos habían enredado inextricablemente la moral, y con pretexto de dar una moral sobrenatural daban una moral antinatural (como les pasa a algunos curas hoy día), una moral sobrecargada de preceptos, a veces fútiles, que no se podía no digo practicar, pero ni retener. El Bautista corta por lo sano, predicando la moral natural elemental: a todos en general les predicaba el arrepentimiento y la limosna; y a cada uno, los deberes del propio estado.

Primero se desataba en amenazas y en la predicción de una próxima gran limpieza; y cuando al ir a bautizarse (a recibir el "bautismo de penitencia") le preguntaban: "¿Qué tengo que hacer?", les respondía con los deberes del propio estado, que suelen ser cifra de todos nuestros deberes; porque si no eres buen relojero, o buen milico, o buen casado, ¿cómo serás buen hombre? San Lucas pone dos ejemplos: a los empleados públicos, a los publicanos (que en Inglaterra todavía los llaman publicanos) les decía: "No coimeen". A los militares les decía: "No sean prepotentes y no anden reclamando aumentos de sueldos". Al Rey Herodes no le dijo: "Gobierna bien", porque ése, como otros títeres de nuestros tiempos, no gobernaba en realidad; le dijo: "No te es lícito vivir con la mujer de tu hermano". A los fariseos no les decía nada, porque ésos no preguntaban nada; pero las imprecaciones que pone en sus labios San Lucas ("raza de víboras, árboles secos, falsos hijos de Abraham") iban primeramente enderezadas a los fariseos, demagogos jefes de las turbas y maestros fallutos.

Nuestro deber de estado resume en concreto todos nuestros deberes y es la base sobre la que se asienta la moral sobrenatural. Un gran cuentista inglés, Rudyard Kipling, hizo un fino retrato de San Pablo en un cuento "histórico" llamado "The Manner of Men" -La Condición Humana, porque San Pablo dice a los Corintios: "Si en mi codición humana he luchado contra las fieras" (100) ... Kipling estudió los viajes de San Pablo, sobre todo el cuarto viaje, su viaje a Italia. El capitán de la nave es un joven español (es decir, un romano nacido en la Provincia Bética) y se refiere al Apóstol diciendo: "Es un filósofo hebreo". La tripulación está admirada de las prácticas y palabras religiosas de Pablo. El ambiente es el de la flota imperial inglesa en 1898, incluso la jerga marinera que Kipling había absorbido perfectamente, como absorbía cualquier ambiente donde estuviera un tiempo; y lo proyectaba después con gran fidelidad. Al fin del viaje el capitán pregunta al filósofo qué tiene que hacer para salvarse, para el caso que hubiera otra vida. San Pablo le dice: "Cumple tus deberes de estado". No lo veía aún preparado para recibir la tremenda Nueva, la Buena Nueva, que es tremenda en realidad: "un judío crucificado es Dios"; el capitán como buen español era antijudío. San Pablo le dice: "Sirve al César. No eres tela que yo pueda cortar con ventaja al presente. Pero si sirves al César, vivirás obedeciendo al menos una ley ... ". El español se enoja de ser considerado una especie de ignorante. San Pablo continúa: "En el mar tendrás tiempo de pensar. Puede ser que nos encontremos de nuevo y entonces podemos continuar hablando. Lo que te concierne ahora es que, prestando servicio, te verás libre del miedo que te ha corrido toda la vida. Esta es la voluntad de Dios". El español no sabe cómo Pablo conoce eso: tenía un complejo de miedo a las fieras porque de muchacho había tenido que luchar por su vida con dos perros lobos en un arenal. Tenía horror a los leones del anfiteatro. San Pablo antes de imponer una carga, miraba los hombros.

En sus Epístolas San Pablo dice su deber de estado a todos: a los Obispos como Timoteo, a los Presbíteros como Tito, a los casados y casadas, a las vírgenes y viudas, a los señores y esclavos, a los ricos y a los pobres.

A las mujeres les dice algo muy simple y peculiar: "La mujer se salvará por la crianza de los hijos". ¿Y las que no tienen hijos? Por algo semejante a la crianza de los hijos.

La moral natural no basta; ni siquiera la podemos practicar entera sin la gracia: las dos van juntas. La herejía actual ha introducido un formón entre las dos y ha hecho saltar la moral sobrenatural, atribuyendo todas sus condiciones y poderes a la moral natural, basada en la razón y el sentimiento del hombre; o en su orgullo, como los estoicos. Hoy día la llaman moral personalista; se ha llamado moral kantiana, moral autónoma, moral laica; y "moral sin dogmas", como la llamaba nuestro Ingenieros. (¿Nuestro? ¡De ellos!). Es una moral falsificada y falaz, porque exige del hombre lo que él por sí solo no puede cumplir. Es como si me impusieran subir a la bóveda desta iglesia y me dieran una escalera donde faltan los últimos peldaños. Yo ni con todos los peldaños completos podría subir.

Eso es el naturalismo religioso que ya les expliqué.

Los que estamos en la fe, la oración y los sacramentos no tenemos más que pensar en nuestro deber de estado, transfigurado como está por el ideal Evangélico. "Sirve al César; pero solamente y en cuanto representa a Dios; ama a tu mujer: porque para ti es una figura de Dios -un poco charlatana; cuida de tus hijos: son de Dios".



Notas

100. l Cor. 15, 32. (Tal es la traducción inglesa; las versiones castellanas traducen: "Si por solos motivos humanos luché contra las fieras".).





Sea todo a la mayor gloria de Dios.

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